JAZZ
Benny Goodman, un virtuoso del clarinete
Ayax Merino 1/06/2016
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Benjamin David Goodman, el gran clarinetista y director de orquesta, el universalmente conocido como Benny Goodman, nació el 30 de mayo de 1909 en Chicago, Illinois. Hijo de emigrantes judíos que salieron de Rusia a la busca de un mundo mejor en el que prosperar, fue el noveno de doce hermanos. Su padre, sastre el hombre, se tiraba horas y horas con los alfileres, las tijeras y la aguja, venga a coser para llevar las habichuelas a casa. Sin embargo, hay que reconocerlo, ganaba lo justito para mantener a su numerosa familia, que le costaba muy mucho al sufrido currante llegar a fin de mes, siempre sorteando trampas y deudas.
Ahora, que esos abnegados padres tuvieron siempre muy claro que iban a hacer todo lo posible para que su prole medrara. Por ejemplo, empeñarse en que sus retoños aprendieran música, a ver si había suerte y soplaba la flauta y los chicos conseguían salir adelante. Y así a Benny, cuando era un crío de diez años, le metieron en la sinagoga a estudiar clarinete, sabia elección, sin duda, que acertaron de pleno, en el centro de la diana. No mucho después, cuando era un chavalín, tocaba ya en algunas bandas de su ciudad, Chicago. Y a los catorce añitos, tierna criatura, dejó la escuela y empezó a ganarse el pan con su clarinete. Su padre murió un año más tarde, rudo golpe, golpe recio, y al pobre Benny no le quedó más remedio que arrimar el hombro y hacerse cargo de su familia aportando el jornal que sacaba con su clarinete, que había muchas bocas que alimentar en ese humilde hogar.
No se quedó mano sobre mano, que la necesidad apretaba, y al año, 16 tendría el mozo sobre poco más o menos, entró en la orquesta de Ben Pollack y se marchó a vivir a Los Ángeles. Digo yo, imagino, barrunto, vamos, no me cabe duda, de que el bueno de Benny no dejó de mandar un sobre mensual a su casa mientras estuvo en tan lejanas tierras. Unos años estuvo, hasta 1928 o 1929, que en esto las crónicas no se ponen de acuerdo. Entonces dio un giro a su vida, cruzó de nuevo el país hasta la otra punta misma y acabó por plantarse en Nueva York. Allí anduvo como músico de estudio, en sesiones de grabación, en la radio o, si se terciaba, en alguna obra de Broadway.
Allá por 1933 empezó a trabajar con el productor John Hammond, quien con el tiempo se convirtió además en su cuñado, pues Benny se casó con una su hermana. Y al año ya actuaba con su propia banda en un programa de radio. Y en 1935, tras tocar en Los Ángeles, se hizo conocido en todo el país. La fama, pero a mogollón. La fortuna le sonrió y le acarició con sus alados dedos.
La necesidad apretaba, y al año, 16 tendría el mozo, entró en la orquesta de Ben Pollack y se marchó a vivir a Los Ángeles
Al hombre parece que no le bastaba con dirigir una banda de éxito y quiso también formar un trío. Siempre le gustó, a Benny, eso de alternar grandes orquestas y grupos pequeños. Así que cogió a su batería, Gene Krupa, y llamó a un excelente pianista negro, Teddy Wilson. Y el trío poco después se convirtió en cuarteto con la llegada de Lionel Hampton, vibrafonista también negro. Aquello provocó un ruido de mil demonios, digo, lo de que se juntasen blancos y negros sobre un escenario en una época en la que eso no se llevaba nada, por decirlo así, pues lo común era que negros y blancos anduviesen separados, no sólo en los grupos de jazz, claro, la segregación, ya se sabe. Pero eso a Benny le importó un pimiento ¡Bien, Benny, bien! Por cierto, el cuarteto de marras era soberbio.
No mucho más tarde, alguien, un periodista, cosas de la publicidad, le coronó como rey del swing en la portada de una revista ¡Caray, rey del swing! Un pelín exagerado me parece a mí eso. Más que nada, porque me vienen así a la cabeza de golpe y porrazo los nombres de más de un músico negro que, para mi gusto, hubieran merecido tal galardón con mayor justicia. Pero bueno, ya lo he dicho, cosas de la publicidad. No quiero quitarle méritos a Goodman, cuya banda sonaba de maravilla y creaba swing a raudales, tanto ritmo y marcha que los espectadores enloquecían literalmente. Benny hacía jazz, puro jazz, jazz de verdad, jazz del bueno, un excelente jazz.
Un virtuoso del clarinete, eso era. Que hacía lo que quería con su instrumento, pero lo que le venía en gana. Una delicia escucharle, con esa facilidad que tenía para la improvisación. Un tipo obsesionado por alcanzar la perfección, era de lo más exigente con sus músicos. Frío y cortante cuando se enfadaba, helaba con su mirada acerada al pobre desgraciado que hubiera osado provocar su cólera.
Tan bueno era el tío, que hasta tocó música clásica con orquestas de relumbrón, pero así sin despeinarse. Mozart, Aaron Copeland, Béla Bartók, casi nada. Hay que ser muy bueno para atreverse con semejantes mendas y salir airoso del intento. Benny lo hizo.
Siguió el hombre, con su orquesta y sus pequeños grupos, cuartetos, sextetos, según las veces. Unos músicos se iban y otros nuevos ocupaban su lugar
En 1938 la lió parda. Que se dio el placer de actuar con su banda en el Carnegie Hall de Nueva York. Afirman los papeles que ese fue el primer concierto de jazz celebrado allí, en ese templo sagrado de la música clásica, aunque no esté la cosa clara del todo. Da igual, como tal ha pasado a la historia. Fue todo un acontecimiento. Un concierto memorable. Un montón de músicos, Harry James a la trompeta, Goodman al clarinete, Krupa a la batería, entre otros, dando caña y más caña al personal allí reunido. Un puro delirio. Gran música, música excelente. Escúchenla, no se priven, que está grabada.
Y así siguió el hombre, a lo suyo, con su orquesta y sus pequeños grupos, cuartetos, sextetos, según las veces. Es ley de vida, unos músicos se iban y otros nuevos ocupaban su lugar. Cootie Williams, por ejemplo. O el gran Charlie Christian, que estuvo hasta su precoz muerte tañendo su guitarra junto a Goodman.
Y luego la II Guerra Mundial. Y la imparable decadencia del swing y las grandes orquestas. Benny también la sufrió. Y el hombre se adaptó a los tiempos como buenamente pudo, haciendo la música que quería y sabía hacer. Montaba una orquesta para una gira y a la vuelta la disolvía.
Y así transcurrieron los años, que no dejan nunca de correr los malhadados. Benny dio conciertos por el mundo entero, incluida la misma URSS, donde tocó, si mal no recuerdo, allá por 1962.
En 1978, cuadragésimo aniversario de su famoso concierto de 1938, actuó de nuevo en el Carnegie Hall de Nueva York con un montón de buenos músicos, por eso de celebrar tan señalada fecha como Dios manda. Allí no estuvieron ni Harry James ni Gene Krupa, que cuarenta años no pasan en balde. Al menos, le acompañó Hampton.
Y siguió Benny un año tras otro con su manía de tocar, aunque fuese de vez en cuando, maravillosa manía. Pero un día su clarinete dejó de sonar. Falleció en Nueva York el 13 de junio de 1986.
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Esta semblanza puede escucharse en Jazz en el aire.
Benjamin David Goodman, el gran clarinetista y director de orquesta, el universalmente conocido como Benny Goodman, nació el 30 de mayo de 1909 en Chicago, Illinois. Hijo de emigrantes judíos que salieron de Rusia a la busca de un mundo mejor en el que prosperar, fue el noveno de doce hermanos. Su...
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