TRIBUNA
De la coalición negativa a una mayoría positiva
El próximo intento de pacto requiere una hoja de ruta clara sobre adónde se quiere ir, con quiénes y en qué condiciones, una estrategia de acción bien definida para el corto y el largo plazo
José Antonio Pérez Tapias 25/04/2016
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No hace falta que un redivivo Giulio Andreotti volviera a la España de nuestros días, en este largo período –así vivido-- desde las elecciones generales de hace ya cuatro meses, para que de nuevo nos dijera aquello de “manca finezza” ante la incapacidad de haber logrado entre las fuerzas políticas un pacto para formar gobierno. Nosotros mismos nos lo podemos decir; nos lo debemos decir: en la política española falta finura en el análisis, en el lenguaje, en las estrategias, en los modos… Hasta las máscaras que las distintas fuerzas políticas, y los diferentes líderes de las mismas, han empleado en el penoso juego de mala teatralización de sus respectivas posturas han sido máscaras pintadas con brocha gorda. No han valido ni para el disimulo más burdo.
Del espectáculo político de estos meses de ninguna manera se puede predicar que ha sido una puesta en escena del “arte de la política”. Es más, si bajamos esa fórmula a un nivel más prosaico y, con el analista francés Daniel Bensaïd, hablamos de la política como “arte de las mediaciones”, cabe decir que no se han trabajado como se debiera las mediaciones necesarias para avanzar a buen ritmo hacia el logro de un pacto de gobierno, el cual muchos lo deseamos de izquierda. Es más, en vez de mediaciones se han puesto mediatizaciones, es decir, en vez de puentes se han construido muros, levantados como obstáculos insalvables para que cualquier atisbo de negociación no prosperara. Para conocimiento de todos quedó que el PSOE, con las condiciones que su Comité Federal puso para negociar con Podemos, no estaba por esa labor en serio; como a la vista de la mirada de cada cual se puso que no era posible construir un pacto entre PSOE y Podemos si desde el partido morado se comenzaba diseñando un consejo de ministros, reclamando puestos cual si fuera el equipo de fútbol del barrio, o se azuzaba la desconfianza con una estridente referencia a la “cal viva” de los GAL de todo punto impertinente. Así no ha sido posible avanzar.
Tampoco, valorándolo todo, ha sido un acierto clamoroso un pacto entre PSOE y Ciudadanos que al primero le ha atado de pies y manos a la hora de buscar otros aliados por fuerza necesarios, y que tampoco vale a la postre como aval de voluntad negociadora que esgrimir en el futuro. Un pacto tan blindado como quedó, y tan instrumentalizado por Ciudadanos para ponerlo descaradamente a su favor en perverso ir y venir de interpretaciones dispares sobre el mismo, se convierte en un lastre para el PSOE a la hora de concurrir a la próxima convocatoria electoral.
La sombra de la “gran coalición” entre PP y PSOE, con Ciudadanos como infatigable correveidile a favor de la misma, no hace ningún favor a un Partido Socialista que el electorado percibe zigzagueante, por más que las declaraciones oficiales que salen de él insistan en que de ninguna manera se facilitará el gobierno de un Partido Popular invadido por la corrupción y protagonista de las políticas regresivas y antisociales que con su gobierno hemos padecido.
¿Cómo llegar a buen puerto navegando en un mar de confusiones? La ciudadanía, expectante, está realmente hastiada de una travesía tan inútil. El entusiasmo que impulsaba la participación en las anteriores elecciones se ha disipado. Un escepticismo peligrosamente contagioso puede dar lugar a una abstención alta en las nuevas elecciones, ya venideras. O puede que a algunos los dé por llevar a la práctica aquella fórmula masivamente puesta en ejercicio por el electorado, un voto en blanco a gran escala, tal como sucede en la inquietante ficción de Saramago en su novela Ensayo sobre la lucidez. Mucho hay que afinar desde los partidos políticos para evitar una desafección que puede manifestarse de formas diversas.
Para salir de caminos que no conducen a nada, como el consistente en el mutuo lanzamiento de acusaciones recíprocas sobre las culpabilidades acerca del imposibilitado pacto, más vale analizar lo ocurrido y extraer conclusiones operativas para estrategias políticas viables y fructíferas. En ese sentido, bien podría tenerse en cuenta en la misma dirección del PSOE la diferencia existente entre “coaliciones negativas” y “mayorías positivas” al modo como las trata, por ejemplo, Pierre Rosanvallon en su obra La contrademocracia. Insiste el politólogo francés en no dar por hecho que las coaliciones negativas automáticamente dan lugar a una mayoría positiva para formar un gobierno o sostenerlo parlamentariamente, si de eso se trata. La convergencia en la crítica a lo existente no garantiza la coherencia de criterios y, menos aún, la unidad de acción en torno a un programa alternativo frente a lo rechazado. El “no” que recusa no se transmuta automáticamente en un “sí” que afirma un programa común que responda a un proyecto mínimamente compartido. A lo cual cabe añadir además otra observación: la profundización en los desacuerdos para una “mayoría positiva” redunda en el mismo resquebrajamiento de lo que pudiera haber sido “coalición negativa”. A los hechos nos remitimos.
Desde el PSOE, su mismo secretario general ha supuesto en todo momento que el rechazo a Rajoy como de nuevo presidente en un posible gobierno del PP era razón más que sobrada para aglutinar en torno a sí mismo, como candidato a la presidencia del Gobierno de España, a otras fuerzas políticas dispuestas a apoyar un ejecutivo presidido por él. Los hechos han mostrado que el rechazo a un gobierno de derecha era razón necesaria para generar una mayoría de cambio, pero no razón suficiente. De ahí el no conseguir eco con su insistencia en que otros partidos se sumaran al acuerdo firmado con Albert Rivera, líder de Ciudadanos. Y de ahí no sólo lo infructuoso, sino lo perjudicial de insistir machaconamente en que supone un apoyo a la derecha la mera coincidencia externa de Podemos y otros partidos con el PP, al no apoyar a Pedro Sánchez en la investidura. Subrayar sin más la coincidencia en el voto como algo mecánico, al margen de la significación política, es mantenerse en una engreída ceguera que no contribuye a enderezar el camino para los pactos que en el futuro habrá que pretender de nuevo.
Habida cuenta de que hay que transitar de “la coalición negativa” --y sobran motivos para querer desalojar democráticamente al PP del gobierno-- a una “mayoría positiva” que no sólo habría de permitir estabilidad, sino capacidad política de efectiva transformación social, queda pendiente el tomar nota de la imperiosa necesidad de una política de alianzas como parte de una estrategia de acción bien definida para el corto y el largo plazo. Si una realidad parlamentaria muy plural exige prepararse hasta para el complejo engranaje de la llamada geometría variable, lo cierto es que eso mismo requiere una hoja de ruta clara sobre adónde se quiere ir, con quiénes y en qué condiciones. Hay pactos que multiplican la fuerza de quienes se alían o coaligan y hay pactos que la menguan, normalmente por ser percibidos como meramente coyunturales –es decir, oportunistas sin más-- y contra natura, máxime si además son pactos unilateralmente blindados. En el próximo intento no ha de faltar finezza para tejer, participativamente desde el inicio de su gestación, los pactos que han de dar lugar a la “mayoría positiva” que haga posible las políticas (de izquierda) que nos son necesarias.
No hace falta que un redivivo Giulio Andreotti volviera a la España de nuestros días, en este largo período –así vivido-- desde las elecciones generales de hace ya cuatro meses, para que de nuevo nos dijera aquello de “manca finezza” ante la incapacidad de haber logrado entre las fuerzas...
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José Antonio Pérez Tapias
Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).
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