Análisis
El desenlace de las políticas antisistema de EE.UU.
Las candidaturas de Trump y Sanders son un rechazo contundente a la política de siempre. Y a diferencia de elecciones anteriores, un buen número de votantes no participará por su repulsa hacia los políticos tradicionales
Robert Reich (Social Europe) / Traducción: Paloma Farré 27/04/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
¿Los partidarios de Bernie Sanders apoyarán a Hillary Clinton si logra la candidatura? Asimismo, si Donald Trump es rechazado como candidato, ¿sus partidarios respaldarán a quien obtenga el asentimiento republicano?
Si 2008 sirve de referencia, la respuesta es inequívocamente afirmativa en ambos casos. Alrededor de un 90 por ciento de la gente que respaldó a Hillary Clinton en las primarias demócratas de dicho año acabó apoyando a Barack Obama en las elecciones generales. Más o menos el mismo porcentaje de los simpatizantes de Mike Huckabee y Mitt Romney se dejó convencer para apoyar a John McCain.
Sin embargo, 2008 puede no ser una buena referencia en las elecciones de 2016, cuya característica más notoria es la aversión contra el sistema político establecido.
A menudo personas desconocidas e inconformistas han atraído a un electorado estadounidense permanentemente receloso de los actores políticos, pero los sentimientos contrarios al orden establecido desencadenados este año de elecciones son de una magnitud distinta. Las candidaturas de Trump y Sanders son ambas un rechazo contundente a la política de siempre.
Si se percibe que Hillary Clinton ha ganado las primarias demócratas debido a los “superdelegados” con información privilegiada y los debates cerrados a los independientes, se confirmaría para los partidarios incondicionales de Bernie que existe la corrupción política sistémica contra la que ha estado clamando Sanders.
De un modo similar, si el Partido Republicano acaba nombrando a alguien diferente a Trump que no haya obtenido un número de votos similar al de él, se podría considerar una demostración del argumento de Trump de que el Partido Republicano está corrupto.
Muchos de los partidarios de Sanders gravitarán hacia Hillary Clinton de todas maneras movidos por su repulsa hacia el candidato republicano, especialmente si es Donald Trump. Asimismo, si Trump pierde su apuesta para ser nombrado candidato, muchos de sus partidarios votarán a los republicanos en cualquier caso, especialmente si la candidata demócrata es Hillary Clinton.
Sin embargo, a diferencia de elecciones anteriores, un buen número de votantes simplemente decidirá no participar en las elecciones a causa de su aún mayor sentimiento de repulsa hacia los políticos de siempre –y la convicción de que éstas están manipuladas por el sistema para beneficio propio.
Esa convicción no estaba presente en las elecciones de 2008. Nació posteriormente, empezó con la crisis financiera de 2008, cuando el gobierno rescató a los bancos más importantes de Wall Street mientras dejaba que los propietarios endeudados de ahogaran.
Tanto el movimiento del Tea Party como el Occupy fueron respuestas airadas –los partidarios del Tea Party furibundos por el papel del gobierno, los de Occupy por Wall Street–, dos caras de la misma moneda.
Después llegó la decisión del Tribunal Supremo en 2010 en Citizens United vs. the Federal Election Commission, con la que destinaba dinero a raudales a la política estadounidense. En el periodo de elecciones de 2012, el cuarenta por ciento de las contribuciones de campaña provenía del 0.01 de los hogares más ricos de EE. UU.
A esto le siguió una recuperación económica desequilibrada, muchas de cuyas ganancias han recaído en los más acomodados. Los ingresos medios familiares siguen por debajo del nivel de 2008, ajustados a la inflación. Y a pesar de que la tasa oficial de desempleo ha caído drásticamente, trabaja un porcentaje menor de personas en edad laboral que antes de la recesión.
Como consecuencia de todo esto, muchos estadounidenses han atado cabos de un modo diferente al que lo hicieran en 2008.
Ven “capitalismo clientelista” (hoy en día un término despectivo tanto en la izquierda como en la derecha) en lagunas fiscales especiales para los ricos, subvenciones estatales y garantías crediticias para corporaciones favorecidas, rescate ante la quiebra para los pudientes pero no para los propietarios angustiados o los estudiantes endeudados, indulgencia hacia corporaciones que amasan poder de mercado pero no para trabajadores que buscan aumentar su capacidad negociadora a través de sindicatos, y acuerdos comerciales que protegen la propiedad intelectual y los bienes de corporaciones estadounidenses en el extranjero pero no los trabajos o ingresos de los trabajadores estadounidenses.
El pasado otoño, cuando estuve promocionando mi libro por el centro del país, fui encontrándome con gente que trataba de decidirse entre votar a Sanders o a Trump en las próximas elecciones.
Veían tanto a uno como al otro como un campeón: Sanders, el “revolucionario político” que recuperaría el poder en manos de unos pocos privilegiados; Trump, el hombre fuerte autoritario, que lucharía por devolverle el poder a la gente que la clase dirigente ha usurpado.
La gente que encontré me decía que los intereses de los adinerados no podrían comprar a Sanders porque éste no aceptaría el dinero de aquellos, y tampoco a Trump porque no lo necesitaría.
Ahora, seis meses después, la clase dirigente política ha contraatacado y las perspectivas de Sanders de alcanzar la candidatura demócrata están disminuyendo. Trump puede ganar perfectamente el cargo republicano, pero no sin bronca.
Como he dicho, creo que la mayoría de los simpatizantes de Sanders seguirán apoyando a Hillary Clinton si llega a ser la candidata. E incluso si Trump no logra la aprobación republicana, la mayoría de sus defensores apoyará a quienquiera que sea el candidato republicano.
Sin embargo, cualquiera que presuponga un traspaso completo de fidelidad de los simpatizantes de Sanders a Clinton, o de los de Trump a otro abanderado republicano, puede que se lleve una sorpresa.
La furia antisistema en las elecciones de 2016 puede resultar mayor de lo esperado.
Traducción de Paloma Farré.
La versión original de este artículo fue publicada en Social Europe.
¿Los partidarios de Bernie Sanders apoyarán a Hillary Clinton si logra la candidatura? Asimismo, si Donald Trump es rechazado como candidato, ¿sus partidarios respaldarán a quien obtenga el asentimiento republicano?
Si 2008 sirve de referencia, la respuesta es inequívocamente afirmativa en ambos casos....
Autor >
Robert Reich (Social Europe)
Autor >
/
Autor >
Traducción: Paloma Farré
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí