1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

FOTOGRAFÍA

Retratos de Chinolope

El artista, de 84 años, guarda su inmenso archivo —Tennessee Williams, Jack Kerouac, Fidel Castro, el Che, Virgilio Piñera, Severo Sarduy, Julio Cortázar, Lezama Lima, Cabrera Infante, Eduardo Galeano— en una precaria vivienda, al final de un pasillo

Mario Luis Reyes (El Estornudo) 1/06/2016

<p>Chinolope, retratado en su casa.</p>

Chinolope, retratado en su casa.

M. L. REYES

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Chinolope es un gran fotógrafo y vive al final de un pasillo en Marianao. Chinolope tiene 84 años y, si lo miramos de cierto modo, ha sido olvidado. No le queda más esperanza que su esposa. Las condiciones de vida de Chinolope hoy en día son precarias.

Su casa se encuentra protegida por una reja metálica y una vieja puerta de madera. La cocina y la sala es lo primero que se distingue desde la entrada. Detrás de un refrigerador americano marca Hotpoint, desgastado por el tiempo como casi todo en la habitación, se adivina una puerta pequeña. El baño, supongo. Tres fotos de Víctor Manuel, una del Che y otra de Lezama Lima decoran la sala, junto a una mesa de madera, un librero y varias cajas sobre un estante.

Chinolope vive con Esperanza Rodríguez, su esposa. Esperanza es una mujer de gran cultura, adquirida en París, ciudad en la que vivió alrededor de diez años y de la cual trajo un título de licenciatura de La Sorbona y una extraña forma de pronunciar la erre. Esperanza conoce la obra de Chino casi tanto como él.

Isabel Junqué e Inochi Guendai fueron los padres de Fernando López Junque, Chinolope. Isabel fue una “mulata a peso completo”, muy bella, que se ganaba la vida cantando, me cuenta, aunque prefiere no hablar del tema, que le provoca tristeza. Inochi fue un japonés que llegó misteriosamente a Cuba en barco. Tras conocer a Isabel, se fueron a vivir juntos a Jesús María, barrio de La Habana Vieja, donde en una pequeña casa nació el Chino, en 1932, aunque apareció inscrito en 1937. Chino nació de pie y, dicen, estuvo aproximadamente dos horas muerto.

La estancia de Inochi en La Habana fue menos que breve.

–Mi padre logró abrir una bodega al lado de la casita donde vivíamos con dinero que había traído de Japón. Mi madre contaba que era un hombre bueno, tranquilo, aunque de carácter muy fuerte. Un día aparecieron dos japoneses, con sus moñitos amarrados y todo, agarraron a mi padre, quien no se pudo ni despedir de nosotros. Mi mamá me escondió, con miedo de que nos mataran. Cuando regresamos a la casa, mi padre no estaba, nunca lo volvimos a ver, yo prácticamente no lo conocí. A partir de este momento pasamos muchas dificultades, sobre todo económicas, nos mudamos tantas veces que creo que recorrimos toda La Habana.

Para combatir la miseria, y por su intranquilidad característica, desde los cinco años se dedicó a vender periódicos, y por ahí aprendió a escribir. En un inicio, al ser incapaz de leer los titulares, los demás muchachos se burlaban de él cambiándoselos por otros falsos, que inocentemente pregonaba. Nunca asistió a una escuela.

La vida de Chinolope es digna de biografías, y quizá el momento que marca un punto de inflexión en esta ocurrió en Nueva York a fines de los cincuenta.

–Yo me fui a Estados Unidos en una avioneta –dice–. Salí desde la Casa del Helicóptero que estaba por La Habana Vieja, cerca del Sloppy Joe´s. Un amigo me ayudó. En esa época era muy sencillo, no hacía falta pasaporte ni visa ni nada. Te daban cualquier pasaporte (falso). Al principio pasé trabajo en Nueva York, deambulaba por las calles, hasta que conocí a Tatica, que era un músico descendiente de cubanos y puertorriqueños, con quien hice gran amistad. Cuando Tatica terminaba de tocar en los diferentes cabarets, bajaba al público y les hacía fotos a los allí presentes, para luego vendérselas.  Un día me dijo: “Chino, hasta un niño tira una foto, lo único que tienes que tener es sensibilidad”.

El 25 de octubre de 1957, Chinolope sintió un tiroteo “de tres pares de cojones”. Acababan de asesinar en la barbería del Hotel Sheraton a Albert Anastasia, líder de la familia criminal Gambino, una de las cinco que controlaba la mafia neoyorquina.

–Empecé a apretar el obturador sin parar, no sé ni cuántas veces. En ese momento un tipo me agarró por el hombro, me montó en un carro y me llevó a un cuarto oscuro. Yo no sabía casi nada de fotografía y pensé que me había jodido. Pero el hombre me dijo: “Mira, esta foto la hiciste tú. Tienes talento, cabrón. ¿Qué hacemos contigo?” Yo estaba en shock. Al hombre le parecía inaudito que yo hubiera hecho esa foto. Entonces sacó dos mil dólares del bolsillo y me los dio, eso en aquella época era una fortuna, de verdad.

Chinolope confiesa que le gustaría visitar el Sheraton en la actualidad, “para ver cómo está”. Es una de las pocas veces que lo veo entusiasmado.

–Me traumatizó aquel tiroteo. ¡Tú sabes lo que es ver a una persona baleada! –dice con las cejas arqueadas.

Pero el problema más grande fue cuando llegó a casa de Tatica, quien le dijo:

–Ahora sí tú no te puedes quedar más aquí, porque tú robaste, y eso sí nunca lo hemos hecho.

–Le decía que no, que no, que no había robado –dice Chinolope–, pero él seguía con la idea de que yo no podía haber ganado todo ese dinero, hasta que lo convencí de que encendiera la radio y escuchara la noticia.

Al otro día Life publicó la foto, lo que indirectamente le abrió una puerta a Chino en la famosa revista, donde seguirían apareciendo sus imágenes paulatinamente.

–Yo no viví en Nueva York a tiempo completo, nunca abandoné mi patria, en esa época iba y venía constantemente, era muy sencillo. Lo que marca mi regreso definitivo a La Habana es la muerte de Tatica. Yo creo que lo mató la droga.

Chinolope habla de forma electrizante, como si su generador parpadeara. Por momentos susurra, pero de repente puede despertar en un alarido que nos levante del susto.

Por aquellos años, La Habana estaba llena de mafiosos. Chinolope –confiesa sentir tristeza al recordar esas cosas– le hizo una foto escondido a Santo Trafficante. La foto se publicó en Life a página completa, pero al régimen batistiano no le convenía que aparecieran esas imágenes, no querían documentos gráficos que los vincularan con el mundo del hampa.

–Yo estaba sentado en Sans Souci cuando me agarra Manaza Niño Valdés, que era el guardaespaldas de Ventura. En aquella época te mataban por cualquier cosa, casi te digo que te mataban por ser joven. Niño Valdés me dice: “Al fin te encontré, tómate tu último whisky, que tú no regresas a este mundo,”  y justo en ese momento aparece Santo y me saluda. Cuando se percata de la situación le chasquea los dedos a Manaza y le dice: “Piérdete, piérdete”. Después me preguntó si con la camarita chiquitica que yo tenía le había hecho la famosa foto, le dije que sí, pero intentando convencerlo de que era para inmortalizarlo, y más o menos lo convencí. Trafficante me salvó la vida.

Esta última frase la repite varias veces.

Chinolope, en La Habana de finales de los 50’, ya era un fotógrafo con cierto reconocimiento. Colaboraba asiduamente con Life, Times y Paris Match, revistas de primer nivel fotográficamente hablando. El destacado actor de Hollywood, Errol Flynn, quería subir a la Sierra Maestra acompañado por Chinolope como parte de un documental que estaba realizando, pero no lo lograron. Posteriormente, Andrew Saint George, importante fotógrafo norteamericano relacionado con la agencia Magnum, también empezó a trabajar con Chino.

Con Saint George sí subió finalmente a la Sierra. Ahí retrató a algunos de los barbudos, conoció a Fidel, Raúl, el Che. Todas las fotos fueron adjudicadas a Saint George, aunque Esperanza me cuenta que hace poco vio por casualidad algunas de ellas y fue capaz de reconocer cuáles eran de Chinolope. Además, estos dos fotógrafos estuvieron en la Batalla de Santa Clara, sobre el techo del hoy hotel Santa Clara Libre. Aleida March, en su libro de memorias Evocación, lo confirma. Fue otro momento en que Chinolope tuvo la muerte muy próxima.

Saint George lo alertó de francotiradores que podían hacer diana en el lugar que ellos se encontraban. Chino logró cubrirse, y escuchó muy cerca el impacto de los proyectiles. Saint George se convirtió en uno de sus mejores amigos por esos años. Tras subir a la Sierra, el norteamericano había descubierto cierta simpatía del Chino por Ernesto Guevara. Al triunfar la Revolución, Saint George le propuso a su compadre ir a trabajar juntos a New York, y al recibir la negativa le dijo: “Te va a pesar irte con el argentino, vamos conmigo. Si te quedas, entierras tu ingreso a la Magnum”.

Después de la despedida, se perdió el contacto entre ambos.

A la par de sus aventuras fotográficas, en 1961 Chino conoció quizá a la persona más influyente en su vida, José Lezama Lima. Chinolope ha sido calificado en ciertas ocasiones como “excelentísimo fotógrafo de escritores”, y aunque su obra es mucho más variada, le agradece a Lezama ser su puente más sólido al mundo de la literatura.

–¿Sabes cómo conocí a Lezama? –pregunta con picardía–: buscando libros en una librería de O’Reilly. En esos días estaba leyéndolo, y por su lenguaje tan cargado de símbolos se me hacía difícil entender; entonces aproveché para pedirle al librero que me explicara una de esas metáforas. Me dijo que Lezama Lima era una metáfora como persona, y señalando hacia la puerta añadió: “Mira, ahí lo tienes, pregúntale a él.” Me acerqué con cierta timidez y le dije: “Maestro, yo quiero que usted me explique esto”, a lo que me respondió: “Eso no tiene explicación, solo el tiempo lo puede explicar.” Quedé estupefacto.

Lezama le tomó un cariño bárbaro. No lo agobió, al contrario, le regaló algunos libros y un diccionario.

–Me ponía párrafos completos para que yo memorizara, él consideraba la memoria como un elemento muy importante. Fue muy generoso conmigo, era un hombre de una profundidad y un humanismo enorme. Nunca más nos separamos, hasta su muerte. Yo lo visitaba siempre y él me preguntaba: “¿Chino, que tal de resonancia?”, para que yo lo pusiera al día de lo que estaba sucediendo en la calle. Me dijo algo que nunca olvidaré: “hay quien es culto y es analfabeto, hay quien es analfabeto y es culto, lo que determina es la sensibilidad”.

Tras el triunfo de la Revolución, Chinolope colaboró con diversos medios de aquella, pero sus trabajos de más peso fueron los que realizó por encargo de Celia Sánchez para “plasmar la realidad y las figuras representativas de aquella época”, por lo que viajó por toda Cuba.

Estas fotos vienen a ser el principio de Estudios Revolución. Chinolope se molestó al tener que entregar siempre, además de las imágenes, los negativos de estas, lo que lo privaba de los derechos de las fotografías. Celia, en aquellos años en que el altruismo era más común de lo que hoy imaginamos, argumentaba que las fotos no le pertenecían a él, sino a la patria, explicación que el Chino nunca ha aceptado del todo. Como consecuencia, hoy gran parte de su obra no le pertenece, no recibe por ella remuneración alguna, y en muchas ocasiones, ni siquiera crédito.

Ante la negativa del fotógrafo a seguir trabajando en esas condiciones, tuvo que intervenir el Che, de quien el Chino presume haber sido amigo, aunque reconoce que tenía un carácter muy difícil, muy fuerte. A petición del Che, Chinolope hizo uno de sus trabajos más representativos. Guevara le solicitó ir a los ingenios azucareros, infiltrarse entre los trabajadores hasta convertirse en uno de ellos, buscando una empatía entre el fotógrafo y los obreros, alegando que esa era la única forma en que podría retratar con autenticidad la realidad de la industria.

De dicha experiencia, surgió el libro Temporada en el Ingenio, con prólogo de Lezama Lima. Según algunos críticos, es la obra que imbrica al Chino con la Revolución Cubana. A partir de Temporada… se empezó a evidenciar claramente una lucha que determinada burocracia ha sostenido en detrimento de la obra y la persona de Chinolope. El libro demoró 17 años en ser publicado, desde el año 70, cuando fue  terminado, hasta 1987, fecha de la primera y única edición cubana que ha tenido, gracias a la persistencia de un amigo que lo buscó por cajones y gavetas de la editorial hasta encontrarlo y luego defender a capa y espada su publicación. Lezama, fallecido en 1976, no lo llegó a ver.

Esperanza Rodríguez, tras colocar el álbum sobre la mesa, me comenta:

–Siempre hemos tenido el nudo en la garganta de no tener un libro a la altura de las fotos y del hermoso texto que para él escribió Lezama. Los 17 años que estuvo engavetado no fueron la única afrenta realizada a esta obra, también lo es la inclusión de numerosos grabados para suavizar la presencia de las fotos de Chino. Hace unos años fue publicado en Argentina, pero en un pequeño formato que tampoco nos satisfizo del todo.

Chinolope ha sido un auténtico defensor de la cultura a lo largo de toda su vida, lo que le ha valido problemas en más de una ocasión con la burocracia cultural, muy fuerte en nuestro país y más en aquellos años 70. Todavía en el siglo XXI hay quien considera un acto de irreverencia el de exaltar su obra públicamente.

Al principio de la Revolución se emitieron criterios muy desacertados hacia el Ballet, del que se dijo que era para los burgueses y los homosexuales. Chinolope no estuvo de acuerdo con ello, por lo que le comentó a Lezama su descontento con esta situación y su intención de realizar una exposición fotográfica sobre la figura más deslumbrante del Ballet en aquellos años, Alicia Alonso. Con el apoyo de Haydée Santamaría –quien fuera su jefa gracias al vínculo de Chino con Casa de las Américas–, logró organizar una exposición en la Biblioteca Nacional llamada Espejo en la Plenitud. Figuras como José Antonio Portuondo, Alejo Carpentier, el Padre Ángel Gaztelu, Alicia Alonso y el propio Chino aparecen en la foto que cuelga de un discreto marco en la sala de su casa, tomada presumiblemente el día de la inauguración de la muestra. Esta exposición le valió nuevamente el recelo de algunos sectores.

La guerra de la burocracia contra el Chino fue fuerte. Esperanza cuenta que lo conoció pesando 80 libras, después de la muerte de Lezama, algo que también lo afectó sobremanera. Por ese entonces, trabajaba en Casa de las Américas, donde aún hay un archivo con algunas de sus fotografías.

–Haydee quiso y ayudó mucho al Chino –dice Esperanza–. Ella se preocupaba por su estado de salud, y más cuando él le dijo que comía cada 15 días como Gengis Kan.

Los amigos son piedras angulares en su vida y su obra. Cortázar es uno de los que recuerda con más afecto. “Ese sí era un genio”, es lo primero que Chino dice al recordar su nombre.

El azar hizo coincidir a estos dos hombres horas antes de lo previsto. Ambos caminaban por El Vedado cuando se tropezaron. A Chino le llamó la atención la estatura del argentino.

–Julio anda buscando una dirección, que casualmente era la de María Rosa Almendros, quien trabajaba en Casa de Las Américas y yo la conocía, entonces lo acompañé hasta la puerta de la casa.

Lezama había citado a Chinolope a las seis de esa misma tarde en su casa de Trocadero 162 para darle una sorpresa. Al llegar Chino, Cortázar reaccionó: “pero si ya nos conocemos”. ¿Cómo puede ser?”, dijo Lezama. “Pues estamos en el terreno de lo fantástico”, contestó el argentino.

–Fue una gran amistad, aquí guardo las cartas que me enviaba, muchas veces también mandaba materiales para la fotografía porque sabía que podía ser difícil conseguirlos. Lezama y Cortázar fueron dos grandes amigos, y nuestra relación quedó inmortalizada en la foto que nos hicimos en el restaurante El Patio, de la Plaza de la Catedral. Ellos me dijeron: “Ven, ponte con nosotros que si no después no te van a creer”.

Chinolope retrató varias veces a Cortázar, inclusive el libro dedicado al autor de Rayuela en los 100 años de su nacimiento lleva como portada la célebre imagen que Chino le hizo en el malecón habanero. Por su parte, se dice que el personaje del cuento Las babas del diablo está inspirado en el fotógrafo cubano. Cortázar fue un fiel defensor del Chino en los tiempos que la burocracia más se ensañó con este.

Conversar con Chinolope sobre sus amigos lo angustia. Me llama la atención que no hay ni uno vivo entre los que mencionamos, y algunos, como Roque Dalton, fallecieron en dolorosas circunstancias. Chino tiene una foto de Roque comiendo en La Habana, cuando se despidieron en el Hotel Capri, el mismo día en que el poeta partió definitivamente para El Salvador.

–A este lo asesinaron allá, lo mataron sus propios compañeros –dice con amargura.

Mencionar a Severo Sarduy también provoca cierto abatimiento en el rostro del Chino. Esperanza cuenta que ellos intentaron convencerlo para que regresara a Cuba, pero Severo tenía miedo de ser mal recibido. Y luego dice que guardan sus cartas ahí, señalando un estante. Chinolope interrumpe a su esposa y le pide que no hable más del tema, visiblemente afectado. Ella, sin embargo, concluye:

–Es muy penoso todo, el murió en París de sida, no logramos que volviera, así es la vida, hay que conformarse.

También me hablan de Cabrera Infante, de quien Chino fue amigo en la época en que el autor de Tres tristes tigres vivía en un solar de La Habana Vieja. Las últimas fotos de Caín en La Habana fueron hechas por el Chino, a petición del mismísimo Carlos Barral, prestigioso editor. Cabrera también intentó convencer alguna vez al fotógrafo de irse de Cuba. Nunca le guardó rencor, pero por esa decisión, la de quedarse, lo consideró un ingenuo, un hombre que no sabía lo que hacía.

Chinolope ya apenas sale de su casa. Aunque se ve ágil para su edad, prefiere evitar accidentes en las maltrechas calles y aceras de Marianao. Tras pasar tanto tiempo encerrado ha adoptado un carácter en ciertos momentos ermitaño, de rechazo al mundo exterior, paradójico en un hombre que basó su vida y obra en andar y desandar La Habana, capturando imágenes extraordinarias.

Chinolope es un fotógrafo de la era analógica, muchas de sus fotos ni siquiera han sido digitalizadas, la mayor parte de su obra, al menos de la que todavía le pertenece, se conserva en negativos, los que se han ido estropeando poco a poco por las condiciones de humedad en que se encuentra su vivienda, donde realmente no hay ningún tipo de ventilación. Una buena parte de sus archivos fotográficos están aún sin explorar. Se queja de la falta de consideración que se ha tenido con su persona y me señala la imagen del Che de más de un metro de largo que cuelga de una pared.

–Pero al Cristo de América nunca lo voy a quitar de aquí –dice.

Y luego:

–Esta casa la han visitado personalidades importantísimas, pero la verdad es que ya prefiero que no venga nadie, me da pena que vean esto.

Chinolope ha retratado a Tennessee Williams, en Estados Unidos y en Cuba, ha retratado a Virgilio Piñera, a Fidel Castro, a Jack Kerouac, a Allen Ginsberg, a Ernesto Guevara, a Víctor Manuel, a Wifredo Lam, a Sindo Garay, a Cesar Portillo de la Luz, a Carlos Fuentes, a René Portocarrero, a Celia Sánchez, a Julio Cortázar, a Albert Anastasia, a Lezama Lima, a El Chori, a Yuri Lotman, a Flora Fong, a Santo Trafficante, a Roque Dalton, a Raúl Castro, a El Caballero de París, a Cabrera Infante, a Severo Sarduy, a Alicia Alonso, a Eduardo Galeano, a Haydée Santamaría, a sí mismo.

Entre las últimas exposiciones que ha realizado se encuentra una dedicada a Virgilio Piñera, “porque mientras a Lezama le zumbaron cinco años de silencio a Virgilio le zumbaron un silencio mucho más largo”. También realizó otra a Cesar Portillo de la Luz, en Santo Ángel, meses antes de la muerte del compositor.

La última exposición de Chinolope fue en la galería Wifredo Lam, que es la galería de Marianao. Chino expuso esa vez las imágenes que conforman el álbum Temporada en el Ingenio, pero como no hubo presupuesto tuvo que recortar las fotos de uno de sus libros para colocarlas en los marcos. Varias personas asistieron a la inauguración. Ahora Chinolope se siente derrotado, no le interesa volver a exponer.

Su vida es una película, y varios cineastas han intentado filmarla, entre ellos Sydney Pollack.

Ya no hace fotos, ni siquiera tiene cámara fotográfica, tampoco camina las calles de La Habana y el Vedado como años atrás. Chinolope vive al final de un pasillo en Marianao. Chinolope tiene 84 años. A Chinolope no le queda más esperanza que su esposa.

______________

Esta pieza se publicó originalmente en El Estornudo.  

Chinolope es un gran fotógrafo y vive al final de un pasillo en Marianao. Chinolope tiene 84 años y, si lo miramos de cierto modo, ha sido olvidado. No le queda más esperanza que su esposa. Las condiciones de vida de Chinolope hoy en día son precarias.

Su casa se encuentra...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Mario Luis Reyes (El Estornudo)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí