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Cuando todavía el peronismo está tratando de asimilar que perdió las elecciones a gobernador de la provincia de Buenos Aires (un distrito que concentra casi el 40% del padrón argentino en una superficie semejante a la de toda España), la opinión pública vuelve a obligarle a revisar sus estrategias electorales con miras a la segunda vuelta presidencial del 22 de noviembre. Daniel Scioli, el candidato oficialista (que se negó a debatir antes de la primera vuelta argumentando que no hay una ley que obligue a los candidatos a ello), ha aceptado hacerlo el 15 de noviembre. Pero, claro, hay que llegar enteros a ese día.
Y es que nadie ahorra munición gruesa. La campaña que funcionarios y militantes kirchneristas emprendieron en las redes sociales y medios de comunicación (ellos la llaman de concienciación y la oposición, "sucia") promete un apocalipsis por hora, en caso de que Mauricio Macri, el candidato de Cambiemos que quedó tres puntos por debajo de Scioli, llegue a la presidencia. E incluso su oponente, que se la pasa apelando al cambio, la no agresión y los sueños de los argentinos (tanto que parece tener a un discípulo de Gandhi por asesor), esta semana llamó "caraduras" a quienes lo acusan de representar un regreso a los 90: "En los 90 gobernaban ellos", declaró Macri. "Los Kirchner privatizaron (la petrolera estatal) YPF y Scioli pedía la re-re (re reelección) de Menem". Cualquier archivo periodístico permite comprobar que las tres cosas son ciertas.
El botín que se disputan el Frente para la Victoria y Cambiemos son los más de cinco millones de votos que cosechó Sergio Massa, de UNA, opositor de raíz peronista que salió tercero el 25 de octubre, quien en principio ha declarado que no quiere que Scioli gane (un gobierno de Macri y el kirchnerismo en retirada le garantizarían liderar la oposición y conducir la renovación del peronismo), y cuyos votantes están siendo cortejados melosamente por ambos contendientes.
La idea de demonizar a Macri se inspira en la reciente campaña seguida en Brasil por la presidenta Dilma Rousseff para lograr la reelección, asesorada por João Santana, experto en campañas virulentas. Puesto que es difícil explicar lo que no se ha hecho después de tres periodos presidenciales bajo el mismo signo político (la noche de la elección, Scioli incluyó entre sus propuestas hacia el balotaje "la universalización del agua potable", así de profundo es el déficit de gestión), el mayor argumento de la campaña oficial es el miedo.
Pero hay excesos que rozan la maldad, además de obligar a las desmentidas. Nunca parece haber habido tantos hackers en la Argentina como en estos tiempos previos a la segunda vuelta de la elección. El martes, el actual ministro de Salud, Daniel Gollan, se excusó de un tuit abominable publicado en su cuenta, diciendo que esta había sido hackeada. "Los 12 nuevos centros de radioterapia para tratamiento del cáncer continuarán adelante si Scioli es presidente. Pensá bien tu voto", decía el tuit, hoy desconocido por el funcionario. El condenable exabrupto fue portada de Clarín y La Nación, los dos periódicos de mayor circulación nacional, el miércoles y la oposición llegó a pedir la renuncia del ministro.
La extorsión implícita en ese tuit de Gollan fue un límite que mereció repudio generalizado y provocó la desmentida. El ministro, sin embargo, no consideró necesario explicar ni desdecirse de posteos previos que van en la misma línea, como por ejemplo el que subió a las 21.43 del 30 de octubre: "¿Querés volver a los hospitales sin insumos, o al trueque, o al corralito o al 58 % de desocupación? Pensá bien tu voto. Macri es todo eso".
¿El medio excusa el mensaje? ¿Son las redes sociales, hijas del más puro presente, un canal sin filtros que invita a los políticos a canalizar impulsos -nobles y no tanto- más que argumentos? ¿O, tal vez, un espejo que los muestra como son de verdad, antes de que el make up del marketing electoral les pula los bajos instintos?
Campaña al margen, vale aclarar que nunca se midió un 58% de desempleo en la Argentina: 21,5% fue la tasa más alta registrada en 2001 por el Indec, antes de que el kirchnerismo decidiera intervenirlo porque las mediciones de inflación trepaban vertiginosamente. La situación de los hospitales de la provincia de Buenos Aires, en tanto, está siendo muy compleja ya por la traba a las importaciones decidida por el kirchnerismo. En septiembre, el diario La Nación informaba: "Según denuncian los gremios, desde hace dos meses los 77 hospitales bonaerenses registran 'serias complicaciones' para abastecerse de insumos básicos, como gasas, jeringas y guantes descartables. En algunos casos se están suspendiendo o reprogramando operaciones, afirmaron los médicos".
Con razones y sin ellas, el oficialismo asocia a Macri con todo lo que el inconsciente colectivo teme (devaluación, desempleo, inflación), aunque eso implique torcer la historia y empobrecer el debate de la campaña. Y aunque en la práctica muchos de sus propios compañeros vean con resquemor a Scioli (algo que dejó claro Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, al confesar que Carta Abierta, el grupo de intelectuales que preside, votaría "desgarrado" por el candidato de origen menemista para asegurar la continuidad del proyecto), se han encolumnado todos tras la idea guía de emparentar al actual jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires con las diez plagas de Egipto.
Así las cosas, según sus seguidores, el líder de Cambiemos representa algo distinto y, sobre todo, la salida de la dialéctica amigo-enemigo, un sesgo cultural asociado a 12 años de kirchnerismo. Para sus opositores, en cambio, Macri parece ser peor que Darth Vader, el malo intergaláctico de Star Wars.
Se organizan en su contra manifestaciones con lemas como "Amor sí, Macri no" y "Patria o Macri", mientras en distintos ministerios y empresas estatales se advierte de los riesgos que corren los empleados ante el eventual triunfo del candidato. Tanto es así que existe ya un número telefónico gratuito, auspiciado por varias ONG, para que los empleados públicos puedan denunciar presiones para votar en uno u otro sentido.
La exagerada embestida antimacrista se ha vuelto objeto de chanzas. Internet viraliza la ironía quirúrgica de los cibernautas que empiezan a tomar a broma la campaña oficialista. "Macri planea desviar la trayectoria de un asteroide hacia las villas (chabolas) más pobres", se titulaba una humorada en forma de noticia compartida en Facebook, cuya entradilla incluía presuntas declaraciones del candidato opositor, que habla de "pobreza cero", como uno de los ejes de su campaña: "Con mi máquina del tiempo, después de volver a los 90's, voy a viajar al espacio para corregir la órbita de un asteroide para acabar con la pobreza." Otra ocurrencia señalaba a Macri como "cómplice de la muerte de la madre de Bambi". En declaraciones a programas periodísticos, Macri ha respondido con humor que de todo lo que se dice le preocupa que Antonia, su hija menor, pueda creer que es cierto que si él gana, los huevos Kinder vendrán sin sorpresa.
Faltan 15 días para las elecciones generales y gane quien gane, no lo tendrá sencillo. Propios y ajenos reconocen que tras la prodigalidad preelectoral, las reservas en el Banco Central serán preocupantemente bajas. La sociedad argentina deberá aprender a ser exigente, constructivamente crítica con sus gobernantes y autocrítica consigo misma.
Ese entrenamiento en el republicano ejercicio de reclamar verdad (empezando por exigir estadísticas creíbles), respeto por la ley y acción de la clase dirigente será arduo y requiere más que militantes, ciudadanos. Implica un cambio cultural profundo que ya no nos permitirá disculpar nuestros errores y omisiones bajo el estandarte de "joven democracia". Es una tarea colectiva tan compleja como apasionante, para un país históricamente enamorado de los personalismos mesiánicos.
Cuando todavía el peronismo está tratando de asimilar que perdió las elecciones a gobernador de la provincia de Buenos Aires (un distrito que concentra casi el 40% del padrón argentino en una superficie semejante a la de toda España), la opinión pública vuelve a obligarle a revisar sus estrategias electorales con...
Autor >
Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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