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Según la terminología audiovisual, el plano subjetivo es el que emula la mirada del protagonista. La cámara se sitúa a la altura de sus ojos, se convierte en ellos y mira la vida como la mira él. Dicho así, suena como la forma más realista de contar algo pero la verdad es que es un recurso narrativo poco utilizado. Uno puede tirarse meses viendo películas y series y no ver ningún plano subjetivo; salvo que le dé al porno, que en este género sí que es popular el subgénero POV (Point Of View), en el que el actor rueda en plan mi cámara, mi polla y yo. En el cine sin eyaculaciones en la cara, la pelis que se han hecho sólo de esta forma son rarezas como La dama del lago o El arca rusa. Normal. El plano subjetivo es la peor manera de contar una historia, no ayuda a su comprensión por parte del espectador, es un coñazo.
Curiosamente, al otro lado de la cuarta pared, en esta otra ficción que es nuestra interpretación de la realidad, el plano subjetivo es el recurso más utilizado. Y cuando digo interpretación de la realidad me refiero al periodismo, claro, pero también a nuestro propio relato de lo que pasa. Cada uno vemos muchas cosas cada día pero todas las vemos a nuestra manera, con esa visión que nos impide no sólo ver el punto de vista del otro, o de los otros, sino vernos a nosotros mismos viendo cada asunto en cuestión.
Aunque nada está muy claro, todos sabemos que mil hombres, todos “de países árabes o norteafricanos”, “muchos de ellos refugiados” —los entrecomillados son sacados de la prensa—, robaron y agredieron sexualmente a centenares de mujeres en la estación de Colonia y en otros lugares del país. El tema es grave y ha servido para sacar otros, como más agresiones sucedidas en Suecia tapadas por la policía de allí para evitar lo inevitable: la xenofobia.
En Alemania ya han aumentado los ataques racistas. También los gobiernos han empezado a sugerir la necesidad de ponérselo (aún más) difícil a los refugiados en concreto y a los inmigrantes en general.
El plano subjetivo del europeo lo ve muy claro: los moros (o árabes o musulmanes o refugiados) son todos peligrosos islamistas a los que hay que dejar detrás de una valla porque lo único que quieren es invadir nuestro territorio para imponer sus costumbres, entre las que está la agresión sexual. Está claro.
Está clarísimo hasta que viene otra noticia a cambiar de plano y hacernos comprender que la realidad es un poco más compleja. O quizá más simple. Por ejemplo: “En 2014 se registraron 1.249 violaciones en España, más de tres al día”, titula un teletipo de Europa Press de esta semana. Cambia el plano, cambia el sujeto pero no cambia el predicado. Lo mismo que en la frecuente violencia sexual en San Fermín o en este dato que dice que una de cada cinco universitarias de EE.UU. sufre agresiones sexuales.
“Nos violan porque somos mujeres, no porque ellos sean inmigrantes”. Así de sencillo y así de crudo lo explicaba ayer Celia en un tuit. Ésta es la secuencia completa. Sólo si salimos de nuestro plano subjetivo podremos comprenderla. Si no, seguiremos viendo y viviendo la vida como una película porno POV.
Según la terminología audiovisual, el plano subjetivo es el que emula la mirada del protagonista. La cámara se sitúa a la altura de sus ojos, se convierte en ellos y mira la vida como la mira él. Dicho así, suena como la forma más realista de contar algo pero la verdad es que es un recurso narrativo poco...
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
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