Veto holandés al acuerdo UE-Ucrania
Países Bajos vota en contra del acuerdo que provocó la división, incluso bélica, en el pueblo ucranio. El resultado abre un escenario incierto, con múltiples aspectos económicos y geopolíticos
Pilar Solà Paños La Haya , 7/04/2016
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La Unión Europea tiene en estos momentos múltiples retos, algunos de los cuales cuestionan directamente su naturaleza y erosionan sus principios fundacionales. Por citar algunos: la persistente y devastadora crisis económica, la crisis migratoria, el auge del euroescepticismo, el Brexit, la relación con Rusia, etc.
Pues bien, muchos de estos elementos confluyen en el referéndum que se celebró el miércoles 6 de abril en Holanda sobre el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea (UE) y Ucrania.
El referéndum ha tenido una participación del 32.2 % y se ha saldado con un 61.1 % de votos en contra del Acuerdo. Aunque el referéndum ha pasado con sigilo por la prensa europea, estos resultados están en los titulares de todas las principales cabeceras, tanto europeas como americanas.
El motivo es que la consulta se había constituido como barómetro del euroescepticismo en Holanda, espoleado por la mala gestión de la crisis migratoria por parte tanto del Gobierno holandés como de las autoridades europeas y por las perspectivas de un incremento de estas tensiones debido a la hipotética adhesión de Ucrania a la UE.
Pero vayamos por partes.
El referéndum
Esta consulta se ha convocado al amparo de la ley holandesa promulgada en 2015 que establece que se puedan convocar referéndums consultivos sobre determinado tipo de iniciativas parlamentarias siempre que sus convocantes consigan reunir, al menos, 300.000 firmas para ello.
Su convocatoria provoca que se suspenda temporalmente la aplicación del acuerdo objeto de la consulta. Asimismo, la ley establece que su resultado, aunque no vinculante, tiene implicaciones legales en el caso de que la participación supere el 30%.
Este referéndum, el primero convocado al amparo de esa ley, ha sido promovido por la revista satírica GeenStijl y dos asociaciones ciudadanas, después de reunir, en pocas semanas, casi 450.000 firmas.
El resultado de las encuestas realizadas a partir de ese momento siempre había apuntado a que más de la mitad de los entrevistados eran los partidarios del No.
Aunque la iniciativa no había tenido mucho eco fuera de la frontera holandesa, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, ya había declarado que un hipotético rechazo del Acuerdo causaría una crisis en el continente europeo dado que cambiaría el equilibrio de fuerzas en la UE.
Pero, ¿cuál es el motivo por el que el Acuerdo con Ucrania ha generado esta iniciativa en Holanda? Y, más importante, ¿cuál es ese potencial desestabilizador del que habla el presidente de la Comisión Europea?
El Acuerdo con Ucrania
El Acuerdo de Asociación con Ucrania establece las bases políticas, sociales y económicas para integrar a la república exsoviética en el espacio social y económico comunitario.
El Acuerdo fue firmado en Bruselas el 21 de marzo de 2014 concluyendo así cinco años de larga y ardua negociación, marcada por la férrea oposición de Rusia. De hecho, el Euromaidan tuvo su origen en el descontento generado por las políticas socioeconómicas del Gobierno y por la extendida corrupción, pero estuvo también impulsado por la negativa del entonces presidente de Ucrania, Viktor Yanukovich, a firmar este acuerdo en contra de las ansias europeístas de parte de su población. El cambio político en Ucrania y el acercamiento a la UE del nuevo Gobierno presidido por Petro Poroshenko fue seguido de la anexión de Crimea por parte de Rusia generando así el actual conflicto armado y motivando las sanciones económicas de la UE a Rusia.
En el Acuerdo, finalmente, no se incluyó la cláusula referida a la futura adhesión de Ucrania a la UE dado el bloqueo de Holanda, Francia, Alemania, Austria y Bélgica.
Este Acuerdo contiene, entre otros, el tratado de libre comercio (DCFTA, en inglés) cuya negociación fue concluida en 2011 y que fue firmado en junio de 2014.
Tres meses después, ambos acuerdos fueron aprobados por unanimidad por el Parlamento ucranio. En Europa, tanto el Parlamento de la UE como los de los Estados miembros también han aprobado y ratificado el Acuerdo. Sin embargo, el Parlamento holandés, aunque también le dio el voto favorable, aún no lo ha ratificado.
La parte comercial del Acuerdo, el DCFTA, ha entrado en vigor en enero de este año.
Pero, por qué Ucrania. Y por qué en Holanda
El Acuerdo con Ucrania, según los propios organizadores, fue escogido dado que cumplía los requisitos legales exigidos para la convocatoria. Pero el objetivo último del referéndum era, como hemos dicho anteriormente, expresar el descontento con la UE y evaluar el apoyo a un eventual Nexit, extremo sobre el cual, basado en la ley holandesa, no puede convocarse un referéndum.
De hecho, Arjan van Dixhoom, miembro de una de las asociaciones impulsoras del referéndum, en unas declaraciones muy comentadas, había afirmado que el Acuerdo con Ucrania les era completamente indiferente.
Debe recordarse que Holanda fue uno de los países, junto con Francia, que votó en contra de la Constitución europea en 2005.
Los partidos integrantes del Gobierno bipartito holandés formado por liberales y socialdemócratas se habían declarado a favor del Acuerdo. Su primer ministro, el liberal Mark Rutte, había desmentido que el Acuerdo fuera el primer paso para la futura adhesión de Ucrania a la UE, tal y como argüían sus detractores sino que aspiraba, exclusivamente, a integrar los mercados y sentar las bases para el desarrollo de Ucrania.
Tanto la extrema derecha de Geert Wilders (PVV) como el partido socialista radical (SP) habían abogado por el No, lo cual no sorprende en el primer caso pero causa perplejidad en el segundo, no por la opción en sí, plenamente legítima, sino por abusar de un instrumento de democracia directa para un uso diferente al declarado.
Consecuencias de un No
Este referéndum toca muchos aspectos sensibles. Aunque es demasiado pronto para conocer con certeza las consecuencias políticas, económicas y legales del referéndum, podemos identificar cuatro ámbitos en los que tendrá influencia.
Por un lado, en la Unión Europea, el triunfo del No en Holanda pone en suspenso el Acuerdo de Asociación con Ucrania dado que la unanimidad de los Estados miembros es necesaria para su entrada en vigor. De hecho, ya se están discutiendo alternativas. Por ejemplo, si el Acuerdo de Asociación debe ser modificado o si el acuerdo de libre comercio, el DCFTA, puede seguir en vigor dado que su aprobación es competencia de la Comisión Europea.
En definitiva, todo ello abre un escenario inédito en la UE ya que no se trata de una cuestión interna como en 2005, sino que afecta a sus relaciones exteriores. Además, pone en una posición muy comprometida a Holanda ya que, en la actualidad, ostenta la presidencia rotatoria de la UE.
Por otro lado, el triunfo del No proporciona un gran impulso a las corrientes euroescépticas tanto dentro como fuera de Holanda. Nick Farage líder del partido antieuropeísta británico UKIP, ya había declarado el lunes en Amsterdam que ese resultado sería un gran apoyo para los partidarios del Brexit en el referéndum de junio.
En la misma dirección, Geert Wilders ha afirmado al conocer los resultados que estamos ante el principio del fin de la UE.
Un capítulo aparte se refiere a las consecuencias en Ucrania, donde la población ve con estupefacción como el tan ansiado Acuerdo con la UE, el que estuvo en el centro de la revolución de Euromaidan, puede ser suspendido debido a la instrumentalización a la que se ha visto sujeto en Holanda.
Finalmente, un No tampoco dejará neutral a Rusia, que vería con satisfacción tanto el bloqueo a la integración de Ucrania en el espacio europeo así como las consecuencias desestabilizadoras que ello podría causar.
En definitiva, se abre un escenario incierto, con múltiples aspectos a considerar, tanto económicos como geopolíticos.
Lo que sí parece claro es que, si se quiere detener el creciente euroescepticismo en Europa, un cambio de estrategia política y económica de la UE es imprescindible.
La Unión Europea tiene en estos momentos múltiples retos, algunos de los cuales cuestionan directamente su naturaleza y erosionan sus principios fundacionales. Por citar algunos: la persistente y devastadora crisis económica, la crisis migratoria, el auge del euroescepticismo, el Brexit, la relación...
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Pilar Solà Paños
Es economista, especialista en comercio internacional, y consejera editorial de CTXT.
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