La sala de reuniones del Instituto de Estudios Económicos tiene una enorme biblioteca en la que apenas quedan huecos. No parece, a simple vista, una selección de libros de los que uno escogería para pasar una tarde llena de diversión, pero, como dijo aquel, ca uno es ca uno. Con olor a café y algún que otro sándwich en el estómago de los periodistas, apareció José Luis Feito, su presidente. Traje de cuadros, estrecho bigote y enorme sonrisa. 

Feito llegó sonriente pero con el micrófono delante se convirtió en una especie de padre que te advierte cuando hay posibilidades de que te salgas del tiesto. Dijo que hay tres alternativas: la de que cambien las cosas y entonces vendrá el apocalipsis que conlleva cualquier populismo que se precie; la de que todo siga igual, que tiene sus ventajas pero al final se acaba agotando la leche de la vaca; y la tercera y su favorita, que es profundizar de una vez por todas en lo iniciado. 

Y profundizar significa, para todo buen liberal que se precie, en una reforma del sistema de pensiones (que incluye aumento de la edad de jubilación y favorecer planes privados), del sistema impositivo (“mayor imposición indirecta y reducciones en las cotizaciones sociales”) y más reforma laboral para ganar en competitividad. “Los riesgos para la economía no proceden sólo de que se deshagan reformas, sino de que no se completen las efectuadas”, dijo. “Profundizar”, insistió varias veces. “Adicionales”, repitió otras tantas. 

Al Instituto de Estudios Económicos no le gustan los partidos populistas, los discursos populistas, el populismo en general. A su presidente, menos, ya que augura que una toma de poder de este tipo de formaciones (no dice cuáles, dice que son muchas) sería “una receta infalible para volver al pasado: una huida masiva de capitales, una destrucción cósmica de empleo….”. Ante estas cosas quizá se pregunten si a algunos de los tomadores de notas se les atragantó el desayuno. Tranquilos, si algo caracteriza a Feito es que mantiene su discurso desde hace años. Desviaciones, las justas, y el tono, monocorde. 

Como desviación es la que puede sufrir la economía española, según el IEE, con o sin contar los efectos tras el 20D y quién será el inquilino de Moncloa. “Si la economía no hace reformas adicionales, especialmente las referentes al déficit público, en algún momento nuestro crecimiento  se iría debilitando y languideciendo hasta extinguirse”, aseguró, antes de deslizar dos datos que prevé el think tank que preside: el alza del 3,3% del Producto Interior Bruto para este año y un 2,7% más para 2016. Pero más allá de cálculos, el escenario macro para los próximos meses incluye el inicio de un ciclo alcista de los tipos de interés y del precio de las materias primas. Dos hechos que nos perjudican, recalcó Feito. 

Como nos perjudican dos palabras: déficit público. “No nos preocupa tanto que no se cumpla, sino que con el comportamiento de la economía deberíamos haberlo cerrado por debajo del objetivo”, explicó. Había un tema imposible de pasar por alto y se cumplieron las previsiones: tocaba hablar de empleo. “En ningún país el empleo cayó más del doble que el PIB”, dijo refiriéndose a ese lustro luctuoso que va de 2008 a 2013 (20% frente al 9%). Y se sumó a la corriente de economistas que han hecho suya esa frase de que “cualquier tipo de empleo es mejor que el paro”. Aunque reconoció la temporalidad de los puestos de trabajo creados en los últimos meses, recordó los costes del paro (“pecuniarios, psicológicos, familiares y erosión de la persona”). Fue entonces cuando uno de los colegas le preguntó si le cuadraban las cifras de las que habló el aún presidente Rajoy en el cara a cara con Pedro Sánchez del lunes: medio millón de empleos al año. A Feito la sonrisa se le tornó incómoda y aseguró, no sin cierto temor a la crítica, que se han creado esta cantidad de puestos este año pero que “va a ser difícil si no se hacen más reformas”. En esta ocasión, no hubo hueco para apocalipsis ni destrucciones cósmicas. Siguiente pregunta. Siguiente sonrisa.