Viejos amigos
No permitan bajo ningún concepto que nada ensombrezca el recuerdo de los 90 minutos vividos el domingo. Esos en los que nos volvimos a abrazar con nuestro viejo amigo sin pronunciar palabra alguna por si pudiera ensuciar el momento
Emilio Muñoz 23/11/2015
Koke celebra el gol de la victoria frente al Betis.
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Reencontrarse con viejos amigos produce una sensación difícilmente comparable a cualquier otra. Una sonrisa, un abrazo. Las palabras sobran casi siempre. No es necesario ponerse al día con las nimiedades que uno vierte cuando el azar hace que te cruces con un conocido o un compañero de trabajo, por ponerles un ejemplo. Las vivencias en común, las andanzas que contaremos a nuestros nietos son las que permiten que uno se desnude de toda convención social. Así, totalmente pelados, mostrando solo carne y corazón, uno empieza a comportarse de manera natural, como si no hubieran pasado años desde la última vez. Muchas veces basta una mirada para saberlo todo. Probablemente vuelva a pasar demasiado tiempo hasta el próximo encuentro pero en esa futura ocasión ocurrirá lo mismo: no hará falta manchar el momento con ninguna palabra que pueda sobrar.
No había sacado todavía el Atleti de centro y ya era dueño del partido. No era necesario analizar nada más, no hacía ninguna falta acordarse de las dudas que entre algunos sembraron partidos anteriores. Los primeros compases sirvieron para abrazar en silencio a nuestro viejo amigo, el que nunca falla y viste de rojo y blanco. Volvió el Atleti que recordamos, el de los goles que brotan de una voraz presión. Volvió el equipo que no recula, que no teme. Sonreímos al volver a reconocer a Filipe, a Koke, a Gabi e incluso a Griezmann, aunque estuviera fallón en los últimos metros. Disfrutamos sin querer verbalizar los desmarques de Torres. Recuperamos la certeza de que Godín es indestructible y constatamos de nuevo que nuestra tranquilidad está íntimamente ligada a la presencia de Oblak bajo los palos. Si a todo lo anterior le suman ustedes que Tiago y Carrasco mantuvieron el altísimo nivel de pasados partidos, podrán imaginar de lo que les hablo. Hubo tiempo incluso de acordarse menos silenciosamente pero de manera muy sentida de la señora madre del colegiado, viejo enemigo con tradicional fijación por perjudicar a los nuestros.
Cualquier conocido, especialmente si es de esos tan molestos con tendencia a moverse entre cielo e infierno tres veces en el mismo día, buscará hoy motivos para la preocupación en la cortedad del resultado o en la incertidumbre final de un partido que debería haber fallecido por goleada. Háganse el favor y sáquenselos de encima con las convenciones sociales usadas en casos parecidos. No permitan bajo ningún concepto que nada ensombrezca el recuerdo de los noventa minutos vividos el domingo 22 de noviembre. Esos en los que nos volvimos a abrazar con nuestro viejo amigo el Atleti sin pronunciar palabra alguna por si pudiera ensuciar el momento.
Reencontrarse con viejos amigos produce una sensación difícilmente comparable a cualquier otra. Una sonrisa, un abrazo. Las palabras sobran casi siempre. No es necesario ponerse al día con las nimiedades que uno vierte cuando el azar hace que te cruces con un conocido o un compañero de trabajo, por ponerles un...
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Emilio Muñoz
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