Susana Díaz y Pedro Sánchez
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Las negociaciones de Gobierno --o las coreografías, o cómo diablos se llame a este periodo en el que todo el mundo se comporta como si una propuesta que nunca podrá ser gobierno, fuera, en efecto, un Pacto de Gobierno verosímil-- esperan su momento CUP. Los científicos de la NASA conocen como Momento CUP aquel en el que, tras varios meses de defensa de un vocabulario, un estilo y una poética política, un partido sucumbe a la presión mediática, se pone el sombrero de la responsabilidad de Estado, y acaba votando a un gobierno que simboliza todo lo contrario a lo defendido públicamente durante tres meses. Un momento CUP atestigua que la política, por aquí abajo, sucede en los medios, y que el margen de política posible, si bien es teóricamente amplio, es mucho más reducido en los medios locales, que son los que parecen fijar los marcos de la realidad. Un momento CUP, en fin, es un indicio de que la política no pasa en la cabeza de los políticos, sino en otras cabezas, y que llega a los políticos en forma de presión. La dialéctica de los políticos, no es, por tanto, ante programas y cacharros similares, sino ante esa presión. La pregunta no es, por tanto, si habrá o no habrá Momento CUP. Lo habrá. En breve, o tras la dramaturgia de otras elecciones. La pregunta --y es importante y novedoso que esa pregunta exista; es importante que su respuesta haya dejado de ser obvia y previsible-- es quién tendrá el honor de ser el protagonista de ese Momento CUP, ese ridículo político al que puede seguir una irrelevancia política en el futuro inmediato.
Es muy posible que, por primera vez, el Momento CUP no lo protagonice la nueva política, los novatos desprovistos de medios en papel y de la experiencia institucional capaz de, gracias al endurecimiento de la dermis, soportar la presión. En lo que sería un hecho novedoso, y un indicio del carácter avanzado de la crisis política española, parece ser que quién tiene más números de acceder a su Momento CUP, esta mañana a primera hora, no es otro que un partido del Régimen'78. Más concretamente, el PSOE.
La propuesta del PSOE es la propuesta más mediática. Es decir, obedece a una presión expresada en editoriales, titulares y artículos de opinión. Es el Régimen. Es la firme voluntad de fabricar política sin atender --o, peor, sin tan siquiera constatar o entender-- a los nacionalismos y al 15M, los dos elementos que verbalizan la crisis política española / no te digo más. Tal vez se trate de algo ya imposible desde la cultura democrática, por cierto. Tamaña presión es, en fin, un indicio de que es una propuesta más ideal que real. De hecho, la propuesta no hubiera podido existir 5 segundos en otra sociedad con otros medios que, verbigracia, hubieran apuntado lo obvio: que era la propuesta que menos votos y grupos parlamentarios convoca, y la que menos posibilidades de éxito ha tenido desde su momento cero.
El Pacto PSOE-C's, que ha llegado a existir como realidad palpable, en otras sociedades y con otros medios hubiera podido ser descrita como una sombra. Como una propuesta amable --y, por lo mismo, falsa, o inviable, o incompleta-- de Gran Coalición. El hecho de que el Pacto PSOE-C's haya existido como propuesta central durante varias semanas explica la capacidad de presión de los medios aludida. Explica el funcionamiento de los medios y el de la política desde hace décadas. Y apunta a --y eso es muy importante/ísimo-- su fracaso. Por primera vez, algo señalado por los medios como no sólo existente, sino como la normalidad, la única posibilidad de democracia posible, no se ha comido un kiki. No sólo es, por tanto, un fracaso político. Es un fracaso comunicativo. En toda regla. Medios y políticos que hace apenas una década podían establecer dos vías de investigación donde no las había, que podían cerrar diarios o prohibir partidos, o alejar de la agenda temas centrales y substituirlos por temas marginales, no han podido colar el Pacto PSOE-C's como la realidad, y su negación como la marginalidad. No han podido, en fin, culpabilizar a Podemos y a las Confluencias de su fracaso. O, al menos, por el momento, no de forma nítida e inapelable.
Las consecuencias serán, lo dicho, un Momento CUP. El PSOE, a todo correr o después de nuevas elecciones, tendrá que comerse lo dicho. Salvar la política que defiende realmente, inmolándose. Ceder a la presión y reconocer que no iba en serio. Gobernar con el PP. Directamente, sin pasar por la casilla de salida y cediéndole la presidencia --Gran Coalición--, o cediendo la presidencia a un gorila de torso plateado que lidere un Gobierno para creyentes en el Régimen --Gran Coalición, también--. Evidenciará con ello que el PSOE no ha tenido margen de maniobra. Carecía de soberanía. Obedecía. Es decir, ha carecido de la posibilidad de emitir políticas propias, alejadas de directrices deslocalizadas. Evidenciará también que su líder, como ha filtrado en petit comité, ha carecido de autonomía, de la capacidad de proponer algo diferente a lo propuesto. Que el PSOE no es un órgano gobernado desde sus instituciones. Si, pese a ello, Sánchez optó por ser candidato, hubiera cabido esperar de él la voluntad o la imaginación para pensar otras tácticas de juego.
Para un partido, la factura del Momento CUP puede salir muy cara. A pesar de la oleada de propaganda con la que vendrá acompañada.
Las negociaciones de Gobierno --o las coreografías, o cómo diablos se llame a este periodo en el que todo el mundo se comporta como si una propuesta que nunca podrá ser gobierno, fuera, en efecto, un Pacto de Gobierno verosímil-- esperan su momento CUP. Los científicos de la NASA conocen como...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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