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¿Y si todo esto de la vida en la Tierra, desde mi dolor de garganta al debate del domingo pasado, no fuese más que parte de un juego de inteligencia artificial? ¿Y si todo lo que conocemos y lo que hacemos fuese una competición de simulación disputada por seres de allende los universos o por terráqueos de unos años más allá?
Esta es la conjetura que se plantea Robert Lawrence Kuhn —interesante personaje, mira Wikipedia— en su colaboración para Space.com y en uno de los más recientes capítulos de Closer To Truth (Cerca de la verdad), su programa en la PBS, la tele pública gringa. No es una elucubración solitaria, en cualquier caso. Como manda el formato, Kuhn interroga al respecto a filósofos, escritores, astrónomos, expertos en tecnología e inteligencia artificial y demás gentes de buen pensar; y todos le responden con argumentos que colocan la hipótesis dentro de lo posible. Ojo, ninguno sostiene que eso esté ocurriendo, tan sólo dicen que podría estar ocurriendo.
La verdad es que el melón que abre el asunto es muy jugoso. Va desde los límites futuros de la tecnología y la inteligencia artificial a la existencia de vida inteligente fuera de esta Tierra, pasando todo el rato por esa obsesión tan humana por encontrar un creador, un titiritero que maneje nuestra barca existencial.
La verdad es que a mí esta explicación de ciencia (y teología) ficción me gusta porque me deja más tranquilo. Quiero decir que, si realmente todo esto es un juego multijugador que están disputando muchachos de distintos universos en modo online, es más fácil de explicar la absurdez en la que a veces uno se siente al habitar aquí.
Mira el asunto medioambiental, por ejemplo. La cosa no puede ser más tonta. Y eso que los ejemplos que te pongo tras el punto y seguido sólo son tres noticias de los últimos días para que no se te haga mucha bola. Exxon sabía todo lo que había que saber sobre el cambio climático ya en los 80 y lleva desde entonces negándolo y tratando de convencernos de lo contrario. Las asociaciones de automovilistas protestan por medidas contra la contaminación en Madrid como cortar el paso de los vehículos que la causan y proponen como solución a los atascos sumar más policías, no restar automóviles. Y, mi favorita, el Gobierno español pide a Europa que autorice coches diésel más contaminantes para paliar el efecto del escándalo de los automóviles contaminantes y mentirosos de Volkswagen.
Uno puede entender la codicia, esa necesidad de bebérselo todo aunque no se tenga sed, de acaparar dinero a toda costa y a todo coste. Pero, ni poniéndose en plan Tío Gilito hay manera de comprender cómo esos codiciosos que lo quieren todo no se pispan de que así el juego se acabará antes y demasiado pronto ese todo se convertirá en nada. Por eso, porque hace falta ser zopenco para decir cosas como las que dicen las asociaciones de automovilistas, el ministro Soria y el primo de Rajoy, estoy mucho más tranquilo desde que sé que en realidad todo esto no es realidad. Estoy mucho más tranquilo porque sé que, de un momento a otro, llegará la madre del niño torpe de Sirio que está manejando nuestras cosas y le dirá que se deje de videojuegos y vaya a cenar de una vez, que se la va a quedar frío el filete empanado. Y así todo volverá a ser normal.
¿Y si todo esto de la vida en la Tierra, desde mi dolor de garganta al debate del domingo pasado, no fuese más que parte de un juego de inteligencia artificial? ¿Y si todo lo que conocemos y lo que hacemos fuese una competición de simulación disputada por seres de allende los universos o por terráqueos...
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
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