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Poroshenko, el ‘rey del chocolate’ que desafió a Rusia

El presidente ucranio llegó al poder en pleno Maidán, y después de que Putin vetara sus productos. El dirigente ruso no le perdonó que tratara de llevar Kiev hasta la OTAN

Agustín Fontenla Moscú , 19/04/2016

<p>El presidente de Ucrania, Petro Poroshenko.</p>

El presidente de Ucrania, Petro Poroshenko.

Michał Józefaciuk

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“No sé quién será el próximo presidente. Cruzo los dedos”, dijo entre sonrisas Petró Poroshenko durante un foro de inversores en Ucrania. Era el año 2011 y el actual mandatario ucranio daba un discurso en su traje de hombre de negocios exitoso y miembro del Consejo del Banco Nacional. En el cierre de su participación, destacó una serie de factores económicos que colocaban a la nación eslava ante una perspectiva única para atraer negocios. Además, aseguró que era “importante firmar un acuerdo comercial profundo y razonable con la Unión Europea” ese mismo año. Todo marchaba bien, decía; solo cruzaba los dedos por quien fuera el próximo presidente del país.

Tres años después, en mayo del 2014, el propio Poroshenko se convirtió en presidente de Ucrania. La situación había cambiado desde aquel discurso en el foro empresarial. Una ola de protestas después de que el exmandatario Víctor Yanukóvich pospusiera la firma de un acuerdo comercial con la Unión Europea había finalizado con más de cien muertos, la salida del exjefe de Estado y la convocatoria de elecciones anticipadas. 

Petró Poroshenko tomó las riendas de un país hundido en una profunda crisis económica y que amenazaba con una revolución ciudadana en las regiones rusoparlantes del sureste de la nación. La única noticia alentadora para el nuevo presidente era que los líderes de la Unión Europea y Estados Unidos lo apoyaban política y financieramente. En su agenda, se imponía con urgencia mejorar la situación económica y hallar una solución a la crisis del Donbás, pero sobre todo, acabar con el deporte nacional, la corrupción. 

Poco después de cumplirse dos años de su llegada al poder, la Ucrania de Poroshenko, aquella en la que iba todo bien, y en la que él solo se preocupaba por quién fuera el próximo presidente, se encuentra en una peor situación y con pocas perspectivas de mejora.

Arseny Yatseniuk, que ocupara un lugar destacado junto a Poroshenko en la tribuna del Maidán, ha renunciado esta semana al cargo de Primer Ministro tras perder el apoyo de dos partidos que formaban parte de la coalición gubernamental. Su decisión es un atenuante a la crisis política que sufre el país, pues permite que el presidente Poroshenko proponga un nuevo candidato para formar gobierno y no deba realizar elecciones anticipadas.  

El presente

Ucrania también atraviesa graves dificultades económicas. El producto interior bruto se derrumbó un 6,8% en 2014 y un 9,9% en 2015. La inflación alcanzó cifras siderales si se las compara con el resto de los países europeos: un 24,9% en 2014 y un 43,3% el año pasado.

Las demandas del Donbás se transformaron en una guerra civil en la que tomó parte Rusia. Poroshenko inició una acción militar de mediana escala que como único resultado dejó varios miles de muertos y un agujero en el presupuesto estatal.

Los acuerdos de Minsk, firmados por los presidentes de Ucrania, Francia, Alemania y Rusia con el aval de Estados Unidos en febrero del 2015, no son más que papel mojado: el alto el fuego pactado es violado casi diariamente, y las reformas políticas prometidas para encauzar el conflicto avanzan a cuentagotas.

El acuerdo “razonable y profundo” entre Ucrania y la Unión Europea, que Poroshenko consideraba un hecho en 2011, ha mostrado progresos pero no está resuelto. Kiev y Bruselas se comprometieron a trabajar en la integración política y comercial en 2014. La Rada Suprema de Ucrania ratificó el acuerdo mientras que 27 de los 28 miembros europeos ya lo han hecho. Resta Holanda, donde la semana pasada un referéndum no vinculante se manifestó a favor de la no inclusión de Ucrania en la Unión. El Gobierno holandés afirmó que reconsiderará su posición al respecto. 

Los holandeses temen por la guerra no declarada entre Rusia y Ucrania, pero también son muy críticos con la corrupción. Creen que sus impuestos pueden terminar en los bolsillos de políticos, jueces y empresarios corruptos de Ucrania.

Los llamados papeles de Panamá señalan a Poroshenko como creador de una empresa offshore, justo cuando la guerra civil ucrania se tornaba más sangrienta

Durante las jornadas violentas del Maidán, Poroshenko se presentó junto al primer ministro Arseni Yatseniuk y bramó con el puño alzado que la corrupción era un lastre en el país. La gente se sintió entendida. En efecto, el combate contra esa rémora se convirtió en uno de los reclamos de esa campaña. 

Por acción u omisión, en nada ha cambiado esta situación desde la toma de posesión de Poroshenko. Una encuesta de la Cámara de Comercio Americana en Ucrania indicó que un 73% de los empresarios que trabajan en Ucrania no cree que las prácticas corruptas hayan disminuido desde marzo de 2014. Un 98% de las compañías estima que las prácticas corruptas están todavía extendidas en la nación.

Un editorial reciente de The New York Times criticó la pasividad del Gobierno con el Fiscal General, sobre el que pesan sospechas de corrupción. Finalmente fue destituido de su cargo, pero en su lugar se nombró otro fiscal que sigue las mismas pautas.

El ejemplo que puede dar el mismo presidente es más que cuestionable. La filtración de los llamados papeles de Panamá señala a Petró Poroshenko como creador de una empresa offshore en el país centroamericano, justo cuando la guerra civil ucrania se tornaba más sangrienta. Para los ucranios, Petró Poroshenko no era un personaje desconocido, ya había ocupado cargos políticos y era el empresario más rico del país. Para los líderes occidentales, tampoco era un rostro nuevo. Por alguna razón, ambos le entregaron un cheque en blanco. 

“Carrera entre los negocios y la política”

Cuando en 2014 Poroshenko lideraba las encuestas electorales, los medios comenzaron a publicar sus perfiles con el foco puesto en uno de sus rostros más amables: ser el dueño de una exitosa compañía productora de chocolate. 

Sin embargo, Poroshenko no era solo el “rey del chocolate”. Algunos de los millones de cables que el portal Wikileaks difundió, y que partían de embajadas estadounidenses, estaban referidos a Poroshenko. En 2006, uno de ellos lo señala como un “oligarca sin honra” y además lo describe como “manchado por acusaciones creíbles de corrupción”. Ya entonces Poroshenko era, además, uno de los hombres más ricos del país, con intereses en bancos, astilleros, fábricas de autobuses, medios de comunicación y la exitosa fábrica de chocolates.

También había probado suerte como político. En el año 2000 dio sus primeros pasos abriéndose camino entre la base de poder del expresidente Leonid Kuchma. En los meses siguientes, creó nuevos partidos y realizó alianzas con otros ya existentes, incluido el Partido de las Regiones: el principal semillero de los dirigentes políticos del sureste ucranio.

Finalmente se decidió por romper con el Partido de las Regiones y se alió con Nuestra Ucrania. Cuando, en 2002, la formación se alió con el partido Solidaridad, Poroshenko obtuvo un escaño en la Rada Suprema. Llegó gracias a los votos de la ciudad de Vinnytsa, donde Poroshenko había comprado las fábricas de chocolate que le darían el título de rey.

Los cables de Wikileaks no lo precisan, pero sí Freedom House, una ONG estadounidense, creada por Roosevelt para difundir los sentimientos norteamericanos. En 2003, dos partidos con representación en la Rada ucrania pidieron la dimisión de Poroshenko, jefe del comité de presupuesto del Parlamento, acusándolo de la pérdida de 47 millones de hryvnias (unos 8,9 millones de dólares) del presupuesto estatal.

El Canal 5, que Poroshenko había adquirido, transmitió las protestas de la Revolución Naranja en horario de máxima audiencia. A finales de ese año, llegó al Gobierno como uno de sus principales aliados

En 2004, tuvieron lugar las protestas de la Revolución Naranja, que exigieron reformas políticas y un combate contra la corrupción. Las cámaras del Canal 5, que Poroshenko había adquirido, las transmitió en horario de máxima audiencia. A finales de ese año, en unos comicios dobles (el primero fue anulado por la fuerza de las protestas), Víctor Yushchenko fue elegido presidente. Poroshenko llegó al Gobierno como uno de sus principales aliados; antes de ser su jefe de campaña y su principal aportante.

Yushchenko nombró a su fiel aliado al frente del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional. Cargo que ocupó hasta 2005 cuando fue sacudido por una nueva crisis. El jefe de la administración presidencial renunció y acusó a Poroshenko y Oleksander Tretyakov, otro dirigente de confianza, de corrupción. Aunque no se le imputó ningún delito específico, fue acusado de gobernar en la sombra y de crear un sistema de gestión bizantino.

En 2007, Poroshenko no apareció en ninguna papeleta para las elecciones parlamentarias. Mientras, los negocios crecían a paso firme. Las ventas de chocolate de Roshen aquel año habían aumentado en un 25% frente al año anterior. Las ganancias superaban los 650 millones de dólares.

Su vuelta al gabinete nacional ocurriría en 2009. Un cable del Departamento de Estado de Estados Unidos, filtrado por Wikileaks, lo describía como un “empresario robusto con conexiones en el exterior, llamado a incrementar la integración con Europa y una relación más pragmática con Rusia”. A poco de jurar el cargo, Poroshenko realizó un viaje a Moscú para reunirse con el ministro ruso de exteriores, Sergey Lavrov. Ambos se comprometieron a relanzar las relaciones, dejando de lado las tensiones y enfrentamientos políticos del último tiempo.

En diciembre de ese año, Poroshenko se reunió con Hillary Clinton, en aquel momento secretaria de Estado de los Estados Unidos. Según otro cable de Wikileaks, Clinton le manifestó su apoyo para que Ucrania se uniera a la OTAN, pero el país debía realizar reformas para alcanzar los estándares de los miembros de la alianza. Poroshenko le recriminó que otros países como Montenegro y Bosnia fueran por delante de Ucrania en la entrada en la OTAN, sin que se les exigiera tantas reformas como a Ucrania. La entonces dirigente afirmó que Estados Unidos estaba listo para ayudar a Ucrania a modernizar su sector energético. Clinton puntualizaba que el país eslavo “podía aumentar su independencia y soberanía incrementando su independencia energética”.

Optimismo contra la evidencia

Rusia no deseaba para nada la inclusión de Ucrania en la OTAN, ni perder un jugoso negocio por la venta de gas a ese país. A pesar de las supuestas habilidades de Poroshenko para negociar con Moscú, su gestión no bastó para disminuir la tensión entre ambas naciones. Poroshenko duró menos de dos años en el gabinete. El cable de Wikileaks lo intuía, pues se preguntaba si el suyo no sería un “compromiso temporal”. En 2012 fue nombrado ministro de Comercio y Desarrollo Económico. Su paso fue fugaz otra vez: solo un año. 

Fue la actividad empresarial la que lo llevó de nuevo a los grandes debates nacionales. En 2013, la empresa Roshen fue prohibida por las autoridades rusas para vender sus chocolates en el mercado ruso, por el supuesto hallazgo de una sustancia química. Mientras que Hungría y Lituania, donde Roshen vendía sus productos, no descubrieron ningún componente de ese tipo en los dulces, Rusia sí. Poroshenko apeló a la agencia de alimentos de Naciones Unidas y presentó informes que supuestamente garantizaban que sus productos eran sanos y “solo provocaban sonrisas”.

Nada de ello conmovió a las autoridades rusas. La prensa catalogó el hecho como la guerra del chocolate entre Rusia y Ucrania. Al menos en ese momento, nadie presagiaba que un año después, Poroshenko sería no solo dueño de Roshen sino también presidente de Ucrania. Aún menos se especulaba con que la batalla comercial se transformara en una guerra verdadera, con armas y muertos.

Poroshenko no perdió el optimismo. Durante una rueda de prensa concedida en enero, en la que realizó un resumen sobre la situación del país, se mostró confiado en resolver el conflicto del Donbás. También precisó que existían condiciones económicas para el desarrollo y crecimiento en Ucrania. Sobre esto último, su discurso no difiere de aquel que brindó frente a un grupo de inversores en el 2011. La excepción, quizás, es que esta vez no cruzó los dedos por ningún presidente. 

“No sé quién será el próximo presidente. Cruzo los dedos”, dijo entre sonrisas Petró Poroshenko durante un foro de inversores en Ucrania. Era el año 2011 y el actual mandatario ucranio daba un discurso en su traje de hombre de negocios exitoso y miembro del Consejo del Banco Nacional. En el cierre de su...

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Agustín Fontenla

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