#Cincoañosdel15M
¿Qué ha pasado?
Yolanda Quintana 15/05/2016
Mapa realizado por Encuesta 15M
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El quinto aniversario del 15M coincide con la teórica “entrada” del movimiento en las instituciones, a las que se habría llegado a todos los niveles de representación posibles --europeo, estatal, autonómico y municipal-- y con lo que se supone será un próximo “asalto” en las elecciones del 26J. Esta coyuntura temporal enmarca inevitablemente los debates y el análisis del impacto del “movimiento” y su capacidad para cambiar las cosas “desde dentro”.
Para quienes nos dedicamos al análisis social, se da, desde luego, una situación “de laboratorio” que la realidad no siempre nos ofrece. Que una protesta que nació transversal, distribuida, mutante, apoyada salvo excepciones en el anonimato de identidades colectivas y, particularmente, como oleada “destituyente”, aparentemente evolucione hacia formas de representación política basadas en estructuras estables (partidos o coaliciones) permite comprobar muchas hipótesis que, de otro modo, seguirían siendo incógnitas o lo serían aún en mayor medida:
¿Se dan las condiciones de vida necesarias en las instituciones para que el “virus” 15M sea viable y se replique? ¿El “método 15M” (ética hacker, anonimato, distribución…) es compatible con las normas y rutinas de la formalidad política? ¿Se puede mantener el “clima 15M” sin la potencia de los mejores activistas (nodos) de la red, ahora absorbidos --inevitablemente y en gran medida-- por agendas institucionales? ¿Eran las elecciones la “grieta” por la que asaltar el sistema? Y, por encima de todas ellas, dos cuestiones claves: ¿la participación de miembros destacados de movimientos de la “constelación 15M” en organizaciones políticas equivale a que “el 15M haya entrado en las instituciones”? y ¿la dicotomía dentro/fuera es el marco adecuado desde el que tenemos que observar este aniversario?
Para enfrentarnos a estas preguntas, es importante tener en cuenta cómo se ha llegado hasta aquí. Se trata de un proceso en varias fases. La primera --brillante, potente y eficaz-- consistió en la deslegitimación de las élites dominantes (políticas --los partidos y, en particular, el bipartidismo--, mediáticas y económicas), expresado en lemas como “No nos representan”, “#nolesvotes”, “#nolosleas” o el zapatista “Nuestros sueños no caben en vuestras urnas”, entre otros muchos. Al mismo tiempo, en esa fase, se produce un empoderamiento colectivo que movimientos como la PAH o 15MpaRato van a mantener en tensión en periodos de “reflujo” de las movilizaciones.
Esa etapa tendría su momento de inflexión en la toma en consideración por el Parlamento, y posterior rechazo, de lo que se llamó “la ILP de la PAH”, una Iniciativa Legislativa Popular impulsada por varios colectivos --entre ellos, la PAH-- para, entre otras cosas, evitar los desahucios. El debate en el Congreso de esta iniciativa dejó momentos cumbre como la intervención en la comisión de economía de Ada Colau, retrasada a última hora de la noche para esquivar la cobertura de las televisiones, y que terminó “haciendo caer” en algunos momentos el servicio audiovisual de la Cámara por el interés generado.
A aquello se le llamó “techo de cristal”. Ya antes, desde los diferentes dispositivos de análisis “del 15M”, se venía abriendo el debate sobre la necesidad de pasar a una fase “instituyente”, pero --estaba implícito-- “con el ADN” 15M, es decir, desde abajo y distribuida. Cuando esa reflexión se materializa en herramientas concretas, como enRed o Marea Democracia, que llegan a desarrollar un calendario “de asalto” institucional concreto, surge Podemos. Se produce de nuevo un punto de inflexión que culmina en Vistalegre, el congreso del partido que consolida un modelo organizativo y estratégico con difícil encaje en lo que se vino a llamar “método 15M”, pero finalmente aceptado por su potencial “instrumental”. Durante un tiempo convivieron ambos instrumentos (el instrumento-partido, y el instrumento-movimiento desde abajo que sirvió, además, de cauce para recoger otros activismos --políticos y sociales-- que se fueron incorporando). De la convergencia de ambas vías, se llega a las últimas citas electorales y de ahí hasta aquí.
Es decir, este repaso temporal pone en evidencia que se habría producido más bien un desplazamiento de lo social (movimientos, protestas…) a lo político (estructuras electorales, participación en las instituciones…) que un “asalto” propiamente dicho.
¿Cómo evaluar este proceso? En mi opinión el eje dentro/fuera no sería el marco adecuado de observar la actualidad del 15M, un “clima”, “método, o “marea de mareas” que, casi por definición, no puede replicarse en un entorno de participación formal, más allá de prácticas concretas que sí se están dando, como los mecanismos de participación o una mayor transparencia.
El 15M, vivo y con una gran potencia, está más bien en cada una de los miles de personas que participaron en él: “No nos vamos, nos mudamos a tu conciencia”, fue la pancarta que se dejó en la Puerta del Sol cuando se levantó la acampada. La Encuesta 15M, que realizamos un grupo de investigadores en su primer aniversario, revelaba que esta había sido la primera experiencia política o de movilización social para la mitad de sus participantes. El empoderamiento --o “politización” en términos clásicos-- de amplias capas sociales antes “desafectadas” es una de las armas de más impacto y mayor alcance del 15M.
Otros logros hay que verlos en las grandes batallas ganadas en el terreno de las narrativas (“Somos el 99%”, “No es una crisis, es un atraco”…), o en el modelo de “lucha transversal” de movimientos nacidos del 15M como los “iaioflautas” o en prácticas “quincemayistas” que han transformado organizaciones de todo tipo.
Una última reflexión: por muchas razones, sin la tecnología (Internet, los móviles…) no podría entenderse ni el 15M, ni el relato colectivo que de él se ha construido. Que la libertad de estos canales se mantenga (o se recupere, más bien) dependerá que “el clima 15M” pueda reactivarse cuando la sociedad lo considere necesario, tanto o más que del reto que representa su convivencia en un hábitat institucional.
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Yolanda Quintana es periodista. También investiga sobre movimientos sociales e Internet. El 15M estaba escribiendo el libro Ciberactivismo: las nuevas revoluciones de las multitudes conectadas, del que es coautora junto a Mario Tascón, y en el que venían trabajando desde enero de ese año. El 15 de mayo de 2011 lo pasó pegada al ordenador siguiendo la explosión de comunicación que se estaba produciendo, analizando las redes y archivando mensajes que luego han sido históricos, como aquel “No nos vamos hasta que lleguemos a un acuerdo”.
El quinto aniversario del 15M coincide con la teórica “entrada” del movimiento en las instituciones, a las que se habría llegado a todos los niveles de representación posibles --europeo, estatal, autonómico y municipal-- y con lo que se supone será un próximo “asalto” en las elecciones del 26J. Esta coyuntura...
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