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El no negocio de los Juegos Paralímpicos

La fiesta del deporte paralímpico ha tenido que superar la indiferencia de los medios, las empresas y la esperada publicidad. A pesar de todo, está siendo un éxito

Agnese Marra Río de Janeiro , 14/09/2016

FURIBUNDO

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¿Espíritu olímpico o negocio? Esa es la cuestión. Río de Janeiro consiguió ganar la sede olímpica en 2009. Brasil era el país del futuro –ya lo escribió Stefan Zweig en 1941--. Se multiplicaban las inversiones internacionales, llegaban los europeos expatriados para hacerse un hueco en sus multinacionales de origen y Donald Trump compraba terrenos a lo largo y ancho del país. En ese contexto, los Juegos aparecían en la ciudad carioca como otra de las grandes oportunidades de negocio. Lo que suelen ser allá adonde van.

“Si no les damos algo a cambio, no van a invertir”, dijo el alcalde para defender su política inmobiliaria de cara a los Juegos

Negocio para unos pocos. Las asociaciones público-privadas que puso de moda el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, hicieron que las constructoras e inmobiliarias fueran las grandes vencedoras del evento. La alcaldía les cedía el terreno y ellos construían y se llevaban los beneficios de las ventas. Así fue como construyeron algunas de las instalaciones deportivas que estrenaron en agosto, o las torres de oficinas en áreas degradadas de la ciudad que todavía están por estrenar: “Si no les damos algo a cambio, no van a invertir”, decía Paes para defender su política inmobiliaria.

El país del futuro, una vez más tuvo que esperar. En 2016 los Juegos llegaron con el Estado Río de Janeiro declarado de “calamidad” por su propio gobernador. La crisis económica dejaba la ciudad con los servicios a medio gas y los funcionarios cariocas salían a la calle para protestar por las inversiones millonarias en los JJOO, cuando ellos llevaban meses con sus salarios atrasados. El alcalde insistía en que “la mayor parte del presupuesto” venía de las empresas privadas, pero las cuentas olímpicas, a día de hoy, siguen siendo un misterio.

Los Juegos comenzaron con el espíritu olímpico en horas bajas. El ambiente era más bien de enfado. Protestas. Muchas críticas. El elevado precio de las entradas hizo que la mayoría de los cariocas no pudieran disfrutar en directo del evento. A las grandes constructoras poco les importaba si las gradas estaban vacías, el negocio ya estaba hecho. La ciudad, engalanada de publicidad, era invadida por militares con armas de guerra, que se colocaban en cada esquina para dar seguridad a los turistas que sí pudieron permitirse ir a la gran fiesta del deporte.

El elevado precio de las entradas hizo que la mayoría de los cariocas no pudieran disfrutar en directo del evento

El espíritu olímpico comenzó a asomar por la ciudad maravillosa a medida que el país anfitrión ganaba medallas. A pesar de ser las entradas más caras, las gradas empezaron a llenarse con la llegada de las finales. Las denuncias de los desalojos forzosos, de la especulación inmobiliaria, y del aumento de la violencia policial en las favelas de la ciudad, quedaron en un segundo plano. El último gol de Neymar dio a los brasileños el final digno al que agarrarse.

El milagro

Los Juegos Paralímpicos han sido otra cosa, casi un milagro. Al igual que sus atletas, que demuestran el esfuerzo sobrehumano de superarse y alcanzar un objetivo, el evento pasó por una carrera de obstáculos que todavía tiene traumatizado al presidente del Comité Paralímpico Internacional, Philip Craven: “En 56 años de historia nunca habíamos sufrido circunstancias como éstas”, decía a finales de agosto.

Doscientos millones de reales –unos 60 millones de euros-- separaban al país de la línea entre pasar vergüenza internacional por no cumplir lo acordado y garantizar la competición

Doscientos millones de reales –unos 60 millones de euros-- era la cifra que separaba al país de la línea entre pasar vergüenza internacional por no cumplir lo acordado y devolver la calma a los 4.370 atletas que entrenaban desde hace cuatro años para competir en Río de Janeiro. A tres semanas de la fecha de estreno todavía había serias dudas sobre su celebración. Los atletas no habían recibido el dinero de sus pasajes de avión y el Comité Olímpico Internacional advertía de que sin ese dinero no se podría mantener el evento.

Estos doscientos millones de reales se han tenido que mendigar para conseguirlos. Contaban con los patrocinadores, pero no. Contaban con el Gobierno federal de Brasil, y tampoco. A mediados de agosto, la Justicia Federal advirtió de que no se pasaría dinero al Comité de Río 2016 hasta que éste hiciera públicas sus cuentas y se pudiera saber por qué a tan solo 21 días del evento las cifras no cuadraban.

La transparencia no ha sido precisamente una virtud del Comité de Río 2016, que a pesar de la solicitud del Ministerio Público brasileño para conseguir la ayuda extra, volvió a negarse a dar a conocer su presupuesto: “Somos una empresa privada, no tenemos por qué dar esa información”, se defendían. Pero para pedir dinero a los cofres públicos federales, con un país que pasa la mayor crisis económica de la última década, no había pudores.

El Comité organizador de los Juegos se negó a facilitar a las autoridades brasileñas su presupuesto, alegando a su condición de empresa privada

El alcalde de Río de Janeiro, conocido por decir todo lo que se le pasa por la cabeza sin pensarlo demasiado, justificó a los patrocinadores: “La Paralimpiada es un evento increíble, pero como negocio no es atractivo. No termina de cerrar, las entradas son muy baratas”. Eduardo Paes, después de haber agotado el camino del gobierno federal y de reunirse durante días con varios empresas, anunció que la alcaldía sería la que daría 100 millones de reales y los otros 100 vendrían del patrocinio de empresas estatales. Los gastos de los cofres del ayuntamiento carioca, al igual que los del Comité de los Juegos, siguen siendo un misterio.

La donación de las estatales llegó apenas cinco días antes del inicio de los Juegos, el pasado 7 de septiembre. En los Juegos Paralímpicos las grandes empresas sí pueden colocar sus nombres dentro de las arenas, pero ese argumento no evitó que su presencia se haya reducido a casi “una política de cuotas sociales”, como denunciaba el publicista Rodrigo Ferreira.

Las descaradas diferencias de trato entre los Juegos Olímpicos y Paralímpicos no solo vinieron de los patrocinadores. Los conglomerados mediáticos del país, controlados por media docena de familias millonarias, se mostraron tan desinteresados en el evento como las grandes empresas. La ceremonia de apertura fue el miércoles 7 de septiembre, Día de la Independencia de Brasil, es decir, un día festivo. Pero ninguna de las principales cadenas de televisión abierta la retransmitió, tan solo la TV Cultura, emisora que apenas tiene audiencia.

Los conglomerados mediáticos del país, controlados por media docena de familias millonarias, se mostraron tan desinteresados en el evento como las grandes empresas

El estadio de Maracaná estaba completamente lleno y el espectáculo fue corto, emotivo, bien hecho y no faltaron los ya habituales abucheos contra el presidente Michel Temer.  Pero a la mayoría de los brasileños las imágenes les llegaron en los resúmenes informativos, como la noticia corta y alegre que se da antes del informe meteorológico. Muy diferente del trato dado en Londres 2012, donde abrieron una cadena de televisión especialmente para retransmitir todo lo vinculado con las Paralimpiadas. “Es una vergüenza para el 20% de discapacitados que hay en Brasil”, decía Ferreira. “Estoy perpleja con tamaña discriminación, los grandes medios siguen demostrando el prejuicio que hay con las personas con deficiencia”, se quejaba la pedagoga Vera García, que tiene un miembro amputado por una accidente en la infancia.

“Otro público”

A pesar de la indiferencia de los medios, de las empresas y de la esperada publicidad, los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro están siendo un éxito. Después de las de Londres se han convertido en el evento con más público de la historia de estos Juegos. Hasta el sábado se habían vendido 1,8 millones de entradas de los dos millones y medio puestos a la venta. La reducción de espacios públicos comunes como el del Complejo de Deodoro no ha incomodado al medio millón de brasileños que se han acercado estos días a ver algunas de las 22 modalidades deportivas que se disputan. Las entradas del pasado fin de semana y las del próximo ya se agotaron, y los organizadores confían en alcanzar los dos millones de ingresos.

El menor precio de las entradas y el perfil de los espectadores han hecho de los Juegos Paralímpicos un éxito. Después de las de Londres se han convertido en el evento con más público de la historia

“El precio más bajo de las entradas ha sido fundamental para el aumento de las ventas”, decía Mario Andrada, el director de Comunicación del Comité de Río 2016, que también veía un “perfil de público diferente”. Ahora hay una mayoría de brasileños, muy pocos extranjeros, y sobre todo familias y jóvenes. Si en las Olimpiadas se veía a muchas parejas de clase media, sin hijos, o matrimonios mayores de clase alta, ahora se ven grandes familias. Los estudiantes, que apenas se habían visto en las arenas olímpicas, son los que ahora llenan las gradas.

María Bernardes tiene 15 años y viene con su escuela de Botucatú (una ciudad en el interior del Estado de São Paulo) especialmente para el evento. Está emocionada por haber entrado al Parque Olímpico, pero todavía está más contenta por haber ido en metro por primera vez: “Está siendo la mejor experiencia de mi vida”, cuenta. Marcos Nascimento viene con su mujer y sus tres hijos para “que vean la importancia del esfuerzo y la perseverancia” de estos  atletas. Dice que nunca hubiera podido traerlos a las Olimpiadas por el precio de las entradas y de los hoteles: “Eso es un negocio para ricos, nosotros podemos venir ahora que todo está más barato y mis hijos están disfrutando del deporte, que en realidad  es lo que debería ser”.

El sábado el Parque Olímpico de Barra da Tijuca batió récord de asistencia con 167.000 personas en el recinto, 10.000 más que en el mejor día de las Juegos de agosto. En la ciudad se ven menos militares en las calles, menos carteles de publicidad y el metro y el BRT (transporte que se hizo para el evento) abarrotado de familias ataviadas con las camisetas de la selección brasileña. Algunos ondeaban banderas verde amarelas en el aire, mientras que otros preferían pintárselas en la cara. Brasil se mantiene quinto en el número de medallas. Sólo el primer día ganó dos oros, una plata y un bronce. Todavía les quedan unos días para seguir celebrando el no negocio de los Juegos Paralímpicos.

¿Espíritu olímpico o negocio? Esa es la cuestión. Río de Janeiro consiguió ganar la sede olímpica en 2009. Brasil era el país del futuro –ya lo escribió Stefan Zweig en 1941--. Se multiplicaban las inversiones internacionales, llegaban los europeos expatriados para hacerse un hueco en sus...

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