FRANCISCO PASTOR / AUTOR DE ‘LAS IGUALDADES DESCARTADAS’
“La izquierda debe pelear por las personas, no por las etiquetas”
Vanesa Jiménez 25/05/2016
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Francisco Pastor, en la redacción de CTXT.
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Los ideales empujaron a Francisco Pastor (Madrid, 1986) del periodismo a la filosofía política. La semana pasada publicó su primer libro, un ensayo sobre la ciudadanía y la igualdad, y las izquierdas, y el capital. El título, Las igualdades descartadas (Lapsus Calami), es una máxima que impregna todo el texto, una reivindicación de que ni la ciudadanía ni ninguno de los derechos fundamentales puede ejercerse desde la exclusión económica.
Este ensayo no nace ahora. Comenzó hace años, incluso antes del 15M, pero ninguna editorial lo quiso hasta hace poco. Tuvieron que llegar las mareas, Podemos y los ayuntamientos del cambio para que la política se convirtiera en una moda. La última versión, la que finalmente se publica, está plenamente actualizada.
Charlamos de Karl Marx, Ernesto Laclau, Nancy Fraser y otros en una terraza cercana al salón en el que editamos CTXT. Pastor coordina la sección de Cultura de la revista. Es un joven reportero en España, así que conoce la precariedad y los saltos sin red. También conoce, por vocación, los movimientos sociales y vecinales, y hasta algún que otro equipo de campaña electoral. Pero aquí hemos venido a hablar de su libro y del año que pasó, coincidiendo con un posgrado en Humanidades, buscando explicaciones. O rebatiendo teorías, que también.
“Cuando me preguntaban de qué trata el libro —cuestión obligada después de una lectura concienzuda—, al principio decía que trata de muchas cosas, o me costaba encontrar un punto en común. Pero lo hay. Cuando nos dicen que no somos personas, cuando desde la izquierda nos dicen: tú eres mujer, heterosexual, blanca, o tú eres hombre, gay, negro, nos están poniendo unas etiquetas que nos hacen pensar que nuestros problemas son muy diferentes de los de aquel que tenemos al lado. Y eso le viene muy bien a la derecha. Eso es lo contrario a una idea de emancipación y de unidad que nos hace falta”.
Intuía que los colectivos reconocidos en las políticas civiles no serían solidarios con los demás cuando alcanzaran un estatus
“En el llamado Tren de la Libertad, la primera gran manifestación en favor de la interrupción voluntaria del embarazo —explica el autor— acababa de producirse el ERE de Coca Cola, y allí se plantaron los trabajadores de la planta de Fuenlabrada. Todos hombres, vestidos de rojo. La gente les miraba muy mal, como diciendo, qué hacéis aquí. Ahí estaban, ¿y por qué no iban a estar? ¿Y si resulta que estas dos causas son equivalentes y no lo sabemos? De eso trata este ensayo”.
“La España de Zapatero —prosigue— nos ilusionó mucho a todos. Quizá haya sido el presidente que con más valentía impulsó las aspiraciones de muchas minorías, pero dejó intacta la estructura económica del país. Yo contaba con la intuición de que muchos colectivos que se habían visto reconocidos en aquellas políticas civiles no iban a ser solidarios con los demás cuando alcanzaran un estatus, y quería analizarlo”.
Pastor se detiene en la primera legislatura de Rodríguez Zapatero y hace referencia a la izquierda cultural de Judith Butler, una de las fundadoras del movimiento queer. “Si entre 2004 y 2008 hacemos bandera de una serie de causas, civiles y culturales, que pensamos que son solo nuestras, que nadie nos va a quitar, y no hacemos más, ¿cómo nos quedamos cuando la derecha se apropia de esas causas? ¿Qué pasa cuando la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, cuelga de sus balcones la bandera arcoíris? Sabíamos que ese día iba a llegar y, sin embargo, no buscamos otros modelos de izquierda”.
Para acercarse a esa “izquierda a la deriva”, Pastor selecciona una serie de autores a los que ordena mediante una confrontación sistemática. “Armar la estructura y el hilo del relato fue lo más difícil, había mil formas de hacerlo”, cuenta el periodista. “Tenía a unos autores a los que defiendo, como Chantal Mouffe, Fraser, Marx, Slavoj Žižek, y otros a los que quería responder, como Anne Phillips, Zygmunt Bauman, Butler”.
Una causa, todas las injusticias
Al preguntarle por el politólogo argentino Laclau, sonríe y se apresura a argumentar que su importancia va más allá de que lo siga una parte de Podemos. “Laclau —señala— tenía que estar porque daba respuestas que no daban otros. Respondía a la pregunta de si la bandera del arcoíris puede llegar a representar la lucha contra todas las injusticias. Laclau habla de eso, de cómo un eslabón de la cadena puede encarnar, por momentos, a todos los demás. De hecho, la crítica que hace a Marx es acertada. Si decimos que la única lucha es esta, hay mucho que se queda por el camino. Esa idea de la equivalencia queda completamente anulada, estamos dejando fuera a mucha gente, quitándoles la posibilidad de encarnar una lucha solidaria contra la injusticia”.
El autor cita a Marx y llegamos, en la mitad de la conversación, al principio de este trabajo: el breve ensayo Sobre la cuestión judía, de 1843, anterior al Manifiesto Comunista. “De Marx —explica Pastor— me interesaba el Marx todavía no marxista, el que sostiene que las libertades basadas en la igualdad formal tienen un precio y es que las desigualdades materiales seguirán ahí a pesar de todo. No es lo mismo luchar contra el clasismo que luchar contra la existencia de clases sociales. Son dos causas que nos llevan a lugares muy diferentes”.
“La libertad religiosa —recuerda— no es lo mismo que librarnos de la religión. Ahora están muy de moda las dicotomías, dividirlo todo en dos, los binomios, pero es verdad que ese binomio entre emancipación política y emancipación humana se podría aplicar a muchísimas cosas: a la diferencia entre izquierda cultural e izquierda material, a la diferencia entre feminismos afirmativos y feminismos transformadores. Me parece que el Marx de Sobre la cuestión judía emplea un lenguaje que sirve para explicar muchas cosas que pasan hoy”.
Y entre las cosas que pasan hoy la falta de referentes es consecuencia, según Bauman, otro de los teóricos en los que se detiene este ensayo, de la desorientación política actual. “Cuando se acaban los grandes discursos —argumenta el autor—, la gente deja de creer en la autoridad y empezamos a mirarnos los unos a los otros. Eso no está mal, lo que me apena es que el ciudadano de Bauman no pretende ser plenamente altruista. Es un ciudadano que sabe que necesita a los demás para alcanzar sus propios fines, pero no es un ciudadano que vaya al ágora pensando en el bien común”.
Las mareas sí tienen un carácter mucho más subversivo. Confluyeron todas juntas al llegar a Madrid, defendieron unos derechos que molestaban al poder
El autor muestra su interés en los movimientos sociales actuales y en este punto destaca a Žižek, para el que la política se corresponde necesariamente con el ciudadano universal. “La crítica que Žižek hace a los movimientos sociales es anterior a las mareas, que sí tienen un carácter mucho más subversivo. Confluyeron todas juntas al llegar a Madrid, defendieron unos derechos que molestaban al poder. Hasta entonces, las causas de las minorías solo habían llegado al Congreso a condición de que la estructura económica no se molestara por ello. Hay discursos, como parte del movimiento queer, que aluden mucho a Engels [y a su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado], que sí defienden que los activismos identitarios pueden tambalear la economía. Yo no lo creo”.
La igualdad, que da título al libro, planea por la teoría de casi todos los autores, pero son tres mujeres —Philips, Mouffe y Fraser— a las que Pastor da más voz. “Phillips es feminista, filósofa, aceptada y querida, pero me parece que está a un paso del machismo, o de un machismo no violento, si queremos ser benevolentes. Ella sostiene que para traer la igualdad solo tenemos que asumir que las mujeres cuidan más de los niños que los hombres. Aboga por revaluar el trabajo doméstico. El problema es que lo vincula, sin más, a la mujer”.
“Si hacemos eso —sentencia Pastor— estamos a un paso de los discursos de los años 50. ¿Qué queremos, volver a unos años 50, pero en los que las mujeres tengan un sueldo por ser amas de casa? Revaluemos el trabajo doméstico, hagámoslo entre todos, independientemente de nuestro sexo. Hay que trabajar la lucha contra el VIH, ¿por qué lo tienen que hacer solo las personas LGTB? Ese tipo de asimilaciones son muy poco emancipatorias”.
No tan diferentes
En el ángulo opuesto está Fraser, que es el punto de llegada de este ensayo. “La elijo para acabar porque es a quien voy a dar la razón, junto a Mouffe. Me gusta la combinación de las dos. Fraser defiende que debemos acabar con las diferencias, que tenemos que desistir de unos intereses que están creados socialmente. Mouffe sostiene que el único camino es que nos desnudemos de nuestros intereses: aunque eso no nos vaya a reconciliar como género humano, sí nos ayudará a distinguir al adversario. Otros nos hablaron de tolerancia, respeto, convivencia. Yo, quizá como ellas, preferiría conocimiento de causa. Nos dijeron que conviviéramos entre diferentes, cuando muchas de esas diferencias están creadas: hay que trabajar contra ellas, no asumirlas y reivindicarlas”.
Casi 150 páginas después, en las que de una forma u otra se aborda la emancipación del ciudadano, la pregunta final, y también la inicial, es la misma: ¿dónde está el futuro de la izquierda? “Marx parte de Hegel, pero se olvida de una parte, cuando establece un mañana mejor, redentor, se olvida de que siempre habrá un otros, que es lo que dice Mouffe. Si yo quiero buscar hoy una idea para la izquierda, para las personas que se sientan de izquierda, les pediría que se quitaran todas las etiquetas”.
“Nos han dicho que tenemos que pelear por nuestra condición de gay, negro, mujer —concluye Pastor—. Vamos a caminar en sentido contrario. La izquierda debe pelear por las personas, no por las etiquetas. La fragmentación es muy interesada, hay toda una industria en torno a ella. Si nos desnudamos de todo eso, al final veremos que el enemigo no está entre nosotros, que los de al lado son los nuestros. La gente que está en la cima del mundo se lo pasa muy bien viendo cómo nosotros nos buscamos las diferencias”.
Los ideales empujaron a Francisco Pastor (Madrid, 1986) del periodismo a la filosofía política. La semana pasada publicó su primer libro, un ensayo sobre la ciudadanía y la igualdad, y las izquierdas, y el capital. El título,
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Vanesa Jiménez
Periodista desde hace casi 25 años, cinturón negro de Tan-Gue (arte marcial gaditano) y experta en bricolajes varios. Es directora adjunta de CTXT. Antes, en El Mundo, El País y lainformacion.com.
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