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Ha sido una semana de números, algunos sangrientos. 36 fueron las horas que Barack Obama pasó en visita oficial en la Argentina. Fue el sexto presidente estadounidense en visitar el país y lo hizo en coincidencia con el 40º aniversario del golpe de Estado que inició la dictadura más feroz que conocieron estas tierras.
La visita convivió con las ondas expansivas de los brutales atentados terroristas de ISIS en Bélgica, que causaron más de 30 muertos y cientos de heridos, y el miércoles la prensa mundial recogió desde el sur del sur las definiciones del líder de la nación más poderosa del globo sobre el tema: "Mi prioridad absoluta es derrotar a ISIS" (...) "El mundo tiene que estar unido contra el terrorismo (...) sé que el presidente Macri comparte esta convicción conmigo", dijo el mandatario que usó parte de sus horas en Buenos Aires para rendir homenaje a las 85 víctimas fatales del atentado terrorista a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), volada con un coche bomba en 1994, y aún impune.
Por casi dos días, Buenos Aires fue un caos de tránsito. Se cerraron estaciones de metro y la zona de la casa de gobierno y el despliegue de guardaespaldas de insobornables gafas negras, francotiradores parapetados en los tejados, limusinas blindadas como tanques de asalto y sirenas chillonas convirtieron las calles en algo parecido a un set de filmación, con banderas argentinas y estadounidenses ondeando en estéreo en cuanta institución pisó la comitiva y curiosos sacándose selfies a mansalva.
La visita, que fue un estreno para el estadounidense ("siempre quise venir a la Argentina y por fin estoy aquí", le dijo apenas aterrizado a la canciller Susana Malcorra), superó las expectativas del gobierno argentino y alimentó las ilusiones acerca de la llegada de inversiones. "Estoy sumamente impresionado por el trabajo que ha hecho el presidente Macri en sus primeros cien días", declaró el estadounidense en la rueda de prensa conjunta tras su encuentro privado del miércoles, destacando la celeridad de ciertas medidas. "Está fijando un ejemplo para otros países de la región", sostuvo.
Las declaraciones fueron música para los oídos del macrismo, que viene cosechando éxitos en su intento de que el Parlamento (donde no tiene mayoría) avance en el proceso de aprobación del acuerdo con los fondos buitres para sacar al país del default, pero cuya gestión no logra dominar el monstruo más voraz que incide en el ánimo y la calidad de vida de las familias: la inflación (las mediciones estiman que fue del 4% en febrero). Esto se suma a los despidos en el sector público, que se cuentan por miles y tienen a los gremios en alerta (el kirchnerismo dejó "un millón y medio de empleados públicos de más", según declaraciones recientes del presidente).
Quizá por gozar aún ("abusando" según algunos opositores) del crédito que las sociedades extienden a sus gobernantes durante los primeros meses, las encuestas de opinión marcan que el índice de aprobación de la gestión Macri llega hoy al 69%, pero la preocupación por cada empleo que se pierde crece en las calles. La visita de Obama, quien se fue con el compromiso de desclasificar archivos de la CIA y el Pentágono sobre tiempos de la dictadura, dejó al gobierno algo contundente para mostrar ante los organismos de derechos humanos, que han mirado con recelo su advenimiento.
La agenda del estadounidense fue diversa y apretada. Al cumplirse el jueves cuatro décadas del golpe de Estado del 76 (la presencia de Obama ese día en el país fue una coincidencia sensible para la sociedad, atento al rol de los Estados Unidos en el sostenimiento de los gobiernos militares latinoamericanos durante los 70), el presidente de los EE.UU. visitó junto a Macri el Parque de la Memoria, donde rindió homenaje a las víctimas de la violencia de la dictadura. El día anterior grupos de izquierda habían repudiado en el barrio de Palermo la presencia de Obama, con una movilización que terminó con la quema de banderas de los EE.UU..
Con la resistencia de un maratonista y sin perder la sonrisa, Obama sostuvo una actividad frenética registrada en fotos viralizadas en las redes sociales (la cuenta de Twitter de la Casa Rosada y la de Instagram y Snapchat de Macri, entre otras). Firmó acuerdos de cooperación en materia comercial y de intercambio de información sobre seguridad y narcotráfico; conversó con jóvenes emprendedores en mangas de camisa ("hoy probé mi primer mate", contó); bailó tango en una cena de gala, y, sobre todo, a nueve meses de dejar la presidencia y en medio de la crisis política que tiene a Brasil en jaque, fortaleció la presencia estadounidense en la región al restablecer la relación entre su país y la Argentina, un vínculo en terapia intensiva durante las tres presidencias de Kirchner.
Pero no todo fue cosa de varones. Michelle Obama se lució por las suyas. El miércoles, acompañada por Juliana Awada, primera dama argentina, visitó la zona de Barracas (similar, dijo, al barrio obrero del sur de Chicago donde se crió) y ante 400 jóvenes, estudiantes secundarias todas ellas dio una conferencia fresca e inspiradora sobre el valor del esfuerzo personal y la capacitación constante. "Quiero que estudien lo que quieran estudiar para hacer una diferencia en el mundo ", dijo.
Instó a las adolescentes a "ser líderes" y "agentes del cambio", "a formar sus propias empresas" y "a desbancar el mito del que la ciencia y la matemática son cosas de varones". La conferencia se inscribió en el marco del programa que ella y su marido lanzaron en 2015, "Dejemos que las niñas aprendan", una iniciativa que se propone revertir la alarmante cifra de 62 millones de niñas y adolescentes que no van a la escuela en todo el mundo.
"Quiero preguntarles a todas: `¿Qué causa vas a hacer propia?¿Qué injusticia vas a solucionar?´ (...) Sean brillantes, curiosas, digan qué quieren ser, luchen por lo que creen", arengó Michelle, enfundada en un vestido azul eléctrico. Su carisma y solvencia auguran su participación con nombre propio en la política grande de los Estados Unidos.
Mientras en Buenos Aires marchas multitudinarias se movilizaban hacia Plaza de Mayo bajo la consigna "No al ajuste, al saqueo y la represión. 30.000 compañeros detenidos desaparecidos ¡Presentes!" , los Obama se despedían de la Argentina el jueves con unas horas de descanso en Bariloche. Una localidad del sur del país, famosa por sus centros de esquí y su chocolate en rama; destino preferido de los estudiantes secundarios para sus viajes de egresados, que le presta nombre y memoria a una gran novela: Bariloche, de Andrés Neuman, (Anagrama, Finalista del Premio Herralde 1999).
Quizás alguien se la haya regalado al presidente Obama, lector de Borges y Cortázar en su juventud, quien en su encuentro con jóvenes emprendedores, había apuntado un día antes, como si de una tarea pendiente se tratara: "Tengo que practicar español."
Ha sido una semana de números, algunos sangrientos. 36 fueron las horas que Barack Obama pasó en visita oficial en la Argentina. Fue el sexto presidente estadounidense en visitar el país y lo hizo en coincidencia con el 40º aniversario del golpe de Estado que inició la dictadura más feroz que...
Autor >
Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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