Perú deshoja de nuevo la margarita del fujimorismo
Keiko Fujimori se enfrenta a Pedro Pablo Kuczynski, a quien casi dobló en votos en la primera vuelta. El ex primer ministro podría, sin embargo, beneficiarse del rechazo ciudadano al padre de la candidata
Pablo Pérez Álvarez Lima , 3/06/2016
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Perú vuelve a enfrentarse al dilema de si le otorga otra vez el poder a un Fujimori, 16 años después del fin del régimen autoritario de Alberto Fujimori (1990-2000). Su hija y heredera política, Keiko, vuelve a aspirar a la presidencia cinco años después de que se quedara a las puertas por muy poco. Este domingo, 5 de junio, 23 millones de peruanos con derecho a voto eligen en segunda vuelta al que será su presidente para los próximos cinco años. Y nuevamente el país está dividido en torno a un apellido ligado a un gobierno que genera una amplia controversia en el país sudamericano, por las violaciones a los derechos humanos que cometió y por la desbordante corrupción que emanó de su cima y que al principio de su tercer mandato obligó al gobernante a huir a Japón, la tierra de sus padres, y renunciar por fax.
Keiko tiene enfrente a un rival aparentemente débil, el ex primer ministro Pedro Pablo Kuczynski, a quien casi dobló en votos en la primera vuelta, pero que podría beneficiarse del rechazo que genera el fujimorismo en un sector nada desdeñable de la ciudadanía. Se trata de dos opciones que se diferencian muy poco en sus programas electorales, continuistas del modelo ultraneoliberal impuesto por Fujimori padre y que se ha mantenido inalterado desde entonces.
Las cábalas apuntan a una victoria de Keiko, que se convertiría en la primera mujer que gobierna Perú. Desde la caída del régimen fujimorista y el regreso a la democracia, todos los candidatos perdedores en la segunda vuelta de una elección han ganado a la siguiente oportunidad. Keiko perdió en 2011 frente a Ollanta Humala, que llegó al poder con un programa de izquierdas y de cambio que olvidó muy pronto y que se marcha con una aprobación popular bajo mínimos.
A partir de esa derrota, Keiko decidió cambiar la imagen del fujimorismo. Este cuenta con el núcleo duro de votantes más numeroso del país, de algo más del 20%. Un porcentaje que ya quisieran para sí las demás formaciones del débil sistema de partidos peruano, donde se impone el personalismo de un puñado de políticos con pequeñas cuotas de popularidad y que en cada elección se acomodan a conveniencia como si de un mercado futbolístico de fichajes se tratara.
¿Cómo se explica la popularidad de un régimen que fue considerado uno de los 10 más corruptos de la historia moderna en el mundo por Transparencia Internacional y cuya cabeza, Alberto Fujimori, cumple una condena de 25 años de prisión por varios casos de violaciones a los derechos humanos (incluidas dos matanzas de civiles) y la apropiación de fondos públicos?
Por una parte, el Gobierno de Fujimori se atribuyó la derrota de Sendero Luminoso, la brutal guerrilla maoísta que había iniciado en 1980 una sangrienta guerra interna que dejó casi 70.000 muertos y más de 12.000 desaparecidos. Muchos analistas aseguran que las bases para la victoria sobre Sendero ya estaban puestas desde el gobierno anterior de Alan García (1985-1990), pero Fujimori se llevó los laureles y se ganó una fama de eficiente contra la inseguridad, el principal problema del país en la actualidad.
También logró, por medio de duras medidas de ajuste, sacar al país de la grave crisis económica, con una hiperinflación descontrolada, que heredó. Pero más importante que eso, Fujimori, con una política populista y clientelar se ganó a buena parte de las clases más populares, que todavía recuerda que éste iba a lugares a los que nunca había ido un presidente a inaugurar escuelas, puestos de salud, puentes…
Además, la corrupción de su gobierno (durante el que se calcula que desaparecieron 6.000 millones de dólares de la época) ha quedado parcialmente diluido por lo que vino después.
De los tres presidentes electos que sucedieron a Fujimori, Alejandro Toledo (2001-2006) está siendo investigado por enriquecimiento ilícito; a Alan García (2006-2011) le han achacado varios casos de corrupción, incluido el indulto de miles de narcotraficantes a cambio de dinero, y a Ollanta Humala le esperan con toda seguridad investigaciones por el origen dudoso de varios millones de dólares durante sus dos campañas electorales. Y el comportamiento de ministros, gobernadores regionales y diputados no ha sido mucho más ejemplar.
Pero pese al consistente caudal político heredado de su padre, Keiko fue consciente de que el núcleo duro fujimorista nunca iba a ser suficiente para ganar una elección por el amplio repudio al legado de su padre.
Por un lado, se ha pasado los últimos cinco años en campaña recorriendo el país, creando una maraña de agrupaciones regionales y locales, así como grupos de simpatizantes, todos bien engrasados con dádivas y prebendas, imitando el estilo populista de su progenitor.
Por el otro, ha tratado de desvincularse parcialmente de Alberto Fujimori, aunque lo ha hecho de forma más simulada que real. Ha criticado los “errores” de su padre, de quien ella fue primera dama durante más de seis años después de que su madre fuese expulsada del Palacio de Gobierno y denunciara que fue torturada por orden de su esposo. No obstante, nunca ha admitido que éste cometiera ningún crimen. Para ella, los excesos, los asesinatos y las torturas, la corrupción, el autogolpe de 1992 disolviendo el Parlamento para crear un Congreso Constituyente, la manipulación de todos los poderes del Estado, la compra de diputados de la oposición y de parte de la prensa para aniquilar a sus rivales políticos… fueron obra de su hombre fuerte, el jefe de los servicios de inteligencia Vladimiro Montesinos. La versión oficial del fujimorismo de que éste engañó al presidente aprovechándose de su confianza no ha cambiado en 16 años.
Con todo, la primera vuelta de las elecciones generales, con 10 candidatos en liza, fue un paseo para Keiko y fue de largo la más votada, con casi el 40% de los votos, mientras que en el Congreso, su partido, Fuerza Popular, lograba la mayoría absoluta (73 escaños de 135).
El segundo puesto que permitía pasar a la segunda vuelta fue para Kuczynski, un economista de 77 años que fue ministro de Energía y minas ya en los 80, y jefe del gabinete de ministros y titular de Economía durante el Gobierno de Toledo. Aunque empezó la campaña electoral como segundo en las preferencias electorales, nunca supo conectar con la gente y su candidatura comenzó a caer. Sólo pasó a la segunda vuelta porque otros dos candidatos fueron eliminados: uno por incumplir la prohibición de regalar dinero en actos proselitistas y otro por errores administrativos en los procesos internos de elección de candidato de su partido.
La DEA estadounidense reconoció ante una cadena de televisión que estaba investigando al secretario general de la formación de Keiko Fujimori
Este último, Julio Guzmán, un joven y completamente desconocido tecnócrata como Kuczynski, había logrado despegarse en las encuestas de éste. Sólo tras su eliminación, el viejo político logró recuperar el segundo puesto. Y aun así estuvo a punto de perderlo por el empuje de otras dos fuerzas políticas.
Kuczinsky carece de carisma, parece más estadounidense que peruano (algo que en Perú supone un hándicap electoral), tenía hasta hace poco la nacionalidad del país norteamericano, es acusado de lobbista, representa a la perfección las puertas giratorias de la política, su programa electoral difiere muy poco del de Fujimori y apoyó a ésta en la segunda vuelta de 2011 frente a Humala. Además, su campaña ha estado llena de errores. Pero pese a todo, prácticamente desde el día siguiente a la primera vuelta, el 10 de abril, las encuestas reflejaban un empate con Keiko.
Esto es debido al voto antifujimorista, que aglutina desde la derecha prodemocrática hasta la izquierda, y que en un sistema electoral donde el voto es obligatorio se moviliza en las segundas vueltas.
El supuesto alejamiento de Keiko respecto a su padre no había dado resultados. Ni los guiños que hizo a los sectores más progresistas antes de la primera vuelta: se dijo a favor del aborto terapéutico y de la unión civil “con fines patrimoniales”; ficho a algún representante de la izquierda; se comprometió por escrito a no intentar la reelección (una prohibición de la legislación peruana que su padre se saltó a la torera, dos veces), ni a usar el poder político para beneficiar a ningún miembro de su familia (en referencia a la posible liberación de su padre preso, pero también a dos tías suyas prófugas de la justicia), a respetar la libertad de prensa y los derechos humanos,…
Incluso, como hace cinco años, ha surgido durante la campaña un movimiento antifujimorista, llamado Keiko No va formado por sindicatos, organizaciones de derechos humanos, familiares de víctimas de su gobierno, asociaciones estudiantiles… Ha organizado dos manifestaciones masivas en contra de la candidatura de Fujimori. La última de ellas el pasado martes, cinco días antes de la votación, con la participación de varias decenas de miles de personas en todo el país.
Aunque Keiko fue tomando distancia en las encuestas de Kuczynski, hace dos semanas recibió un duro golpe cuando la Administración para el Control de Drogas (DEA) estadounidense reconoció ante una cadena de televisión que estaba investigando al secretario general de Fuerza Popular, Joaquín Ramírez, principal financista de la campaña de Keiko y hombre perteneciente a su más cercano círculo de confianza.
Esta admisión de la DEA, algo inusual de este organismo y que ha sido considerado como un mensaje intencionado de Estados Unidos, ha puesto sobre la mesa el tema del financiamiento de los partidos de Perú (uno de los principales productores de hoja de coca del mundo) por parte del narcotráfico. Las sospechas de esta financiación siempre han existido y Keiko ha hecho un ostentoso despliegue de medios durante esta campaña que ha arqueado más de una ceja.
El escándalo parece haber convencido a más de uno, como a la principal candidata de la izquierda. Verónika Mendoza, que había quedado tercera en la primera vuelta, pidió esta semana el voto a favor de Kuczynski. Keiko podrías quedarse otra vez a un paso de regresar al Palacio de Gobierno. Si pierde esta oportunidad, probablemente será la última.
Perú vuelve a enfrentarse al dilema de si le otorga otra vez el poder a un Fujimori, 16 años después del fin del régimen autoritario de Alberto Fujimori (1990-2000). Su hija y heredera política, Keiko, vuelve a aspirar a la presidencia cinco años después de que se quedara a las puertas por muy poco. Este domingo,...
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Pablo Pérez Álvarez
Pablo Pérez Álvarez es un periodista de Zaragoza que ha trabajado durante varios años en países de América Latina como México, Colombia, Perú y Argentina, en agencias de noticias internacionales y colaborando con distintas revistas y medios digitales fundamentalmente de España y México.
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