Tenis
Djokovic, una cita a contrarreloj con la historia
David R. Sánchez 24/02/2016
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En 2012, cuando servía para ganar la final del Open de Australia ante Rafael Nadal (5-7, 6-4, 6-2, 6-7 y 7-5), Novak Djokovic señaló al cielo y se santiguó tras salvar un punto de break y colocarse posteriormente con punto de partido. Una vez sellado el triunfo, se dejó caer al suelo con gritos de rabia y lo celebró con su equipo tras rasgarse la camiseta al más puro estilo Hulk. Sin embargo, el pasado 31 de enero y en el mismo escenario, la actitud del serbio ante la victoria fue muy diferente. El número uno del mundo cerró la final ante Andy Murray (6-1, 7-5 y 7-6) con un ace, levantó discretamente su puño derecho dirigiéndose con mirada cómplice a su equipo y caminó impasible hacia la red para encontrarse con el escocés.
Las diferencias entre ambas escenas, que distan entre sí cuatro años, son una muestra del dominio abrumador que ejerce sobre el resto Novak Djokovic, que ha convertido sus exagerados gestos como liberación de tensiones acumuladas en una autosuficiencia en el triunfo: celebraciones comedidas y sin excesos. Lo que antes eran sufridos éxitos a la sombra de Federer y Nadal, hoy son títulos que suman en la consecución de un objetivo de gran envergadura y que, ya sin reparos, le colocan en la carrera por dejar su impronta en la historia de este deporte.
La temporada 2015 del serbio dejó uno de las mejores ejercicios de la historia: ganó 3 Grand Slams, siendo el tercero hombre en la Era Open en alcanzar la final de los cuatro grandes; estableció el récord de victorias en Masters 1000, con 6, además de dos finales; obtuvo 31 victorias y 5 derrotas ante jugadores del top ten y un balance de temporada de 82-6, lo que se traduce en un 93,2% de victorias. Si fuera poco, lleva 17 finales consecutivas, más de un año sin caer antes de la última ronda desde que cayera en enero de 2015 ante Ivo Karlovic en los cuartos de final de Doha. La ambición de Novak Djokovic no conoce límites, y él no tiene reparo en admitir sus pretensiones: “Debo de ser honesto y reconocer que sí, que [el objetivo de alcanzar los 17 Grand Slams de Federer] está ahí en mi mente, y que me sirve como elemento de motivación e incentivo para el siguiente periodo de mi carrera”, reconoció ante la prensa el día después de levantar su undécimo grande en la Rod Laver Arena.
Djokovic, indiscutible dominador y rival a batir del tenis masculino, está sin duda en el mejor momento de su carrera. Cerca de cumplir 29 años, ha alcanzado ya los 11 grandes y tan solo tiene por delante a Federer (17), Nadal (14), Sampras (14) y Emerson (12) en la clasificación histórica. Australia ha supuesto el punto de inflexión que sitúa al número uno del mundo ante un reto mayúsculo, el de alcanzar los números del suizo, pero varias incógnitas se plantean en el camino: ¿Tiene tiempo el serbio para alcanzar a Federer? ¿Logrará levantar Roland Garros, único grande que falta en sus vitrinas? ¿Puede Djokovic vencer en los cuatro Grand Slams en este 2016? Vamos a tratar de arrojar luz ante estas cuestiones, echando mano de los números y de las opiniones de quienes cubren desde hace años el circuito profesional.
Djokovic levantó su undécimo Grand Slam con 28 años, 8 meses, y 9 días. Nadal y Federer ya habían alcanzado esa cifra en torno a los 26 años, y a la edad del serbio el español contaba ya con los 14 títulos que atesora, mientras que el suizo se situaba en los 16. El balcánico va a contrarreloj y afronta lo que le queda de carrera ante la amenaza inevitable del paso de los años y el consiguiente descenso del rendimiento físico. Si observamos la edad a la que se lograron los 192 Grand Slams que se han disputado durante la Era Open, ganados por 54 tenistas diferentes, tan solo el 14,6% se produjeron más allá de los 29 años, edad a la que Djokovic disputará su próxima cita, Roland Garros. Y una vez superados los 31 años el número baja drásticamente a un 3,1%, seis títulos en total de los cuales cinco fueron logrados hace más de 40 años, tiempos en los que la exigencia física del circuito profesional no era comparable.
“Necesitaría ganar más de la mitad de los siete que se van a disputar desde ahora hasta final de 2017. Si no, luego puede bajar su excelencia y ser alcanzable para rivales como Murray, Nadal, Wawrinka, Raonic, Kyrgios…”, calcula Fernando Gómez, voz habitual en las retransmisiones de Eurosport. Sin duda, un proyecto ambicioso y no exento de riesgos, como los contratiempos de una eventual lesión o la inevitable presión que puede ejercer un desafío de tal magnitud en caso de situarse al alcance de la mano: “La ansiedad no es buena aliada. Seguro que, según se acerque el momento, Djokovic, que es humano, la sentirá. Eso y una lesión, que nadie desea, pueden frenar que llegue a superar a Nadal en Grand Slams. Los 17 de Federer, ahora, son una frontera lejana para el serbio”, considera José Antonio Mielgo, narrador de Movistar Plus.
Una espina clavada: Roland Garros
Pero ante un objetivo que de momento se vislumbra a largo plazo, Novak Djokovic afronta en menos de seis meses dos citas marcadas en rojo en el calendario: los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en busca del oro, y Roland Garros. A pesar de sus tres finales en suelo parisino, el serbio aún no ha conseguido levantar la Copa de Los Mosqueteros, trofeo que anhela y que lo convertiría en el octavo tenista de la historia capaz de ganar los cuatro grandes a lo largo de su carrera. La tierra batida es la superficie menos buena para el serbio, pero su rendimiento sigue siendo muy alto y ya ha ganado títulos prestigiosos como Roma o Montecarlo.
“Está en mejor disposición que nunca para ganar Roland Garros”, afirma Javier Martinez, periodista deportivo del diario El Mundo, que recuerda que el año pasado batió por primera vez a Nadal en este torneo, con lo que el balcánico “quebró una frontera importantísima”. El balear fue la oveja negra que se cruzó en en el camino de Federer en su momento, y priva ahora a Djokovic de no contar con un título en París, que en condiciones normales ambos habrían logrado años atrás. Pero los problemas que experimenta el español colocan al actual número uno en una situación óptima. “Roland Garros lo ganará siendo humilde. El año pasado infravaloró a Wawrinka y lo pagó. Claro que Nadal, Murray o Ferrer pueden ganarle en tierra. No muchos más”, añade Mielgo, señalando haciendo hincapié en la mentalidad a la hora de afrontar el torneo.
Y si Djokovic conquistara París, ¿sería descabellado pensar en un póquer de Grand Slams?. “Si es capaz de ganar Roland Garros, no. No es fácil, no demasiado probable, pero nada descabellado”, asegura Gómez. En un circuito de un nivel tan exigente a lo largo de toda la temporada, la dificultad de mantener el nivel y lograr cuatro picos de forma en diferentes momentos de la temporada está alcance de muy pocos, pero el serbio pudo lograrlo ya en 2015 de no interponerse Wawrinka en la final de París. “El pasado año se quedó a un partido de lograrlo”, recuerda Martínez y apunta que la hazaña es muy difícil: “Lo demuestra que sólo tres jugadores lo hayan conseguido a lo largo de la historia, pero creo que está en disposición de conseguirlo, obviamente, de no mediar lesiones”.
Dominio con mano de hierro
Lo que está claro es que Djokovic está alcanzando en los últimos meses unas cotas de excelencia tanto en lo tenístico como en lo psicológico difíciles de igualar. Un completo repertorio de golpes, con su exquisito revés a dos manos como máximo exponente --al que muchos jugadores del circuito señalan como el mejor de la historia--, sus vertiginosas transiciones defensa-ataque, y una fortaleza mental forjada en los últimos años a prueba de bombas hacen del serbio un rival prácticamente imbatible y uno de los jugadores más completos de la historia. “Es difícil encontrar una virtud tenística que no posea”, afirma Mielgo, que destaca entre ellas su competitividad. “Las carencias tenísticas que tenía las ha ido adquiriendo con los años”.
“Ahora mismo no veo a nadie capaz de hacerle frente, y menos al mejor de cinco sets. Otra cosa es en algún torneo de menor rango, donde pueda dejarse ir”, apunta Martínez, pero ni aún así. En los últimos 12 meses tan solo ha cedido cinco partidos, y solo tres rivales han doblado el brazo del serbio. Pocos jugadores en la historia han desplegado un dominio tan prolongado, que se circunscribe a los últimos 5 años y que le ha permitido en este inicio de 2016 revertir sus cara a cara con Nadal y Federer, negativos durante toda su carrera.
En esa terna de dominadores “podemos citar en el tenis moderno a Laver, Borg, Lendl o Federer, pero les puede superar”, opina Fernando Gómez. Hay un dato rotundo para certificar la tiranía con la que Djokovic somete con mano de hierro el circuito masculino. El serbio tiene la racha más extensa sin perderse dos finales consecutivas de Grand Slam, que se prolonga hasta la actualidad. Son 22 grandes desde que en 2010 cayera en la final del US Open frente a Rafael Nadal, de los cuales 10 de ellos se traducen en títulos, además de 7 finales, 4 semifinales y unos cuartos de final. Nadie en la Era Open tiene una racha mejor en este aspecto: Federer (19), Borg (16), Lendl (16), y Nadal (13) le siguen en este particular ranking.
Y ante un jugador como este, ¿existe alguna debilidad que los rivales puedan aprovechar? Es evidente que una victoria sobre Djokovic pasa, actualmente, por el descenso en su rendimiento general, o al menos por un mal día, y un juego variado con el objetivo de neutralizar su dominio. “Si los rivales son capaces de mantener equilibrados los marcadores de cada set aún se impacienta. A veces, peca de soberbia y piensa que puede y debe ganar los partidos por ser quien es. Tratar de neutralizar sus restos y moverle lo suficiente por la pista para que no pueda atacar con sus golpes” son algunas de las claves que apunta Mielgo. Y ante la escasez de resquicios en su juego, el resto de jugadores, como denota Martínez, tendrán que redefinirse, pues está claro que “la única estrategia posible es intentar tomar la iniciativa. Algo harto difícil, la verdad”.
Con la temporada aún dando sus primeros pasos, Novak Djokovic ha convertido la victoria en hábito. No hay júbilo, no hay lamentaciones, no hay gestos desmesurados. Tiene una cita con la historia. Y tratará de no llegar tarde.
En 2012, cuando servía para ganar la final del Open de Australia ante Rafael Nadal (5-7, 6-4, 6-2, 6-7 y 7-5), Novak Djokovic señaló al cielo y se santiguó tras salvar un punto de break y colocarse posteriormente con punto de partido. Una vez sellado el triunfo, se dejó caer al suelo con gritos de rabia...
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David R. Sánchez
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