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Es uno de los diálogos más románticos de la oscarizada Begin the beguine. Desayunando en un balcón frente al Cantábrico, el catedrático exiliado Antonio Miguel Albajara mira a los ojos de Elena, su reencontrado amor de juventud, y sentencia: “Solo se envejece cuando no se ama”. ¡Cuánta razón la del emérito enamorado! La prueba es la XI Legislatura. Apenas ha nacido y está a punto de morir de vieja por la falta de cariño.
Ya lo dijo Pablo Iglesias: “Fluye el amor en la política, Pedro. Sólo faltamos tú y yo”. A uno y a otro, como a los personajes de José Luis Garci, se les ofrece la oportunidad de volver a empezar. Porque de la pareja dependen las opciones con más fuerza para salvarnos de las urnas: el amor a la portuguesa –el acuerdo de la izquierda, con la connivencia de los nacionalismos-- o que Podemos se abstenga de intervenir en el inesperado, aunque cada vez más sólido, romance entre PSOE y Ciudadanos.
El temporizador, con dos meses en la cuenta atrás, comenzó a correr el viernes cuando el más efímero candidato a la Presidencia del Gobierno abandonó el Congreso de los Diputados con 219 votos en su contra y 131 a favor. “Mi grupo ha cumplido su primer objetivo: ha vuelto a poner en marcha el reloj de la democracia”, anunció satisfecho Sánchez. El 3 de mayo el contador llegará a cero. Si no hay acuerdo, ese día se disolverán las Cortes y quedarán convocadas automáticamente las elecciones para el 26 de junio. Y aunque todos dicen que no las quieren, la geografía de los sentimientos hace harto improbable el triunfo del amor.
PSOE y Ciudadanos, inquebrantable macizo central
“Es imposible que se rompa el acuerdo con Ciudadanos”, aventuran sin asomo de duda en el entorno del líder del PSOE. Consideran que la suma de sus diputados, 130, les convierten en el bloque con más fuerza para encarar la nueva fase que se abre. Y entienden además que, en la tesitura “probable” del adelanto electoral, el pacto favorece sus opciones, frente a las de Podemos y el PP, entre una ciudadanía que quiere un gobierno ya. Son un macizo, pues. Más macizo si cabe tras el acuerdo alcanzado este fin de semana para sentarse juntos en las nuevas negociaciones… si las hay.
Ya en campaña electoral se intuyó la buena sintonía entre los candidatos de la centralidad, a pesar de que uno decía del otro: “Tendrás 20 años menos pero eres lo mismo que el PP”; y el otro repetía que “nunca entraría en un gobierno” presidido por el uno. Conocido el veredicto de las urnas, el uno –Pedro Sánchez-- sabía que su supervivencia política frente a la rebelión de sus filas dependía de alcanzar el gobierno. Y lograr el gobierno, con el condicionante de los rebeldes de rechazar el apoyo o la abstención de independentistas, pasaba por el acuerdo con Pablo Iglesias y confluencias y con Albert Rivera.
Sus negociadores tenían claro cuáles debían ser los tiempos para hacer la doble carambola. Entendieron que había que empezar por lo difícil, la derecha, y no al revés. Pero equivocaron la estrategia. Sentó fatal la puesta en escena del enlace con C´s, en la solemnísima Sala Constitucional del Congreso, y no gustaron los términos de un contrato matrimonial que, en palabras de Iglesias, “no es más que la primera entrega de la gran coalición (…) porque a las oligarquías de este país les preocupa que usted se ponga de acuerdo con nosotros".
“Es imposible que se rompa el acuerdo con Ciudadanos”, aventuran sin asomo de duda en el entorno del líder del PSOE
Los puentes parecían rotos cuando el líder de Podemos recordó, en su debut parlamentario, “el pasado manchado de cal viva” del PSOE y Felipe González. Dolió –y mucho-- a Pedro Sánchez que, sin embargo, volvió a tender la mano a su izquierda “para conformar un gobierno del bien común”. “Es muy difícil que la acepten, pero no tiene más remedio que intentarlo porque, ni de coña –la cita es textual-- aceptaría gobernar con el PP; otra cosa es que se procure su abstención”, aseguran en fuentes cercanas al socialista que, por cierto, ya no es el candidato designado por el Rey.
¿Podría serlo Albert Rivera? No lo contemplan en el PSOE. La respuesta a la pregunta del portavoz parlamentario de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta: "Se llame como se llame, sea del partido que sea y tenga la experiencia que tenga, quien sea designado por el Rey, si es que hay alguien que lo es, negociará y dialogará conjuntamente con socialistas y Ciudadanos a partir de un acuerdo de Gobierno reformista y progresista".
El morado oeste
Está por ver si son capaces siquiera de volver a empezar y sentarse a dialogar como pretendía Alberto Garzón que sucediera esta misma semana. Porque ya no serían cuatro en la mesa promovida por el portavoz de Izquierda Unida –PSOE, Podemos, IU y Compromís-- sino cinco, si se acepta la última cláusula del enlace Sánchez-Rivera. Y, en principio, no parece que en Podemos estén por aceptar a “la naranja mecánica”, ni como plato ni como comensal.
“Después del fracaso de esta semana, no tiene sentido insistir en lo que no funciona”, decía el sábado en La Sexta Pablo Iglesias, que se empeñaba en su ‘acuerdo del beso’ como mejor desatascador del enredo. “Solo hay dos opciones –decretaba- -, incluir al PP en el acuerdo PSOE-C´s o la fórmula que proponemos nosotros, un gobierno a la valenciana”.
Sin embargo, según comentarios de algún miembro de la formación, existiría una tercera: la de dejar que el macizo central se retrate desde un gobierno débil y fácil de derribar. Una abstención –entiende esta segunda vía-- eliminaría la responsabilidad de Podemos en el adelanto electoral y le permitiría hacer una verdadera oposición de izquierdas, que forzase leyes pensadas para la gente y rechazase las de corte neoliberal.
“Hasta que el capitán no decide saltar, todos callados”, afirman fuentes conocedoras del PP, que al tiempo aseguran que “nunca ha sonado con tanta fuerza la posibilidad de que Mariano Rajoy pueda dar un paso atrás”
El resto de colores al oeste de la geografía de la gobernabilidad ha actuado, hasta la fecha, sumiso a la voluntad del morado. Pero las cosas podrían cambiar. Porque el naranja de Compromís tiene a Mónica Oltra como vicepresidenta de ese gobierno a la valenciana que defiende Podemos y que lidera el socialista Ximo Puig (y dicen las malas lenguas del Congreso que su portavoz, Joan Baldoví, no está precisamente a partir piñones con Iglesias). Y porque el rojo de Izquierda Unida celebra su Asamblea Federal el próximo mes de mayo. Y hay bastante (mucho) descontento con Alberto Garzón, de momento (¡de momento!) único candidato a las primarias para elegir al líder de la coalición.
La levantina periferia del PP
Y luego está el PP que, salvo golpe de efecto –llámese Soraya, Alberto e incluso Albert-- ha quedado relegado en un Levante ignorado durante el debate de investidura salvo por un cáustico Rivera, que más parecía estar echando las redes por si el 26J tuviera que salir otra vez de pesca.
“Hasta que el capitán no decide saltar, todos callados”, afirman fuentes conocedoras del PP, que al tiempo aseguran que “nunca ha sonado con tanta fuerza la posibilidad de que Mariano Rajoy pueda dar un paso atrás”. Si es así, lo disimula bien el líder del PP. Se dejó querer el sábado en las calles de Salamanca donde, entre selfies, besos y promesas de puestos de trabajo, interpretó el papel de un candidato en campaña electoral.
Se dan por inanes sus llamamientos a Sánchez para la gran coalición. “Deje de ser el perro del hortelano”, le pidió ante un centenar de militantes. “Nuestra oferta sigue ahí y, si no la quiere aceptar, al menos, deje usted gobernar a quien ganó las elecciones”. Aun así, no se descarta una llamada de Rajoy al líder del PSOE. Ni que le ofrezca concesiones. La estrategia negociadora, si la hubiera, se cerrará el martes 8 de marzo en el Comité de Dirección del PP.
Así las estrategias, los cariños y las fobias, este lunes (7 de marzo) el presidente del Congreso visita por tercera vez en dos meses el Palacio de la Zarzuela. El Rey y Patxi López departirán sobre la conveniencia de convocar una nueva ronda de consultas a los partidos en una situación inédita que ni siquiera aclara el artículo 99 de la Constitución. La decisión depende de Casa Real pero en el entorno del presidente cuentan que este aconsejará que deje pasar un tiempo para que se clarifique el futuro de este volver a empezar. Ojalá fuera tan sencillo como la película de Garci.
Es uno de los diálogos más románticos de la oscarizada Begin the beguine. Desayunando en un balcón frente al Cantábrico, el catedrático exiliado Antonio Miguel Albajara mira a los ojos de Elena, su reencontrado amor de juventud, y sentencia: “Solo se envejece cuando no se ama”. ¡Cuánta razón...
Autor >
Cristina S. Barbarroja
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