A vueltas con La Peineta
Emilio Muñoz 6/04/2016
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“Peineta sí o sí”, afirmó hace unas semanas Gil Marín haciéndose a la vez carne y nariz en un acto al que no pudo estafar su asistencia. Anunció el seguro traslado con esa voz adiestrada en decir en la misma frase una cosa y la contraria burlando cualquier polígrafo. Siendo puntillosos, se echó de menos, como es costumbre, el acompañamiento a la guitarra de los números. Cuando la gerencia del club toma la palabra, las cifras suelen ocultarse bajo densas capas de palabrería y no salen por no constiparse o por no encontrarse de frente con alguna lumbrera que sepa sumar y restar con suficiente soltura.
Con las matemáticas escondidas a buen recaudo, el debate se traslada interesadamente a la grada. Dudar de la operación le convierte a uno en un mal atlético. En un retrógrado al que la nostalgia impide ver que el crecimiento del club pasa por la mudanza. Diariamente surgen noticias que equiparan el actual templo rojiblanco con una losa que imposibilita alcanzar mayores metas ¡Pobre Calderón!, culpable a fin de cuentas de ser desenchufado progresiva y sistemáticamente de la máquina que le mantiene con vida a pesar del deficiente mantenimiento de sus instalaciones. Al recinto que venció la aluminosis y lleva soportando décadas el desembalse de orines que provienen de los aseos lo ha derrotado la falta de cobertura para mandar un Whatsapp. Los tiempos avanzan que es una barbaridad, que dijo aquel.
Condenado el viejo estadio por atropello de columnas de opinión en su contra, no echarse en los brazos de La Peineta y las estrellas que traerá en la pechera empieza a rayar la disidencia más recalcitrante. Justo ahora, desconfiar se antoja un lujo necesario. La niebla sobre la operación aconseja una disección pausada centrándose no en el qué, como se pretende, sino en el cómo. Pisos con las burbujas pinchadas, suelos de calificación –incluso moral– opinable, planes con las alturas de pon y quita, deudas encogidas o dadas de sí según convenga, infraestructuras atrapadas en permanente estado de maqueta. Aspectos que obligan a tratar el tema alejándose de lo emocional. Al fondo del bodegón asoma la figura de Slim con el manto de salvador sobre los hombros. Convendría hacer memoria y recordar cómo acabaron las aventuras futbolísticas de los mesías que un día decidieron ponerse una camiseta. Los interesados pueden llamar a Valencia en horario de oficina, sin ir más lejos.
Aun a riesgo de ser tildado de reaccionario, la prudencia debería adornar cualquier opinión sobre el traslado. Tal vez un brillante futuro pase por La Peineta, pero ciertamente debiera preguntarse a la masa social por ello con toda la información sobre el tapete. Conocer y ponderar los riesgos y oportunidades, saber si el cambio acarreará la llegada de nuevas estrellas o la venta de las que hay. La afición del Atleti es suficientemente madura para elegir y no es tan irresponsable como para saltar sin red. Recelar puede ser cosa de retrógrados y carcas, pero de carcas cabales cuando se trata de un movimiento jaleado por los sospechosos habituales. Puestos a pedir, no estaría de más que algún número saliera a la calle a que le diera el fresco. Aunque fuera muy abrigado, para no constiparse.
“Peineta sí o sí”, afirmó hace unas semanas Gil Marín haciéndose a la vez carne y nariz en un acto al que no pudo estafar su asistencia. Anunció el seguro traslado con esa voz adiestrada en decir en la misma frase una cosa y la contraria burlando cualquier polígrafo. Siendo puntillosos, se echó de menos, como es...
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Emilio Muñoz
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