Homenaje
Glenn Frey, un águila californiana en el cielo
Alberto Manzano 20/01/2016
Glenn Frey, durante una actuación en 2008.
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Ahora es tu mundo
Mi carrera ha terminado
Me voy como el ocaso
No quiero lágrimas
Ni tristes despedidas
Verás cómo estás bien
Ahora es tu mundo
Pero antes, quiero un beso, un vaso de vino
Otro baile mientras quede tiempo
Mi último deseo es que algún día veas
Todo lo que significas para mí
Ahora es tu mundo
Usa bien tu tiempo
Sé parte de algo bueno
Y deja algo bueno cuando te vayas
El telón ha caído
Te juro que debe ser así
Ahora es tu mundo
Ahora es tu mundo
(It’s Your World Now)
Glenn Frey murió el pasado 18 de enero en Nueva York tras una cirugía intestinal que derivó en graves complicaciones (colitis ulcerosa aguda, neumonía y artritis reumatoide). Fundador de la mítica banda californiana The Eagles en 1972, junto a Don Henley, Bernie Lauden y Randy Meisner, escribió con Jackson Browne el celebérrimo tema Take It Easy, un himno generacional sobre la filosofía de la vida en la carretera – instaurada por Jack Kerouac en su mítica novela On The Road, biblia de la generación beat y paradigma del proceso de transmutación de los valores morales de la juventud norteamericana en los años 50 –que abriría el primer disco de The Eagles, de título homónimo, en el sello discográfico del todopoderoso David Geffen, Asylum Records.
Nacido en Detroit el 6 de Noviembre de 1948, Frey pasa su juventud imbuido en el rollo hippy californiano, frecuenta el emblemático club Troubadour de Los Ángeles –donde se dan cita Jackson Browne, Linda Rostadt, James Taylor, Tim Buckley o Don Henley--, pero, con la estrepitosa caída en picado del sueño hippy nada más entrar en los años 70 –Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison pasan al ‘verdadero escenario divino’, y los sueños se convierten en pesadillas--, el rock queda roto como unidad cultural y pierde su papel de portavoz generacional. Es el momento del resurgir del country –género denostado por muchos músicos ‘en la onda’ como el reducto de la derecha más pura y dura norteamericana (le habían cargado el sambenito de ‘nacionalista y conservador). Sin embargo, las cosas cambian el día en que, para pasmo de muchos, Bob Dylan se acerca a Nashville –cuna del country – y aparece fotografiado en la prensa abrazando a Johnny Cash. Fue una imagen escandalosa: el profeta hip estrechando lazos con aquel vaquero garrulo y defensor de las más rancias tradiciones. Dylan explicó a sus enfurecidos seguidores que en el country estaban sus raíces, pero se lo tomaron tan mal como cuando decidió electrificar el folk. El judío de Minessotta, en vista de las reacciones, se encoge de hombros y, justamente en Nashville, graba una polémica trilogía de obras maestras: John Wesley Harding, Nashville Skyline y Self Portrait, entre 1968-70, en el más puro country ‘de autor’ – es sabido que algunos de los más ilustres padres fundacionales del rock como Elvis Presley, Buddy Holly, Roy Orbison, Jerry Lee Lewis o Carl Perkins surgieron del country y al country acabaron por volver, como quien regresa a la casa familiar después de años de diabluras.
Esa época de vacío es aprovechada por gente agazapada en la sombra del sol de la Costa Oeste para abrirse camino. El ‘sonido de California’ es el resultado de la labor de un grupúsculo de músicos que suelen tocar en diversos clubes a lo largo de la costa pacífica con un alto nivel de decibelios en sus guitarras eléctricas, tumbando el mando del volumen de sus Fender Telecaster y pulsando las cuerdas en fraseos cortos, agudos y precisos –‘stacatos’--. Esa forma de tocar –‘chicken-picking’ – da origen a una música agitadora, a veces crispante y siempre contagiosa en su ritmo: el country-rock. El centro neurálgico de ese movimiento se sitúa en Los Ángeles, y una bandada de águilas (The Eagles), monos (The Monkeys, liderados por Michael Nesmith), burritos voladores (Flying Burritos, capitaneados por el insólito y único Gram Parsons), búfalos de campos primaverales (Buffalo Springfield, con Stephen Stills y Neil Young a la cabeza), pájaros (The Byrds, aguijoneados por David Crosby y Roger McGuinn), o incluso de refilón, nuevos jinetes de salvia púrpura (New Riders Of The Purple Sage – pronto rebautizados como Greateful Dead – al mando de Jerry Garcia--, alzan el vuelo… lejos de Nashville, para propagar el valor sonoro de un nuevo mestizaje, el country-rock, aunque un poco ‘ácido’.
Glenn Frey andaba por allí. Había tocado con el mismísimo Bo Diddley, formado la banda Longbranch Pennywhistle, a dúo con el magnífico JD Souther –que sería conocido como el sexto Eagle--, con producción de Bob Seger, y, a propuesta de John Boylan, mánager de Linda Rostadt – cuyo Different Drum había vendido un millón de copias -, forma un grupo para acompañar a la cantante en sus conciertos, reuniendo a Don Henley, Randy Meisner y Bernie Leadon, germen de los Eagles. El resto es historia. Después del éxito tremebundo de Take It Easy, incluido en el álbum primigenio de guitarras cristalinas y afiladas, armonías vocales evocadoras de Crosby, Stills, Nash & Young, y lirismo melodioso (Witchy Woman, Train Leaves Here This Morning, Peaceful Easy Feeling – obra de Jack Tempchin, sin duda, de lo mejor del disco), llega una de las obras más impresionantes del género country-rock, Desperado (1973) – todos los Eagles disfrazados de bandidos para rememorar la historia de Doolin-Dalton, un ‘outsider’ romántico de Kansas (filman incluso un ‘shoot-out’) – y se consagran a nivel masivo con On The Border (1974), donde de nuevo colabora Jackson Browne (James Dean), Jack Tempchin (Already Gone) y se incluye una versión del entonces novel Tom Waits (Ol’ 55). Del incremento de reputación se aprovecha One Of These Nights (1975), y la locura absoluta llega con Hotel California (1976) – más de diez millones de copias vendidas -, cuyo texto se convierte – repleto de alegorías – en himno generacional de los reacios al punk-rock. Orgías desenfrenadas tras los conciertos multitudinarios, drogas a mansalva y todo lo que uno se quiera imaginar… y llega la desbandada. Todavía un disco, reflejo del largo declinar de ‘las águilas’, The Long Run (1978), y unas vacaciones de quince años hasta 1994, cuando graban el magnífico ‘unplugged’ (?) Hell Freezes Over (Geffen Records).
¿Canciones de Glenn Frey para los Eagles? Las mejores: “New Kid In Town”, sublimando la belleza de las formas, los coros inmejorables, el triunfo de lo milimétrico, Hotel California, sin palabras, Tequila Sunrise, gozada melódica, Lyin’ Eyes, The Best Of My Love, dos perlas sonoras, The Girl From Yesterday (“Chica de Ayer”!!!) – firmada, de nuevo, junto a Tempchin -, Wasted Time, I Can’t Tell You Why, The Last Resort – el final por todo lo alto de un ‘lento’ acertadísimo que despide el LP Desperado – y Life In The Fast Lane:
Vivir en el carril rápido
Seguro que te hace perder la cabeza
Vivir en el carril rápido
Y tenerlo siempre todo
Esnifando y fumando
Cegados por la sed
Él dijo: “Llama a un médico
Creo que voy a estallar”
El médico dice que viene
Pero que quiere cobrar en metálico
Fueron a toda pastilla por aquella autopista
Y no vieron el stop
Tras la separación de los Eagles, Glenn Frey inició su propia singladura, aunque trabajando codo con codo junto a Tempchin: I Found Somebody To Love,, en su primer álbum No Fun Aloud– “Prohibido Divertirse”!!! -, absorbiendo el soul de Detroit y muy influido por Bobby Womack, The Allnighter (1984), Soul Searching (1988), Strange Weather (1992) – que incluye el tema “Part Of Me, Part Of You” para la ‘road movie’ Thelma y Louise, de Ridley Scott (1991) -. Durante su carrera en solitario, Frey tuvo doce canciones entre las cien más vendidas en Estados Unidos, y once de ellas fueron escritas junto a Tempchin. Apareció en la serie televisiva Miami Vice, y su papel cinematográfico más importante fue en la película Jerry Maguire, de Cameron Crowe (1996), protagonizada por Tom Cruise.
“Grandes canciones, buenos tiempos aquellos. ¿Ahora ya no los hacen así? Sí, ahora también los hacen así, pero ¡qué buenos tiempos aquellos!”, que decía mi viejo amigo Mordoh.
Ahora es tu mundo
Mi carrera ha terminado
Me voy como el ocaso
No quiero lágrimas
Ni tristes despedidas
Verás cómo estás bien
Ahora...
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Alberto Manzano
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