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Primera ronda del Abierto de Australia de 2016. En la cuarta pista en importancia, lejos de los focos, Angelique Kerber, número seis del mundo, batalla en el alambre ante la japonesa Misaki Doi, en el puesto 64.
Para continuar en liza, salva un punto de partido en la muerte súbita del segundo set y se impone finalmente en el tercer parcial. Doce días después, esta vez en la central del torneo, la alemana saborea las mieles de su primera victoria en un Grand Slam tras sorprender a Serena Williams, vencedora de sus últimas nueve finales en este tipo de torneos.
Asomarse al abismo para catapultarse hacia la gloria. Así comenzaba la temporada de Angelique Kerber (Bremen, 1988), que luce desde hace unos días su condición de nueva número uno de la WTA (Women's Tennis Association) tras hacerse con el Abierto de Estados Unidos, último gran torneo del año. Un broche a un temporada de ensueño, con dos grandes títulos a los que acompañan resultados de renombre como la final en Wimbledon o la plata olímpica en Río de Janeiro.
La germana ha pasado de ser una sólida y estable top ten, desde que en 2012 alcanzara por primera vez ese estatus, a la líder del tenis femenino e inesperada amenaza de Serena Williams, a quien ha arrebatado la primera posición tras 186 semanas consecutivas de la estadounidense al frente de la clasificación.
La zurda de Bremen, aunque diestra en su cotidianeidad y de profundas raíces polacas --de ahí que pase gran parte de la temporada en Puszczykowo, cerca de Poznan, donde su abuelo construyó hace años una academia que hoy lleva su nombre--, ha hecho del trabajo duro y la persistencia su bandera para hacer realidad aquel sueño que comenzó a incubar cuando cogió su primera raqueta a los tres años. “Siempre he tratado de mejorar, sabía que tenía nivel suficiente para ganar a las mejores. He sido paciente, he trabajado duro, y ver ahora que ese trabajo da sus frutos es la mejor sensación que puedo tener. Invertí muchas horas en la pista de entrenamiento”, aseguraba hace unos días en la rueda de prensa posterior a su victoria en Nueva York. La sueños se persiguen, pero los resultados llegan producto de la perseverancia.
Una estajanovista caracterizada por su entrega y su lucha en pista, que ha forjado en mil batallas su nueva condición de reina del tenis, la más longeva en alcanzar por primera vez la cima de la WTA. En este sentido, Álvaro Rama, comentarista en Eurosport y que desgrana las claves del tenis actual tanto en Tennistopic como en su espacio 'On Court' de El Confidencial, destaca una particularidad en Kerber. El hecho de que irrumpiera en el circuito a una edad relativamente avanzada, tras alcanzar las semifinales del US Open 2011 a los 24 años, “siendo una jugadora ya curtida de experiencias y con la capacidad para asumir cuanto le va ocurriendo”. Una jugadora que ha quemado etapas paulatinamente, quizá a una velocidad poco habitual para la pléyade de jóvenes talentos que emergen a temprana edad en el circuito, pero que ha revestido las evoluciones de su juego con una pátina de constancia y seguridad. Contrariamente a su pasión por la velocidad, ha seguido “una evolución lenta pero siempre constante”, añade Rama.
El salto de calidad experimentado por Kerber comienza a fraguarse durante el año pasado con la reaparición de su exentrenador
El salto de calidad experimentado por Kerber comienza a fraguarse durante el año pasado, como subraya Arseni Pérez, narrador habitual de las retransmisiones de Televisión Española, con la reaparición de su exentrenador, el alemán Torben Beltz. Tras un inicio irregular en 2015, con primeras rondas en el Open de Australia, Antwerp o Doha, la alemana abandonó el top ten por primera vez en tres años. Kerber tomó la decisión de romper con su entonces entrenador, Benjamin Ebrahimzadeh, y recuperar una relación profesional que cuenta con dos precedentes: en sus inicios en el circuito como junior y entre mediados de 2011 y finales de 2013, etapa en la que alcanzó y se consolidó en la zona noble del ranking. “El apoyo de Beltz le aporta confianza y, sobre todo, competitividad”, valora Pérez.
Si el cambio de entrenador supuso para Kerber savia renovada en su entorno, el apoyo de una de las grandes tenistas de la historia terminó por despejar el mar de dudas en el que nadaba. Tras los torneos de Indian Wells y Miami, la de Bremen visitó a Steffi Graf en Las Vegas, en el marco del campus que organiza la exnúmero uno. “Estuve con ella un par de veces y puedo decir que se trata de una gran persona. Me dijo que tenía potencial, que debía creer en mí misma y que un día estaría en lo más alto", asegura Kerber. Palabras premonitorias. Desde entonces la relación entre ambas es fluida, y la campeona de 22 Grand Slams resulta para ella un respaldo emocional de incalculable valor. "Steffi ha dispersado mis dudas", afirma 'Angie' siempre que tiene ocasión.
Kerber ha evitado que Serena Williams rebasara el récord de 186 semanas consecutivas
Paradójicamente, Kerber ha evitado que Serena Williams rebasara el récord de 186 semanas consecutivas como número 1 que ostentaba su compatriota --guarismo que ahora ambas comparten-- y mantiene a raya a la estadounidense en cuanto al número de grandes, también 22 como Graff. “Me ha servido de motivación. Todos los alemanes tenemos que ayudarnos y estar juntos en las grandes ocasiones como esta", declaró tras su victoria en Melbourne.
Un cambio de mentalidad
La confianza se trabaja en lo mental y se sustenta en lo físico, pero se alimenta de victorias. Cuatro derrotas en cuatro finales fue su balance en 2014; tras la llegada de Beltz, en 2015, cosechó cuatro títulos en cinco finales. Ganar su primer Grand Slam en Australia a inicios de temporada reforzó la creencia en sí misma y en su juego. Hasta entonces, apenas contaba en su vitrina con siete títulos en prácticamente 13 años como profesional, y dos semifinales, en Estados Unidos y Wimbledon, como mayores cotas en grandes citas. “Hizo el partido de su vida en la final del Open de Australia derrotando contra pronóstico a Serena Williams. Eso le ha servido para catapultar su confianza hacia el número 1 recién conquistado”, asegura Pérez. Por primera en su carrera, los números de la germana arrojan a estas alturas de la temporada un balance positivo en su enfrentamiento ante jugadoras del top ten.
Kerber es, sin duda, una rara avis dentro del circuito WTA, que ha moldeado en los últimos años un perfil donde el juego plano y directo predomina sobre el resto. Es una jugadora con variedad de tiros, con “capacidad para construir los puntos con tranquilidad pero con la intensidad que hoy día se exige”, que este año ha ganado “la profundidad necesaria en sus golpes para marcar la diferencia”, especialmente con su mejor arma, su derecha de zurda, analiza Rama.
Todo ello combinado con una agresividad e intensidad renovada a la que tantas veces ha hecho alusión Kerber, que ha alejado la imagen de jugadora defensiva que le acompañaba, y con un despliegue físico que difícilmente encuentra comparación entre sus rivales. Una evolución en su complexión que se viene fraguando en los últimos dos años y que ha trabajado específicamente en la preparación de esta temporada. “Cuando sientes que puedes correr todo el tiempo y no te preocupa jugar tres sets, es realmente importante para tu confianza. Puedes jugar tres o cuatro horas e ir a por todas”, reconoció a la prensa la nueva número uno.
Kerber ha aprendido a gestionar la presión y a domar sus emociones, antaño tornadas en malos gestos y frustración sobre la pista
En la montaña rusa del circuito femenino, Kerber ha aprendido a gestionar la presión y a domar sus emociones, antaño tornadas en malos gestos y frustración sobre la pista. Una seguridad en sí misma que, reconoce, le ha dado la experiencia. Ha sabido digerir las situaciones complicadas de los partidos, enfocarse y mantenerse positiva en la adversidad. No escapa a la irregularidad, que también le ha acompañado este año con primeras o segundas rondas en varios torneos, pero ha encontrado la senda hacia en triunfo por la puerta grande. Arseni Pérez recurre en este caso a la comparación con el caso de Stan Wawrinka: “Ambos han cobrado gran solidez en las grandes citas, viendo el panorama de serias dudas que tienen los y las rivales a su alrededor. Su confianza y su talento han hecho que se hayan vuelto muy competitivos en plena madurez”. La alemana se ha convertido así en la cuarta jugadora en la era Open que asegura su presencia en tres finales de Grand Slam en el mismo ejercicio en el que alcanza la primera.
El reto de mantenerse
Tras tres años de férreo dominio, Serena Williams afronta el final de su carrera ante la amenaza del deterioro físico
La irrupción de Kerber en el número uno ha supuesto una nueva dimensión para el circuito. Tras tres años de férreo dominio, Serena Williams afronta el final de su carrera ante la amenaza del deterioro físico, jugando para hacer historia con el punto de mira fijado en Margaret Court, récord absoluto de títulos de Grand Slam con 24. Quizá aún no se ha abierto una nueva etapa, porque la estadounidense “tiene armas suficientes como para volver a pelear por lo máximo con plenas garantías”, considera Pérez, pero la terna de aspirantes está cada vez más cerca. “El circuito está muy igualado. Serena ha bajado el nivel pero tiene el número 1 a un torneo de distancia y hay perfiles ya maduros, como Halep, y en ascenso con mucho margen de crecimiento, como Muguruza, que van a estar ahí”, considera Rama.
Kerber será una de ellas. A pesar de ser una gran promesa de la natación alemana, se decantó por el tenis porque sintió que era su vida. Con el paso de los años ha conseguido cambiar los malos hábitos en la pista, ejemplo de su tenacidad. Ahora, viviendo el sueño que siempre persiguió, afronta el reto de mantenerse en el lugar al que tanto tiempo le costó llegar.
Primera ronda del Abierto de Australia de 2016. En la cuarta pista en importancia, lejos de los focos, Angelique Kerber, número seis del mundo, batalla en el alambre ante la japonesa Misaki Doi, en el puesto 64.
Autor >
David R. Sánchez
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