Tribuna
La mala educación
David Sanjuan 12/06/2016
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Una fecha, un día, un año equivocado denota en los estudiantes que en estas fechas se examinan, la sinrazón de no comprender cómo los momentos históricos traspasan, y son capaces de quedar inertes en una nota que seguramente decida su querido o no tanto futuro.
La sinrazón de equivocarse en una fecha de la historia de nuestro país es tan grave que provoca en nuestra memoria un síntoma de orfandad del pasado. Esa sinrazón que anhela una nota, una calificación definitiva.
El problema no se encuentra en sumar unas décimas de más o de menos que permita entrar o avanzar en una carrera universitaria, el grave error de la juventud –y, por qué no, del sistema educativo-- es haber primado los números, los resultados a los propios conocimientos. La ignominia para la propia Historia de España de cambiar una fecha en un examen supone, a modo de ejemplo, trastocar el proyecto de Constitución federal más progresista de nuestra historia en la República de 1873 con el pronunciamiento de Martínez Campos en 1874, óbice de la Restauración Borbónica y antesala del desarrollo de una de los textos a examen en la Selectividad.
Esta comparación no se estigmatiza a un campo pero sí es verdaderamente el más ejemplar. Mismamente en el campo de la lengua castellana, generó un grandísimo debate cuando uno de los textos periodísticos a examen de la ya famosa selectividad era del escritor y periodista Juan José Millás. Los estudiantes leyeron, y analizaron el texto que hablaba del valor de las acciones y de la tautología de las palabras, pero sin embargo no supieron en su gran mayoría entender el porqué de ese estilo tan enredado del autor –quizá débito del libro de La mujer loca- pero lo aún más preocupante, no supieron saber quién era ese autor.
Desconozco si en la propia vida cultural, que el día de mañana se nutrirá de esa manada de estudiantes, podrían ser acusados de autores de delito consumado o simplemente de una tentativa contra la razón porque aunque fuese acabada, no es frustrada. Ese ataque contra la propia historia de nuestro país o el propio columnista del El País lleva consigo una lapidación contra los propios contenidos educativos.
No es lo mismo estudiar los contenidos programáticos de Literatura con rechazo; adentrarse con distancia y repudia en los versos de Bécquer, las travesías en Macondo o las desidias de Paco el del Molino, que con interés, porque ni Gabriel García Márquez, ni Sender o Bécquer desearon ser analizados por estudiantes que se preocupan más por el resultado que por la propia trascendencia de sus historias, por la importancia de sus personajes, por el ambiente metáfora de los tiempos que mágicamente y literariamente, supieron describir.
Las grietas del sistema educativo no se cierran con el desinterés cultural de los estudiantes, ni con la constante e incesante ideologización del propio sistema, gobierno tras gobierno, que con reformas orgánicas --simples tiritas para ocultar la herida-- imponen un modelo de contenidos con escaso tiempo para enseñarse y difuminado por las reglas del juego, las reglas del partido que gobierna. El problema reside en la politización de la propia educación, pero que de manera implícita es secundada por los estudiantes.
La última reforma de la Ley de Educación ha conseguido lo impensable; que en la juventud se duplique por dos el número de eruditos y de devotos de la Religión Católica al contar esta asignatura en la nota final del curso.
Es un oxímoron –en su mayoría de manera inconsciente-- que muchos de los estudiantes que salen a las calles en contra de ésta y subalternas reformas que se han ido haciendo estos años se estén aprovechando y eligiendo entre sus horas educativas la opción de Religión simplemente porque es más asequible sacar buena nota.
La maldita disyuntiva entre las buenas calificaciones o el buen sistema educativo que cohabita con la cultura del esfuerzo y la de los resultados, o simplemente con la disgregación entre la cultura racional y la memorística.
Catástrofe tras catástrofe que luego se pregonan en las aulas de las facultades y que da lugar a muchas de las mayores incomprensiones universitarias –sin entrar en la adecuación de las propias facultades al sistema laboral--, incomprensiones tales como descubrir por primera vez que los resultados que uno tiene no son en mayoría simétricos al esfuerzo realizado porque una vez descubierto la cultura del estudio debería haber estado precedida obligatoriamente de una previa cultura de la propia cultura.
En mi camino universitario en el campo jurídico me he encontrado decenas de ocasiones en los orales que evalúan los conocimientos adquiridos durante el curso cómo previamente, durante y posteriormente al examen en aéreas administrativas o constitucionales mayormente, se intenta sacar al alumno de las diatribas aprendidas para entrarle en el campo del conocimiento cultural y político. Es un sentir general de la propia comunidad educativa, y palpable en la universitaria; los estudiantes estudian sin comprender, por ende, nunca se conseguirá la meta del sistema que reside no solamente en que los profesores enseñen, sino en que también los alumnos aprendan.
La cultura entendida como una base de mínimos de conocimientos vitales no está reñida con la educación, y tampoco debería estar distanciada con el interés del alumno en saber y comprender lo que estudia, por mucho que las calificaciones apremien sólo el resultado.
En tiempos de selectividad y siguiendo el pensamiento platónico, los estudiantes deberían de alejarse de los propios conocimientos adquiridos para con la batuta de ideas adentrarse un campo más complejo, la ignorancia; ora en su propio futuro universitario ora en los días de estudio de fechas históricas, formulaciones matemáticas o dogmas filosóficos.
David Sanjuan. Estudiante de Derecho.
Una fecha, un día, un año equivocado denota en los estudiantes que en estas fechas se examinan, la sinrazón de no comprender cómo los momentos históricos traspasan, y son capaces de quedar inertes en una nota que seguramente decida su querido o no tanto futuro.
La sinrazón de equivocarse en una fecha de...
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