Análisis
Grecia, un año después del ‘No se puede’
Los problemas griegos han empeorado. Lo importante era mandar un mensaje bien amplificado: no se pueden cambiar las reglas de la Eurozona, y menos a instancias de un partido de ‘outsiders’ que gobierna un país periférico en dificultades
José Moisés Martín Carretero 18/05/2016
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Ya ha pasado casi un año: Syriza y Tsipras han dejado de ser una amenaza para la civilización occidental y se convirtieron en un operador más del brutal ajuste económico que sufre su país. Varoufakis dejó el gobierno y ahora se dedica a dar conferencias, escribir libros y promover movimientos políticos de dudoso recorrido. Los ojos de los medios de comunicación siguieron en la zona, pero para observar, espantados, cómo la Unión Europea seguía rodando por la pendiente de la degradación moral con la pésima gestión de la crisis de los refugiados.
Sí, apenas quedan ecos del referéndum del 5 de julio de 2015, de la larguísima sesión del eurogrupo del 13 de julio, cuando los ministros de Finanzas de la Eurozona se conjuraron para negar el pan y la sal al pueblo griego, para declarar alto y claro que el “populismo” sólo tiene cabida en la Unión Europea cuando se dirige contra los refugiados y los derechos de las personas, pero nunca cuando se dirige contra los derechos de los acreedores.
Y sin embargo, y como preveía cualquier espectador mínimamente informado, los problemas griegos persisten. Es más, han empeorado. En mayo de 2015, se esperaba que la economía griega creciera en 2016 un 2,9%. La previsión de este año es que siga en recesión. Se esperaba que el déficit público fuera del 2,1% en 2015 y del 2,2% en 2016, y ahora se sabe que el déficit público de 2015 fue del 7,2% del PIB y se espera un déficit del 3,1% para 2016. La deuda pública, gran caballo de batalla política, debería haberse situado para 2016 en un 173% del PIB, y la última previsión supone que se alzará hasta el 180%, volviendo a crecer desde las cifras de 2015.
Con todo, las conclusiones del Eurogrupo del 9 de mayo felicitaron las gestiones del Gobierno de Tsipras en el manejo de su economía y le animaron a seguir el camino de las reformas planteadas en el mal llamado rescate acordado el pasado verano. La incongruencia brutal entre la valoración de las medidas y sus evidentes resultados económicos sólo tiene como explicación la obstinación por demostrarse a sí mismos que este era el único camino posible para Grecia. La persistencia en el error, que se viene repitiendo desde 2010, sólo puede entenderse desde un posicionamiento profundamente ideológico en el peor sentido de la palabra. Cuando en las salas de reuniones del Justus Lipsius (sede del Consejo de la Unión Europea) se nombra la palabra “Grecia”, las reglas básicas de la economía saltan por la ventana y los asistentes entran en el mundo del realismo mágico donde la economía vudú sustituye a la ciencia económica.
Con todo, las conclusiones del Eurogrupo del 9 de mayo felicitaron las gestiones del Gobierno de Tsipras en el manejo de su economía y le animaron a seguir el camino de las reformas planteadas en el mal llamado rescate acordado el pasado verano
Este aquelarre ideológico, afortunadamente, no ha sido capaz de saltar el Atlántico, y en la sede del FMI ven las cosas de manera diferente. Se filtraron –con poco impacto, la verdad-- los documentos internos en los que los oficiales del Fondo clamaban contra los cálculos de la comisión y declaraban la inviabilidad del acuerdo, poniendo luz a la más que evidente insostenibilidad de la deuda pública griega. Haciendo memoria, recordaremos que los cálculos suponían que Grecia debía tener un superávit primario (saldo de ingresos menos gastos públicos sin contar los intereses de la deuda) de cerca del 3,5% del PIB para estabilizar su deuda. El horizonte del acuerdo suponía para 2015 un superávit primario del 0,25% y la cifra obtenida ha sido del 0,7%, sustancialmente superior al previsto, pero insuficiente para contribuir a equilibrar las cuentas públicas griegas. Las expectativas son que para el año 2018, Grecia alcanzará –y con no poco sufrimiento adicional-- un superávit primario del 1,5% del PIB, lejos todavía de las cifras necesarias para que se cumplan las previsiones del plan.
Incluso en el mejor de los escenarios, con estas cifras es poco probable que Grecia pueda volver a financiarse en el mercado en un corto plazo de tiempo. La Eurozona tendrá que seguir financiando a Grecia a tipos preferenciales durante años o, como el Gobierno griego viene demandando desde la negociación del tercer rescate, acordar un alivio de su deuda.
Esta es la posición del Fondo Monetario Internacional: asumir de una vez por todas –públicamente se entiende, ya que en privado sólo los cínicos lo negarían-- que la deuda griega es insostenible y que requiere algún tipo de alivio. El FMI acaba de proponer reestructurar la deuda de tal manera que comience a cobrarse en 2040, esto es, una “condonación en la práctica”, según el profesor Paul de Grauwe. Sólo medidas tan drásticas podrían garantizar la estabilidad de las deuda griega y dar un poco de respiro al país.
El FMI acaba de proponer reestructurar la deuda de tal manera que comience a cobrarse en 2040, esto es, una “condonación en la práctica”
Los ministros de la Eurozona fueron muy firmes en la exigencia de nuevos ajustes al Gobierno griego en su reunión del 9 de mayo, pero muy tímidos en la consideración de una eventual reestructuración. Es decir, siguen instalados en la cara oculta de la Luna cuando de economía y finanzas públicas se trata. El 24 de mayo tendrá lugar la reunión de revisión del rescate, y se espera que para entonces haya algún tipo de progreso en, parafraseando la bella canción de Joan Manuel Serrat, “propiciar un diálogo de franca distensión, que les permita hallar un marco previo, que garantice unas premisas mínimas, que faciliten crear los resortes, que impulsen un punto de partida sólido y capaz, de este a oeste y de sur a norte, donde establecer las bases de un tratado de amistad que contribuya a poner los cimientos de una plataforma donde edificar… ” un posible acuerdo de reestructuración de la deuda griega.
Quien escribe estas líneas es poco o nada optimista al respecto. Los gobiernos de la Eurozona ya han mostrado hasta qué punto son capaces de saltarse la más mínima concepción de sentido común enviando la pelota del problema griego hacia adelante. No parece que haya motivos, más allá de la presión del propio FMI y los riesgos de implosión política en Grecia, para dejar de apretar las agrietadas tuercas de la economía griega. Lo importante de todo este proceso era mandar un mensaje, bien amplificado por medios y analistas afines: no se pueden cambiar las reglas de la Eurozona, y menos a instancias un partido de outsiders que gobierna un país periférico en dificultades.
Que a la sombra del “No se puede” esté creciendo en Europa la planta de la desesperanza y el resentimiento, cuyos frutos son el populismo xenófobo y el fascismo, poco parece importar, de momento. Para desgracia de la democracia, los derechos humanos y los valores que alumbraron el nacimiento de la Unión Europea.
Ya ha pasado casi un año: Syriza y Tsipras han dejado de ser una amenaza para la civilización occidental y se convirtieron en un operador más del brutal ajuste económico que sufre su país. Varoufakis dejó el gobierno y ahora se dedica a dar conferencias, escribir libros y promover movimientos políticos...
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José Moisés Martín Carretero
Economista y consultor internacional. Dirijo una firma de consultoría especializada en desarrollo económico y social. Miembro de Economistas frente a la Crisis. Autor de España 20130: Gobernar el futuro. Autor de España 2030: Gobernar el Futuro.
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