TRIBUNA
Carta abierta a Pablo Iglesias
Clara Trujillo 15/06/2016
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Querido Pablo,
Hacía tiempo tiempo que una propaganda electoral no me llegaba tanto como lo ha hecho la carta, firmada por Esperanza, que me has mandado. No era Noelia, Marta, Carmen o cualquier otro nombre: barra libre para la literatura y la metáfora. Esperanza tiene 30 años, una carrera en Biología molecular (en la que ella y sus padres han invertido capital humano y económico), un buen nivel de inglés y un trabajo en Londres.
Londres, una ciudad fría, dura, llena de migrantes, donde ir de un sitio a otro es como ir de Barcelona a Reus. Un icono del capitalismo y consumo feroces, rica culturalmente y bien comunicada. Esperanza no está aprendiendo el inglés que no le dio el sistema de educación público de su generación, trabajando como limpiadora de oficinas, camarera de piso o au pair: está allí por culpa de una mala inversión en I+D+i. Esperanza no está enseñando español en la estepa rusa, a 300 km de un aeropuerto, ella tiene cuatro y con vuelos bien baratos para llegar a la tierra de Espinete. Un apunte documental: por la edad de Esperanza, lo más probable es que ella fuera más de Los mundos de Yupi.
Lejos de llevarnos a la nostalgia del migrante, la carta de Esperanza a algunos nos transmite otra idea: que los migrantes buenos son aquellos que se marcharon con dos o tres títulos bajo el brazo. Algo que no merecen quienes realizaron una FP o quienes llevamos trabajando desde que podemos recordar. Nada hay como viajar de Erasmus, salvo que acabemos cubiertos con un delantal y limpiando los váteres del Garfunkels –el VIPS británico– a cambio de unas cuantas pounds.
Y la carta me llega junto a un programa electoral que, diría, recuerda a un catálogo de Ikea: una marca que no destaca por su trato a los empleados, protagonistas de diversas huelgas, y un modelo a seguir algo curioso para quien, hace un año, me prometió asaltar los cielos del capital. Ahora, nos animas a redecorar nuestra vida política por cuatro años.
Esta es tu forma de reedificar nuestra conciencia política. A través de dormitorios o cocinas, con lecturas de baño. No debemos saber leer, solo comprar. Ya no sé si estás con los empleados de Ikea y su huelga, o con el universitario que se puede permitir alejarse del consumo barato.
Llevas el mejor programa político, el que nos podría ayudar a nosotros, a los trabajadores, a los que peleamos dentro y fuera de este país por nuestros derechos, a los que trabajamos dentro y fuera de la administración por salarios que no llegan a los mil euros; a quienes sí nos preocupamos por el bien común. ¿Por qué nos das la espalda con esta campaña, Pablo?
¿Debemos, de verdad, acogernos al paraguas de aquella migrante licenciada en Biología molecular? ¿Pensar que es ella quien mejor nos representa a todos los que queremos salir de esta? ¿Nos representa Ikea? Trabajo en un centro de atención al cliente de sol a sol y no espero más remuneración ni reconocimiento que cualquier otra persona. ¿La quiere, Esperanza? ¿Es ella tu nueva los de abajo?
Querido Pablo,
Hacía tiempo tiempo que una propaganda electoral no me llegaba tanto como lo ha hecho la carta, firmada por Esperanza, que me has mandado. No era Noelia, Marta, Carmen o cualquier otro nombre: barra...
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Clara Trujillo
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