Fondo de armario
Lo soez y lo sublime
Jaume Cabré reúne a varios autores en sus relatos de ‘Viaje de invierno’: el melómano y el que escribe narraciones del pasado y en un vulgar presente
Raúl Gay 13/01/2016
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Viaje de invierno
Jaume Cabré
Traducción de Concha Cardeñoso
Destino, 2014
288 páginas
Es invierno (o eso dicen) y cada vez me gusta más Schubert. Un motivo como cualquier otro para leer Viaje de invierno, la colección de relatos que Destino recuperó en 2014 tras el éxito conseguido por Jaume Cabré con su novela Yo confieso. El escritor catalán reúne una quincena de cuentos escritos y reescritos a lo largo de veinte años. En ellos hay algunas joyas, pero el conjunto me ha dejado un sabor agridulce.
Me explico. Cabré es un escritor culto. Alguien capaz de introducir en sus narraciones a Schubert, a Bach, a Rembrandt, a escritores y compositores inexistentes… En buena parte de sus relatos se respira un aire europeo, de esa Europa (tal vez mitificada) de salones, tertulias y conciertos; esa Europa que después pasó a los cafés literarios y, casi sin darse cuenta, a los campos de concentración. Éste es el mejor Cabré. Pero junto a él, hay otro escritor, realista, sucio, chabacano; alguien que escribe sobre ligar y utiliza tacos en cada párrafo. No es cuestión de mojigatería, sino de coherencia. Bukowski tiene un estilo determinado y utiliza un lenguaje acorde, lo mismo hace Zweig; pero si se mezclan, el resultado no es bueno.
El primer relato tiene como protagonista a Pere Bros, un pianista profesional harto de tocar a Schubert. El lector es testigo en este cuento, uno de los mejores, de un concierto muy especial, definitivo. Tocar es inhumano, piensa el pianista:
Hacía treinta y ocho años [...] que le temblaba la mano. [Tomó la copa] a la salud de tantas horas dedicadas al estudio para estar siempre perfecto, inhumano, cálido, humano, genial, seguro, contundente, intenso, sutil, tierno, impecable; siempre, siempre, siempre, siempre.
Muchos de los cuentos “cultos” están también unidos por un poso de nostalgia, de melancolía, de un pasado que no cumple lo que promete. Un hombre entierra a su esposa y descubre un secreto oculto durante décadas. Otro hombre, organista del siglo XVIII, planea fugarse de una sórdida cárcel para ver a su hija. Pero, como dice Cabré:
El destino es así: no cuenta toda la historia, sino el fragmento que le conviene y, con ánimo de engañar, lo disimula con una risita equívoca. [...] Siempre se esconde detrás de un árbol y nunca da la cara.
Entre los relatos, sobresale Yo recuerdo, que narra la dolorosa tragedia de una familia de judíos en Treblinka. Pese a todas las atrocidades leídas sobre el nazismo, sigue helando la sangre. Uno se pregunta la razón: ¿acaso el nazismo representa, realmente, el mal absoluto? Entonces recuerdo el libro de Arendt en el que comparaba las atrocidades de Hitler con las atrocidades de Stalin, o las crónicas de los supervivientes de los Jemeres Rojos y pienso que ha habido demasiados monstruos.
El problema llega en los relatos que mezclan la alta cultura con lo cotidiano o directamente vulgar. Es lo que sucede en Finis coronat opus, en el que, pese a su título, leemos frases como ésta:
—No tenemos estrella. Tendrá que ser Voll Damm.
—¿Qué cojones es eso de que no tenéis estrella?— Me salió del alma; sé que no tendría que haberlo dicho pero Dios nos libre de lo que ya está hecho. Y Samuel Barber venga a pringar las paredes, y la gente tan tranquila. Puede que lo peor sea eso: que la gente se quede tan tranquila, ya sea Lou Reed, ya sea una mierda de poema sinfónico bosnio, joder.
A medida que avanzaba el libro me preguntaba cuántos Jaume Cabré existen. Está el melómano, está el que escribe relatos situados en el pasado y está el que escribe en un soez presente. Me quedo con los dos primeros, sin duda.
Viaje de invierno
Jaume Cabré
Traducción de Concha Cardeñoso
Destino, 2014
288 páginas
Es invierno (o eso dicen) y cada vez me gusta más Schubert. Un motivo como cualquier otro...
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Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
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