Tribuna
Teoría General de Messi
LM es el impulsor de un cambio de paradigma, el resultado de un proceso sobrenatural que abarca las palabras genio, talento puro o duende
Hibai Logo 18/05/2016
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No recuerdo haber recomendado nunca un libro a nadie; sí citar muchos, obligar a leerlos en clase o incluso hablar muy bien de algunos. Los he prestado pero siempre como respuesta a un interés previo del prestatario. Supongo que no lo he hecho por la misma razón que rara vez escucho música sin cascos: es difícil alinear en el mismo instante la sensibilidad de dos personas distintas sin que resulte una imposición. Sin embargo, esta vez me voy a atrever a recomendar uno, uno que ni siquiera he terminado de leer, háganse cargo del atrevimiento. Es un clásico, se llama The Structure of Scientific Revolutions, está escrito por Thomas S. Kuhn y fue publicado por primera vez por University of Chicago Press en 1962.
Si el libro sigue leyéndose más de medio siglo después es porque fue el primero en introducir el concepto de Cambio de Paradigma como explicación al progreso científico. Kuhn plantea que es incorrecto entender la historia del conocimiento humano como la suma acumulativa de descubrimientos hechos por individuos geniales que demostraban como erróneas las teorías previas a su tiempo. En su lugar, el desarrollo científico se basa en la instauración de modelos estándar de reglas compartidas y estables que pueden permitir a numerosos científicos concentrarse en aspectos relativamente específicos de esos modelos y plantearse problemas para los cuales una solución es imaginable, en contraposición a las ciencias sin paradigma o entre-paradigmas en las cuales las respuestas no son posibles porque las preguntas planteadas no son las correctas. Estos modelos son los paradigmas y a medida que el número de observaciones de la naturaleza que el paradigma no logra explicar se acrecienta, comienza una pugna por imponer un nuevo paradigma que dé cuenta e integre un mayor número de esas observaciones. Sin paradigma, la ciencia puede observar la naturaleza igual hoy que hace mil años, pero carece del fundamento para poder comprender lo que ve.
Los ejemplos clásicos de grandes hallazgos científicos —la biología evolutiva de Darwin, la mecánica clásica de Newton, la química de Lavoisier o la teoría de la relatividad general de Einstein— son el resultado de una chispa de brillantez en un contexto de cambio paradigmático. Así, Kuhn advierte de que los nombres de Newton o Franklin son “etiquetas simplificadoras en cierto modo arbitrarias” de episodios históricos más extensos, colectivos y complejos. Ya les digo, léanlo porque es fascinante.
El asunto es que para compensar lectura tan trascendental he leído también mucho el Marca, y el cruce de ambas ha hecho que crezca en mí una urgencia suicida e irresponsable: tratar de formular una teoría general sobre Leo Messi (LM) que explique el qué, cómo y porqué del jugador de fútbol más quintaesencial de nuestra era. No sé qué lugar ocupa LM en el ranking histórico de futbolistas y desconozco si es mejor o no que su archienemigo Cristiano Ronaldo. Lo que trataré más bien es de argumentar algo así como que “LM es el impulsor de un cambio de paradigma”, o bien “LM es el artefacto resultante de un cambio de paradigma” o que “tras LM deviene un nuevo paradigma” o algo por el estilo. La línea argumental es endeble, no se lo niego, pero si han llegado hasta este punto del texto es porque ponía Messi en el título y, me temo, ya son míos.
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Hasta donde sé, la única teoría general sobre LM hasta la fecha fue propuesta por el argentino Hernán Casciari. La formulación es sencilla y elegante: LM=perro. A lo largo de un texto publicado en la revista/blog Orsai en 2012, Casciari desvela la revelación que da pie a su teoría. Cuenta que estaba viendo vídeos al azar de LM en YouTube cuando de pronto se cruzó con uno diferente. En lugar de mostrar los mejores goles y jugadas de LM, el vídeo mostraba a LM recibiendo cientos de pequeñas patadas y agarrones; y lo que era más sorprendente, LM no caía o pedía la falta al árbitro; al contrario, porfiaba por mantenerse en equilibrio persiguiendo la bola, exactamente igual que su perro de la infancia. A partir de esta observación en apariencia banal, su manzana bajo el árbol newtoniano, Casciari desarrolla la teoría del hombre-perro. Bajo su paraguas, LM es un ser antisocial y retraído, reconcentrado, pues una vez que la pelota está en juego solo existe ella en el universo. Al igual que los perros, LM no entiende de normas ni reglamentaciones, no especula sobre la mejor táctica para marcar sino que su instinto le guía inexorablemente hacia la solución del problema: la mejor táctica es siempre la más sencilla, seguir con la pelota hasta meterla en la portería. Al parecer es así como jugaban los futbolistas hasta la década de los años 50 del siglo pasado, la época de los hombres-perro, y así es como, en palabras de Casciari, LM es capaz de batir récords que permanecían inalcanzables desde entonces. Existe en YouTube un montaje del actor argentino Norberto Jansenson en el que declama el texto de Casciari mientras vemos las imágenes en movimiento a las que hace referencia, lo cual evidencia con más solidez la tesis defendida. Les aconsejo que lo vean porque es difícil encontrar literatura tan buena al servicio de una idea tan peregrina.
Aunque estoy parcialmente de acuerdo con esta conceptualización de LM hay dos aspectos de la teoría que me chirrían y me animan a proponer una nueva teoría que busque sustituirla. El primer aspecto es la dimensión puramente individualista del fenómeno LM, separada de su contexto y del caldo de cultivo que le hizo crecer. En este sentido, LM es el resultado de un proceso sobrenatural: las palabras genio, talento puro o duende —el misterio de la transmisión del arte— tendrían cabida en este paradigma. Las habilidades de LM son tan de otro planeta que ningún otro espécimen de su raza es equiparable y es necesaria la alusión a lo absolutamente otro, el animal, el dios, la fiera o la tempestad. En último término es la asunción de que LM es necesario en vez de contingente y que su genialidad hubiera florecido bajo un número alto de condiciones ambientales diversas. Álex de la Iglesia en su documental Messi (2014) apunta a esta genealogía del mito al mostrar un metraje recreado del niño LM con apenas 4 años en el que domina en un partido a niños dos años mayores con jugadas que recuerdan al LM actual. El segundo aspecto rebatible es la cantidad de observaciones que la teoría LM=perro deja inexplicadas. Muy particularmente, la interacción de LM con el resto de jugadores de su equipo. Maradona dijo que “él tenía más visión de campo y LM más visión de arco”. Esta idea viene a respaldar la teoría canina y durante mucho tiempo fue ampliamente compartida: LM es un ejecutor, un definidor. Los datos recogidos posteriormente a medida que LM maduraba su juego han ido echando por tierra esta hipótesis. En primer lugar cabe recordar que LM comenzó siendo considerado un gambeteador, cabeza baja y pelota pegada al pie. De ahí que se le equiparara con un jugador de fútbol sala, solo consciente de su parcelita de césped. Después, al incorporar en cantidades abundantes el gol y centrar su posición en el campo, el modelo que explicaba a LM hubo de cambiar y pasar a describirlo como definidor. Finalmente, al incluir las asistencias de gol y la visión periférica, desarrollada simultáneamente a la llegada de Neymar al Barça, la teoría ‘LM es un perro’ no consigue explicar del todo el fenómeno que describe.
Existen otras muchas teorías parciales a la genialidad de LM. Desde la responsabilidad total de La Masía en el desarrollo de su juego, pasando por el rendimiento artificialmente mejorado propiciado por su tratamiento de hormonas de crecimiento, hasta la negación de su genialidad. Nuestra tradición secular no nos invita a buscar las causas de la genialidad sino a observarla como un proceso creativo misteriosamente inextricable. Como el Salieri frente a Mozart que somos podemos obtener placer sensorial e intelectual de la contemplación de LM pero jamás comprender su génesis. Se me ocurre que quizá sea ilustrativo de ello que el famoso dictamen de Churchill sobre Rusia, “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”, quedara fijado de esa manera en nuestra memoria colectiva, ignorando la segunda parte que justo a continuación añadía “...pero tal vez haya una clave. La clave es...”. Pues a eso vamos, a que quizá sí haya una clave para entender a LM.
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¿Qué teoría alternativa podríamos proponer que nos permitiera explicar a LM? Voy a intentar defender durante las siguientes páginas que: (a) LM es el producto de un cambio de paradigma que le precede y explica; (b) que LM es el producto más detallado y sofisticado de dicho paradigma precisamente por su simplicidad y elegancia, es decir, por su capacidad para enunciar con el mínimo número de operaciones posible las reglas fundadoras del paradigma; (c) que LM es similar a muchos jugadores surgidos bajo ese mismo paradigma.
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Hemos dicho que los paradigmas científicos son modelos teóricos que funcionan como una base compartida mínima por los científicos de una determinada época. Muchas veces son subyacentes y no directamente expresables por estos mismos científicos que trabajan bajo su influencia. Los momentos históricos en los que se produce un cambio de paradigma en una disciplina concreta son especialmente emocionantes. Dos ejemplos clásicos son la teoría de la relatividad general de Einstein o la teoría de la evolución por selección natural de Darwin. Estos descubrimientos teóricos fundaron nuevas bases que con el tiempo fueron compartidas por el grueso de los científicos de su campo de estudio. Permitieron formular preguntas más concretas con respuestas alcanzables y constituir lo que Kuhn llama la Ciencia Normal, que es la subsiguiente profundización constante dentro de un paradigma establecido. Una concepción romántica de la ciencia atribuye estos cambios de paradigma a individuos tales como Darwin o Einstein que mediante su brillantez desechan las viejas teorías e imponen nuevos modelos de entendimiento. Esto en realidad no sucede del todo así según Kuhn.
Darwin propuso su teoría evolutiva en un momento en el que la evidencia histórica hacía pensar que existía el caldo de cultivo para que varios investigadores simultáneamente pudieran dar con una teoría similar a la suya. Ya se estaba conformando el nuevo paradigma que reemplazaría la teoría lamarckiana. Quince años antes de la publicación en 1859 de On the Origin of Species Robert Chambers había escrito en 1844 Vestiges of the Natural History of Creation, que exponía una teoría de la transmutación de las especies. El propio abuelo de Charles Darwin, Erasmus Darwin, había publicado en 1794 una teoría evolutiva que al parecer influyó en el pequeño Charles. Otros ámbitos también alumbraron teorías —la geología de Lyell o las teorías de crecimiento poblacional de Malthus— que fueron predisponiendo el campo de la biología evolutiva para su gran salto. El caso más evidente quizá sea el de Alfred R. Wallace, otro biólogo con el que Darwin mantenía correspondencia. En 1858, un año antes de la aparición de On the Origin of Species, Wallace envió a Darwin un manuscrito de veinte páginas donde al parecer exponía casi milimétricamente las mismas ideas que el propio Darwin había estado incubando desde su regreso veintitrés años antes de la expedición del Beagle. Resulta intrigante que dos hombres en dos contextos tan opuestos, el uno viviendo en Inglaterra y el otro en lo que hoy serían Malasia e Indonesia, pudieran alumbrar respuestas tan similares en un lapso tan concreto. Todo esto puede significar, dentro de la teoría del paradigma científico, que los descubrimientos científicos forman parte de un continuum temporal en el cual efectuamos cortes subjetivos para asignar originalidad a algunos individuos en concreto. Ian McEwan en un artículo publicado en The Guardian en 2012 reflexionaba precisamente sobre este concepto de originalidad y especulaba con la posibilidad de que algo similar hubiera ocurrido con Einstein, cuya autoría es contestada tanto en la teoría de la relatividad especial –Lorentz y Poincaré– como de la relatividad general –Hilbert.
No parece raro que en estos contextos de efervescencia y cambio paradigmático una cantidad elevada de individuos con un talento extremo convivan en un intervalo relativamente corto y que posteriormente muchos de sus nombres sean conservados por la memoria colectiva de nuestra civilización para ejemplificar el cambio de paradigma que representaron. Orson Welles lo formuló antes que Kuhn: 30 años de terror de los Borgia vieron florecer a Leonardo y Miguel Ángel, y con ellos el Renacimiento, mientras que en Suiza en 500 años de paz solamente surgió el reloj de cuco.
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Al igual que Darwin o Einstein, LM no germinó en un páramo desértico sino en medio del que con los años parece ir convirtiéndose en el paradigma futbolístico dominante de nuestra época. La Masía, la fábrica de producción de talento del FC Barcelona que formó a LM, es habitualmente considerada como uno de los mayores caldos de cultivo de futbolistas del mundo. Sin embargo, en perspectiva, La Masía no es más que la cristalización más moderna y acendrada de un paradigma futbolístico que intenta convertirse en hegemónico desde hace décadas.
En este paradigma hay varios nombres propios. Jimmy Hogan es comúnmente citado como el primer introductor de lo que posteriormente se denominaría Fútbol Total y que se considera la base del juego del FCB de LM. Hogan era inglés pero viajó por varios países europeos enseñando un nuevo modelo futbolístico basado en el toque rápido y el movimiento. En 1953, en el estadio londinense de Wembley, Hungría derrotó por 3 a 6 a Inglaterra en la que era la primera derrota en casa de su historia. Los ingleses, inventores del juego, vieron como su paradigma basado en la garra y la fuerza era superado por un juego moderno de combinación. El presidente de la Federación Húngara dijo al terminar el encuentro que todo lo que sabían de fútbol se lo había enseñado Hogan.
Paralelamente, en Holanda suelen citarse a Jack Reynolds y sobre todo a su discípulo, Rinus Michels, como los promotores del Fútbol Total. Michels entrenó al Ajax de Ámsterdam en los 60 y a la selección holandesa en los 70, la que canónicamente se conoce como la primera escuadra en emplear este paradigma de juego. En los 70 también, en dos épocas, Michels entrenó al FC Barcelona e importó el concepto, a la vez que trajo al ídolo del Ajax, Johan Cruyff, en lo que posiblemente resultó el acto más afortunado y decisivo de la historia del club catalán. Michels fue nombrado en 1999 “entrenador del siglo” por la FIFA. Cruyff heredó sus ideas y las implantó en el FC Barcelona, cimentando un legado que tras pasar por Louis Van Gaal o Pep Guardiola, discípulo de Cruyff que como su maestro transmitió la semilla original al convertirse en entrenador, llega hasta nuestros días y afecta a todas las categorías del club. Un hijo bastardo de este paradigma ha sido incorporado a la selección española con el nombre de “tiki-taka”, especialmente de la mano del técnico Luis Aragonés y posteriormente continuado por Vicente del Bosque, pero esa es otra historia para otro momento.
A inicios de los años 90 se produjo lo que podríamos denominar un cisma en el paradigma del Fútbol Total. Mientras el FC Barcelona incorporaba fielmente los esquemas canónicos, en Italia y de la mano de Arrigo Sacchi, el AC Milan desarrollaba el modelo en otra dirección. Como una evolución del paradigma dominante previo, el catenaccio de Helenio Herrera, Sacchi implementó un tipo de juego que devendría estilo: la compresión del espacio jugable del campo por medio del adelantamiento de la defensa zonal, un concepto ya introducido por Rinus Michels, pero que necesitaba nuevo refinamiento para adaptarse a la nueva reglamentación del fuera de juego que la IFAB decretó tras el soporífero mundial de Italia 90. Lo hizo, cómo no, de la mano de tres holandeses: Ruud Gullit, Frank Rijkaard y Marco van Basten.
En otro artículo, Teoría general del gol, intenté defender que el fútbol desde mediados de los años 90 y principios de siglo se había llenado de atletas musculados. Se popularizó la defensa de 5 y los medios centros defensivos. Brasil abandonó el jogo bonito y pobló su centro del campo de Dungas, Sampaios, Kleversons, Edmilsons y Emersons. En ataque comenzó un declive del gambeteador escurridizo y talentoso y paulatinamente fue sustituido por el velocista potente. Romario devino Ronaldo Nazario, Bebeto a Rooney, y anticipó que el futuro sería de jugadores como Cristiano Ronaldo o Bale. El modelo fue tan ampliamente extendido que incluso el FC Barcelona, guardián de las esencias del paradigma del Fútbol Total, comenzó a sustituir sus creativos habituales por perfiles más acordes a los tiempos como Bogarde, Cocu, Petit o Van Bommel.
La consecuencia de todo esto fue una deriva del fútbol hacia planteamientos que primaban la actitud conservadora de los equipos. La preponderancia de los sistemas defensivos sobre los ofensivos ya venía preocupando en Europa desde inicios de la década de los 80. Es por ello que Inglaterra introdujo en 1981 los tres puntos por victoria en lugar de dos; España lo haría a mediados de los 90. Esta gratificación sesgada a favor de la aventura y la valentía tenía mucho sentido teniendo en cuenta lo que los psicólogos Kahneman y Tversky habían demostrado durante los años 80. Los seres humanos nos comportamos según lo que ellos denominaron un loss aversion pattern; otorgamos mucha más importancia a los posibles riesgos que a las ganancias. Ante una recompensa igual a una pérdida los deportistas aplicarían un sesgo cognitivo que priorizaría minimizar la pérdida en lugar de afanarse en conseguir la recompensa.
Sin embargo, el fútbol moderno pareció cambiar de rumbo a mitad de la primera década del nuevo siglo. Los que vivimos en España esos años presenciamos de cerca algo insólito. El FC Barcelona y la selección española de fútbol no sólo ganaron una infinidad de títulos con gran solvencia –ganar es una vulgaridad, todos los campeonatos tienen un campeón– sino, lo que es más importante, reescribieron el discurso futbolístico mundial y, tal vez, el destino del juego. De pronto pareció que el resto jugaran a otro deporte, uno más arcaico y sin brillo, infinitamente más defensivo. En lugar de acumular atletas altos, rápidos y fuertes hicieron fundamentar todo su juego sobre futbolistas de talla minúscula, no especialmente rápidos y más bien endebles. Comenzaron a superpoblar el medio del campo y a eliminar defensas y delanteros. En sus versiones más extremas, el Barça llegó a jugar con hasta 7 centrocampistas reconvertidos en defensas o delanteros. Decidieron que tener el balón y pasárselo entre ellos era la mejor arma defensiva y ofensiva, y que ningún atleta musculado conseguiría nunca correr más rápido que el balón. España exportó modernidad y vanguardia y en los años que han pasado desde entonces hemos visto algunos ejemplos de ello. El Manchester City fichó a Ferran Soriano y Txiki Begiristain para emular el modelo Barça. También Guardiola asumió el reto de mutar el ADN del fútbol del Bayern de Múnich, el más antitético que pudiera haber. Podría argumentarse que el fútbol recuperó una dimensión estética, no regida por la lógica mercantil de lo cuantificable, que nos llevaría a entender mejor por qué el “modelo Barça”, independientemente de sus éxitos en forma de títulos, podría reclamar para sí el honor de ser el paradigma hegemónico de la modernidad futbolística.
De este modelo Barça surgieron algunas de las innovaciones que han hecho de LM el jugador que es hoy. Una de las más capitales de su carrera posiblemente haya sido la de su reconversión durante varios años en falso 9. La génesis de LM como falso 9 tiene su propia leyenda. Guardiola le llamó a las diez de la noche de la víspera de un clásico Real Madrid – FC Barcelona y le ordenó que fuera a su despacho inmediatamente. Allí le explicó que jugaría de 9, ocupando una zona intermedia entre el centro del campo y los defensas del rival. La idea, vista desde el paradigma en vigor, era contra-intuitiva: por un lado, un jugador pequeño y de toque se vería forzado a jugar de espaldas a la portería y con escaso contacto con la pelota; por otro lado, era una idea extendida la necesidad de abrir el campo por las bandas, no de cerrarlo. LM era un ejecutor fenomenal, sí, pero al servicio de un idea colectiva dentro del modelo de su club.
Resumiendo, a la luz de esta teoría LM no sólo no sería un futbolista genial fruto del azar sino un futbolista necesario cuya probabilidad de existir tendería a 1 a medida que el modelo paradigmático, en este caso el modelo heredero del Fútbol Total que su club practica, se perfeccionase. Algunas observaciones apoyan este parecer. Por un lado, imaginémonos que LM jamás hubiera existido. En tal caso, alguna de sus versiones más similares, Xavi o Iniesta probablemente, hubiera sido encumbrado como el jugador paradigmático de su época. Por otro lado, el juego de LM con la selección de Argentina parece también corroborar este punto: LM fuera del paradigma que le da significado es simplemente un jugador genial, pero no uno que modifique el curso de la historia del fútbol.
¿Es esto realmente cierto? ¿Pero por qué aparece LM tan nítidamente como el jugador agente de ese cambio de paradigma que representa? ¿En qué consiste su singularidad? Y lo que es más importante, ¿nos ofrece alguna ventaja el concepto de paradigma para hallar la clave de LM?
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La primera explicación para defender que LM sea el jugador paradigmático de su época consiste en decir que LM es el jugador paradigmático de su época porque es una síntesis de todos los jugadores de todas las épocas.
Javier Cercas incluía a finales de 2015 en un artículo para el El País titulado Un monstruo omnívoro una cita de Picasso que decía que “la originalidad no consiste en no parecerse a nadie, sino en parecerse a todo el mundo”. Cercas argumenta que los genios se nutren de cuanto encuentran en torno a ellos para luego escupirlo convertido en algo distinto, superior. Para ilustrarlo cita los ejemplos de Cervantes –que se parecía según él a todos los escritores de su época– y Paco de Lucía –que improvisó Entre dos aguas tras escuchar en las salas de grabación aledañas unas rumbitas sin importancia, cuyo rastro aún hoy pueden distinguirse de entre sus acordes.
Si seguimos la teoría kuhniana, las épocas de aceleración del conocimiento en un área determinada dan como resultado la proliferación de individuos con ideas similares que pueden potencialmente modificar el paradigma de conocimiento del área. La historia está llena de estos casos y, como ya comenté al principio del texto, el relato que pervive de esas épocas a menudo consiste en un corte subjetivo en el continuum de ideas y personas que hicieron temblar el paradigma. Cervantes o De Lucía, o LM mismo, pueden ser entendidos en el futuro como nombres propios arbitrarios dentro un esfuerzo evolutivo de naturaleza colectiva.
LM ha sido constantemente calificado de incomparable para a continuación ser comparado con todos los jugadores imaginables. Rubén Uría, un periodista deportivo, lo ha expresado de este modo: “todas sus obras evocan lo mejor de Di Stéfano, Zidane, Garrincha, Baggio, Futre, Cruyff, Best, Butragueño, Maradona, Ronaldo, Van Basten o Pelé”. Diego Torres, otro periodista deportivo, lo expresó de este otro: “Aunque hay registros que no maneja, LM es el mejor 7, el mejor 8, el mejor 9, el mejor 10 y el mejor 11 del Barça”. Para Gerard Piqué, tiene la velocidad de Ronaldo y el control de Zidane. Para Hernán Casciari, LM recuerda a jugadores de los inicios del fútbol moderno. No tiene parangón en esta época porque su estilo es atemporal y se asemeja demasiado a todos los estilos por los que ha pasado el juego. Dentro de su propio equipo no le faltan jugadores a los que equiparse. Si el modelo del Barça es en cierto modo una fábrica de jugadores, sin duda el prototipo de jugador que con más perseverancia produce está en la línea de LM y tiene como predecesores imperfectos a Guardiola, De la Peña, Celades, Xavi, Iniesta o Cesc y como sucesores a Thiago o Rafinha.
La segunda explicación para defender que LM sea el jugador paradigmático de su época consiste en decir que LM es el jugador paradigmático de su época porque es el más elegante.
La elegancia, en ciencia, sobre todo en matemática, puede entenderse como la simplicidad de una formulación relativa al número de fenómenos que es capaz de explicar. Kuhn explica que los libros que dan origen a los grandes cambios de paradigma suelen estar expresados de manera muy sencilla y rara vez impiden ser comprendidos por el público general. Así como la Ciencia Normal tiene un grado alto de formalización, y en cierto modo, es una lengua entre expertos que deja fuera a los profanos, los cambios necesitan elevarse por encima de esa normalidad y volver a observar el problema que estudian con ojos y palabras nuevas. Como ejemplos cita Sobre las revoluciones de las esferas celestes de Copérnico, los Principia mathematica de Newton o El origen de las especies de Darwin.
Entender el juego de LM es sencillísimo. Habitualmente su estilo se ha comparado con el de un niño, en el cual toda la táctica se resume en agarrar la pelota, regatear a cuantos rivales se pongan por delante y marcar gol. Las jugadas de LM están tan vacías de arabescos que nos inspiran sensaciones continuas de dejà vu, como si repitiera una y otra vez el mismo gesto. Gerard Piqué, posiblemente el jugador más veces regateado por LM en la historia, resume en Messi la película esta sensación: “sabes lo que va a hacer y te lo hace”, un sentimiento de frustración ante lo inevitable que muchos rivales han señalado en otras ocasiones. La infantilización a la que LM somete a sus oponentes, teatralmente enfatizada por el contraste entre la talla menuda de éste y la a menudo hercúlea envergadura de aquéllos, no hace más que aumentar su frustración. Sus trucos resultan en apariencia excesivamente simples como para poder ser repetidos con tanta frecuencia y seguir dando frutos. A menudo esta simplicidad se confunde con una desgana –¡juega andando!– o intento de humillación al rival. No es extraño percibir la mirada miope del jugador tras realizar una jugada maestra, como intentando explicar la sencillez del acto mientras parece que murmura: ¿E=mc2, noessierto? Simple.
Un ejemplo de la simplicidad de formas del juego de LM es su regate. No sé si se han fijado pero LM apenas sabe regatear. Frente a regateadores excelsos como Neymar, Robben o Cristiano Ronaldo, LM carece de la gran mayoría de recursos que éstos poseen. ¿Lo recuerdan tirar un auto-pase, una bicicleta, un taconazo, una cola de vaca, un regate pisando el balón o cualquier otra forma sofisticada de driblar a un rival? Simplemente avanza con el balón pegado al pie. Los defensas se enredan en un velo de ilusiones, Maya, que teje de manera automatizada para finalmente resolver de la forma más sencilla posible.
Un corolario de la definición de elegancia es la dicotomía esfuerzo vs gracia. La transformación del esfuerzo en gracia consiste en eliminar de la ejecución pública todas las marcas del entrenamiento privado, las horas de dedicación al cuerpo y al perfeccionamiento del ejercicio. Fred Astaire o Nadia Comaneci suelen citarse como ejemplos paradigmáticos de virtuosismo y fluidez en esta transformación. Aquí reside precisamente la diferencia más sustancial entre Cristiano Ronaldo y LM. El primero trabaja denodadamente por moldear su cuerpo y su arsenal técnico. Practica y ensaya sin pausa todas las facetas del juego y cuando las ejecuta remarca la colosal tarea llevada a cabo para tal fin. No oculta sino que enfatiza el despliegue físico y la complejidad de su tarea, doblemente subrayado en la celebración posterior, donde da cuenta de la heroicidad del acto que acabamos de presenciar. LM, en cambio, parece moverse en un plano de la conciencia distinto. El mejor ejemplo que se me ocurre para ilustrar la sima que separa a ambos se lo tomaré prestado a Uri Geller y a Matrix. Mientras Cristiano Ronaldo se enzarza en una lucha numérica por saber quién dobla más cucharas y con mayor intensidad, LM parece haber observado la verdad desde un páramo más alto y acabado de comprender un hecho fundamental: no hay cuchara. Si se paran a repasar mentalmente durante un rato algunas de las jugadas de LM descubrirán que en muchas de ellas los defensas no juegan ningún rol. Es decir, que si trazáramos una línea recta imaginaria entre el jugador y la portería, sin interposición de ningún obstáculo humano, esta línea se parecería increíblemente a la que finalmente describe LM.
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Concluyo. Álex de la Iglesia trató de encontrar el Rosebud de LM, la clave que explicara al futbolista y conectara todas las piezas, y acabó formulando una hipótesis: es la abuela. De acuerdo al relato de la película, la madre de la madre de LM fue la figura más importante de su educación, y años después de su muerte, los gestos del jugador al cielo tras cada gol están dedicados a su memoria. La infancia y el hogar. Una genealogía romántica del talento de LM no podía obviar un elemento mágico como ése.
Aquí he querido plantear un teoría general de su talento que no descansara sobre el origen mágico de sus atributos, sino que enjuiciara al jugador dentro de su circunstancia. No he pretendido escribir un elogio sino muy al contrario, y tomando las palabras de María Zambrano, con cada pregunta extinguir una adoración. Si al finalizar el texto puedo resumir en una idea cuál es mi opinión sobre el talento de LM sería la siguiente. El cambio de paradigma se da por la confluencia de dos factores: un diseño y un azar. Sin la simultaneidad de un ambiente general –el paradigma– que posibilite el cambio, y un agente –el genio– que efectivamente lo materialice, el cambio es improbable. LM es, a la espera de otra teoría que refute ésta, la confluencia de un azar y un diseño, la aparición inesperada de una musa que pilló a una empresa deportiva trabajando.
Hibai López-González. Trabaja en el International Gaming Research Unit de la Nottingham Trent University, Reino Unido, como investigador posdoctoral en un proyecto sobre la influencia de los medios en las conductas de riesgo de los apostantes deportivos.
No recuerdo haber recomendado nunca un libro a nadie; sí citar muchos, obligar a leerlos en clase o incluso hablar muy bien de algunos. Los he prestado pero siempre como respuesta a un interés previo del prestatario. Supongo que no lo he hecho por la misma razón que rara vez escucho música sin cascos: es difícil...
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