FITUR
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La Constitución española debería reconocer el derecho de todos y cada uno de nosotros para visitar Ifema durante una feria. Fitur, por ejemplo, que empezó esta mañana con la Reina y el resto de la corte: alcaldes, aspirantes, presidentes regionales, consejeros, concejales, asistentes varios y periodistas encantados de visitar Madrid para contar, en pabellones enmoquetados en los que un café vale casi como en el Ritz, que visites lo suyo. Que se come muy bien, que se vive mejor, y ya de paso nos vamos a casa con un mínimo garantizado: kilos de folletos, una gorra y con mucha suerte un bolígrafo. Y hasta el año que viene.
Vamos, más o menos como la gente que nos visita. Porque cada vez vienen más turistas, pero con menos presupuesto. Nada menos que 15 años seguidos llevamos con descenso en el gasto turístico, tal y como denunció Exceltur hace unos días, a pesar de los 68 millones de personas que optaron por España para pasar las vacaciones. La vaca sigue engordando pero a base, como casi todo últimamente, de precariedad.
Ayer, al despertar y encender la radio, escuché decir a Fermín Lucas, eterno presidente de Ifema, que había que venir a Madrid, que “es una ciudad muy agradable”, y ya de paso nos recomendó visitarla acompañados, ya que “hay ofertas para parejas”. A mí, que no soy ni seré nunca presidenta de Ifema (y esta columna no hace más que cerrarme puertas), se me antoja que hay otras formas de promocionar Madrid e incluso de animar al público a que vaya a Fitur, que no deja de ser, perdonen ustedes, una especie de agencia de viajes analógica y a lo bestia.
Aunque no debemos olvidar que en ediciones anteriores se han vivido momentos de gloria, con El Bigotes (se dice poco que estuvo casado con una Mama Chicho, muy poco) y la familia gürteliana haciendo negocios. Negocios al más puro estilo patrio. “Un imputado de Gürtel afirma que un stand de Fitur se adjudicó por las faldas cortitas de las azafatas”, decía un titular de ABC de septiembre de 2015. Un señor que se llama, atención, Jorge Guarro. ¿Cómo es posible que nadie haya hecho una película con esto?
Mientras, espero ansiosa a los telediarios y resto de programas de análisis político y varietés con la anécdota del día, la consejera con traje regional, el estilismo de Letizia, el chascarrillo y, ojalá, un directo para comprobar algún récord Guiness que apuntarnos. La empanada más grande del mundo, por ejemplo.
Mejor que la política
Los mejores testimonios en las ferias siempre los da el de seguridad, que se lleva chupando varias ediciones de Fitur, de Las mil y una bodas, Cibeles/Mercedes, las del automóvil y hasta las de maquinaria agrícola, y reconoce que al final todos vamos por lo mismo: por el mero hecho de conseguir algo gratis, esa cosa tan española de llevarnos algo a casa por lo que no hemos pagado ni pagaríamos nunca.
El año pasado me tocó trabajar en el stand de una feria. Me planté mis mejores tacones y acudí con la lección aprendida y varios compañeros para hacer de relaciones públicas. Como no teníamos azafatas despampanantes ni material escolar para regalar, alquilamos una máquina para hacer palomitas. ¿Resultado? Dos días tostando maíz para medio Ifema, porque la gente pasaba de lo que hacíamos y venía atraída por ese olor tan cinematográfico.
Lo bueno de las ferias es que siempre nos llevamos información que aumenta el acervo. En una de bodas me enteré de que uno de los expositores había vestido al cantante de Il Divo en sus nupcias en Disneylandia. Sí, han leído bien. Pero con estas cosas se hacen más amigos y más amores que hablando de pactos. Y no me va mal del todo.
La Constitución española debería reconocer el derecho de todos y cada uno de nosotros para visitar Ifema durante una feria. Fitur, por ejemplo, que empezó esta mañana con la Reina y el resto de la corte: alcaldes, aspirantes, presidentes regionales, consejeros, concejales, asistentes varios y...
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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