Baja la fiesta
Los festejos taurinos disminuyen un 50% en una década e interesan a menos del 10% de la población. Andalucía, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Madrid celebran cerca del 80% de los espectáculos
Marina Lobo 14/09/2016
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El sábado 10 de septiembre, en la Puerta del Sol de Madrid, miles de personas volvían a concentrarse pidiendo la abolición de las corridas de toros. La mayoría eran jóvenes, en muchos casos acompañados por sus mascotas, pero también había personas más mayores, pertenecientes a la época dorada de la tauromaquia que tuvo lugar hace no tanto, atraídas por lo que ahora se conoce como “movimiento animalista”.
“Lo que ennoblece a un pueblo no es mantener las tradiciones ciegamente sino su capacidad para desprenderse de la crueldad”, grita Silvia Barquero, presidenta del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA), al frente de la manifestación y respaldada por los asistentes. Ellos y ellas aplauden y cantan al unísono el ya tradicional “Tauromaquia abolición”, mientras muestran pancartas con eslóganes como: “¿Toreas por tradición? ¡Restaurad la Inquisición! ".
William Cárdenas, presidente de la Asociación Internacional de la Tauromaquia (AIT), tiene claro que las personas que buscan la abolición de esos festejos lo hacen por desconocimiento: “¿A quién engañan? Engañarán a unos cuantos jóvenes o personas mayores con una sensibilidad, y les equivocan porque no les permiten tener un conocimiento cierto”.
No es este el caso de Paloma quien, a sus 57 años, asiste a la manifestación por segundo año consecutivo. “Desde joven, siempre había querido asistir a una corrida de toros. Las veía por televisión y me encantaban, pero una vez allí, no era lo que me esperaba. Ves cómo sufre el animal, es algo terrible, en la televisión no se aprecia ni la mitad de lo que es”.
A su lado, un grupo de jóvenes, atentos a la manifestación, se muestran mucho más tajantes: “Si torturar es cultura, el canibalismo es gastronomía”, claman sus carteles. “Deberíamos prohibirlo directamente --comenta uno de ellos--. Es un espectáculo público en el que se maltrata a un animal y quienes disfrutan con eso no tienen ningún tipo de sensibilidad”.
Este joven da una de las claves de la indignación del sector antitaurino: el hecho de que la tauromaquia sea un espectáculo público, subvencionado y que parece definitivamente en declive en el Estado español. Según los últimos datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en 2015 se celebraron 1.736 festejos taurinos, cifra que representa un descenso interanual del 7,1% respecto a 2014. De esos 1.736 festejos, 394 fueron corridas de toros; 184, festejos de rejones; 232, novilladas con picadores; 228, festivales; 135, festejos mixtos. Los restantes fueron corridas mixtas con rejones, becerradas, novilladas sin picadores y toreo cómico.
Según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales, estadística oficial elaborada por el ministerio, en 2014-2015 la tasa de asistencia anual a espectáculos taurinos (no sólo corridas de toros) fue del 9,5% de la población analizada. Si nos ceñimos a las corridas de toros, esa asistencia baja hasta el 6,9%. Para ponerlo en contexto, en ese bienio asistió más gente a conferencias / mesas redondas (13,5%) o al jardín botánico (11,5%) que a los toros.
Entonces, ¿por qué tanto jaleo? Se trata de una actividad subvencionada en medio de una gran crisis económica, con una asistencia de público que se diluye por momentos, pero la tauromaquia es patrimonio cultural, y, tal y como recuerda el presidente de la AIT, está sujeta a los art. 44 y 46 de la Constitución, por un lado, y a la ley 18/2013, por otro. “Esta ley –explica William Cárdenas-- ordena a los poderes públicos la protección, la conservación y el enriquecimiento de la tauromaquia como patrimonio cultural. Si no lo haces estás contrariando la ley y por lo tanto estás prevaricando”.
En el bienio 2014-2015 asistió más gente a conferencias / mesas redondas (13,5%) o al jardín botánico (11,5%) que a los toros.
Sin embargo, desde el sector animalista se quejan de las contradicciones de la legislación. Según explica Silvia Barquero, “la tauromaquia es una forma de tortura institucionalizada a los animales y se debe prohibir como se han prohibido muchas cosas que se contemplan como delito en el Código Penal. En el Código Penal se castiga el maltrato pero luego se permite la tauromaquia”.
Entonces: ¿es posible prohibir la tauromaquia siendo considerada patrimonio cultural? Si un gobierno se decidiera a prohibir estos festejos, tendría que derogar la ley 18/2013: al ser una ley ordinaria, únicamente haría falta aprobar otra ley ordinaria por mayoría simple en el Congreso que derogara la antigua ley. Una vez aprobada esa nueva ley ordinaria, la tauromaquia dejaría de considerarse patrimonio cultural en España y, por lo tanto, los art. 44 y 46 de la CE ya no afectarían a esta actividad.
Pero también en este ámbito existen diferencias dentro del sector antitaurino. De una parte se posicionan los que, como PACMA, abogan por prohibir los festejos taurinos, sin hacer distinciones ni consultas; y de otra quienes, aunque persiguen el mismo objetivo, piensan que lo correcto es hacerlo progresivamente, tomando como punto de partida la retirada de subvenciones y ayudas públicas, como ha pasado en varias comunidades autónomas y ayuntamientos.
Este es el caso de A Coruña, donde gobierna Marea Atlántica. “Se cedía una gran instalación municipal y en los últimos años se gastaban unos 60.000 euros anuales, cantidad que fue mayor en otras épocas para un espectáculo que apenas reunía a 2.500 personas en un aforo de casi 10.000, siendo la mayoría de espectadores usuarios de invitaciones gratuitas”, cuenta el alcalde Xulio Ferreiro.
“Nadie duda de que éticamente el maltrato animal haya que erradicarlo", añade, "pero dependiendo del territorio pues acciones como la nuestra, en la que al negar ayuda municipal automáticamente desaparecieron las corridas de toros de la ciudad, se han mostrado muy efectivas”.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el arraigo de esta tradición es distinto según la región. De hecho, según el mismo informe del ministerio, Andalucía, Castilla y León, Castilla-La Mancha y la Comunidad de Madrid concentran el 78,3% de los festejos taurinos celebrados en 2015, por lo que la “facilidad” a la hora de abolir la tauromaquia no es igual en todas las regiones, y necesita de un proceso diferente. “Hay ejemplos demostrados de que, aunque se retiren las subvenciones, surgen iniciativas privadas para llevarlas adelante; y a mí no me sirve que el maltrato a los animales se permita a las personas que tienen dinero”, afirma la presidenta de PACMA.
Es cierto. El animalismo es mucho más que números. Pero en un país que ronda el 20% de paro y en el que los recortes ahogan a sus ciudadanos, el tema de las ayudas y subvenciones escuece, y puede hacer que muchos indecisos se decanten hacia una u otra postura.
Subvenciones ‘everywhere’
Entramos en terreno pantanoso. El asunto de las subvenciones y beneficios --o pérdidas-- relacionados con la tauromaquia es muy complejo ya que la regulación es de ámbito regional y municipal, tal y como explica José Enrique Zaldívar, veterinario y fundador de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal (AVATMA), que fue el ponente ante el Parlamento Europeo de Bruselas del Informe sobre el sufrimiento del toro de lidia en los espectáculos taurinos en 2009.
“Las subvenciones que recibe el sector taurino proceden fundamentalmente de comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos. Hay muchas formas de que el dinero público acabe de alguna manera favoreciendo a este sector. La mayoría de los festejos populares que se programan son sufragados por los ayuntamientos mediante partidas que en muchas ocasiones no se presupuestan como un gasto en el que figure específicamente festejos taurinos, sino como gasto para festejos o fiestas, con lo que es imposible saber la partida exacta que se dedica a la tauromaquia”.
En Cercedilla se gastaron casi 100.000 euros en toros, lo que supone una aportación de casi 45 euros por persona.
En otras ocasiones, como es el caso de los presupuestos generales de la Comunidad de Madrid, sí aparecen reflejadas las ayudas que se otorgan: 1.385.648€ en 2015; 1.409.422€ en 2014; 1.410.851€ en 2013 –cifras mucho menores de las que se otorgaron, por ejemplo, en 2011, cuando las ayudas para “asuntos taurinos” alcanzaron los 2,36 millones de euros--.
Esto por parte de la Comunidad, ya que posteriormente cada municipio decide cuánto dinero de su presupuesto destina a la tauromaquia. “Por ejemplo, en Cercedilla se gastaron casi 100.000 euros en toros, lo que supone una aportación de casi 45 euros por persona que creemos se deben emplear en otras cosas de necesidad social”, puntualiza la presidenta de PACMA.
“Otra manera encubierta de subvencionar la tauromaquia –continúa José Enrique Zaldívar-- se produce cuando la plaza de localidad, ya sea ciudad o pueblo, es de propiedad pública. El ayuntamiento, la diputación o la comunidad, en función de quién sea la propiedad de la plaza, puede optar por alquilarla a algún empresario para que él se ocupe de organizar los festejos taurinos a cambio de lo que se conoce como canon". En los tiempos buenos de la tauromaquia, estos cánones eran relativamente altos, con lo que las arcas públicas ingresaban dinero, pero en la actualidad "han bajado tanto que las cantidades son ridículas, con lo cual una empresa puede disponer de una plaza de toros para organizar eventos durante todo un año a precios de saldo", añade.
Dado que el mantenimiento de estas plazas corre a cargo generalmente del propietario de la plaza, es decir, del organismo público, este gasto, en muchas ocasiones, no se cubre ni con ese canon. "Otras partidas que suponen subvención a la tauromaquia son la organización de charlas, exposiciones, entregas de premios taurinos, y otros eventos que se pagan con dinero público”, añade el fundador de AVATMA.
Dentro de esas partidas, hay que tener en cuenta no sólo el importe de la plaza o los pagos a la ganadería, recuerda José Enrique Zaldívar: “Un gasto muy importante en estos festejos populares, que se celebran por las calles de los pueblos, proviene de la instalación de las protecciones que hay que colocar, lo que se llaman talanqueras, los seguros de responsabilidad civil que hay que contratar, los servicios médicos que debe de haber, y la presencia de policías, fundamentalmente policía municipal y Guardia Civil. Además, y como es evidente, hay que pagar los animales que van a ser utilizados, que tienen diferentes precios según la ganadería de la que procedan, el tipo de festejo en el que se usarán, la edad, y si son machos o hembras, y por supuesto la categoría de la plaza. Si el pueblo no tiene plaza fija, habrá que pagar el montaje y desmontaje de la plaza portátil, así como el transporte de los animales a la plaza, su sacrificio, y su traslado al matadero o a la sala de despiece. Y si se trata de un festejo de lidia en plaza, hay que pagar también a los matadores".
Subsidios europeos
Pero las subvenciones y ayudas no provienen sólo de las comunidades autónomas. El Estado gasta en tauromaquia a través de los diferentes programas de televisión que promocionan y divulgan la tauromaquia de forma pública y gratuita. Y el sector recibe también una contribución europea por parte de la Política Agraria Común (PAC), según los datos que aporta Florent Marcellesi, portavoz de Equo en el Parlamento Europeo, y que ratifican el fundador de AVATMA, Silvia Barquero, y Xulio Ferreiro:
La tauromaquia, aparte de ayudas estatales y regionales, recibe también una contribución europea.
“Son subsidios agrícolas, y se calcula que alcanzan unos 130 millones al año –afirma el portavoz de Equo--. Ahora mismo todavía no se han retirado estas ayudas a pesar de que hayamos ganado la batalla del Parlamento Europeo del año pasado. Allí conseguimos una votación por mayoría absoluta con el apoyo de socialistas y conservadores pidiendo que no hubiera subvenciones para aquellas ganaderías relacionadas con la tauromaquia. Pero lo más importante es que el pueblo europeo no quiere ya ni moralmente, ni políticamente ni económicamente apoyar espectáculos crueles con los animales”, explica.
Sin embargo, precisamente uno de los argumentos de los defensores de la tauromaquia es que es una seña de identidad arraigada en nuestro país: “Todas estas opiniones que vienen de fuera lo hacen con un propósito: arrebatarle a España sus señas de identidad. Cuando tú le quites a España sus señas de identidad (una de las cuales es la fiesta de los toros), cuando se la quiten, no nos vamos a diferenciar de italianos, ni de ingleses, ni de franceses… Y entonces ¿por qué van a venir los turistas aquí si pueden ir a Italia que tiene una oferta maravillosa desde el punto de vista artístico?”, argumenta William Cárdenas.
Si le quitas a España sus señas de identidad (una de las cuales es la fiesta de los toros), ¿por qué van a venir los turistas aquí si pueden ir a Italia que tiene una oferta maravillosa desde el punto de vista artístico?”
El presidente de la AIT sostiene además que “la tauromaquia deja tangibles beneficios a la administración pública en concepto de IVA, de pagos por licitaciones, por cada entrada que una persona paga para ir a los toros, así como por las cotizaciones a la Seguridad Social de todas las personas que trabajan en este sector”. Cárdenas recuerda que la plaza de toros de Las Ventas, de iniciativa privada, obtuvo beneficios en 2016.
En cuanto a las aportaciones a la Seguridad Social, encontramos aquí otro dato curioso. Según el citado informe del ministerio, mientras bajaba el número de festejos taurinos entre 2011 y 2015, se registraban casi 1.200 profesionales taurinos más. “El descenso de festejos taurinos es una constante desde que tenemos estadísticas comparativas, que es desde 2007. Desde ese año hasta 2015 los festejos en plaza han descendido en un 52%, y también, desde 2007, año tras año, han aumentado los profesionales taurinos”, insiste José Enrique Zaldívar. “Este incremento es ficticio porque ningún sector económico que ve disminuidas sus posibilidades de empleo aumenta sus potenciales empleados. ¿Razones? Ninguna que tenga una explicación lógica, salvo la de justificar la existencia de una actividad que está en claro declive y cuestionada socialmente, y que genera muy pocos puestos de trabajo reales”.
Según los últimos datos registrados por el ministerio, en 2015 había 10.481 profesionales taurinos inscritos, 1.188 más que en 2011, cuando se destinaban más ayudas a esta actividad y había un mayor número de festejos. Pero en cuanto a la categoría de “profesionales taurinos”, la presidenta de PACMA hace una puntualización: “En una becerrada, por ejemplo, participan los propios vecinos del pueblo y dan muerte al animal. Para ello solo necesitan inscribirse en el registro de profesionales taurinos recomendados por un ganadero, donde no necesitan ningún tipo de examen o experiencia. A lo mejor van por ahí los tiros”.
Y, más allá de las cifras, los antituarinos insisten en el componente ético. En la manifestación por la abolición de la tauromaquia poco importaban los números: “Herido está de muerte el pueblo que con sangre se divierte. Nosotros no somos ese pueblo que se divierte con sangre. Nos duele, nos horroriza”, comenzaba el discurso previo a la marcha. De un lado, quienes consideran que no todas las tradiciones deben ser conservadas, que la tauromaquia ha de pasar página en nuestro país, que la durante años aclamada fiesta nacional está en declive. Del opuesto, quienes lo defienden como una seña de identidad, como un forma de arte y como una actividad que, según explica William Cárdenas, se remonta a los instintos más primarios del ser humano: “La tauromaquia en sus orígenes parte de un hombre que se enfrenta a un toro por necesidad y luego va desarrollando destrezas, el hombre se da cuenta de que lo puede engañar, que lo puede someter, que la inteligencia del hombre es superior y que se puede permitir dominarlo y servirse de él porque en el fondo es lo que hemos hecho siempre”.
El sábado 10 de septiembre, en la Puerta del Sol de Madrid, miles de personas volvían a concentrarse pidiendo la abolición de las corridas de toros. La mayoría eran jóvenes, en muchos casos acompañados por sus mascotas, pero también había personas más mayores, pertenecientes a la época dorada de la tauromaquia...
Autor >
Marina Lobo
Periodista, aunque en mi casa siempre me han dicho que soy un poco payasina. Soy de León, escucho trap y dicen que soy guapa para no ser votante de Ciudadanos.
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