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El debate es una zanja. Un abismo. Una frontera plagada de concertinas.
En una galaxia muy, muy lejana están quienes vivieron con rebeldía o sumisión o celebración los 40 años de dictadura franquista. La lucha mítica contra el tío que murió en la cama o la Leyenda del Santo Dictador. Tuya, mía. España. Los de los recuerdos de guateques con calentones, lo verde empieza en los Pirineos, canastillas de la sección femenina, más cornás da el hambre, tortazos paternos, pedir permiso al marido para sacar el carnet de conducir. Sí, hicieron lo que pudieron para sobrevivir y han llegado hasta aquí sin saber que llevan dentro el alien del franquismo-antifranquismo como una maldición psicoanalítica.
Al otro lado de la zanja, muy lejos, los electroduendes (Viva el mal, viva el capital) no se reconocen, no hay espejo en el que mirarse. Han sido décadas de tapón generacional y Estado del bienestar sedante. Calla, niño: la política es cosa de papá y mamá. Toma, una beca. España es el país europeo en que más fácil es hacerse rico, ¿recuerdas? Llega el bombazo de la crisis y todo salta en pedazos: los goonies del Delorian, de La Fuerza y de la Fiesta, sus hermanos y primos pequeños disputan el poder a la generación del cantautor versus pasodoble; se acercan, soplan en la nuca de los que no saben qué es Go-o-gle y leen periódicos de papel pringoso rescatados por bancos y vicepresidentas. El mito del Eterno Progreso hecho pedazos: tengo cuarenta años, tuneo el currículum que con las dos carreras y la carrera de piano y los tres idiomas me paso para un curro de oficinista after work.
Legislaturas y legislaturas diciendo “la política no interesa” y entonces se topan con un debate a cuatro; un debate pop, un subproducto cultural; y no lo toman en serio. Ahora, en serio. No lo tomaron en serio hasta que fue demasiado tarde. Esos bisoños, novatos sin conciencia cívica, esos jovenzuelos no tienen hechuras de presidentes, no son presidenciables, no tienen experiencia, ni siquiera han sido concejales, menudas pintas, Madrid lleno de frikis (por no hablar de Cataluña), son todos antisistema, ¿qué coño es Juego de tronos?
Llegan unos treintañeros poperos (el pop siempre fue de derechas) y otros rockeros (pandillero tatuado y suburbial) que estudiaron carrera superior: viva la (re)pública. ¡Han estudiado en la universidad gracias a nosotros! No era un regalo, tíos; era una obligación; gracias y hasta luego. No te quejes tanto y hazte emprendedor, sal de las plazas y monta un partido. O vete a la tele. ¿A un debate?
Los jefes llegan al Debate Histórico, al Debate Definitivo, con alfombra roja y luces de Gran Hermano y no entienden nada: estos no ven series, no saben que en la mafia de Púnica-Volquete de Putas están Los Soprano, ni idea de que el asesino narco negrata de The Wire estudiaba un máster de Economía para entrar en el sistema. (No le dejaban: le pegaban un tiro. Dale un like al spoiler.) En su lugar han mandado a unos cyborgs rollo sayonara, baby. Casting: chicos/chicas menores de 45 años, por favor. Que los espectadores sepan de lo que les hablan: pásame la Play, Obi Wan.
Episodio IV. Una nueva Esperanza.
Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana. Es un periodo de guerra civil. Naves espaciales rebeldes, atacando desde una base secreta, han ganado su primera batalla contra el malvado Imperio Galáctico. Noviembre de 1977.
No te entiendo, no hablo tu lenguaje. Los chavales esos se han educado mirando la tele, por eso se les da bien, salen bien, hay que darles caña. Es que hubiera quedado mal en la foto... todos son más jóvenes. El Ausente, llaman al presidente del Gobierno. El Ausente durante el franquismo era José Antonio Primo de Rivera: un cadáver. ¡Eso sí que era una frikada! El Otro Ausente prefiere jugar al dominó con los jubiletas que acudir el debate pop, banal, antiacadémico. Para Academia, la de la TV: seamos serios, sentido común, bi-debatamos como antañón. Allí no han visto el Club de la Lucha: dos tíos solos dándose de leches es tan antisistema como quemar muebles de Ikea.
Cuidado: en el Club de la Lucha la primera regla es no hablar del Club de la Lucha y el poder viejuno es grande; el ojo de Sauron manda sobre el Ibex 35 y su puerta giratoria, hordas de martinezsorias que votan bipartidismo, enganchados al recuerdo perdido de su batalla ganada. ¿Ganada? ¿De verdad? El Régimen de Paco se acabó, llegó el otro, gracias al consenso y a la Conferencia Episcopal, que salió con concordato. El “concorcontrato” no se toca. (Rouco: para ti el abismo generacional es colosal y te quedas sin clientes.) Con la Consti hicimos lo que pudimos: estaban las cosas muy difíciles. ¿Durante otros cuarenta años? Una noche y ¡pam! el 135. Pasemos página. Y dejemos las cunetas repletas de huesos y de olvido.
Cuarenta años de Restauración y los Goonies se han hecho mayores –hijos, hipoteca, canas-- y dicen que el sistema democrático –lo llaman democracia y no lo es, no lo es-- era una herencia con trampa, el paquete de SEUR-Franco, como el ex Rey o Emérito, o como se diga, que remató la Transición el día del Elefante, o el de la Marmota, que ya va siendo hora de que salgamos del bucle. A rey depuesto, rey puesto, pero no, a pesar de los trompeteros las calles estaban vacías, ojo, y vamos a votar, y lo voy a intentar aunque esté en el exilio electoral porque soy doctor ingeniero de Caminos, pero curro en Londres, “movilidad exterior”; sí, muy buena experiencia pero me gustaría volver, además mi educación pública costó una pasta al sistema y ahora quiero devolverlo. Trabajando. No, hay paro y sueldos basura: quédate, no vuelvas; pero desde allí no votas, ¿eh? No nos cuestiones, lo hicimos bien, el Rey y Suárez salvaron la democracia. De Tejero. Gracias a nosotros votas, fin de la cita.
Pues eso, que van a votar, a gobernar, a mandar y a equivocarse como se equivocaron sus padres. ¿No iba de eso la cosa? ¡La gobernabilidad! Vuelva a nosotros tu reino, la salvadora alternancia de los gemelos univitelinos enfadados por la acampada de Sol y lo demás, lo de los frikis y las manifas con papás jóvenes que pitan a los sindicalistas y cargan con sus niños corriendo delante de la poli, ya no son grises pero dan hostias, ¿qué te crees? Hay ley mordaza, ojo con los chistecitos que estos reprimen la libertad de expresión, tampoco se puede hacer una sentada frente al Congreso: tengo 19 años, quiero ser profesora y nunca podré porque me llevaron detenida y ahora tengo antecedentes. Culpa tuya: no te metas en líos, gasta y consume. Pide la paga a papá, ya no hay becas. Vale, me educaste para ello; soy los Mercados, esos que mandan de verdad y quiero récords de audiencia. Quiero política espectáculo, sí, debate low cost, de usar y tirar, ¿y qué? ¿No has visto las colas del Primark?
Y entonces llegan los nuevos a robar las alcaldías. A los imputados. No se lo pueden creer. Esto es una peli de terror. Ochentera. “Ya están aquiií...” dice la niña de Poltergeist. (Su papá vendía los chalets de la urba.) Lo vamos a perder todo. ¿De dónde han salido? De la zanja.
El régimen del 78 estaba construido sobre una brecha, una cuneta. Sobre un cementerio indio.
El debate es una zanja. Un abismo. Una frontera plagada de concertinas.
En una galaxia muy, muy lejana están quienes vivieron con rebeldía o sumisión o celebración los 40 años de dictadura franquista. La lucha mítica contra el tío que murió en la cama o la Leyenda del Santo Dictador....
Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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