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Hace pocos días, y tras una larga enfermedad, Madrid despidió a su primera drag queen, pero, sobre todo, a un activista que se definía como “maricón, feminista, ateo, rojo, anticapitalista, republicano”. Leyendo algunos textos surgidos a partir de su marcha, puede parecer que Shangay Lily fue solo un o una artista. Para muchas personas fue eso, sin duda, además de un personaje mediático. Atrajo una gran audiencia a La granja de los famosos (Antena 3) y a muchos otros programas antes, también en Telecinco y Televisión Española. Sus monólogos y novelas fueron y son diversión asegurada pero, sobre todo, muestran su preocupación por las desigualdades y los discursos de la discriminación dentro de las minorías mismas.
Se definió artivista, por aquello de aunar el activismo y el arte, y utilizó su notoriedad pública para hablar de luchas que creía importantes. La causa de #SalvemosTelemadrid le llevó a denunciar en 2006 la manipulación dirigida por Esperanza Aguirre, en directo y ante Cristina Tárrega. Rompió dramáticamente una fotografía de la política mientras clamaba “basta ya de manipulación, combate al verdadero enemigo”. La postura del Partido Popular ante el matrimonio igualitario le llevó en 2010 a interrumpir a Mariano Rajoy en la presentación de un libro, e impactó a la prensa con su estatura y con un atuendo y turbante de intenso color amarillo.
La laicidad y la defensa del ateísmo le volvieron a visibilizar en los medios de comunicación en 2011, cuando enarboló la bandera arcoíris ante un grupo de peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud. En 2015 se significó a favor de la libertad de Alfon, también durante las presentaciones de su libro Plasma Virago. Vida y obra de un poeta homociborg anticapitalista (Huerga & Fierro, 2015).
Shangay Lily nació en Málaga en 1963 y, según sus amigos más cercanos, hoy no querría que se le recordara por su primer nombre. “[Su yo anterior] aceptó anularse de buen grado, para que solo brillara la estrella”, escribió hace más de una década el autor Leopoldo Alas. Con una ceremonia de bautizo y un avatar libremente escogido llegaría, años después, miss Shangay Lily, quien contribuyó a crear a principios de los años noventa el germen de la Chueca de hoy en día. Las veladas Shangay Tea Dance trajeron a España un formato hasta entonces desconocido: fiestas, las tardes de los domingos, en célebres salas de la capital que otros días de la semana estaban dedicadas al público heterosexual. Entre los espectáculos convocados por Shangay Lily figuró la primera boda –sin reconocimiento legal– entre dos hombres en España, al menos con cierta trascendencia mediática.
La veterana activista y librera Mili Hernández recuerda a ese chico que, hace más de veinte años, llevaba la hoja parroquial a la librería Berkana, en la madrileña calle de Hortaleza, junto a la plaza de Chueca. Esta era la cuartilla en blanco y negro que anunciaba “la misa de los maricas de los domingos”, como decía Shangay Lily sobre sus fiestas. Esa fue, de hecho, la semilla de la revista Shangay Express: en sus orígenes, poco más que un fanzine con una esa combinación de activismo y humor irreverente que tanto practicó escribiendo e interpretando.
La “esquizofrenia” se abrió camino
Apuntalar aquella publicación, la primera gratuita dirigida para el público LGTB, fue un quebradero de cabeza; en concreto, por aquello del mercado. Poco después llegaría Zero, hoy desaparecida, otro ejemplo de revista no politizada centrada en la publicidad y en el ocio. La relación de Shangay Lily con Chueca era una “esquizofrenia”, y el activista llegó a hablar del barrio como de “un hijo que te ha salido algo facha, clasista, pijo y aprovechado”. Contó en muchas de sus columnas de Público cómo quien fuera su socio en Shangay Express le expulsó de la publicación y le vetó de las noches de Chueca: su visión crítica con el oficialismo LGTB hizo que su participación, en aquella revista llena de publicidad para hombres gais, le fuera comprada a la fuerza.
Su camino se cruzó más tarde con Pedro Zerolo, sobre el que escribió al criticar la deriva de Chueca y del activismo LGTB hacia el PSOE; pero, sobre todo, hacia lo que definió como gaypitalismo. La denuncia de este "hijo” que veía en Chueca le hizo enfrentarse al activismo LGTB más institucionalizado y a difundir año tras año su mirada sobre el Orgullo gaypitalista, como denunciaba, cada vez más mercantilizado. Pensando en el legado que deja Shangay Lily, Hernández destaca la valentía de “esa maravillosa mosca cojonera que toda conciencia aburguesada del movimiento gay necesita”. El activista se convirtió en el azote de quienes bautizó como gaympresarios: “Troyanos que están contaminando nuestra comunidad desde dentro”. Entre ellos contaba, también, a la pareja que había llegado a casar aquel domingo de fiesta.
Sin aunar las distintas luchas, los distintos frentes, se puede ganar una batalla, pero se pierde la guerra
La mirada y la pluma crítica de Shangay Lily no se acotaron a la causa LGTB. El título de la antología de monólogos La vida en rosa, en rojo y en violeta (Atrapasueños, 2013), alude a las tres luchas que, según el artivista, debían caminar siempre juntas: la causa de la comunidad no heterosexual, su compromiso con la izquierda y con la lucha de clases y el feminismo desde el que siempre partió. Reconocía entonces, en 2013, haberse dado cuenta de que “sin aunar las distintas luchas, los distintos frentes, se puede ganar una batalla, pero se pierde la guerra”.
Desde esta perspectiva atacó no solo a los gaympresarios, sino también a absurdigays, gais de derechas que cuestionaban al activismo de todo tipo mientras se beneficiaban de las conquistas sociales. Atacó a artistas que se vincularon a estos empresarios destacando las incoherencias de sus discursos. Las y los fans de Alaska y de Mario Vaquerizo, entre muchos otros, recurrieron a ataques frecuentes contra Shangay Lily por aquel pasado como maestro de ceremonias, a veces parecido a los objetivos de sus críticas: muy fácilmente le llamaron amargado o rencoroso.
Si hubo rencor o resentimiento hacia esta Chueca, Shangay Lily era consciente de ello al hablar de cómo había sido arrinconado y vetado. Partió de esta situación de invisibilización o menosprecio para defender el valor de la independencia respecto de los partidos, sin impedir esto un compromiso firme con la izquierda. Josué González, activista LGTB y miembro de Ahora Madrid, le recuerda precisamente por esa “autonomía”. No le impidió sin embargo participar en actos concretos con el partido con el que más complicidad sentía: Izquierda Unida.
Crítico hasta el último día
Clara Alonso, que dirigió la campaña de Alberto Garzón en la última convocatoria electoral, recuerda el compromiso y la profesionalidad de Shangay Lily en sus muchas colaboraciones: por ello la artivista fue la elegida para presentar a Garzón en uno de sus principales mítines de cara a las elecciones, en el madrileño barrio de La Latina, abarrotado aquella tarde. “Hacía que todo pareciese muy fácil”, fuesen los actos milimétricamente medidos o, por el contrario, improvisaciones a pie de calle, menciona la política. Al igual que antes había atacado al PSOE más cercano a los gaympresarios, Shangay Lily no eludía criticar a Podemos y a parte de Ahora Madrid. La detención de los titiriteros durante el carnaval y las disculpas de Rita Maestre tras declarar por los hechos de la capilla de la Complutense le desencantaron y encendieron.
Alonso recuerda que Shangay Lily colaboró más allá de Izquierda Unida en numerosas iniciativas feministas desde movimientos sociales, y que era habitual en las manifestaciones relativas a los derechos de las mujeres. Su compromiso feminista le llevó a destapar el machismo dentro y fuera del activismo y la política. Shangay Lily destacó por su defensa del aborto libre y gratuito, así como por denunciar el peligro de la desinformación sobre la violencia de género.
Chueca, un barrio a medida del gay de élite, varón, blanco, clasista y plumófobo
Censuró el machismo dentro del mundo LGTB y fue una de las voces del Orgullo Crítico: una convocatoria alternativa al desfile oficialista, el convocado por aquellos gaympresarios que tanto esquivaba. Su discurso vinculaba el individualismo y la insolidaridad de esa cabalgata con el clasismo y el racismo presentes en los bares y las discotecas de Chueca, un barrio hecho a medida del “gay de élite, varón, blanco, clasista y plumófobo”.
Por poco no ha podido ver publicada la obra que pasó sus últimos años elaborando: Adiós, Chueca. Memorias del gaypitalismo: construyendo la marca gay. Akal publica la autobiografía crítica y de denuncia con la que Shangay Lily llevaba años avisando: una cronología en primera persona de la historia de Chueca desde la crítica de ese nicho de mercado y de la explotación de lo LGTB como marca.
Se espera un relato histórico sobre personas que luego llegarían a lo más alto de la política, del activismo o de la empresa LGTB. Una persona que estuvo en la cima de una temprana Chueca nos llevará a un pasado de chanchullos, querellas y cargos. La última creación artística y discursiva de esta “mosca cojonera” promete levantar las alfombras de un mercado, y animará sin duda futuras críticas e investigaciones sobre las luces y sombras de la historia de Chueca.
Hace pocos días, y tras una larga enfermedad, Madrid despidió a su primera drag queen, pero, sobre todo, a un activista que se definía como “maricón, feminista, ateo, rojo, anticapitalista, republicano”. Leyendo algunos textos surgidos a partir de su marcha, puede parecer que Shangay Lily...
Autor >
Ignacio Elpidio Domínguez
Nacho, para los amigos, y antropólogo, entre otras etiquetas. Actualmente investiga para una tesis doctoral sobre Chueca y Lavapiés, desde el estudio de lo urbano en el capitalismo, en el género y en la sexualidad.
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