TRIBUNA
El feminismo a medias de las ‘chicas’ Almodóvar
Son mujeres fuertes, independientes económicamente, maduras, pero dependientes emocionalmente, y con actitudes que el feminismo ha intentado combatir: la histeria de los personajes o su vulnerabilidad en las relaciones de pareja
Pepa Blanes 16/03/2016
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La crítica fílmica feminista siempre ha denunciado que el cine mostraba a la mujer en binomios, con polos positivos y negativos. La madre frente a la prostituta, la femme fatal frente a la chica buena. Las mujeres que veíamos en la gran pantalla eran débiles, románticas, vicarias y sin autonomía narrativa. La realidad es machista, pero como la filósofa Judith Butler decía sobre la pornografía, representarla es perpetuarla.
La irrupción en el cine español de Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 1956), en plena movida madrileña y con la irreverente Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), prometió desbordar estos estereotipos. El realizador más internacional del cine español es, ante todo, un director de mujeres, y otorgó la centralidad de sus relatos a los personajes femeninos tomados de la realidad española de la época. Pero, ¿llegó con él, de verdad, el final de los roles binarios? ¿Estamos, como dicen algunos, ante el director más feminista del cine español?
Las mujeres del autor manchego son amas de casa, cantantes, actrices, transexuales, prostitutas, madres, hijas, toreras y hasta monjas. Estamos en la España de los ochenta y los noventa: un país en el que la mujer se estaba incorporando al mundo laboral, en el que se aprueba la ley del divorcio y en el que la autoridad franquista iba siendo cada vez más residual. En toda época de cambio social los relatos nuevos conviven con los antiguo, y los roles sociales de las mujeres en los ochenta buscaron salir del encasillamiento. Almodóvar retrata esa lucha entre modernidad y tradición.
Si algo hay que agradecerle al director es su capacidad para romper las construcciones sociales del género, en la línea de la militancia de Butler y la teoría queer. Chicas Almodóvar son Carmen Maura y Verónica Forqué, pero también Miguel Bosé y Bibiana Fernández, como bien anotó Sabina en su famosa canción dedicada al cineasta. “No se nace mujer, llega una a serlo”, decía Simone de Beauvoir, y eso inferimos del monólogo de Antonia San Juan en Todo sobre mi madre (1999): “Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. El director, en películas como La ley del deseo (1987), de mano del personaje transgénero de Maura, en La mala educación (2004) gracias a Gael García Bernal, construye personajes con sexualidades y géneros libres y los hace visibles en una sociedad que no miraba a otras identidades. Esta es, junto al protagonismo que concede a las mujeres, la gran transgresión del cine de Almodóvar.
Las de Almodóvar son mujeres fuertes, pero dependientes emocionalmente, así como mantienen actitudes que el feminismo ha intentado combatir
La liberación estética y sexual de la movida madrileña se reflejó en el cine del autor a través de unos personajes femeninos que naturalizaban el sexo y que colonizaban un espacio dedicado tradicionalmente a los hombres, pues el deseo solo podía ser patrimonio de ellos. Pero también las amas de casa quieren disfrutar, como le ocurre al personaje de Maura en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984). Es una esposa obrera, ya que esta es la cinta de clase trabajadora de Almodóvar, y una crítica a la masculinidad heredada del franquismo. “Paso todo el día trabajando como un burro para llegar y encontrarme con un pollo quemado y no hay ni un vaso de vino en la casa”, dice el marido en una secuencia de la película.
Las mujeres de Almodóvar están oprimidas, y el autor reproduce los roles que encuentra en la realidad, pero introduce la ironía y el sarcasmo para reivindicar el cambio. El melodrama es el género perfecto para ello, y Almodóvar lo utilizará en casi todas sus películas, mezclándolo con otros géneros y retorciéndolo. Ahí se encuentra, también, el prestigio de la etiqueta de las chicas Almodóvar: ellas asumen nuevos papeles, son originales, extravagantes, activas, pero conservan esa dependencia emocional de los hombres. Están entre dos épocas, la tradición española, católica y autoritaria, y la posmodernidad que se abre paso.
Porque las de Almodóvar son mujeres fuertes, solventes, maduras, pero dependientes emocionalmente, así como mantienen actitudes que el feminismo ha intentado combatir: la histeria de los personajes o su vulnerabilidad en las relaciones de pareja. Los personajes del autor se mueven por amor. En Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), Carmen Maura es una actriz de doblaje, que no depende económicamente de un marido, pero sí depende de él en lo afectivo.
Mujeres a medio empoderar
“Las mujeres son capaces de cualquier cosa con tal de no estar solas; más aún, todas son un poquito lesbianas”, dice el personaje de Cecilia Roth en Todo sobre mi madre (1999). Esa dependencia masculina es una constante en sus películas, quizá porque era una constante en la sociedad o porque el director no concibe a la mujer heterosexual sin el drama afectivo. Volvemos a Tacones lejanos (1991), donde la protagonista, Victoria Abril, está casada con un hombre machista y facha, que le es infiel hasta con su propia madre, Marisa Paredes, y que reconoce en una línea del diálogo que siempre fue débil con los hombres.
Ahí está la fragilidad de estas mujeres medio empoderadas: una dependencia del amor romántico, que les lleva, incluso, a enamorarse de su secuestrador. Así le ocurre a Abril en ¡Átame! (1990). La actriz, constante en el cine de Almodóvar, interpreta a un personaje con la misma carencia en Kika (1993): Andrea Caracortada, una presentadora de televisión que aparece hipersexualizada en pantalla, es fuerte, con carácter, pero está obsesionada con un amor del pasado. Polémica también fue la violación que sufre Forqué en esta cinta, mostrada de manera cómica. Almodóvar se justificó ante las críticas, alegando que intentaba mostrar la fuerza de las mujeres en situaciones difíciles.
La flor de mi secreto (1995) nos presenta a una Paredes en el papel de escritora de éxito de novela rosa en plena crisis creativa, solo le salen novelas negras, desde que su marido la dejó y se fue a la guerra. Otra vez el arquetipo del hombre fuerte, del macho hispánico. Un rol que se repite en otras cintas y que trasciende a la clase social, puede ser un militar, como en este caso, o bien un obrero, como en Mujeres al borde de un ataque de nervios, un policía o un escritor, como en Los abrazos rotos (2009).
[En el cine de Almodóvar] el deseo está por encima de todo, incluso cuando este no emancipa a la mujer, sino que la encarcela
Sin embargo, en La flor de mi secreto hay algo que cambia con respecto a las cintas anteriores. El personaje, al igual que ocurre con el de Penélope Cruz en Volver (2006) o con Maura en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, se da cuenta de que está encadenada, atada a esos hombres. Son ataduras culturales con las que estos tres personajes rompen a lo largo de la narración. También en estos tres títulos, sin duda los más feministas de su filmografía, se crea una solidaridad entre mujeres, los personajes femeninos se ayudan y se construye algo muy interesante que en Todo sobre mi madre emerge también; una suerte de matriarcado.
De toda la filmografía de Almodóvar, solo dos cintas se centran en los hombres: son La mala educación (2004) y Hable con ella (2002). En esta última encontramos dos tipos de mujeres a las que las circunstancias han llevado a compartir habitación de hospital. Leonor Watling encarna el mito de la feminidad, bella y dormida; Rosario Flores, todo lo contrario. Es una mujer que se dedica al toreo, fuerte, valiente, pero, de nuevo, con miedo a la soledad y a perder al hombre al que ama. Otra vez la debilidad de la mujer es de género masculino y otra vez nos quedamos sin un mensaje liberador; sino en un retrato algo voyeur del duelo amoroso.
Almodóvar también muestra, de forma recurrente, a las madres de toda la vida: conservan esa máxima católica de parir con dolor. La madre tiene la responsabilidad física y moral de velar por sus hijos. La mujer que no siga ese canon será considerada una madre desnaturalizada. Es el caso de Paredes en Tacones lejanos, una actriz y cantante de éxito, un modelo de estrella clásico, que ha abandonado a su hija y que trata de redimirse. Menos arrepentimiento hay en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, donde Maura entrega su hijo a un dentista porque no tiene dinero para cuidarle. La maternidad glorificada, como la gran característica femenina.
Una presencia poco habitual
Almodóvar toma la realidad de una España en proceso de cambio, y así lo refleja, también, con personajes como la abogada interpretada por Kiti Mánver en Mujeres al borde de un ataque de nervios. No olvidemos que era la época en la que jóvenes abogadas empezaban a ejercer en España, como Cristina Almeida, Manuela Carmena o Cristina Alberdi. Al director le debemos, con todas las reservas mencionadas —y sin olvidar que Mánver encarnaba a una villana—, el haber creado mujeres modernas, liberadas y variadas. No era habitual, y todavía sigue sin serlo, que la mujer sea el centro de las narraciones cinematográficas y que abunden los personajes alejados de lo masculino y lo femenino, como lo son las lesbianas, los gais, los drag queens y los transexuales de Almodóvar.
A ellos, como a las chicas Almodóvar, les une algo: el deseo está por encima de todo, incluso cuando este no emancipa a la mujer, sino que la encarcela. Es por eso que el cine de Almodóvar se mueve entre la apología de la liberación sexual y la libertad en la construcción del género, y entre la reproducción de los roles de la cultura dominante.
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Pepa Blanes es periodista, especializada en ficción y estudios socioculturales. Subdirectora del programa de cine y series La script, en la Cadena SER.
La crítica fílmica feminista siempre ha denunciado que el cine mostraba a la mujer en binomios, con polos positivos y negativos. La madre frente a la prostituta, la femme fatal frente a la chica buena. Las mujeres que veíamos en la gran pantalla eran débiles, románticas, vicarias y sin...
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