1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Lectura

Tenés todo, tenés nada. Una lección de vida

Miguel Mora 25/05/2016

<p>La grada atlética, en el Estadio da Luz (Lisboa).</p>

La grada atlética, en el Estadio da Luz (Lisboa).

Ángel Gutiérrez / Club Atlético de Madrid

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

UEFA Champions League | Final

24/05/2014

Real Madrid 4- Atlético de Madrid 1

0-1. 36’ Córner que saca Gabi y despeja la defensa. Juanfran la mete en el área de cabeza, y Godín cabecea adelantándose a Casillas.

1-1. 93’ Sergio Ramos cabecea a la red un córner botado por Modric.

2-1. 110’ Bale cabecea a la red en el segundo palo un rechace de Courtois.

3-1. 117’ Marcelo marca desde el borde del área.

4-1. 119’ Cristiano Ronaldo, de penalti.

La familia Mora (dos hijas y una madre, la perdición de un padre) salió al alba de su domicilio en París el sábado 24 de mayo de 2014 rumbo al aeropuerto de Orly. Allí nos esperaba el avión que iba a llevarnos a la final.

Con las bufandas en la maleta y una muda (al día siguiente había elecciones europeas y el que suscribe tenía que currar), llegamos en dos horas al aeropuerto de Lisboa. Vimos aterrizar un montón de aviones privados. Parecía que los mandarines hispánicos venían en masa para ver a su Madrid. Llegamos a casa de nuestro amigo Miguel Fernandes, en el castizo barrio de Graça, a tiempo de desayunar unas exquisitas panquecas. Su encantadora hija, Mariana, y su chica, Joana, nos esperaban despiertas, coitadas.

La mañana fue tranquila. Hacía un sol espléndido y fuimos a dar un paseo por Graça y luego por Campo de Ourique. Sorprendía que las dos aficiones estuvieran juntas en muchos sitios, y sobre todo sorprendía su calma y la ausencia total de incidentes. Allí nos esperaban Miguel y Sara, otros amigos de nuestra feliz época lisboeta. Comimos unas sardinhas deliciosas –obrigado, meus-, y después de intentar dormir una siesta, en vano, pasamos un rato por la Fan Club del Atleti y desde allí fuimos al estadio.   

Las entradas eran una maravilla, a dos metros escasos de la plataforma roja donde se iba a entregar la copa. Tomamos asiento, y enseguida vimos que estábamos rodeados de espectadores neutrales y de merengones camuflados de espectadores neutrales. Estuvieron camuflados hasta el minuto 93, solo en ese momento saldrían del armario.

Mónica había dicho que el Atleti iba a ganar 1-0, y yo estaba tranquilo, relajado y confiado. Pese a que no han vivido en España desde hace nueve años, Elisa y Adriana se saben casi todas las canciones atléticas, y cuando salió el Atleti a calentar empezamos a animar como fieras. El fondo de la izquierda, donde estaba la afición del Atleti, nos quedaba más lejos, pero desde el principio al final se les oyó mucho más que a los blancos, salvo un momento en el segundo tiempo, cuando estos gritaban “sí se puede” (manda pelotas).

Antes de que la bola echara a rodar, hablé con mi compadre Luis por el móvil (su entrada estaba enfrente de la nuestra) y nos dimos ánimos. Allá íbamos. 40 años después, me acordé de mi querido tío Jesús y de su mujer, María Antonia, que fueron a Bruselas a ver la maldita final del Bayern, y pensé: “Vamos a ganarla por vosotros”.

El primer tiempo empezó trabado y nervioso, con el Atleti imponiendo su ley en medio campo y el Madrid de las estrellonas superlativas sin hacer una sola jugada digna de tal nombre. La lesión de Diego Costa a los nueve minutos sería decisiva. Salió en su lugar Adrián, que hizo un gran partido, pero desperdiciar un cambio en una final es dar demasiada ventaja al rival. Creo que el Cholo sabía que Costa estaba al 70% y que lo sacó para ver si cazaba un pase de Koke y marcaba deprisa, intuyendo que la única forma de que el Atleti ganara el partido era si duraba 90 minutos.

El equipo se había dado una paliza terrible en las últimas tres semanas, por no rematar la Liga ante Levante y Málaga, y el Madrid llevaba todo ese tiempo jugando pachangas y preparando de forma obsesiva su obsesiva final. Como se vio luego, Filipe Luis llegó hecho polvo, y cayó lesionado en último tramo; Juanfran lo mismo; Tiago acabó muerto, Villa no podía más e incluso Sosa y Adrián parecieron agotados y sin gasolina los últimos minutos. Sin Arda para mantener la pelota y conducir el ataque, y sin Costa para contragolpear, el Atleti partía en clara inferioridad.

Poco a poco, la tensión del principio dejó paso a los fallos. Tiago perdió un balón fácil en medio campo y habilitó a Bale, que se presentó en el área solo y la echó fuera. Suspiros de alivio. Enseguida, el Atleti, mentalmente más fuerte, con Gabi omnipresente y Koke menos fino de lo habitual, desplegó su “dale, dale” y se vino arriba.

En el minuto 36, el segundo córner a favor acabó en una cantada de Casillas y en el gol de Godín, el héroe de Barcelona. Aleeeeeeeeeti, Aleeeeeeeeti. Toda la parte izquierda del campo se caía, y los Mora nos estrujábamos y nos queríamos más que nunca, saltando, cantando y agitando las bufandas. ¡Mojar en una final de Champions ante el Madrid y en una grada plagada de madridistas! Mucho mejor que un orgasmo, dónde va a parar.

En ese momento pensé que no se nos escapaba. Marcar primero en una final de Champions suele ser sinónimo de victoria final. Y cuando el Atleti se ponía este año por delante casi nadie había logrado empatarle. Teníamos al Madrid totalmente controlado, y ahora además por debajo en el marcador. ¡No se nos podía ir!

El segundo tiempo empezó más veloz y agitado que el primero. El Madrid intentó ponerle sal por la izquierda con Dí María, pero el Atleti aguantaba la presión perfecto e incluso salió tocando por la izquierda varias veces, y llegando con cierto peligro. Villa era un coloso presionando, Gabi estaba en todas partes, Koke controlaba y jugaba, Tiago cerraba bien y Adrián hizo 20 minutos de lujo y tuvo incluso el gol en un remate picado parecido al de Londres que rozó en Kedhira y se marchó fuera.

En el otro área, Courtois sacó una mano cómoda a un tiro libre de Ronaldo, y cuando entraron Isco y Marcelo al campo el Atleti reculó 20 metros. Entonces el Madrid empezó a tener mucho la pelota, aunque solo creó peligro real en algunos bombeos, como cuando Juanfran sacó in extremis un balón que Marcelo intentó rematar de cabeza. Poco a poco, los minutos pasaban y el campo se inclinaba cada vez más hacia Courtois. Morata salió por Benzema, pitado por los suyos (menuda afición de chirigota). Pero Miranda y Godín siguieron aguantando el chaparrón. Cuando más desesperado y ansioso estaba el Madrid, llegó la lesión de Filipe. Esa fue otra de las claves de la final. Llevaba largo rato sin salir de su zona, con los gemelos subidos, y había venido al banquillo, debajo de nosotros, para refrescarse con agua las dos piernas. Faltando siete u ocho minutos, no pudo más y cayó al suelo. La afición merengue montó una bronca absurda, pensando que estaba perdiendo tiempo. “Si vais a ganar igual, pero es que eso es jugar sucio”, me dijo uno que teníamos detrás. ¡Ni siquiera ellos veían posible remontar!

Simeone sacó a Toby para ocupar el lateral izquierdo, y el belga no se arrugó pero se reveló una vez más como el cenizo del equipo. El Atleti estaba aguantando el asedio con hombría y calma. Llegó el minuto 90, y el cuarto árbitro levantó la típica tablilla del Bernabéu; aunque ponía solo un número, el 5, lo que quería decir en realidad era: “Esto dura hasta que empate el Madrid, muchachos”.

Encerrados atrás, achicando balones de cualquier forma, con Villa metido en el área pequeña propia, el Atleti tuvo en el descuento una falta al borde del área contraria que debió administrar mejor. En vez de jugarla en corto y ganar tiempo en el córner, Sosa la tiró directa y blandita a las manos de Casillas. El día anterior, en el último entrenamiento, el argentino había practicado esas faltas con Simone y el Mono haciendo de barrera. Fue el segundo error del Cholo, debió mandar que le dieran el balón a Adrián en el córner para que la aguantara.

En ese momento me acordé de una de las imágenes fetiche de la final de Bruselas, 40 años antes. Gárate empujado por Breitner en el córner del estadio de Heysel, cuando el árbitro en vez de pitar falta a favor del Atleti dejó sacar al Bayern y eso produjo el último ataque de los alemanes. Para entonces los Mora estábamos de pie, abrazados en la grada de Lisboa, gritando “Luis Aragonés, Luis Aragonés”, invocando a nuestro único Dios…

Mónica solo decía “no, no, no” y ya no quería ni mirar. Yo estaba extrañamente tranquilo, pese a que el Atleti ya hacía rato que no era capaz de dar dos pases seguidos. Pensaba que a esas alturas, minuto 92, ya no era posible que el Madrid empatara. Que no podía repetirse un final igual que el de hace 40 años. Que no existe en el mundo una coincidencia semejante. Pero calla, corazón. Ahí está Villa que mete el cuerpo en el área para que Modric no remate. El balón se va a córner, el enésimo. Modric lo tira abierto, y el tiempo se para.

Hay un ejército de gente en el área, pero no parece un lanzamiento demasiado peligroso. Desde esa distancia, si alguien remata, Courtois será capaz de atajar lo que venga. De repente, veo que un jugador blanco se eleva solo (¡solo!), que cabecea el balón, y que este vuela con efecto hacia el poste derecho de Courtois. La para, digo. Pero no. La bolita entra. La grada de los neutrales ruge como una locomotora. Los jugadores del Atleti se desploman. Los Mora estamos a punto de desmayarnos de dolor.

Sí, era posible. Era posible dejar escapar dos veces en 40 años una final de la Copa de Europa de la misma forma. Era posible que el balón entrara por el mismo, idéntico sitio por el que entró el balón de Schwarzenbeck en Bruselas. Y era posible que el gol lo metiera, otra vez, un tipo vestido de blanco y con el 4 a la espalda.

El Cholo debería haberlo sabido. Y yo también. Ese era el único final posible de este sueño. Una pesadilla repetida, pero en peor: con el Madrid quitándonos la gloria a dos minutos de levantar la copa al lado nuestro. ¿Por qué nadie lo anticipó y agarró a Sergio Ramos con un cordel en ese córner? ¿Cómo demonios es posible que rematara solo? ¿Por qué descontó 5 minutos ese hombre? ¿Por qué nadie paró el juego, se tiró al suelo un momento, fingió un desmayo?

Cuando el arbitrillo holandés pitó el final, las Mora lloraban como magdalenas. Les di un abrazo, y les dije que estuvieran tranquilas, que la vida era eso. Elisa se marchó, luego dijo que quiso ver la prórroga cerca del Cholo, detrás del banquillo. En ese momento me giré hacia atrás y vi a Aznar, de pie, sonriendo satisfecho en el palco de la tribuna superior. Pensé que era la ocasión de decirle algo. Pero no me iba a oír. Así que le cité con la bufanda rojiblanca y me miró: me toqué la cara con la palma de la mano dos o tres veces, le hice el gesto de 5 minutos, y luego el del dinerito fresco. El prócer entendió el mensaje y sonrió, satisfecho. Después apartó la mirada.

El suplicio que vino después fue mucho más chabacano y vulgar de lo que merecía un equipo con la casta, la entereza, la sobriedad, la solidaridad y los valores que defiende y practica el Atleti del Cholo. Vimos el gol de Bale, y cuando Marcelo se metió solo hasta la cocina para hacer el tercero, decidimos ir a buscar a Elisa. Cuando salíamos escaleras arriba, un joven imberbe vestido de morado me hizo una peineta y me insultó. “Así que así son ahora los cachorros merengues”, pensé, “tan mentecatos como cuando éramos jóvenes. ¡Qué suerte más grande ser del Atleti!”.

Salimos fuera del campo. Había algunos sonámbulos de rojiblanco paseando. Unos lloraban, otros no podían levantar la vista del suelo. Mientras recorría el estadio por fuera buscando a mi hija, no derramé una lágrima. En 42 años siguiendo al Atleti esta había sido la derrota más cruel, pero todas las anteriores me habían curtido y preparado para aguantar lo peor sin un sollozo.

Unos días antes de la final había visto en televisión la prórroga de Bruselas, y aquello sí fue una verdadera tragedia, porque desde el gol de Luis, el Atleti le pegó un baño al Bayern, que no vio la pelota hasta que la cogió Schwarzenbeck en el último minuto. En aquellos tiempos, perder la final de la Copa de Europa de esa forma era peor que ahora. Hay que recordar que aquel Atleti tuvo que sufrir las seis copas de Europa del Madrid, y que su único consuelo era ganarle a su vecino algunas Ligas y algunas copas en Chamartín…

En Lisboa, el empate del rival y la derrota posterior, aunque solo fuera por su insistencia y nuestro cansancio, fue el resultado más lógico. Solo sentía que las niñas no hubieran visto a Gabi levantar la copa a dos metros de donde estábamos. Pero al mismo tiempo pensé, magro consuelo, que esa derrota terrible iba a enseñarles más cosas que la victoria; que les iba a hacer más sabias y sensibles, y les iba a ayudar a entender que unas veces se gana y otras se pierde, y que lo normal es que los débiles pierdan ante los poderosos.

Ahora, si querían ser del Atleti realmente, ya sabían de qué iba la cosa. Como dijo el Cholo: Tenés todo, tenés nada. Habrá momentos buenos, malos y dolorosos. Pero, venga lo que venga, tengas todo o tengas nada, un atlético nunca se rinde porque tiene lo más importante: corazón y valores. Ganar siempre es fácil y cómodo. Si tienes 400 millones más de presupuesto que tu rival, es tu obligación. Saber ganar, saber perder, y saber esperar requiere más temple y más sabiduría. De hecho, ya estamos esperando la próxima final de la Champions. Y estoy seguro de una cosa: si el Cholo sigue en el Atleti, no tardará mucho en llegar.

La vuelta a casa fue larga y penosa. Luis estaba destrozado, hundido. Pero digno y sereno. Tampoco él derramó una lágrima. Unos días después, le pedí que escribiera su recuerdo de la final. Y me mandó este texto precioso. Aquí se lo dejo:

Unos días más tarde, le pedí a mi compadre Luis que me enviara unas líneas contando cómo había sido su viaje a Lisboa. Y me mandó esto:

La inmensa minoría

Miguel Mora mandó un mensaje:

-Tengo una entrada, ¿te animas?  

-Derrochando coraje y corazón, respondí de inmediato.

Al poco ya había descartado el desplazamiento en avión y los trenes. Estaban completos, así que viajaría en autobús de línea, Madrid-Lisboa la noche del viernes con regreso el domingo a las 9 de la mañana. Sin entrar en demasiados detalles fueron 17 horas. Viajando en autobús, el vuelo es gallináceo. Eso dejó escrito Josep Pla, quien también señalaba que los tres pretextos esenciales para cruzar la frontera eran la luna de miel, los negocios y la peregrinación a Lourdes. Se iba allí a ver el milagro. Descartado el matrimonio y el viaje de negocios, no había dudas, yo también me desplazaba con rumbo suroeste a ver el milagro.

Llegué con tiempo a la estación semivacía. En la dársena esperaba un cacharro astroso, homenaje supongo a los héroes del 74, aquellos miles de aficionados que se desplazaron a Bruselas a ver la final contra el Bayern. Yo tenía 8 años, vi el partido con mi padre en casa de un amigo. Con el empate obsceno y milagroso de aquel tipo de nombre impronunciable cuando ya todo parecía haber acabado a nuestro favor, lloré y lloré y mi padre, que era hincha del Athletic Club y antimadridista inveterado, me

prometió que iríamos al Calderón a ver a nuestros equipos, y seguro que cumplió su palabra. Iribar, Rojo, Uriarte contra Gárate, Luis Aragonés, Ayala... Un lujo.

Soñando con estas cosas estaría cuando las primeras luces del día rebotaron bajo las aguas del Lusoponte. Eran apenas las 5.15 de la mañana hora portuguesa. Estarían en París levantándose los Mora. Supe luego que hubo quien acababa apenas de acostarse. Gloriosa juventud...

Miguel Fernandes, fotógrafo amigo, nos daría cobijo a todos. Pero hubo que esperar a que el día creciera. Me tocó hacerlo en uno de los lugares más inhóspitos que recuerde, la estación Sete Rios. Todo eran relojes averiados, y corrientes de frío, mendigas con carrito y algún madridista despistado. Cuando el metro se puso en funcionamiento me protegí allí de la extraña soledad y de un poco de miedo. Se estiraba la mañana y llegaron los parisinos. Subí a Graça en el tranvía 28. Nos encontramos en casa del fotógrafo para un pequeno almoço y ducha. Al llegar todo sonrisas, ánimo y buen humor. Las jóvenes necesitaban recuperar sueño, los mayores nos fuimos a casa de Pessoa, ya le conocen. D. Fernando no estaba, volvería nos dijeron, pero no pudimos esperar.

Otro Miguel, (Gil y señora) y ya son tres, elegante y distinguido, nos invita a comer sardinas. Se comen, dice, durante los meses que no tienen “r”... Sobrevuelan aviones sin cesar. Sin licores nos proponemos cumplir el deber de la siesta, se intentó pero nada, bufanda rojiblanca y a la puta calle. Aleeeeeeeeeeeti. Fan zone y al estadio Da Luz.

La entrada VIP y su invitación especial desemboca en un nido de vulgares personajes encorbatados con ganas de beber y de que gane el Madrí, como se descubriría más adelante. Fritanga europea. En la ciudad también la corriente era blanca, por más que Mora insistía en que no había más que un equipo. Exultaba. Estuvo también memorable advirtiéndole a un taxista local sobre la reputación de algunos garitos lisboetas.

A punto de tocarse, como sucede entre algunos personajes de Caravaggio, una mano, un metal. Ahí estábamos, rozándola. Y todo se fundió de golpe a negro, como las viejas teles, como las del 74. Poco más pude ver, la cabeza entre las manos mirando al suelo. Pero escuchaba el eco del horror, el griterío los vencedores. Y alcancé entre los dedos a encontrar a Gabi sobre el campo derrengado pero pidiendo cabeza alta a sus compañeros. ¡Oh capitán! ¡Mi capitán! Levántate y escucha las campanas; levántate, izan la bandera por ti...

Pero ya no hubo más sonido de cornetas, solo el rugido del rival, ese que no sabe todavía perder, ni siquiera ganar. Lo había avisado, solo lloraría con la victoria. Pero a punto estuve de no ser capaz de mantener mi palabra cuando me reencontré al final del partido con Miguel, Mónica, Adriana y mi ahijada Elisa, que era todo lágrimas. Demasiado sensible para este drama, ella ya me había avisado con un deje de desasosiego en el taxi camino del estadio que preferiría no ver el partido.

-Mi piange il cuore, acertó a decir antes de dormir.

Aguanté la última embestida de angustia en el alma y me vino a la cabeza la frase secreta de un cuadro de Caravaggio: ‘Voi sapete c’hio vamo’ (Sabed que os amo).

El fútbol no nos debe una, nos debe dos.

¡Gracias Miguel, gracias Atleti!”.

 

Un par de días después, Elisa se decidió por fin a contar su versión de los hechos por escrito. Es esta:

Mi padre me pidió hace unos días que escribiera algunas líneas para su libro, y yo sin ninguna explicación le dije que no. En ese momento él no insistió, pero por supuesto no acabó ahí la cosa. Algunos días después volvió a salir el tema, estábamos comiendo y mi madre me preguntó por qué no quería escribirlo. Me dijo que eran solo algunas líneas y que no me costaba nada. Yo, como buena adolescente, me limité a decir “porque no me apetece”.

En realidad, no era verdad, claro que me apetecía solo que me daba vergüenza. Yo creo que escribir algo sobre el Atleti no es algo tan simple no son solo “unas líneas”, es algo mucho más fuerte, con un significado mucho más fuerte, y por eso me daba vergüenza, porque escribir algo sobre el Atleti me obliga a expresar sentimientos y eso nunca es fácil.

Yo he sido siempre del Atleti, claro, como para no serlo. Lo soy porque mi padre lo es, porque desde que era pequeña me he tenido que tragar muchos partidos, muchas tardes de domingo  en el Calderón, en el frío invierno de Madrid.

Me acuerdo de cuando vivía en Madrid, a mi padre le gustaba mucho llevarnos al campo (a mi y a mi hermana) aunque fuéramos pequeñas e hiciera un frío de muerte. En esa época me daba un poco igual, no entendía mucho así que claro, iba al campo, cantaba los coros y animaba a nuestro equipo. Con el tiempo he entendido que en realidad el Atleti no es un simple equipo de futbol.

Cuando nos fuimos de Madrid yo deje de seguir el futbol, tenia 8 años y me daba un poco igual, después, en plena edad del pavo, estaba yo como para sufrir también por el Atleti, pero este año, el mejor año de nuestras vidas, he empezado otra vez a interesarme por él. ¡Como para no hacerlo!

Mis padres han ido esta temporada a muchos partidos, y yo los he visto también en casa, casi siempre con algún amigo, por supuesto advirtiéndole antes de que o iba con el Atleti, o no entraba. Y partido a partido, me he dado cuenta de la fuerza de nuestro equipo, no solo de los jugadores, sino también de nuestra afición, la mejor afición del mundo.

Hace unas semanas mi padre anunció en casa que teníamos cuatro entradas para la final de Champions, en Lisboa, quién me iba a decir a mí que después de nueve años íbamos a volver a Lisboa, y sobre todo para ver al Atleti. Me puse muy contenta, hacía mucho que no iba al campo y me apetecía muchísimo.

La noche antes de la final, salí por ahí con mis amigos y volví a casa una hora antes de tener que coger el taxi hacia el aeropuerto. Dormí una hora, me metí la bufanda rojiblanca en el bolso y me metí en el taxi con mi hermana y mis padres para ir al aeropuerto.

Llegamos a Lisboa muertos de sueño y fuimos a casa de un amigo de mi padre que nos preparó un desayuno increíble para coger fuerzas para el partido. Dormí un poco porque estaba agotada y después fuimos a comer, ya nerviosos por el partido. Después de comer volvimos a casa para dormir un poco mas pero fue imposible, así que salimos todos con la bufanda al cuello, pasamos por la ‘fan zone’ y cogimos el taxi para el partido. Yo iba con mi padrino en el taxi, y le confesé que no quería ver el partido, que me daba miedo.

Teníamos unas entradas buenísimas en el campo, y yo estaba entusiasmada, el sueño había desaparecido por completo, ahora había solo emoción, miedo y esperanza.

Fueron 93 minutos magníficos, aunque estuviéramos rodeados de merengues yo animaba y cantaba intentando dar ánimos a mi equipo. Cuando metió el primer gol el Madrid y toda la masa con camiseta blanca se puso en pie yo me estremecí y me fui de mi sitio. Subí hasta la entrada del campo, no quería ver más, estuve un  cuarto de hora andando con los brazos cruzados, con otros dos atléticos que tampoco querían verlo, pero luego me di cuenta de que no tenia sentido, que soy del Atleti y que los del Atleti sabemos ganar y perder, y que lo que mejor se nos da es sufrir.

Corrí escaleras abajo para ponerme más cerca del Frente Atlético y me senté en las escaleras a dos metros de los banquillos. Tenía al Cholo delante de mí, no me pude resistir y le canté “ole ole ole, Cholo Simeone”, creo que me sonrió.

Ya con las lágrimas en los ojos no paraba de cantar, miraba a todos los atléticos a mi alrededor, con caras desesperadas seguían animando a nuestro equipo. Resistí hasta el penalti, cuando Ronaldo se quitó la camiseta me sentí humillada y me fui, llorando como una loca. En ese momento pensé en mis pobres padres y en mi padrino Luis, y me pregunté por qué era del Atleti. Mi padre me lo recordó enseguida.

Cuando salí del campo me encontré a mi madre y a mi hermana, las pobres se habían tirado media hora buscándome, estaban preocupadísimas, mi hermana también lloraba. La salida del campo fue muy triste, una masa rojiblanca salía del Estadio Da Luz con lágrimas en los ojos.

Mi padre y mi padrino me contaron lo de hace 40 años, que nos pasó lo mismo, y me di cuenta de que ellos llevan más de 40 años sufriendo por el Atleti, pero también gozando. Sabemos ganar, sabemos perder.

En el metro nos cruzamos con un grupo de atléticos que iban cantando “caaampeones de ligaaa”, y así es, somos campeones de liga y hemos hecho una temporada excepcional, algún día ganaremos la Champions y espero no perdérmelo.

Antes de acostarme dije “mi piange il cuore”, literalmente “me llora el corazón”. Era exactamente lo que sentía en ese momento.

----------------------------------------------------------

Este texto es un extracto del libro El mejor año de nuestras vidas, publicado en 2014 por Ediciones B.

UEFA Champions League | Final

24/05/2014

Real Madrid 4- Atlético de Madrid 1

0-1. 36’ Córner que saca Gabi y despeja la defensa. Juanfran la mete en el área de cabeza, y Godín cabecea adelantándose a...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Miguel Mora

es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí