Análisis
Podemos, en un cruce de caminos
La elección de Pablo Echenique como secretario de Organización no es inocente: representa a un sector independiente y numeroso de la formación, alejado del círculo dirigente
Gorka Castillo 19/03/2016
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El decorado forma parte del espectáculo. Apoyado en un pequeño atril, Pablo Iglesias presenta a Pablo Echenique como su candidato a sustituir a Sergio Pascual como responsable de organización de Podemos. Rodeado de sus barones dentro del partido y galvanizado por la expectación de su trifulca con Íñigo Errejón, encara las preguntas de la prensa con templanza pero sin titubeos. “No debe haber pablistas, bescansistas ni monteristas”, zanja de un plumazo antes de introducir una gota de autocrítica, nada inocente y muy medida, sobre la figura de un secretario de Organización: “No tiene que ser el resultado de una negociación por arriba. Si antes lo hemos hecho así nos hemos equivocado”.
El martes pasado fue el peor día en la corta y meteórica historia de Podemos. Lo que aparentaba ser una tediosa tarde en el Congreso, concluyó en un inesperado incendio cuyos rescoldos aún no han sido sofocados y abrasan a una parte de la organización. En realidad, la caldera morada llevaba más de un año acumulando gases en su interior sin que las lámparas de seguridad del partido desactivaran la presión. Su manejo requiere mucho temple. Sólo los líderes avezados, una lista estricta de jóvenes políticos macerados a fuego lento en América Latina, tenían autorización. Pero la temperatura aumentó en Andalucía y alcanzó grados sofocantes en Galicia sin que el responsable pudiera o supiera enfriarlo. Cuando las disputas llegaron a Madrid, la luz de alerta adquirió un intenso tono rojo y explotó. “El modo de destituir a Sergio Pascual ha sido feo. Eso es lo que ha enfadado al sector de Errejón, no la destitución, sino la manera de hacerlo. Y hay un gran cabreo, enojo o disgusto, es cierto, pero no es una quiebra interna por diferencias estratégicas respecto a la relación con el PSOE, como algunos tratan de explicar”, afirma un destacado dirigente del partido.
El nombramiento de Pablo Echenique ha sido una sorpresa. Todas las apuestas apuntaban a que la vacante se la disputarían Irene Montero y Rafael Mayoral, un hombre fuerte del líder que no fue convocado a la reunión de urgencia celebrada en el Congreso donde Iglesias anunció el relevo fulminante de Pascual. “Fue la imagen del secretario general de los primeros meses de Podemos, la de un político temperamental y muy contundente”, señalan fuentes de la organización. Para comprender la colisión interna habría que bucear en los orígenes de quienes hoy dirigen la formación morada. Iglesias es un dirigente forjado en el movimiento obrero, en el Partido Comunista, famoso por sus mensajes sin pliegues contra la clase política y por su claridad verbal a la hora de señalar cuál es el camino. Por el contrario, Errejón es académico, muy ligado a la estructura organizativa heredada de la Fundación CEPS a la que perteneció hasta el nacimiento del nuevo partido. Iglesias es más Antonio Gramsci y Errejón, más Ernesto Laclau. Uno es más federalista mientras que el otro es más centralizador. Una bicefalia perfecta para catapultar a la estratosfera al nuevo partido que emergió del 15M . “Muchas formaciones mantienen esa estructura dirigente y, a veces, chocan. El propio PSOE la tuvo durante la época de Felipe González y Alfonso Guerra. El PNV, durante la época de Arzalluz y Ardanza, y más tarde con Imaz e Ibarretxe”, indican en la formación.
El problema, por lo tanto, parece “táctico”, tal y como explicó Carolina Bescansa al día siguiente de la destitución de Sergio Pascual, otro dirigente reclutado del CEPS para trabajar de apagafuegos en los incendios territoriales que fueron avivándose a medida que el partido crecía y que, en varias ocasiones, le superaron. “Sin embargo, no se trata de ninguna purga sino de un cambio por una gestión no satisfactoria”, repiten algunos miembros de Podemos. El más grave se produjo en Andalucía, con la investidura de Susana Díaz de fondo, y concluyó con la desautorización de su gestión por parte de Iglesias a favor de la tesis de Teresa Rodríguez. Mientras tanto, en Euskadi se produjo la dimisión en bloque de toda la ejecutiva que cargó contra “las rutinas organizativas poco respetuosas impuestas con la plurinacionalidad que proclamamos”. En Cataluña renunciaba la secretaria general de Podem, Gemma Ubasart, por discrepar de cómo se había desarrollado la campaña de las elecciones autonómicas con la excesiva presencia de los líderes nacionales lo que, en su opinión, acabó situando el partido en la “marginalidad del unionismo”. La crisis en Galicia se intentó aplacar desde Madrid con el mismo patrón y se disolvió la ejecutiva autonómica.
La elección ahora de Pablo Echenique para pilotar la estructura de la organización no es inocente. El hombre que desafió a Iglesias por el modelo de partido en la asamblea fundacional de Vistalegre y meses después hizo campaña en su contra durante las primarias de Aragón representa a un sector independiente y numeroso de la formación, alejado del círculo dirigente procedente del CEPS, y mucho más favorable a dotar de autonomía en la toma de decisiones a las ejecutivas regionales. Aún debe pasar el exigente examen del Consejo Ciudadano donde encontrará batalla. Acudirá de la mano con el líder indiscutible, el hombre que en la presentación de su candidatura adoptó el tono misterioso que pocos le suponían, como si el desafío interno al que se enfrenta le haya hecho crecer un poco como estadista experimentado.
El decorado forma parte del espectáculo. Apoyado en un pequeño atril, Pablo Iglesias presenta a Pablo Echenique como su candidato a sustituir a Sergio Pascual como responsable de organización de Podemos. Rodeado de sus barones dentro del partido y galvanizado por la expectación de su trifulca con Íñigo...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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