El 27-S, explicado a los estadounidenses
El reportaje de la revista 'The Nation' explica el auge del sentimiento independentista en Cataluña y las principales claves de las elecciones
Bécquer Seguín / Sebastiaan Faber 26/09/2015
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(Este artículo se publicó en la revista norteamericana The Nation el 24 de septiembre de 2015.)
Cuando Pep Guardiola —ex jugador estrella de la selección española de fútbol y uno de los entrenadores de mayor éxito mundial— anunció en julio que se había unido a la coalición electoral independentista catalana, el Ministro del Interior de España no pudo contener su emoción. "Vemos que se quitan la careta” —dijo Jorge Fernández Díaz— “y gente que ha jugado y ha triunfado con la selección española de fútbol vemos que iba seguramente no por interés patriótico, sino por interés crematístico, porque hay personas que el dios que tienen es el del dinero".
De un solo golpe, Fernández Díaz se las arregló para cuestionar la integridad de Guardiola e invocar el estereotipo de Cataluña como una región de tacaños calculadores. Para muchos catalanes, la declaración confirmó la absoluta falta de comprensión y de respeto por su cultura e identidad de parte del gobierno central.
El 27 de septiembre será la tercera vez en cinco años que Cataluña celebre elecciones regionales. Éstas muchos las han definido como un referéndum de facto sobre la independencia. El candor del ministro del Interior ilustra la actitud de elefante en cristalería con que el Partido Popular (PP), conservador, se ha afrentado a la demanda catalana por la autodeterminación. Al centro-izquierda federalista, sin embargo, no le ha ido mucho mejor. A finales de agosto, el ex primer ministro socialista Felipe González publicó una carta abierta en El País, dirigida sin ambages "A los catalanes", en la que comparaba el movimiento pro-independencia con el fascismo italiano y el nazismo alemán, implicando que los catalanes se habían dejado seducir por sus taimados líderes políticos.
Esos líderes respondieron días más tarde con su propia carta abierta en el mismo periódico, "A los españoles", firmada por el presidente catalán Artur Mas y otros siete líderes de los partidos de la coalición independentista Junts pel Sí. Empapada en un lenguaje de melodrama, la carta narra una historia de amor no correspondido de Cataluña con España, sólo comparable con el de Charlie Brown por la pequeña niña pelirroja: "Catalunya ha amado España y la sigue amando", escribió Mas; "El problema no es España, es el Estado español".
A los forasteros les cuesta comprender la dinámica de los nacionalismos en pugna. El nacionalismo —sea catalán, vasco, gallego o español— es el tema político que más divide a la sociedad española. Para complicar las cosas todavía más, las fisuras nacionalistas corren transversales al espectro político de izquierda-derecha. Políticos que, de otro modo, estarían de acuerdo con respecto a temas de carácter económico y social se encuentran profundamente divididos en lo que respecta a la definición de la relación entre Cataluña y España, por ejemplo. Y es que en España, a diferencia de los Estados Unidos, existen dos ejes políticos, explica Lluís Orriols, politólogo de la Universidad Carlos III de Madrid. Está el eje liberal-conservador, que incluye variaciones morales, económicas y sociales, pero en general se puede explicar dentro del continuo político de izquierda-derecha. Luego está el eje "étnico-nacionalista o identitario", afirma Orriols, en el que la izquierda radical puede encontrarse de acuerdo con la extrema derecha. Ninguno de los dos ejes prima necesariamente sobre el otro. Pero para los partidos que se definen principalmente en términos de izquierda-derecha, una posición claramente definida sobre el tema nacional corre el riesgo de enajenar a una parte significativa de su electorado.
El nacionalismo del PP —un nacionalismo español— le ha surtido dividendos electorales en el corazón castellano del país y en otras zonas. Pero ha destruido gran parte del capital cultural que le quedaba al partido en Cataluña: parece que puede perder un tercio de sus escaños en las próximas elecciones, convirtiéndose posiblemente en el segundo partido más pequeño del Parlamento catalán. A Podemos, el nuevo partido de izquierdas, con un programa anti-austeridad, también le está costando mantenerse en pie sobre la cuerda floja. Su líder, Pablo Iglesias, se ha comprometido a reformar la Constitución, que divide al país en 17 "comunidades autónomas", con el fin de dar mejor cabida a las aspiraciones de Cataluña. Podemos también ha dicho que respeta el derecho de los catalanes a decidir democráticamente sobre su futuro. Pero muchos catalanes desconfían de cualquier promesa que les llegue desde la capital. Ven a Podemos, y con razón, como un partido orientado hacia Madrid: la mayoría de sus fundadores son madrileños, muchos en el partido han indicado que prefieren que Cataluña siga formando parte de España, y el partido en su conjunto no se ha definido con claridad en otros temas sensibles para Cataluña, como la estructura fiscal de España.
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El rompecabezas territorial español se remonta a siglos atrás. Entre las 17 comunidades autónomas del país, tres hace mucho que se ven a sí mismas como naciones separadas: Cataluña, Galicia y el País Vasco. A finales del siglo XIX y durante la Segunda República (1931-39), florecieron los nacionalismos. Durante las casi cuatro décadas siguientes de dictadura militar fascista de Franco (1939-1975), se reprimió salvajemente cualquier idea de nación que no exaltara una España unificada, imperial y católica. En 1978, varios partidos políticos se reunieron para redactar una nueva Constitución. Estos incluían una encarnación anterior del PP, los socialistas (PSOE) y el Partido Comunista Español (PCE), así como Convergència i Unió (CiU), una coalición de centro-derecha catalana que se identificaba como nacionalista. Aprobada tres años después de la muerte del dictador, la Constitución se diseñó tanto para reconocer el carácter multinacional de España como para proteger su unidad como Estado-nación. El sistema de las comunidades autónomas les confiere algunos privilegios a Cataluña, Galicia y el País Vasco, incluido el derecho a sus propias lenguas oficiales junto al español. Al mismo tiempo, el sistema fractura sus territorios históricos y acaba por tratar a las 17 comunidades como si fueran iguales.
Para Marina Subirats, profesora emérita de sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona y ex concejala del ayuntamiento de Barcelona, la preservación de las lenguas ha sido uno de los resultados más importantes del sistema actual. En las escuelas catalanas los alumnos aprenden español y catalán. Además, dice, "todos los estudios han demostrado que los estudiantes educados en Cataluña tienen el mismo o un mejor conocimiento del español que los educados en las comunidades donde sólo se habla español." El bilingüismo funciona: según muchos estudios, la enseñanza de dos lenguas desde una edad temprana mejora el desarrollo cognitivo.
Pero el sistema de las comunidades autónomas está sin terminar, dice Subirats. El federalismo español todavía está en obras. Orriols apunta al hecho de que, en España, no hay nada como el Senado de los Estados Unidos, una institución que preste el mismo poder a cada comunidad autónoma en el gobierno central de Madrid. Las comunidades cuentan actualmente con un cierto grado de autonomía, sobre todo en temas de cultura y lengua, pero la política económica del país la determina Madrid por decreto. Esto conduce a una situación que a muchos catalanes les parece injusta. Cataluña representa aproximadamente el 6% del territorio de España, posee el 16% de la población y produce el 19% del PIB de España. Sin embargo, sólo recibe el 12% del presupuesto nacional. Muchos catalanes sienten que están cargando un peso mayor del que les corresponde, que España limita su potencial y que sin ella saldrían mejor librados.
El consenso en la España de hoy es que existen tres alternativas al status quo: más centralismo (evolucionar hacia una nación unitaria en el molde francés), más federalismo (hacia un modelo alemán o americano), o independencia, lo que implicaría una ruptura definitiva del estado español. Las tres posiciones existen en una variedad de sabores políticos, que van desde la extrema derecha, a través del neoliberalismo, el liberalismo tradicional y la socialdemocracia a la izquierda radical.
Esta situación da para emparejamientos bastante inusuales. La coalición a la que se sumió Guardiola es un buen ejemplo. Junts pel Sí une a derecha e izquierda en una especie de gran coalición independentista catalana. Convergència, partido encabezado por el presidente catalán Mas, es defensor de los intereses de las grandes empresas, un entusiasta de la austeridad y profundamente corrupto. (El año pasado, por ejemplo, el icono del partido, Jordi Pujol, el presidente de Cataluña 1980 a 2003, confesó haber evadido impuestos durante tres décadas.)
El principal socio de coalición de Convergència es Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), partido anti-monárquico dirigido por Oriol Junqueras, que ha venido desafiando desde hace tiempo el dominio de Convergència en Cataluña. Una serie de figuras públicas conocidas como Guardiola se han sumado a la coalición de Junqueras y Mas. De hecho, ninguno de los dos líderes de partido encabeza la lista. Ésta la lidera Raül Romeva, un académico de la izquierda radical que estuvo en el Parlamento Europeo por el Partido Verde catalán. Romeva también tiene una distinguida trayectoria como especialista de paz y desarme en la UNESCO. Si Junts pel Sí gana las elecciones, sin embargo, Romeva se hará a un lado y Mas reanudará su presidencia de la Generalitat.
La seducción exitosa por Mas de ERC y de activistas como Romeva ha abierto una brecha en la izquierda catalana. Para los catalanes progresistas, hay tres opciones principales. Una es la gran coalición independentista Junts pel Sí. Junqueras, Romeva y otros izquierdistas en Junts pel Sí han justificado su pacto con la derecha en términos oportunistas: la coalición sólo existirá para estas elecciones y su único propósito es reunir los votos suficientes con el fin de generar el apoyo electoral necesario para la independencia, poniendo a Madrid en un aprieto. Otra opción, más a la izquierda, es la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), un partido pequeño pero en ascenso que decidió no unirse a la gran coalición, pero que está firmemente a favor de la independencia y quiere salir de la Unión Europea. Los sondeos sugieren que la CUP puede jugar un papel clave: Junts pel Sí puede necesitar sus votos para formar un gobierno independentista. Por último, los izquierdistas también pueden optar por la coalición Catalunya Sí que es Pot, que incluye a Podemos, Izquierda Unida (IU) y un par de partidos verdes (uno de los cuales es el antiguo hogar político de Romeva). Esta amplia coalición aspira a obtener los mismos beneficios que Barcelona en Comú en las elecciones municipales de mayo, que atrajo a muchos en la capital cuya posición con respecto al tema de la independencia es agnóstica. La victoria de Barcelona en Comú catapultó a su líder, Ada Colau, hacia la alcaldía.
Podemos y sus socios de coalición se han esforzado por redefinir el marco del debate. En vez de pronunciarse sobre la cuestión de la independencia, han hecho hincapié en la primacía de la democracia, la necesidad de luchar contra la austeridad y por la justicia social. La posición de Podemos fue quizás mejor expresada por el novelista y columnista Isaac Rosa hace un par de años. “Estoy seguro” —afirmó— “de que la mayoría de catalanes no quiere salir de España: quiere salir de esta España, que no es lo mismo. Pero es que de esta España somos muchos los que queremos salir, sin tener la posibilidad de independizarnos”. El mensaje, en suma, es transformar España juntos.
La coalición de Podemos también ha denunciado la candidatura de Mas por la independencia —y la resistencia obstinada del PP— como sendas tácticas electorales que sirven para enmascarar, en ambos casos, sus políticas económicas regresivas y su profunda decadencia moral. "Mas y Rajoy son la misma corrupción", dijo Iglesias a finales de agosto. "Un voto para Catalunya Sí que es Pot sirve para echar a ambos".
La comparación es engañosa, dice Joan Ramon Resina, catedrático de Culturas Ibéricas y Latinoamericanas en la Universidad de Stanford. El discurso de Podemos en Cataluña, dice, se basa "en una equidistancia falsa e imposible". Iglesias "culpa a la víctima y el victimario por igual", lo cual, dice, es "una forma cobarde de ponerse del lado de los victimarios". La táctica de Iglesias puede ser un recurso estratégico dirigido a la base federalista de Podemos: Según las últimas encuestas, dos tercios de sus votantes fuera de Cataluña desaprueban la independencia catalana. Pero lo que al resto de España le puede parecer un discurso progresista suena muy diferente a oídos catalanes. "Cuando Pablo Iglesias ataca a Rajoy y Junts pel Sí por igual", dice Resina, "pinta un papel contrarrevolucionario". "No creo que los catalanes se puedan fiar de Podemos", dice Eulàlia Comas, una joven cineasta que trabaja para la televisión catalana. "Su discurso ha sido sumamente ambiguo y claramente electoralista en relación a la independencia de Cataluña".
A diferencia de Podemos, la derecha catalana puede beneficiarse significativamente de las elecciones. "Mas ha secuestrado el movimiento soberanista", dice el periodista Guillem Martínez. "Es cierto que el gobierno español no ha dejado que los catalanes votaran sobre su futuro, pero el gobierno catalán también se ha negado a someter a consulta el mayor recorte de la democracia y los derechos en Europa desde 1945 ", agrega en referencia las drásticas políticas de austeridad de Mas. La propaganda de Mas, subraya Martínez, combina la idea de una Cataluña independiente con la agenda neoliberal de su partido, empeñado en privatizar los servicios públicos.
Y esa política económica ha sido devastadora. "Cataluña es una de las regiones más ricas de Europa. Sin embargo, su riqueza está cada vez peor distribuida", escribió el periodista Andreu Missé en la revista CTXT. La pobreza ha aumentado, sobre todo entre los niños, mientras que la educación y la salud han sufrido recortes profundos y una mayor privatización. "El Gobierno de Artur Mas lleva cerca de cinco años dando a la espalda a los más pobres, un colectivo que crece sin parar", escribe Missé. "En la presente campaña electoral estos problemas urgentes y reales para millones de personas han quedado eclipsados por un debate teórico e ideológico sobre la independencia". En última instancia, resume Martínez, "la cultura política de Convergència no es diferente de la del PP".
Aunque ERC defiende su coalición con Mas como "puramente estratégica”, muchos sospechan que es el resultado de un chantaje. "Mas tenía la mejor carta", dice Resina. "Sólo él podía convocar elecciones anticipadas para la Generalitat y convertirlas en un plebiscito". Mas amenazó con cancelar las elecciones a menos que ERC se uniera a la coalición. Junqueras, que sabía que su partido sería culpado por las esperanzas frustradas, no tenía muchas opciones. "Cedió", dice Martínez, y "en el Consell Nacional de ERC posterior, que tenía que aprobar la propuesta, nadie, más allá de Junqueras, la defendió". Pero ERC también tiene una historia de apoyo a Convergència: en 1980, durante las primeras elecciones catalanas después de la Transición, apoyaron la presidencia de Jordi Pujol, frustrando la posibilidad de que el Partido Socialista formara gobierno.
Tanto Mas como Junqueras han atado su destino político a su matrimonio de conveniencia. Muchos observadores han pronosticado que su coalición va a salir ganadora. Por otra parte, el sistema electoral podría otorgarles una mayoría en el Parlamento, incluso con menos del 50% del voto popular. Los votos en la ciudad de Barcelona, donde el escepticismo sobre la independencia es mayor, no pesan lo mismo que los de las zonas rurales de Cataluña, donde el sentimiento independentista está más arraigado. Aun así, Mas ha dicho que una mayoría parlamentaria constituye un mandato suficiente para avanzar hacia la independencia. De hecho, él y sus socios han afirmado que solo necesitan 18 meses para preparar un nuevo estado catalán independiente. Eso sí, aún tienen que responder a muchas preguntas básicas, apremiantes. ¿Cataluña tendrá que volver a solicitar la incorporación a la Unión Europea? ¿Va a tener que crear una moneda paralela, hasta que sea admitida en la zona euro? ¿Va a formar un ejército? ¿Qué papel tendrán los componentes de la coalición en la redacción de la nueva Constitución? ¿El Barça saldrá de la Liga?
Aunque las tensiones ahora parecen haber llegado a un punto de ruptura, el enfrentamiento se viene gestando desde hace años. Los sucesivos gobiernos catalanes llevan años intentando cambiar su relación con el Estado español, pero Madrid ha respondido a estos esfuerzos, de forma sistemática, con el silencio, la burla o el rechazo. Cuando el Parlament catalán votó a favor de un nuevo estatuto de autonomía en 2006, en el que Cataluña se definía por primera vez como nación y no una mera "nacionalidad", el Tribunal Constitucional español se tomó unos holgados cuatro años para declararlo ilegal.
"La sentencia fue un shock en la sociedad catalana", dice el periodista Martínez. Para Barcelona, "moduló la certeza de que era imposible cualquier cambio político en el Estado". El 11 de septiembre de 2012, en la conmemoración anual de la abolición de las instituciones catalanas en 1714, un millón de catalanes indignados salieron a las calles para declarar Cataluña "un nuevo Estado en Europa." Las protestas fueron, en parte, una respuesta a la reorganización de Madrid del pacto fiscal. Los cambios se justificaron como medidas para hacer frente a los altos niveles de deuda de la región. Artur Mas, entonces líder de la coalición de CiU, que había sido tradicionalmente moderada con respecto a la cuestión nacional, vio su oportunidad para contrarrestar la decaída de su apoyo electoral y distraer de los escándalos de corrupción de su partido. Convocó elecciones para noviembre de ese año, se embarcó en una guerra relámpago por la autodeterminación, y ganó con el 30 por ciento de los votos.
Mas prácticamente se convirtió en soberanista de un día para otro. Y, como campeón autoproclamado de la soberanía catalana durante últimos tres años, ha convencido a una abrumadora mayoría de los catalanes (un 75%) y un poco menos de la mitad de los españoles (un 46%) de que apoyen el "derecho a decidir", sea el que sea su punto de vista sobre la independencia. En noviembre del año pasado, Mas quiso convocar un referéndum en torno a dos preguntas sencillas: ¿Desea que Cataluña sea un Estado? Si es así, ¿debería ser independiente? Madrid declaró que el referéndum era ilegal, alegando que la Constitución de 1978 no permitía la secesión unilateral de las autonomías, ya que la soberanía reside en todo el pueblo español. Mas desafió la prohibición y el 9 de noviembre de 2014, unos 2,3 millones de catalanes —un tercio del electorado— participaron en un acto masivo de desobediencia civil, votando. Más del 80% votó a favor de la independencia. Dos semanas más tarde, el fiscal general de España presentó cargos contra Mas por "desobediencia grave, prevaricación, malversación y usurpación de funciones". El caso sigue en los tribunales.
“Se acabó la broma", se jactó hace poco Xavier García Albiol, el candidato del PP en Cataluña. Él y otros miembros del PP han hinchado el pecho después del último intento del gobierno central por amedrentar a Cataluña: una reforma urgente del Tribunal Constitucional para permitirle sancionar al presidente catalán sin posibilidad de recurso en caso de que declarara la independencia. La propuesta escandalizó a políticos y expertos constitucionales, que denunciaron el uso descaradamente electoral del poder judicial de parte del PP. El ministro de Defensa, por su parte, no descartó enviar tanques a Barcelona. Pero la reacción exagerada de Madrid sólo refuerza la posición de Mas, afirma Martínez: "Hoy Mas, uno de los mayores recortadores europeos, vinculado con un partido del Sur con una llamativa trayectoria demostrada de corrupción, es un héroe civil, encausado por defender la democracia."
Gracias a la intransigencia del PP, el movimiento soberanista ha proliferado en toda España. En el País Vasco y Navarra, Bildu, una coalición nacionalista vasca de izquierdas, está negociando con otros partidos para formar un amplio partido independentista progresista para las próximas elecciones nacionales en diciembre. A principios de este año en Galicia, un grupo de intelectuales publicó un manifiesto por una “marea galega" que une a los partidos de izquierdas e independentistas de la región.
El creciente deseo de independencia, impulsado por una combinación de interés propio y orgullo étnico, también ha despertado la imaginación utópica. "La democracia funciona mejor a pequeña escala", dice Eulàlia Comas, la cineasta. "La independencia implica mayores cuotas de autogestión y de solidaridad". Una campaña independentista catalana de 2011 contrastaba el triste presente con la perspectiva de un futuro mejor: "Una comunidad autónoma de desempleo, o una república de los empresarios. Una comunidad autónoma de atletas sin país, o una república de campeones del mundo. Una comunidad autónoma de nada cambia, o una república de todo es posible".
Este mensaje de esperanza, de orgullo y de oportunidad —que la coalición Junts pel Sí ha perfeccionado mediante la inyección de una fuerte dosis de inclusión y progresismo— está resultando casi irresistible. El 10 de septiembre, una serie de destacados intelectuales de los mismos partidos de izquierda que se unieran a la coalición de Podemos rompieron filas, instando al apoyo para las candidaturas independentistas. Un voto por la independencia, afirmaban en un manifesto, ayudará a llevar a cabo "una Cataluña más democrática, más libre, más progresista y de izquierdas". "El independentismo catalán es sumamente transversal", dice Comas. "El principal actor en este proceso es la sociedad civil organizada", explica. Marina Subirats, que además está jugando un papel ceremonial en la coalición respaldada por Podemos, dice que no ha visto tanto idealismo desde la Transición. Sin embargo, se muestra escéptica. "La gente está borracha de esperanza", dice ella. Y como con cualquier noche de exceso alcohólico, "terminará en una resaca de frustración."
No está claro en qué medida las elecciones catalanas servirán como un ensayo general para las próximas elecciones nacionales de España, previstas para mediados de diciembre. En los dos partidos principales —el PP, que gobierna, y los socialistas— las elecciones catalanas inspiran intentos desesperados por minimizar los daños. Pero para Podemos y Cuitadans —un partido anti-independentista fundado en Cataluña que ha saltado a la escena nacional con un perfil de centro-derecha y anti-corrupción— estas elecciones catalanas serán su última oportunidad para poner a prueba sus estrategias políticas. Jugando como está en su propio campo, Cuitadans puede convertirse en el segundo partido en el parlamento catalán, lo que supondría una gran mejora con respecto a sus resultados decepcionantes en las elecciones municipales y autonómicas de mayo.
Podemos, por otra parte, que se había propuesto superar el marco derecha-izquierda y canalizar la frustración generalizada de los españoles hacia la participación directa en el proceso político, ha visto cómo Junts pel Sí le está ganando en el juego populista que antes dominaban. La coalición catalanista ha logrado generar una mayoría casi absoluta de apoyo a la independencia que atraviesa todo el espectro político. Aun así, Podemos está sacando lecciones importantes de las plataformas ciudadanas que, sorprendentemente, llevaron a las alcaldías de Barcelona y Madrid a Ada Colau y Manuela Carmena. La participación en Catalunya Sí que es Pot indica que Podemos está cambiando su enfoque hacia el apoyo a las amplias coaliciones progresistas, abandonando el énfasis en la propia marca que ha dominado hasta la fecha. Es una estrategia con un gran potencial, incluso si el hueso catalán ha resultado más duro de roer.
Traducción: Sebastiaan Faber.
(Este artículo se publicó en la revista norteamericana The Nation el 24 de septiembre de 2015.)
Cuando Pep Guardiola —ex jugador estrella de la selección española de fútbol y uno de los entrenadores de mayor éxito mundial— anunció en julio que se había unido a la coalición electoral...
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Bécquer Seguín / Sebastiaan Faber
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