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La leyenda de las Amazonas, las feroces arqueras del imaginario griego, ha tenido una enorme vitalidad en toda la historia de Occidente. Baste recordar que Francisco de Orellana bautiza así el caudaloso e imponente río americano que recorre, porque encuentra, entre los nativos resistentes, grupos de mujeres combatientes y armadas con arcos y flechas, que le dan más de un disgusto. Encontrar un pueblo organizado, exclusivamente por ellas y para ellas, ya era otro cantar. O la obra de Heinrich von Kleist, donde el romántico deriva la guerra a la pasión y el fracaso. Aquiles y Pentesilea, la pieza teatral de Lourdes Ortiz recién estrenada por el Centro Dramático Nacional, veinte años después de su escritura, hace una peculiar lectura del mito y muestra su vigencia.
Una vigencia contradictoria, como es el propio mito, seguramente anterior a la Ilíada y la Odisea, y presente en esos textos que, como el de Quinto de Esmirna, cubren las historias de esas sagas de familia (de familias) que van de una a otra epopeya, y que cristalizarán en la gran tragedia griega. Lourdes Ortiz ha toreado las contradicciones y ha jugado con y en contra de los arquetipos, y el resultado tiene mucho, muchísimo que ver con nosotros, con nuestro presente, con las angustias y los dramas que vivimos.
En primer lugar, está el sitio del amor, surgido después del cuerpo a cuerpo bélico. Un amor mutuo y fulgurante entre el guerrero y la guerrera, torturante por prohibido, y transformador. Es desde el amor desde donde la idea del absurdo de la guerra y el propósito de la paz encienden a la reina amazona y al guerrero de los pies ligeros. Así que la obra es un auténtico alegato pacifista... para una paz imposible. Demasiados intereses, y demasiadas ideas recibidas, la impiden.
En segundo lugar, está la manipulación. Tanto entre las mujeres como entre los varones en guerra, ese amor se considera tan absurdo como la paz propuesta por ambos. Sus generales, sus generalas, sus sacerdotes y sacerdotisas, intrigarán para impedirla, que el botín –o el petróleo, dice un par de veces– son lo bastante atractivos, si no lo fuera ya la propia razón de ser, el combate mismo. El peso de la tradición y de los dioses.
De entre todos los mitos femeninos, el de las amazonas es el que planea sobre y contra el feminismo. En esa leyenda está la masculinización de las feministas, su crueldad, su instrumentalización del macho
Y por fin, la guerra de los sexos. En la playa cercana a Troya las mujeres organizadas y armadas son una amenaza constante, contra la que el amor no puede nada. Aunque Lourdes Ortiz les hace expresarlo con una enorme fuerza. Es ahí donde Aquiles entrevé la posibilidad del amor entre iguales de distinto sexo, porque se encuentra a una que es igual de igual, y donde Pentesilea se deja llevar por el tirón de la maternidad. Es ahí donde los dos están a un paso de la traición, según suyos y suyas, y es en su alma donde se engendra la tragedia. Rituales, engaños, trampas y dramas. La presión del grupo y la manipulación de los hechos, el rumor, en fin, hacen lo que tienen que hacer.
A la guerra de los sexos ha servido siempre el mito de las Amazonas. De entre todas las construcciones míticas femeninas, no estrictamente individuales, la de las amazonas es la que planea sobre y contra el feminismo. En esa leyenda está la fiereza y masculinización de las feministas, su crueldad, su odio o su instrumentalización del macho, su combatividad. Su desfeminización. La leyenda negra del feminismo. El otro frente está en las brujas, y ahí, en lugar de la lucha armada –o de la lucha a secas– es el terreno de la ciencia, la medicina, la sabiduría en fin, el que se bate. Porque, al final, lucha y conocimiento son los terrenos en los que se juega la igualdad. Que es un tema de poder.
Lourdes Ortiz no pone en duda la igualdad entre los contendientes, mujeres y varones, y se apoya en la leyenda para contestarla, para dar su particular versión desde esa conversión amorosa, y su imposibilidad. Sin caer en el tópico de lo femenino, y ofreciendo infinitos matices, porque su texto es enormemente complejo, además de hermoso y poético. Un texto que el director, Santiago Sánchez, ha respetado hasta la última coma, y ha potenciado con un montaje espectacular, pensado para acercarnos a esos paisajes de las guerras que se están librando ahora. Estos días, hoy.
Aquiles entrevé la posibilidad del amor entre iguales de distinto sexo, porque se encuentra a una igual, y Pentesilea se deja llevar por el tirón de la maternidad
El procedimiento ha sido la fusión. El recorrido del mito de Pentesilea y las Amazonas no sólo cristaliza en Grecia: va con los conquistadores españoles dando palabras a una quimera, o ayudándoles a reconocer-no-reconocer una realidad, tanta es la fuerza de las palabras y las construcciones mentales, pero también se extiende por África y Asia. Todas estas encarnaciones, cuyos espacios están hoy ensombrecidos muchas veces por conflictos escandalosos, parecen estar presentes de modo referencial.
Esas referencias que transmiten los colores, los gestos, las luces, la música, y donde confluyen la escenografía de Dino Ibáñez, la música de Rodrigo Díaz Bueno, el vestuario de Elena Canales y las coreografías absolutamente maravillosas de Gorsy Edú. Y claro, ese plantel de actores polivalentes, que igual tocan instrumentos que cantan, que bailan, que miman, que hacen auténticas acrobacias, durante la hora y media que dura la función, o que dicen el texto, naturalmente. Esa fusión, digo, consigue hacer plástica la intención de esta obra, que es un alegato por la paz. Y universalizarlo.
Es que los mitos viven en nosotros con una enorme fuerza. Y no se quedan sólo en el tronco: todos tienen ramas. Les recomiendo el libro de Maurizio Bettini Elogio del politeísmo, recién aparecido en Alianza. El antropólogo y filólogo de Siena, estudioso de los mitos clásicos, propone aquí la recuperación del “espíritu” de las religiones antiguas, como un instrumento contra la intolerancia. Yo soy un poquito escéptica y no sólo sobre la liberalidad grecorromana. Y no, ese no es el tema de Lourdes Ortiz. El suyo es narrar el mito del amor trágico de Aquiles y Pentesilea, y la guerra a la que terminan siendo incapaces de sustraerse. Se puede ver (yo diría que se debe ver) en el Teatro Valle-Inclán de la plaza de Lavapiés hasta mediados de mayo.
La leyenda de las Amazonas, las feroces arqueras del imaginario griego, ha tenido una enorme vitalidad en toda la historia de Occidente. Baste recordar que Francisco de Orellana bautiza así el caudaloso e imponente río americano que recorre, porque encuentra, entre los nativos...
Autor >
Rosa Pereda
Es escritora, feminista y roja. Ha desempeñado muchos oficios, siempre con la cultura, y ha publicado una novela y un manojo de libros más. Pero lo que se siente de verdad es periodista.
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