Tribuna
Transversalidad, cuando los fines pueden responder a distintos principios
Tratar de unir a más personas de distintas procedencias requiere reflexionar sobre un nuevo contrato social al margen de principios, identidades políticas de partida o tradición de voto
Juan Mateu 1/06/2016
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He seguido con atención la serie de artículos sobre la transversalidad a partir del artículo de Iñigo Errejón y las sucesivas réplicas de apoyo o críticas publicadas por CTXT. Esta modesta contribución trata de buscar un enmarcamiento de la transversalidad al margen de marcos formalmente teóricos y más cercana a los mecanismos personales para optar por una determinada opción electoral.
La transversalidad en la búsqueda de una mayoría suficiente para generar las bases de un cambio debe basarse en la propuesta de finales compartidos, independientemente de los principios identitarios de las personas que en un momento dado puedan compartir unos deseos comunes. Como ejemplo, la defensa de la sanidad tal y como se concibe en España tanto desde argumentos a favor de lo público más ligados a principios de izquierda o simplemente apelando a que el modelo más alternativo, el que rige en Estados Unidos, casi dobla a España en términos de coste en relación al PIB, y adicionalmente con mucha gente excluida del sistema. Es decir, puede llegarse a la misma conclusión de lo que es óptimo en un momento y lugar dados partiendo de bases ideológicas cercanas a la izquierda y criterios de eficiencia económica tradicionalmente asociados a opciones más liberales o conservadoras.
El querer no solo compartir unos fines sino imponer los porqués de esos fines hace más difícil que se dé esa doble coincidencia, es decir, insistir en el etiquetado de los objetivos resta el apoyo de aquellos que compartiendo el objetivo podrían rechazar bien la etiqueta o principio originante de la necesidad de una determinada medida política.
De las pocas cosas positivas que ha traído la crisis es que muchas personas de distintas tradiciones de voto han reflexionado sobre si las fuerzas a las que apoyaban siguen defendiendo los fines a los que se sentían próximos o no. ¿Cuántos pequeños ahorradores preferentistas se habrán visto estafados por cajas de ahorro controladas por los partidos a los que votaban? ¿Cómo se puede sentir gente defensora del mérito y la capacidad que empujaba a sus hijos a esforzarse cuando ven que ahora no hay trabajo para tanta cualificación y deben emigrar?
La crisis ha hecho que muchas personas de distintas tradiciones de voto han reflexionado sobre si las fuerzas a las que apoyaban siguen defendiendo los fines a los que se sentían próximos o no
Tratar de unir a más personas de distintas procedencias requiere introducir elementos que permitan que más personas reflexionen sobre un supuesto nuevo contrato social al margen de principios, identidades políticas de partida o tradición de voto. Se deben modificar dos ejes que delimitan el marco sobre el cual la persona decide su voto: la dimensión del entorno de cada cual y el intervalo vital como elementos fundamentales en la elección de políticas.
La dimensión del entorno de cada persona en términos políticos significa el grupo sobre el cual queremos protección vía un determinado programa. Tradicionalmente las opciones liberales y conservadoras se han apoyado en votantes que pensaban en entornos pequeños, uno mismo y la familia más cercana, de ahí la importancia de bajar los impuestos individuales, sucesiones, etc. Por contra, la izquierda ha fomentado una visión para entornos universales, un querer un bienestar de clase, buscando una dimensión que realmente muchas veces excedía lo abarcable por sus potenciales votantes. De ahí que muchas veces parte de la clase trabajadora se haya decantado por opciones políticas más enfocadas al bienestar de entornos cercanos.
Una opción que buscase ser hegemónica intentando aglutinar una nueva mayoría o pueblo constituyendo debería optar por una dimensión del entorno intermedia, la familia cercana y lejana, los vecinos, los amigos, antiguos compañeros de trabajo o colegio. Sobre una dimensión media del entorno de cada persona hay más posibilidades de encontrar parados de larga duración, personas que requerirían de una ley de dependencia con financiación, de gente que ha dejado de estudiar o ralentizado el ritmo por el encarecimiento de las tasas, es sobre esta dimensión, el tratar de buscar algo justo para ese entorno del que se conocen nombres y apellidos, de rostros concretos, donde se puede apelar para formular un nuevo modelo social, un contrato nuevo.
La derecha tradicional ha sabido bien reducir los aspectos temporales de las preferencias, bien al momento presente de las personas, o increíblemente a un futuro que siempre sería mejor
Por otra parte, la derecha tradicional ha sabido bien reducir los aspectos temporales de las preferencias, bien al momento presente de las personas, o increíblemente a un futuro que siempre sería mejor, dando lugar al llamado voto aspiracional. La derecha ha conseguido, y el caso de Esperanza Aguirre en el cinturón sur de Madrid es significativo, hacer creer a una clase trabajadora mejorada o con rentas puntualmente mejores en la bonanza que irían siempre a mejor, y que sus políticas fiscales preferidas debían ser las mismas que convenían a las rentas más altas. La búsqueda de nuevas mayorías pasa por hacer reflexionar al electorado sobre la no linealidad de la vida, que se puede ir a mejor o se puede ir a peor, que puede resentirse la salud. El modelo redistributivo cobra otra dimensión cuando ya no tan solo se trata de transferencias entre rentas mayores y menores, sino cuando se contemplan autotransferencias entre una persona con buena situación en el hoy y que puede estar en circunstancias más adversas en el futuro.
Se trata de aplicar el mismo razonamiento de "aseguramiento" que inspiró la creación de los sistemas de seguridad social europeos a otros niveles de potenciales políticas públicas.
Uno de los errores que pudo cometer Podemos ha sido en la forma de promover ante la globalidad del electorado la reforma fiscal y el aumento de la progresividad. Dicho aumento es posible, necesario, pero sobra decir a "los ricos" y cuantificarlo en los 40 ó 50.000€ de salario anual, entre 2000 € y 2500 € netos. Objetivamente esos ingresos están en la decila de mayor renta salarial, pero alguien con 2000 €, hipoteca adquirida en los años de la burbuja y mayores con pensiones modestas ante el menor revés, enfermedad que requiera cuidados, pérdida del trabajo, etc. quedan en posición vulnerable. Según el CIS, los perceptores de estas rentas estarían dispuestos a pagar más impuestos por tener mejores servicios y coberturas, es decir, pagar 1-2% más de IRPF, 30-60€ al mes, por "si la vida les golpea". Es contraproducente llamar rico a quien no lo es, puesto que se coloca una barrera de entrada que excluye a personas que cabrían en esa mayoría social que se necesita para un cambio, esa nueva mayoría constituyente. En ese aspecto, ese arriba y abajo del discurso inicial de Podemos sí podría tener una clasificación entendible, es de abajo aquel que puede acabar abajo, aunque momentáneamente pueda no estarlo.
Uno de los errores que pudo cometer Podemos ha sido en la forma de promover ante la globalidad del electorado la reforma fiscal y el aumento de la progresividad
Es un tanto infantil asignar los valores de la solidaridad e igualdad a los votantes de las opciones provenientes de la izquierda y el egoísmo e individualismo a los votantes de opciones liberales y conservadoras. Pocas personas son absolutamente altruistas o totalmente egoístas. La gran mayoría respondemos a unos valores u otros acentuando unos u otros en función de circunstancias. A una persona más individualista que puede optar por opciones liberal-conservadoras, si una opción política nueva promueve "contratos sociales" aceptables/útiles a todos los miembros de sus entornos más amplios, o bien contempla medidas vitales donde el infortunio pueda estar presente, la reflexión puede hacerle "cambiar de bando". Una opción populista debe de convencer a más personas para ese sumar todos, ese remar juntos, no crear vetos simbólicos.
Un último aspecto a considerar son los fines intermedios. Es muy revelador que incluso en Estados Unidos personas que se autodefinen como conservadoras "de toda la vida" explican públicamente sus razones para votar a Bernie Sanders.
Financiarización de la economía y destrucción de la economía real, pérdida de democracia por el poder de las grandes compañías, regresividad fiscal etc. son, entre otros, motivos para alinearse temporalmente con las medidas promovidas por Sanders. Tiempo habrá de desmarcarse cuando llegue el tiempo de aplicar aquello "más socialista" de sus propuestas a ojos de un conservador norteamericano.
El ejemplo citado no trata ya de que personas inicialmente provenientes de sectores contrarios a un nuevo orden acaben aceptando una vez vuelvan al gobierno buena parte del marco creado en lo que se viene a llamar irreversibilidad relativa, sino de que inicialmente estén incluso dispuestas a colaborar y compartir parte del camino del cambio. Es decir, muchos pequeños y medianos empresarios querrían volver a disputar el reparto con el factor trabajo de los frutos de nuevas inversiones porque eso sería señal de que la mayoría social ha recuperado su poder adquisitivo y la banca vuelve a prestar dinero a la economía productiva.
Como conclusión simplemente decir que la transversalidad requiere fijar un marco de reflexión que permita postular fines que puedan ser comúnmente aceptados por una mayoría como objetivo inicial de modelo social a largo plazo, y otro tipo de fines intermedios que pueden serlo temporalmente por otros sectores como paso para restituir componentes del contrato social perdido.
Transversalidad implica no obligar a compartir los motivos para una determinada medida a quien la pueda compartir basándose en motivaciones distintas. Transversalidad es reducir el peso de los porqués y hacer pesar los qués, los fines, el reto estriba en buscar motivaciones menos basadas en el pasado ideológico de cada uno, sino en aspiraciones futuras con elementos comunes.
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Juan Mateu es ingeniero, Economista y diplomado en Políticas. Trabaja en el sector de nuevas tecnologías.
@juanmateu
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