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Que sí hombre, que se puede ser antitaurino sin salir a pitar con el coche cada vez que muera un torero. Es compatible querer a los animales y respetar a los seres humanos simplemente por el hecho de serlo, aunque no compartamos su ideología, sus opiniones o su profesión. Es posible amar la vida del toro y empatizar mínimamente con semejantes que han perdido un hijo, una pareja o un amigo. Personas que, a sabiendas de que ese trabajo podría hacerle perecer en alguna de sus tardes de luces, se encuentran igualmente destrozadas y aniquiladas emocionalmente.
Cada uno es libre de expresarse en los términos que le plazcan por visceral que sea el modo de hacerlo, vaya esto por delante, pero alegrarnos de una muerte nos pone a una altura muy baja del escalafón, aún más cuando de salida somos los primeros que consideramos repulsivo que haya quienes reciban entre palmas la agonía de un astado en la plaza. El principal argumento contra la tauromaquia ha radicado durante años en la cordura y la racionalidad. Lo avaló el propio Joaquín Sabina al decir aquello de "No discuto con antitaurinos porque tienen razón". Lo sabemos y tenemos mil razones de peso que sostienen lo injusto y cruel del escarnio de un animal para regocijo del público; lo innecesario de matar por mero sadismo y que encima se le denomine arte. La primera muestra de que la sociedad parece ir recobrando el juicio ha sido la prohibición del toro de la Vega después de 500 años de barbarie. Tanta lucha comienza a ser visible y eso ha de enorgullecernos. De ahí que no sea momento de vomitar odio hacia nadie, sino de seguir ofreciendo argumentos para que evitemos estos terribles duelos fruto de los gajes del oficio.
No queremos enterrar toreros ni que se sigan maltratando toros en el ruedo, y para ello hay una única vía de escape, infalible al 100% y sin la menor fisura: erradicar un espectáculo demente que de por sí tiene los días contados en un futuro en el que la ciudadanía estará todavía más sensibilizada con el derecho animal. Cuestión de tiempo, por eso deseo a toreros y taurinos una larguísima existencia, para ver si así entienden definitivamente el contrasentido de la "fiesta nacional".
Que sí hombre, que se puede ser antitaurino sin salir a pitar con el coche cada vez que muera un torero. Es compatible querer a los animales y respetar a los seres humanos simplemente por el hecho de serlo, aunque no compartamos su ideología, sus opiniones o su profesión. Es posible amar la vida del...
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Moe de Triana
Álvaro Ballén (Sanlúcar de Barrameda, 1983) Como técnico superior trabajo en el ámbito de la animación sociocultural y la integración aunque de vez en cuando intento pensar y me da por escribir. Desde CTXT oigo los latiditos de Twitter. A menudo blogueo en moedetriana.com.
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