REPORTAJE
Gran Bretaña: el voto del miedo contra el miedo
Partidarios y detractores de la salida de la UE utilizan el temor a la inmigración y a la debacle económica para movilizar al electorado en las últimas horas antes del referéndum
Álvaro Guzmán Bastida Enviado especial a Londres , 22/06/2016
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David Wilkinson caminaba decidido, en dirección opuesta a los cientos de viajeros que salían de la estación de metro, cuando se topó con el enemigo. Gareth Daniel no le reconoció.
“Vote IN to Stay in Europe! (¡Vota ‘IN’ para quedarnos en Europa!)”, le espetó Daniel, al tiempo que le ofrecía, mirándole de reojo, un panfleto que explicaba los motivos del Partido Laborista para apoyar la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea.
“¡Ja!”, prorrumpió Wilkinson, con una sonrisa radiante. “¡Sois idiotas!” exclamó con un vozarrón acorde con su físico de jugador de rugby. “Laboristas a favor de David Cameron… ¡Laboristas a favor de JP Morgan! Esto va del pueblo británico, del patriotismo”. Hierático, Daniel arqueó las cejas, tomó aire, y se volvió, para enfrentar, panfleto en mano, un nuevo aluvión de trabajadores que salían del metro camino de casa.
Los ojos de Daniel se fijaron entonces en la camiseta verde de Wilkinson, que lucía en letras blancas el lema: “Vote Leave. Take Control (Votemos por la salida. Tomemos el Control)”.
No se le puede negar el acierto al eslogan de la campaña por el Brexit. Horas después, los seis mil asistentes al debate en el Estadio de Wembley, organizado y transmitido por la BBC, escucharían el mantra de “Take Control” repetido hasta la saciedad de boca de Boris Johnson, exalcalde de Londres. Así coronaban sus intervenciones tanto Johnson como Gisela Stuart, parlamentaria laborista, y la ministra de Energía Andrea Leadsom, partidarias de la salida de la UE. El debate, seguido por cerca de cuatro millones de personas, enfrentó a tres partidarios del Leave --a favor del Brexit-- contra tres defensores del Remain –voto favorable a la permanencia en la UE--, entre ellos el sucesor de Johnson en el cargo, el laborista Sadiq Khan.
El debate, con menos de un 20% de la audiencia, tuvo un seguimiento modesto. Apenas superó la mitad del último debate presidencial. Por ejemplo, en Dalston, al Este de Londres, y junto a la céntrica Estación de Victoria, los dueños de los pubs preferían programar el partido entre España y Croacia de la Eurocopa. Pero en una campaña igualadísima, en la que los expertos coinciden en la importancia de la movilización del voto, en especial el de los jóvenes proeuropeos, puede resultar clave.
Horas antes del debate, el martes por la tarde, los aledaños de la estación de Ealing-Broadway se convertían en un improvisado ring en el que cerca de un centenar de partidarios de las muy fracturadas campañas a favor y en contra de la permanencia en la UE se batían a golpe de folletos, eslóganes, pósteres y camisetas. Ealing-Broadway, al oeste de Londres, el tercer barrio con más diversidad étnica, religiosa y nacional del Reino Unido, votará con casi total seguridad a favor de la UE en el referéndum. Pero es probable que en este barrio de clase media, con la mayor concentración de habitantes polacos de todo el país, el voto favorable a la permanencia se imponga por un margen inferior al del resto de Londres, donde una abrumadora mayoría está a favor de continuar en la UE.
A escasos metros unos de otros competían por la atención de los viandantes decenas de voluntarios del Vote Leave, la campaña oficial para la salida de la UE, compuesta en su mayoría por el ala populista del Partido Conservador, con el aristócrata despeinado Boris Johnson a la cabeza, y miembros del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP en sus siglas en inglés), la escisión xenófoba de los tories y un nutrido grupo de laboristas. Capitaneado por Daniel, los voluntarios del Labour In Campaign, que ocupaban las cuatro esquinas de la plazuela que separa la estación del coqueto parque de Haven Green, jugaban con ventaja: habían llegado antes que los partidarios del Leave para posicionarse a la salida del metro en la hora punta, y les superaban en número. Contaban, además, con el apoyo de varios políticos locales, que se habían acercado para salir en la foto. Por si fuera poco, en la retaguardia, en torno a la popular avenida de New Broadway, les secundaba una decena de voluntarios de la campaña del Britain Stronger in Europe, la de David Cameron y los conservadores de orden.
Esa ventaja coyuntural escondía, sin embargo, una realidad mucho más compleja: la izquierda no ha sido capaz de plantear un programa coherente, más allá de apartarse de un debate envenenado hasta los últimos días de campaña. De ahí la asociación contra natura que constituye la herida en la que hurgaba Wilkinson a su llegada a la estación de Ealing-Broadway al grito de “Laboristas a favor de David Cameron”. Según las encuestas, cerca del 30% de las bases laboristas van a votar por el Brexit. Su líder, Jeremy Corbyn, es un euroescéptico que gobierna un partido proeuropeo y ha estado fuera de juego durante la campaña.
Con la presencia de conservadores partidarios y detractores del Brexit, de laboristas despechados con la falta de entusiasmo por la Unión Europea de su líder y de ultras xenófobos, los aledaños de la estación de Ealing-Broadway eran el martes un caleidoscopio de las diversas subfacciones que han emergido en el panorama político-parlamentario británico a raíz de la convocatoria del referéndum. Estaban todos menos los protagonistas de la campaña: los inmigrantes. Caprichos del destino, nunca hubo tan pocos polacos en las calles de Ealing como el martes, mientras se libraba la batalla que el Financial Times ha bautizado como la de “los corazones y las carteras” en torno a la estación de metro. La inmensa mayoría de los más de 20.000 que viven en el barrio preferían abarrotar el martes los restaurantes y bares en los que se retransmitía el partido de su selección contra Ucrania en la Eurocopa.
No muy lejos de la estación merodeaba un grupo de Leave.EU, la campaña no oficial que capitanea Nigel Farage, líder del UKIP, y que ha hecho el trabajo sucio de la campaña, apelando a los instintos más bajos de la sociedad británica al unir en su discurso –y sus pancartas-- la ansiedad de una clase trabajadora blanca empobrecida con el miedo a los refugiados de Oriente Medio y a los migrantes económicos de la Europa del Este.
El mensaje parece haber funcionado. Hace unas semanas, el Remain llevaba una cómoda ventaja, pertrechada por una campaña centrada en la economía y los riesgos de salir de la UE, muy parecida a la del referéndum sobre la independencia de Escocia de hace dos años. Pero hace escasas dos semanas, coincidiendo con la escalada en la retórica antiinmigrante de los partidarios del Leave, las encuestas comenzaron a apretarse.
“No me sorprendería que se trate de una estrategia deliberada”, explica Eleanor Penny, analista de Novara Media. “Cuando uno saca las pistolas con una campaña que, en su esencia, se basa en el miedo al otro, ese miedo puede desvanecerse cuando se le contrapone la evidencia, la discusión sosegada. Si el Leave hubiera jugado la carta xenófoba hace tres meses, los partidarios del Remain habrían tenido más tiempo para desactivarla. Pero, al bombardear a la gente en las últimas dos semanas con esta táctica del miedo, parece que no ha habido tiempo para reaccionar. La campaña del Leave ha sido muy inteligente en su estrategia”.
Esa dinámica pareció frenarse con el asesinato de la diputada Jo Cox la semana pasada en Bristall, al Norte de Inglaterra. Cuando hace sólo dos meses Nigel Farage declaraba que un “evento” podría dar un vuelco a una campaña que entonces estaba inclinada contra el Brexit, pocos dudaron de que lo que tenía en mente era un atentado del terrorismo islámico, o algún crimen cometido por inmigrantes de la Europa del Este. Pero el hecho de que la barbarie viniera de la mano de un nacionalista inglés, que no dudó en identificarse como tal antes de apretar el gatillo y después de ser arrestado, pinchó el globo de la retórica de odio impulsada por UKIP y parte del Leave. Al menos por un instante.
“Creo que la muerte de la diputada al norte de Inglaterra nos afectó negativamente durante unas 48 horas”, señala David Wilkinson, el voluntario de la campaña del Leave en Ealing. Wilkinson, que lleva formando parte de campañas contra la UE desde la firma del tratado de Maastricht, cree que el tuit por parte de David Cameron del último artículo escrito por Cox antes de su muerte dio la vuelta a la tortilla, al resultar demasiado obvio que el premier británico trataba de utilizar el asesinato para apuntarse un tanto político. “Los británicos son más susceptibles al mal gusto que a la manipulación de alguien que acusa a gente como yo de ser fascista. No soy ningún fascista. Solo quiero que mi país recupere la dignidad y el control sobre su futuro”.
Las últimas encuestas parecen darle la razón. El sondeo de sondeos del Financial Times, uno de los más rigurosos, daba el miércoles por la mañana una ventaja de un punto al Leave, que se impondría por primera vez después del asesinato de Cox.
Quizá por eso ayer Cameron decidió saltarse el guión y aparecer en un llamamiento a la desesperada a favor del Remain frente de la residencia del primer ministro, en el 10 de Downing Street, el martes a mediodía. Con la elección del escenario institucional, con sus apelaciones a los votantes conservadores de avanzada edad, el núcleo duro de su electorado, y también del apoyo al Brexit, y sus acusaciones veladas a ministros de su propio gobierno de mentir al electorado para provocar el Brexit, Cameron enterraba de una vez por todas la ilusión de la unidad del Partido Conservador.
Ese fue el principal motivo por el que Cameron convocó el referéndum. Acechado por su derecha por el euroescepticismo del UKIP, el primer ministro quiso fortalecer su postura al reafirmar la permanencia del Reino Unido en la UE. Pero le han crecido los enanos, con una división enorme en el seno de su partido, capitaneada por el antiguo alcalde de Londres, Boris Johnson, que se postula como sucesor si gana el Brexit.
Casi nadie duda ya de que, sea el que sea el resultado del jueves, a Cameron le salió el tiro por la culata. Si gana, gobernará un país partido en dos y un Partido Conservador dividido, con UKIP sacando músculo. Si pierde, Johnson calienta en la banda.
El exalcalde de Londres tuvo una buena oportunidad para hacerlo el martes por la noche en Wembley. Fue la estrella del debate que se planteaba como un duelo a seis sobre principios y normas y terminó siendo un examen para Johnson, que si bien suspendió en datos, logró colocarse en el centro de los ataques de los partidarios del Remain. Sus apelaciones a la emoción y al sentimiento de pertenencia sonaron más convencidas que las de Sadiq Khan, que estuvo mejor cuando llevo el debate al terreno de la razón.
Harto de escuchar apelativos por parte de sus contrincantes a su condición de madres o abuelas al hablar de la amenaza que supone para la seguridad de sus hijos el aumento de la inmigración, Khan arrancó una carcajada al público cuando introdujo uno de sus argumentos a favor de la permanencia en la UE con un irónico, “como abogado”. En el bando proeuropeo, la única que supo fajarse con Johnson y sus hábiles compañeras de debate fue la líder conservadora en Escocia, Ruth Davidson. Ya había puesto de su parte para salvar a Cameron de una debacle en el referéndum escocés, y en Wembley puso su granito de arena para lograr algo parecido en el plebiscito del jueves. Pero en general, el debate se disputó en el terreno de las vísceras, y ahí los partidarios del Brexit se mueven mejor.
El Leave, que ha agitado sin contemplaciones el miedo en la campaña –el miedo a los inmigrantes, el miedo a la entrada de Turquía en la Unión Europea, a menudo con datos falsos— consiguió situar a sus adversarios como “el proyecto del miedo”, en referencia a la supuesta debacle económica que traería consigo el ‘Brexit’, refrendada por economistas de todo signo político. “Nosotros somos el bando de la ilusión”, señaló Johnson, que se guardó la perla de la noche para su minuto final: “El viernes será el Día de la Independencia de Gran Bretaña”.
Desde casa, Wilkinson asentía emocionado: “Sigo teniendo esperanzas en que tendremos el coraje de vencer al miedo”.
Miedo contra miedo. Todos lo invocan, pero nadie lo frena. Ni ahora, ni el jueves, pase lo que pase en las urnas.
David Wilkinson caminaba decidido, en dirección opuesta a los cientos de viajeros que salían de la estación de metro, cuando se topó con el enemigo. Gareth Daniel no le reconoció.
Autor >
Álvaro Guzmán Bastida
Nacido en Pamplona en plenos Sanfermines, ha vivido en Barcelona, Londres, Misuri, Carolina del Norte, Macondo, Buenos Aires y, ahora, Nueva York. Dicen que estudió dos másteres, de Periodismo y Política, en Columbia, que trabajó en Al Jazeera, y que tiene los pies planos. Escribe sobre política, economía, cultura y movimientos sociales, pero en realidad, solo le importa el resultado de Osasuna el domingo.
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