Los datos que sonrojan al mejor ciclista del mundo
Analizando al robot Chris Froome
Sergio Palomonte 10/12/2015
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No supone un gran esfuerzo recordar el momento ciclista de la temporada: el ataque metahumano de Chris Froome en La Pierre St. Martin, el primer final en alto del Tour de Francia. Allí el ciclista británico dejó sentenciada la carrera con una ascensión en solitario en los últimos kilómetros, rematada con el segundo puesto de su gregario Richie Porte. Supuestamente contrarrelojista, las mejores victorias del corredor del Sky han venido en montaña, donde machaca a sus rivales sin ninguna consideración.
Estamos en el ciclismo, el deporte del gran fraude por el dopaje, como demuestra el caso de Lance Armstrong, otro que también decía ser más contrarrelojista que escalador. La duda y la susceptibilidad forman parte del menú del aficionado no forofo, al igual que las barritas energéticas y los plátanos lo hacen del ciclista. El rendimiento de Froome no era normal, y días después se hizo popular un vídeo donde, sobreimpresionando los datos de su medidor portátil de potencia con el vídeo sin editar de la etapa del Ventoux del Tour 2013, se explicaba todo.
Tampoco hay que hacer un gran esfuerzo para recordar aquel día de hace dos años: el británico atacó sentado en una de las rampas más duras de la ascensión. Sentado, algo que no se había visto en más de cien años de ciclismo. En su momento no tardaron en salir los propagandistas al servicio de la causa de El ciclismo que cambia --y no puede porque está conformado por los mismos personajes y prácticas que lo han llevado al sumidero--, llegando a argumentar que era más aerodinámico atacar sentado. Que la tierra es plana, si hay suficiente cantidad de dinero de por medio.
El vídeo siguió el esquema clásico en estos asuntos: primero negación de lo mostrado, después intento de censura --Twitter bloqueó durante unos días la cuenta del aficionado que había hecho el montaje del vídeo--, posteriormente demanda del equipo Sky contra las personas que supuestamente habían hackeado esa información fisiológica confidencial de su corredor más famoso, ese que ha sido el más fuerte en tres de los cuatro últimos Tour disputados.
Fue francamente paradójico, porque con esa demanda daban por descontado --para todo aquel que lo quisiese ver-- que los datos ofrecidos en el vídeo eran ciertos, y lo eran de una manera muy relevante: no eran datos que quisiesen hacer públicos; y eran datos obtenidos en pleno esfuerzo, al revés de los ofrecidos en fechas recientes, nada menos que en una de las etapas más decisivas de la carrera más importante del calendario. Bingo.
Lo que sucedió después forma parte del inmenso vodevil que es el deporte del ciclismo, lleno de believers --porque viven del circo montado-- dispuestos a perder la más mínima noción de decencia. El primero de ellos fue el australiano Kerrison, a la sazón el jefe de fisiología del Sky, que a los pocos días de la escabechina de la Pierre St. Martin ofreció datos supuestamente reales de su corredor, y hay que resaltar aquí la diferencia entre los datos reales que no quieren que se sepan, como los del vídeo, y lo que ofrecen desde el departamento de propaganda. Es puro sentido común.
Kerrison, que aterrizó en el equipo en 2009 proveniente de la natación, afirmó que su pupilo subió el gran puerto pirenaico (15,3 km, 41´30" en subir) a 5´78 w/kg, para un peso de 67´5 kg. Lo dijo durante la segunda jornada de descanso, aprovechando lo mediático de la rueda de prensa. Sin entrar en cuestiones de medicina deportiva, rama fisiología, existe un cierto consenso en afirmar que mover potencias por encima de 6´0 w/kg solo es posible recurriendo al dopaje.
Kerrison, ante unos micrófonos rendidos, se fue gustando --afirmando que los platos asimétricos de Froome dan un 6% de variación en la potencia, que es el dato que ofrece el fabricante--, y acabó cometiendo un gran error, que nadie resaltó en su momento: que durante 4 minutos de la subida Froome desarrolló una potencia de 450W, algo que equivale a la auténtica animalada de 6.9w/kg. Pantani, supuestamente el mejor escalador de los tiempos modernos --y si así lo fuera fue en gran parte debido al dopaje masivo--, no llegaba a esas cifras.
Se puede leer todo aquí, y no se requieren especiales nociones de medicina deportiva para interpretarlos, igual que no se requiere nada especial para interpretar un ataque sentado en el Ventoux. De hecho, el propio Kerrison dejó abundantes testimonios de su desconocimento de las más mínimas reglas de la fisiología deportiva cuando aterrizó en el ciclismo hace cuatro años, aunque ha mejorado a pasos agigantados. Como el equipo donde trabaja.
Por supuesto, en la rueda de prensa donde se gustó tanto, no hubo ni una referencia al vídeo de la subida de 2013, un vídeo que puede ser considerado auténtico terror deportivo, una snuff movie de ciclismo: en el momento de máximo esfuerzo, cuando ataca sentado, el ritmo cardíaco del ciclista británico no sube (en el 28´15"). No se altera. Se mueve a fast forward respecto a los demás corredores, e incluso él mismo parece sorprendido de la súbita potencia desarrollada.
Algunos aventurados han intentado encontrar explicación a tamaño fenómeno paranormal en la presencia de una ayuda mecánica en la bicicleta de Froome; desde luego, parece lo más sensato: no le sube el pulso, pedalea sin esfuerzo (¡es que ni se levanta!) y se va por Villadiego, mientras los demás se quedan en slow motion. Recuerdo que son datos reales, no rebatidos por los autores, dueños o propietarios, tanto del humano como de la máquina. Además, está lo que cada uno ve, y que en este caso es muy evidente.
Con el Tour ya acabando, Froome anunció que se sometería a un análisis fisiológico independendiente para aclarar cualquier duda sobre su rendimiento. Los resultados parciales se han demorado hasta principios de diciembre --hay mucho que cocinar, casi como en una encuesta preelectoral--, tras haber hecho las pruebas en un centro específico que el gigante farmacéutico GSK tiene en Reino Unido.
El resultado es desasosegante. Lo que era un ejercicio de propaganda vendido como transparencia --del que el Sky se ha desmarcado públicamente, aunque seguro que no era ajeno a los resultados a publicar-- ha tenido como resultado otro boomerang contra la escasa credibilidad que supone el rendimiento metahumano de Froome. Se han publicado datos de 2007 --el pasaporte biológico de la UCI no se introduce hasta el año siguiente-- y de 2015, para que se pueda comparar la evolución.
En 2007 Froome militaba en el equipo Barloworld, de capital sudafricano e impronta italiana, que acabó en cuadro durante al año siguiente tras el escándalo de dopaje del español Moisés Dueñas. La estrella era el colombiano Mauricio Soler, mejor escalador de la carrera francesa, y autor de exhibiciones portentosas en sitios anónimos como el Galibier. El británico era un corredor del montón, pasado a profesional en parte por estar becado por la UCI para formarse como corredor en su sede de Suiza, y en parte por haberse criado en el país del principal patrocinador.
Nada, nada, nada apuntaba a que en ese larguirucho africano blanquito había un potencial campeón. La tesis de la propaganda interesada es decir "el motor ya estaba", revelando su VO2 Max en 80´2 (el máximo volumen de oxígeno en la sangre que nuestro organismo puede transportar y metabolizar, la proporción áurea para saber si habrá campeón o no), cuando eso jamás se tradujo en resultado alguno antes de la sorprendente transformación que experimentó en la Vuelta 2011. Es más: para su deshonra, fue expulsado del Giro 2010 por agarrarse a un coche, que sí lleva motor. De los de combustión, y no de pila eléctrica.
"Simplemente ha adelgazado" desde los 75´5 kg, dice el fisiólogo Swart, encargado de la última operación de propaganda. A menor peso, mayor índice de w/kg al actuar sobre el denominador. Muy bien. Si así fuese, si el motor ya estaba, ¿por qué Froome no obtenía buenos resultados en la crono antes de su transformación alquímica? Si el motor "ya estaba", ¿donde se ocultaba en una disciplina ciclista donde el peso es un factor a favor? ¿Cómo es creíble que un ciclista profesional pudiese tener un porcentaje de grasa por encima del 15%?
La tesis de la pérdida de peso para explicar súbitas transformaciones en ciclistas ya se usó anteriormente con Indurain --fiel cliente de Conconi y Sabino Padilla-- y con Lance Armstrong, al que supuestamente el cáncer había transformado su fisionomía y morfología, por no hablar de Wiggins, el compañero británico con el que acabó tarifando. Además, todos pierden peso sin perder potencia, como si de manera mágica solo se perdiese la grasa y nada de lo demás. Alguna sustancia, ideada para el tiroides y que no está prohibida por el código mundial antidopaje, consigue ese efecto.
Pero tiene que haber algo más, algo que está haciendo que en los más variados deportes --en baloncesto y tenis es increíble la transformación tipo acordeón de alguna de sus mayores figuras-- lo que era músculo o grasa ahora sea esbeltez y delgadez extrema, sin perder un ápice de fuerza o rendimiento deportivo. Christophe Bassons, que dejó el ciclismo a finales de los noventa repudiado por el pelotón por denunciar públicamente el dopaje masivo, menciona en su autobiografía A Clean Break: My Story, publicada en 2014, el predominio de medicamentos como AICAR, TP500, GW501516 y GAS6, sustancias que se han encontrado en registros a profesionales deportivos y cuyo efecto en el organismo es similar al conseguido con EPO, pues estimulan el transporte y la utilización de oxígeno por parte del organismo.
Según explica, las dos primeras sustancias mencionadas incrementan la proporción de mitocondrias en los músculos, las encargadas de transformar los carbohidratos, las grasas y proteínas en energía a través del consumo de oxígeno. Tanto el AICAR como el TP500 incrementan la lipólisis --quema de grasa para producir energía-- manteniéndola incluso durante los esfuerzos más intensos. En principio, a partir de esfuerzos superiores al 80%, el organismo deja de quemar grasa y únicamente quema carbohidratos. Usando estos productos, apunta Bassons, se puede seguir quemando grasas al 95%, algo imposible de conseguir de forma natural.
De esta forma, se produce uno de los efectos más evidentes y llamativos que tiene entre los deportistas de élite: la transformación física hasta conseguir formas raquíticas, sin apenas grasa en sus organismos. Combinando su uso con el de la proteína del crecimiento GAS6, prosigue Bassons, se estimula la secreción de EPO engógeno. "Es completamente indetectable", concluye el esclarecedor y siniestro fragmento del libro.
Volviendo a los datos aportados por Froome y Sky, algunos fisiólogos han dicho que estos son parciales --dicen que lo publicarán todo en un artículo científico, la operación de propaganda ha sido por la revista de sobremesa Esquire--, especialmente a que no aporta ni un solo valor de la eficiencia en el esfuerzo, pero lo que cuenta como titular es que en 2015 Froome tiene un VO2 max de 88´2, en línea con los grandes ciclistas de la historia de los que se tienen datos de este tipo (LeMond ostenta el récord con 92´5, la media del ser humano está entre 34-40), habiendo ganado 8 puntos en el arco de ocho años, ocho kilos. menos.
Pues claro que son parciales. Seguramente los análisis realizados en GSK son correctos, pero son incompletos. Y de laboratorio, no en pleno esfuerzo de competición como los del Ventoux 2013. Lo que es cierto es lo filtrado en el vídeo --y jamás desmentido--, que arrojan algo difícilmente creíble en un organismo humano. Asmático y con bilharzia. Y no solo eso: la exhibición de este año en Pierre St. Martin y los 6´9 w/kg durante cuatro minutos sostenidos, y tras diez días ininterrumpidos de competición son imposibles.
Se puede estar de acuerdo en que es posible subir algo cuando el límite predopaje está en 6´0 w/kg, pero incluso con cifras de 0.2-0.3w/kg más (o sea 6.2-6.3 w/kg) es algo que solo se puede mantener durante unos minutos agónicos cuando aceleras e intentas romper la carrera… pero 6´9 w/kg durante cuatro minutos… no es posible. El ciclista Robert Gesink, que ese día acabó cuarto a más de 1´33", y que habitualmente ofrece sus datos fisiológicos sin maquillar y sin meses de retraso, arrojó una potencia media de 409 watios, sin meterse en ataques. Froome, 414 watios de media según los datos facilitados por Kerrison. Con 6 watios de diferencia, 1´33" minutos de ventaja, y medio Tour ganado.
Huelga decir que no se ha vuelto a saber nada más de la demanda al que filtró los datos del rendimiento del Ventoux 2013. Porque fueron filtrados, no hackeados. Son los únicos datos ciertos de todo esto. Y hablan por sí solos, porque no hace falta poner el volumen al vídeo.
No supone un gran esfuerzo recordar el momento ciclista de la temporada: el ataque metahumano de Chris Froome en La Pierre St. Martin, el primer final en alto del Tour de Francia. Allí el ciclista británico dejó sentenciada la carrera con una ascensión en solitario en los últimos kilómetros, rematada con el...
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Sergio Palomonte
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