Guerras internas en el Tour
Sergio Palomonte 6/07/2016
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El Tour se presentó en una ceremonia donde los diferentes equipos iban montados en jeeps militares, y con soldados ataviados a la manera de la Segunda Guerra Mundial. Se salía de Normandía, y la región tiene unido su nombre al famoso desembarco de 1944: es una manera de mezclar el reclamo turístico con la atracción histórica. Los que han estado hablan maravillas del lugar, que tenía como atractivos naturales inmensas playas de las pasear, y poco más.
Ahí estaba Contador, saludando con su habitual cara medio torcida, sin levantarse del asiento del vehículo militar, en contraste con el papel de estrella de su compañero Peter Sagan. Pocas horas después descubriría que el Tour es una guerra que se combate durante 21 días, y que se puede empezar de amigos y acabar de enemigos, incluso combatiendo teóricamente en el mismo bando.
En contra de su voluntad, el corredor madrileño fue el primer protagonista de la carrera. A mitad de la primera etapa, fue el primero en caerse, de una manera muy violenta y que podría haber tenido peores consecuencias, habida cuenta que su casco impactó contra la isleta de tráfico. Descompuesto, consiguió subirse a la bicicleta ayudado por sus compañeros, en lo que sería la última vez que se viese la escena.
Las tomas aéreas de una etapa retransmitida íntegramente dejaron de tener mucho sentido, y el interés se centraba en las múltiples abrasiones --algunas en carne viva-- que lucía Contador en el hombro, el brazo y la cadera. El sprint fue para Cavendish, que se llevó como premio suplementario ser el primer líder de la carrera, algo que jamás había logrado: son cosas que pasan cuando se empieza con una etapa en línea y no con un prólogo.
Contador pudo tomar la salida al día siguiente, para asistir a cómo su equipo se centraba en conseguir la victoria de etapa con Sagan, el campeón del mundo. Se llegaba a Cherburgo, una especie de Ferrol francés, y se acababa en una cuesta. El gregario más valioso del equipo, el checo Kreuziger, puso un ritmo demoledor para favorecer a Sagan, algo que al mismo tiempo perjudicaba a Contador: se dejó en meta más de 40" con los favoritos, sin que el patrón del equipo estuviese descontento.
El maillot amarillo y la etapa del corredor al que paga 4 millones de euros por temporada --y que quiso despedir el año pasado-- compensaba las opciones perdidas de cara a la general, en un esquema de prioridades de carácter muy bélico. Cherburgo, villa militar con su completo sistema de fortificaciones y su submarino nuclear --recuerdo de la grandeur eterna francesa-- convertido en museo, hacía de marco perfecto a la situación.
En contra de lo que pueda parecer por la espectacular caída de Contador, no está siendo una carrera con el tópico de las caídas múltiples. De hecho, las cinco primeras etapas han concluído sin ningún abandono, y en parte ha contribuido que el tercer día fuese de parón de impronta mafiosa en el pelotón. Con las energías intactas, ningún corredor --salvo un solitario francés del equipo más débil de la carrera-- intentase la fuga. El pelotón marcó una indigna media de velocidad en torno a 35 km/h, más digna de Verano Azul que de la carrera ciclista más importante del mundo.
¿Explicación? Ninguna. Ni los corredores la dan, ni los periodistas de la piden. Solo aceleraron en los últimos 20 km., para hacer un sprint lanzado donde Cavendish se impuso de nuevo por un margen muy estrecho. Unos apuntan al kilometraje, unos 230 km. que jamás justificarían una actitud colectiva así, porque lo que asusta es la unanimidad a la hora de tomarse la etapa como de descanso. En el tercer día de carrera. En un día en el que el Tour era el acontecimiento deportivo más importante, y que desde luego no ha enganchado a ningún nuevo seguidor. Ni patrocinador.
La molicie y la apatía llevó a otras elucubraciones, dignas de los calores del verano, como plantear que los favoritos para la general se desentiendan de la lucha por el sprint en etapas llanas para así evitar peligros. Como en el ciclismo es un deporte que tiene a sus enemigos dentro, en vez de desechar la idea por absurda, ha sido elevada a altas instancias. Es como si el fútbol acabase en el minuto 85, como si los triples no valiesen en una prórroga de baloncesto, pero nadie parece reparar en eso, o ya le da igual todo: un ciclismo a dos velocidades, donde si se abre la puerta a esta ocurrencia nada impide pensar que algún día se tomen los tiempos al paso por el puerto, para así evitar los peligros de la bajada, o que las cronos se disputen en velódromo, porque la carretera está llena de peligros e incertidumbres.
Si ese era el clima del debate, propio de una guerra interna, la cuarta etapa, la más larga de la carrera, corría el riesgo de acabar igual, pero afortunadamente la actitud fue otra y se marcó una media de 43 km/h, resueltos al sprint a favor de Marcel Kittel, un corredor que ganó cuatro etapas en 2013 --la primera y la de París, entre otras-- y cuatro etapas en 2014 --la primera y la de París, entre otras-- para en 2015 desaparecer aquejado por un extraño virus del que nada se dijo, y que le hacía arrastrarse en las carreteras. Este año ha cambiado al poderoso Etixx, y ya ha cumplido en cierta medida, aunque imponiéndose por un soplo ante la esperanza francesa Coquard.
La quinta etapa, la más importante de la carrera hasta ahora, era un recorrido muy exigente por el Macizo Central francés, y final en la estación de esquí de Le Lioran. Al contrario que el día anterior con final en Limoges y el paso por pueblos martirizados durante la retirada nazi, no había un escenario bélico claro, y la batalla vino por parte de los ciclistas, incluyendo más de una guerra civil.
De entrada, la fuga del día iba con gente muy peligrosa, como el polaco Majka, compañero de Contador porque comparten maillot y nada más, además de un corredor que solo estaba a un puñado de segundos del liderato, el polivalente belga Van Avermaet, capaz de acabar en el podio en el Tour de Flandes o París-Roubaix, y de subir como un escalador, algo desconocido hasta este Tour de Francia. Contra cualquier lógica, el pelotón les dejó ir hasta alcanzar la espectacular diferencia de 15´.
Los últimos 50 km. tenían cuatro puertos, que el Movistar afrontó a un ritmo muy alto, tanto que en el Col de Peyrol --meca cicloturista-- coronaron apenas 20 corredores con los favoritos, dejando en el camino al vencedor del Giro --Nibali--, al animador de la última Vuelta --Dumoulin-- y el afamado Mikel Landa, un ciclista ciclotímico en un deporte que premia la regularidad. Contador aguantó en ese paso, y también en los dos siguientes, para ceder en la última subida.
Por supuesto, no le espero Majka, que había perdido todas sus posibilidades para la etapa muchísimo antes, cuando se quedaron en cabeza el abnegado belga De Gendt y Van Avermaet. Nadie le mandó parar, y nadie mandó ayudar a Kreuziger cuando Contador se descolgó en la última subida, ante el arreón del corredor local -y tanto: hasta entrena en la zona- Bardet. Entró en meta perdiendo 33" con los favoritos, por lo que antes de empezar los Pirineos tiene ya una diferencia negativa de 1´20" con los que quieren ganar el Tour.
Sin embargo, no es la diferencia lo que sangra en el caso de Contador, ni siquiera el hombro con el que llegó supurando a meta: es la actitud de sus compañeros, sin duda espoleados por el excéntrico millonario ruso que dirige el equipo. Parece que el ciclismo, como en la guerra, no toma enemigos, ni tampoco amigos. Queda por ver la actitud en lo que queda de Tour -un mundo- del corredor que ha ganado siete grandes vueltas, y cómo se recupera de sus heridas. Las físicas, y las morales.
El nuevo líder es Van Avermaet, que se desembarazó de De Gendt cuando quiso, y que subió como un auténtico escalador los dos últimos puertos: soltura, cadencia, y un pelotón que no conseguía reducir las diferencias, a pesar de tener a las auténticas locomotoras de Sky y Movistar persiguiendo. Desde hace un año, cuando salió exonerado de una investigación por dopaje con ozono, parece otro corredor: gana carreras de prestigio y mejora sus prestaciones de manera creciente.
El belga cuenta con un sólido colchón de 5´, perfectos para administrar en la etapa de transición hacia los Pirineos, e incluso en el primer contacto con el sistema montañoso, una subida al asequible Aspin. Después, a trabajar para sus jefes de filas Van Garderen (dos veces quinto en París) y Porte (para el que sería un éxito acabar quinto), maravillados de tener un escalador en el equipo sin que lo supiesen, porque en su equipo BMC también ha habido una guerra interna para establecer el liderazgo, todavía inconclusa. Como la de Contador con el Tinkoff, en su enésimo conflicto con el equipo que le paga, tras el caso de Liberty y Astana.
El Tour se presentó en una ceremonia donde los diferentes equipos iban montados en jeeps militares, y con soldados ataviados a la manera de la Segunda Guerra Mundial. Se salía de Normandía, y la región tiene unido su nombre al famoso desembarco de 1944: es una manera de mezclar el reclamo...
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