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Tribuna

El proyecto de la UE está muerto

José Antonio Pérez Tapias 22/03/2016

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Sobrevive el euro. Por ahora. Pero el proyecto como tal de la Unión Europea, hoy por hoy, está muerto. ¿Es así? ¿No es imprudente una afirmación tan taxativa? No, no es imprudente. Por el contrario, responde a los hechos, dado cómo está actuando la Unión Europea ante la crisis de los refugiados. La traición a sí misma que se ha hecho Europa al afrontar dicha crisis --al eludir una verdadera solución-- es de tal calibre que bien se puede hablar de la Unión Europea como "el mundo de ayer", a la manera en que el escritor austriaco Stefan Zweig tituló así un extraordinario libro suyo en el que describía la situación que quedó atrás desde que los europeos se internaron en el camino de barbarie que supuso la Gran Guerra de 1914, con todo lo que vino después. 

La Europa de ayer es la que se configuraba como Unión, la cual, a la vez que incrementaba el número de sus miembros hasta los veintiocho actuales, se articulaba progresivamente como espacio político donde los Estados ponían en común su soberanía para dar paso a una ciudadanía compartida, generando una unión política en construcción, con el impulso --así se pensó-- de la moneda común. Ésa, desgraciadamente, es la Europa que queda atrás. Si Zweig, como europeo que tras la Primera Guerra Mundial y el auge de los fascismos, se dedicó a hacer memoria para indagar cómo se llegó a tales catástrofes, luego culminadas con la Segunda Guerra y los campos de exterminio, para empezar a levantar acta acerca de la manera en que se hundió lo que se pensaba un "mundo de la seguridad", nosotros podemos hacer otro tanto. 

También la Unión Europea ha tenido una belle époque, una etapa de confianza en sí misma, contagiada a todos sus miembros, sostenida sobre el crecimiento económico de un tiempo de bonanza, que le permitió verse como el espacio económico más floreciente en tiempos de la expansión del capitalismo financiero que reestructuraba el mundo como gran mercado global. Los déficits democráticos de su arquitectura institucional, así como las carencias en cuanto a políticas económicas mejor acompasadas y políticas fiscales verdaderamente coordinadas --por no hablar de las políticas sociales, dejadas en su mayor parte al albur de lo que en cada país se decidiera--, no condujeron en los años de esplendor a tomar las precauciones que algunas voces aconsejaban. La ideología neoliberal se afirmaba con tal hegemonía que impedía ver, con su tupido engranaje de encubrimientos, los fuertes condicionamientos que ella misma había puesto para el despliegue del proyecto europeo. Ni siquiera el tropiezo del malogrado proyecto de una Constitución para Europa, luego salvado con el remedo del Tratado de Lisboa (2007) --relevo del Tratado de Maastricht, con el que se pretendió actualizar el fundacional Tratado de Roma--, condujo a que se replantearan a fondo las falsas seguridades con que se vivía una realidad que se apreciaba sobre todo por su lado prometedor, pero sin querer fijarse en esos pies de barro a los que tantas veces se aludía cuando se hablaba de Europa como gigante económico. Incluso su débil política exterior y de seguridad no se consideraba con el suficiente rigor como para extraer las consecuencias de lo que el historiador Tony Judt ya señalaba hace años: "Si no logra gestionar la crisis permanente en sus fronteras oriental y meridional, Europa va a encontrarse en serias dificultades". Pues bien, lo que el historiador británico señalaba en su libro Sobre el olvidado siglo XX es lo que ahora, ya adentrados en el XXI, se ha confirmado con creces, hasta el punto de atrevernos a decir que se ha confirmado letalmente.

La traición a sí misma que se ha hecho Europa al afrontar la crisis de los refugiados es de tal calibre que bien se puede hablar de la Unión Europea como "el mundo de ayer" 

Cuando la Unión Europea ha acordado acometer expulsiones de refugiados deportándolos a Turquía --de eso se trata por mucho que se adorne, pues no es en verdad un acuerdo sobre refugiados, sino un acuerdo contra ellos--, consagrando el territorio de la secular Anatolia como su patio trasero  para depositar en él, al modo de la más execrable práctica colonial, los desechos de lo que estorba en los países europeos, se niega a sí misma contradiciendo principios que considerábamos fundacionales de la Unión. El respeto a los derechos humanos era punto fundamental del proyecto europeísta y ha pasado a ser cuestión en verdad orillada en la práctica de devoluciones de "inmigrantes irregulares" que se va a aplicar expeditivamente a refugiados llegados a Grecia y retornados a Turquía, una vez lavada la cara de su régimen autoritario para considerarlo "país seguro". Pagar a Turquía miles de millones, supuestamente para atender a refugiados devueltos o bloqueados en sus campos de acogida --¿no acabarán siendo de concentración?--, así como formular vagas promesas de incorporación a la Unión Europea, fácilmente traslucen la condición de atractivos sobornos que, además, funcionando en tal sentido, contribuyen a ocultar excesos injustificables del régimen turco, que resulta legitimado ante la comunidad internacional. 

Unos procedimientos como los acordados por los gobiernos europeos, que parecen llamados a ocupar borgeanas páginas de una historia de la infamia y no a ocupar espacios de reconocimiento en alguna especie de kantiano avance hacia lo mejor, quiebran bases ético-políticas de la Unión Europea en las que se cifraba la razón de ser de ésta, más allá o más acá de la unidad de mercado y del sacrosanto euro. Con una política de exclusión como la diseñada queda hecha añicos la soñada Europa como espacio de ciudadanía común. Si éste, con la disolución del modelo social europeo en las gélidas aguas de las políticas de inmisericordes ajustes, ya se vio mal tratado, ahora, dejando además poco menos que en cuarentena el acuerdo de Schengen de libre circulación, los puntos de apoyo para una ciudadanía europea resultan dinamitados. Sin derechos reconocidos no hay ciudadanos y la condena que se hace recaer sobre refugiados llegados a tierras europeas para reducirlos a apátridas, o ni siquiera a eso, repercute sobre la ciudadanía europea misma, retrotraída a una política de amurallamiento desde la cual se volverá a imponer la lógica de las fronteras en vez de la dinámica de los puentes. 

El respeto a los derechos humanos era punto fundamental del proyecto europeísta y ha pasado a ser cuestión en verdad orillada en la práctica de devoluciones de "inmigrantes irregulares" que se va a aplicar expeditivamente a refugiados llegados a Grecia y retornados a Turquía, una vez lavada la cara de su régimen autoritario para considerarlo "país seguro"

No cabe duda de que las medidas aprobadas para frenar el éxodo de los centenares de miles de refugiados, los cuales huyen de guerras y conflictos respecto a los cuales Europa no es inocente, tienen uno de sus motivos en la xenofobia desatada en ciertos sectores de las poblaciones de los países europeos, y ello desde el momento en que el rechazo al otro, con todo lo que conlleva de escándalo moral, encuentra expresión política en planteamientos demagógicos vinculados a las expresiones más recusables de nacionalismos excluyentes. Es el miedo electoralista a las reacciones en las urnas de esos sectores antidemocráticos lo que acogota a partidos y gobiernos que luego claudican haciendo concesiones a la demagogia que habría que combatir. No hay que perder de vista, por lo demás, el caldo de cultivo que ha calentado, poniendo en ebullición los nacionalismos, la manera en que desde las instancias europeas --condensadas en la famosa troika-- se ha reaccionado a la crisis económica y sus dramáticas consecuencias sociales, provocando respuestas en falso de quienes acaban descreídos respecto a la democracia y sucumbiendo a los prejuicios más groseros una vez hundidas las mitificaciones que en tiempos dorados se difundieron. 

Si los polvos neoliberales han acabado generando los lodos de la demagogia xenófoba, y a ella ha sucumbido la Unión Europea, sacrificando hasta la muerte su propio proyecto, dejando el euro como testigo monetario de una letal impotencia política, ¿no cabrá pensar en alguna futura resurrección? Eso quizá haya que dejarlo a una poética que a lo mejor pueda alentar esperanzas de una nueva praxis solidaria capaz de rescatar lo que Europa pudiera significar. Mirando a lo lejos y puestos a escuchar, un americano como Walt Whitman, dedicando sus versos precisamente "a un revolucionario europeo vencido", animaba a entonar "cantos de insurrección" porque --decía a los europeos-- "mientras no cese todo, no debéis cesar vosotros". Si, como dice el poeta, "la libertad ha de ser servida a toda costa", pues es lo que vale más allá de todo fracaso, lo que nos queda es recuperar la esperanza de Europa como tierra de solidaria libertad, emergiendo de las ruinas del proyecto de Unión Europea tal como hasta ayer lo hemos conocido y hoy, ya, no lo reconocemos.  

 

Sobrevive el euro. Por ahora. Pero el proyecto como tal de la Unión Europea, hoy por hoy, está muerto. ¿Es así? ¿No es imprudente una afirmación tan taxativa? No, no es imprudente. Por el contrario, responde a los hechos, dado cómo está actuando la Unión Europea ante la crisis de los...

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Autor >

José Antonio Pérez Tapias

Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).

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8 comentario(s)

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  1. josemanuel55

    Normal, ya ha cumplido sus objetivos económicos, arruinar al sur, y políticos, volver al fascismo. Cautivo y desarmado el sur, la UE considera cumplidos sus objetivos. El euro ha muerto

    Hace 8 años 7 meses

  2. César Jesús Mateos Hernández

    Desde luego, esta no es la Europa que nos vendieron. La que iba a ser la vanguardia de la Humanidad. Es, sin embargo, un sálvese quien pueda, una selva donde el más fuerte impone su ley.

    Hace 8 años 7 meses

  3. itnas

    Intentando otra Europa https://www.youtube.com/watch?v=iPtlVrj9fnA&feature=youtu.be . Saludos.

    Hace 8 años 7 meses

  4. @Antonio_Arnau

    Obviedades disculpables en estos tristes tiempos repetitivos, ... (BB dixit). Desde 1989 el Proyecto de la UE es el EURO, sin más, como se evidenció desde 1994, y sin dialéctica superadora, como dejaron claro definitivamente en 2011.

    Hace 8 años 7 meses

  5. Aldo Estevez

    Quisiera expresar mi opinión comentando que algunos de los puntos en este articulo los encuentro correctos y verdaderos pero lamentablemente para la gente sin el conocimiento mínimo necesario acerca de la situación actual en Europa y la llamada "crisis de refugiados" este artículo proyecta una realidad muy general y carece de objetividad.Es entendible que el autor quiere dar su opinión pero en momentos carece de veracidad ya que no se adentra a fondo en el tema, sin duda es un tema polémico y en el que la mayoría de las veces, la gente mezcla los datos y hechos con la desgracia humana, alejándose de esta forma de la objetividad. El punto en el cuál yo quisiera dar mi opinión es acerca del uso del termino "refugiados" para referirse a todas las personas intentando entrar a Europa. Un gran porcentaje,dentro de ese total, son "migrantes económicos" los cuales en su mayoría no quieren ir a otro país mas que a Alemania.Si se empezara por tener un sistema mejor organizado para la mejor distribución de refugiados, estrictamente refugiados de Siria, el numero de personas buscando entrar se vería drásticamente disminuido y sería mas sencilla su distribución por toda Europa, el problema radica en que los migrantes económicos no tienen interés en ir a países donde no reciben cantidades de dinero como en Suecia o Alemania que son de 350 euros mensuales en promedio, estas personas ocupan puestos de personas en verdadera necesidad y en su mayoría son una carga para el gobierno del país en el que habitan ya que este dinero lo reciben solo por el hecho de estar ahí y no por su trabajo o algún bien que aporten a la sociedad o al estado. Por último, quisiera expresar que,el citar frases o partes de discuros al final del articulo, no hace de su contenido informativo algo más completo.

    Hace 8 años 7 meses

  6. Fer

    Interesante, algunas partes de lo que dice las puedo compartir, aunque no creo que el tema de mantener buena parte de los refugiados en turquía sea del todo mala idea.Sobretodo en un momento cuando en media europa están afianzándose pequeños partidos de extrema derecha. Por otra parte, es, a mi modo de ver, difícil de entender desde España el calibre del problema de los refugiados sirios, cuando no son nuestras autoridades las que se han visto desbordadas hasta el punto de tener miles de sirios por las calles de cada ciudad, sin un trabajo, sin conocer el idioma, y para más inri con las costumbres de un país musulmán en materia de mujeres. Curiosamente el "gobierno" español ha estado en contra de que se acogiera a refugiados, lo que es comprensible dada nuestra tasa de paro y la política de no incrementar el gasto social. Para poder acoger a varios millones de refugiados hubiera hecho falta un gran proyecto común y un enorme gasto social. Lo contrario a lo que existe en Europa y en el mundo desde la crisis de deuda. A mi modo de ver lo que está ocurriendo se puede encajar dentro de un contexto global donde pese a una enorme productividad, la clase media es más pobre de lo que anteriormente fuera y donde los gobiernos cada vez se ven más impotentes frente a los intereses financieros. Para verdaderamente acoger a los puede que hasta 10 millones de refugiados, haría falta una gran movilización y un sistema capaz de habilitar a todas esas personas para vivir en una sociedad occidental. Además de esto, sería necesaria una inversión económica capaz de dar empleo a unos 5 millones de personas totalmente promovida por los estados de la unión europea, dado que el sector privado hoy día no necesita la misma mano de obra, de hecho la tendencia es clara, cada vez se necesitan menos y menos empleados para producir los mismos bienes y servicios. Básicamente, lo que de verdad hace falta para acoger a estos refugiados, es lo mismo que es necesario para acabar radicalmente con el paro en los países más afectados de Europa (i.e. el nuestro). Un cambio radical de doctrina económica donde los gobiernos generaran millones y millones de puestos de trabajo en sectores que no generan beneficio económico directo. ¿Cómo se logra esto sin arruinar el sector privado de un país? ¿Cómo se logra sin que la emisión de deuda se haga impagable? ¿Cómo se logra sin destruir la capacidad de tu región de comerciar con el resto del globo? Son sólo las primeras preguntas que se me vienen a la mente. Yo quiero creer que existe el modo de hacerlo, pero implicaría un liderazgo fuerte, que la UE por su propia estructura plurinacional difícilmente puede conseguir de un día para otro.

    Hace 8 años 7 meses

  7. mario

    estoy de acuerdo

    Hace 8 años 7 meses

  8. Luc

    Excelente artículo. Al liberalismo salvaje le conviene que los pobres sigan siendo pobres, y los ricos sean cada vez más ricos. Esta es la razón por la cual Europa no quiere acoger refugiados. Su afán por ser poderosa lleva a Europa a vulnerar los derechos humanos.

    Hace 8 años 7 meses

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