Iniesta
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A los cinco de la primera parte supe que ya no me gustaría el partido. Así las cosas, a las nueve de la mañana no sabía si servirme el tercer café del día o ponerme una cerveza. La última vez que viví algo semejante fue lo de Corea y la birra la traía puesta de una noche interminable. A la selección le pudo (otra vez) la retórica del último pase y volvió a lidiar con su peor enemigo, la falta de gol, que esta vez contó con un aliado de circunstancia: un muro llamado Čech que bien querría Donald Trump como primera piedra que plantar en la frontera de Río Grande. Al final resolvió Piqué, el tercer delantero centro de la selección, que se llevó las manos a la boca para lanzar un beso a la grada donde se encontraba su hijo, vestido por cierto, con la camiseta roja de España. Piqué bien podría haber hecho un símbolo menos cariñoso con el que mandar callar a buena parte de los españoles que al otro lado de la frontera cantaban su gol desde los salones, bares y puestos de trabajo. Así es ese país en el que hasta un estallido de alegría sirve de revancha.
Sonó en Toulouse la Marcha Real y, por el escenario, bien podría haberlo hecho el himno de la República. En la ciudad más española de Francia le tocaba debutar a la Selección de un Del Bosque que, como Piqué, pese a llevar una Eurocopa en el corazón y un Mundial cosido a la pechera, vive en eterno estado de sospecha. Eso más otra Euro, y van dos seguidas, lleva el central del Barcelona al que todo se le mira con lupa pese a ser un futbolista intachable. Despejada la duda de la portería con un De Gea que salvó el día con una parada a bocajarro en el último suspiro, jugó España a la hora de la siesta y de esa sensación somnolienta se contagió por momentos un partido que tardó demasiado en resolverse. Más allá de cenáculos de irredentos, parece claro que a Casillas, como el ex rey, está pero ya muy pocos lo esperan. Al final la larga espera se resolvió con un cabezazo en el 87 y tres puntos que saben a media clasificación en una Eurocopa donde se pasan los mejores terceros, porque de lo que siempre se ha tratado en la UEFA o en palacio es de hacer caja.
Antes, España había dado muestras de lo que fue, de lo que ha venido siendo estos ocho años salvando el ridículo de Brasil, encadenando un concierto que sin ser sublime sonaba bien, siempre bajo la batuta de Iniesta. Repetimos: I-N-I-E-S-T-A. La mala noticia para el fútbol es que el manchego encara el final de su carrera. Es una mala noticia porque ausente Xavi, toda España pasa por sus botas y porque se irá sin un Balón de Oro que lucir en la vitrina. Nadie dijo que este deporte fuera justo. Y es mala noticia, sobre todo, porque el juego de Iniesta y Silva sigue sin encontrar contestación en la primera línea de vanguardia. Descontando a Aduriz que ha llegado a Francia como William Munny a Big Whiskey, Wyoming, en busca de su última recompensa, la selección adolece de un asesino implacable. Las cosas como son, fijado en el campo de minas desplegado por los checos, el vasco llevó más peligro con su sola presencia que un voluntarioso Morata.
Solventado el trámite más difícil que es siempre el primer partido para España, el equipo se las verá con Croacia en un encuentro que promete vértigo y pesadillas. Para el optimismo queda la sensación de que nadie ha deslumbrado todavía en la competición. Tampoco nadie ha desplegado mejor juego que la Roja, que cuenta con la que sigue siendo su mejor arma: un señor bajito y discreto como el funcionario que mantiene en movimiento la siempre pesada máquina de un estado en permanente transición.
A los cinco de la primera parte supe que ya no me gustaría el partido. Así las cosas, a las nueve de la mañana no sabía si servirme el tercer café del día o ponerme una cerveza. La última vez que viví algo semejante fue lo de Corea y la birra la traía puesta de una noche interminable. A la selección le...
Autor >
Diego E. Barros
Estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Es profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago.
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