TRIBUNA
El reinicio de la socialdemocracia
El discurso socialdemócrata necesita un ‘reseteo’ con cambios de bastante calado porque ya no ofrece respuestas claras a los retos sociales y está desconectado de los sectores más dinámicos de la sociedad
Manuel Escudero 5/10/2016
Tumba.
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Cada vez aparece de modo más recurrente la idea de que la socialdemocracia está en declive en Europa. Esto, que es un hecho cierto y constatable desde una perspectiva electoral, suele llevar a otra afirmación más general: la socialdemocracia ya no ofrece respuestas claras a los retos que presentan nuestras sociedades y, por ello, aunque mantiene fidelizado el voto de personas mayores en entornos no muy dinámicos (ciudades con un pasado de esplendor industrial ya desaparecido, entornos rurales), está ya desconectada de los sectores más dinámicos de la sociedad –los sectores innovadores, los jóvenes profesionales, las clases medias urbanas--. Es frecuente que las reflexiones de este tipo concluyan con una de estas dos conclusiones: o que el declive de la socialdemocracia es terminal, o que la socialdemocracia tiene que ser remozada. Yo tiendo a pensar lo segundo: que necesita un “reseteo”, un reinicio. Sin embargo, no será tarea fácil, porque implicará cambios de bastante calado en el discurso socialdemócrata.
Los socialdemócratas aspiran a “tanto mercado como posible, tanto Estado como necesario”
La buena noticia es que para refundar la socialdemocracia no es necesario cambiar sus principios básicos. Más bien al contrario, se trata de volver a asirlos con fuerza para analizar, con espíritu crítico y sin servidumbres, la realidad actual. Las señas de identidad de la socialdemocracia, desde Bernstein, fueron la adhesión a la democracia representativa y la lucha por reformas para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. El reformismo socialdemócrata implicó desde entonces una concepción de la lucha por reformas que debía tener en cuenta no solamente la bondad de las mismas, sino también su sostenibilidad a lo largo del tiempo y el cálculo de la correlación de fuerzas para alcanzarlas. A estas señas de identidad se añadió una tríada de valores: igualdad, libertad y solidaridad --donde es la combinación lo que tiene sentido--. Los valores de la socialdemocracia combinan la búsqueda de la justicia social con el respeto a la libertad individual. Y el individuo es libre, como dice Pettit, cuando se emancipa de toda dominación, lo que presupone la intervención del Estado democrático para su eliminación cuando ello es necesario. Es este destilado el que terminó cristalizando en la máxima del SPD, acuñada en Bad Godesberg en 1959: los socialdemócratas aspiran a “tanto mercado como posible, tanto Estado como necesario”.
Con estos principios probablemente se sentirán muy cómodos todos aquellos que tienen su corazón en la izquierda. Pero el problema es utilizarlos de modo consecuente. Y es ahí donde comienzan las dificultades. Yo las veo en cuatro campos:
Los socialdemócratas tendrían que reconocer que el capitalismo actual no tiene nada que ver con el que pactó el Estado de bienestar en los años 50
1.- Los socialdemócratas -- cuyo reflejo político más característico en la actualidad es volver la vista atrás y añorar los tiempos dorados del Estado de bienestar-- tendrían que reconocer que el capitalismo actual no tiene nada que ver con el que pactó el Estado de bienestar en los años 50. El capitalismo en su versión neoliberal ha causado muchos estragos: desde la destrucción premeditada del poder organizado de los trabajadores, pasando por la desigualdad creciente – agudizada por la crisis de 2008 pero que ya estaba en marcha desde los años 90-- que va empobreciendo al 80% de las clases trabajadoras en los países desarrollados, la financiarización para mantener los niveles de consumo de todos esos sectores con el recurso al crédito, la expansión monetaria (QE) para hacerlo posible, el aumento estratosférico de la deuda, los mercados financieros que crecen como la espuma a partir de activos tóxicos, y el poder desmesurado y creciente de los grandes oligopolios.
El sistema neoliberal ha dado de sí todo lo que podía, y en el futuro solamente traerá dificultades crecientes
Este tipo de narrativa no ha sido adoptada aún por la socialdemocracia, y no será fácil introducirla. Lo único que funciona a favor de este cambio de discurso es que la realidad lo va requiriendo más y más. El sistema neoliberal ha dado de sí todo lo que podía, y en el futuro solamente traerá dificultades crecientes: un escenario hasta mediados de este siglo de estancamiento económico, deuda creciente e inasumible por nadie, desigualdad en aumento, desconcierto de los grandes gurús del establishment que no saben cómo sacar al mundo del estancamiento, y todo ello trufado por episodios de burbujas y estallidos.
2.- La segunda dificultad es adoptar políticas genuinamente nuevas y disruptivas frente a tres grandes sacudidas sociales que van a alcanzar su plenitud en las próximas décadas, y que el Estado de bienestar del pasado no pudo ni imaginar: el cambio climático, el envejecimiento de la población y los flujos migratorios.
A pesar de los destrozos sociales que ha causado el neoliberalismo, el sistema puede ir tirando solo durante mucho tiempo
A pesar de los destrozos sociales que ha causado el neoliberalismo, a pesar del horizonte de estancamiento económico, el incesante y astronómico aumento de la deuda (hoy ya cercana al 300% del PIB mundial!) y los sobresaltos de las burbujas y sus pinchazos que ya han ocurrido tres veces desde comienzos del siglo XXI, el sistema, dejado a sí mismo, puede ir tirando durante mucho tiempo. Son estos “shocks externos” los que le ponen fecha de caducidad en torno a 2050.
3.- La tercera dificultad consiste en incorporar al discurso socialdemócrata, con todas sus consecuencias, las implicaciones de la digitalización de la economía. Estamos entrando en la era digital (la tercera revolución industrial después de la máquina de vapor y la electrificación). De la mano de la inteligencia artificial, el Internet de las cosas y la impresión en 3D, habrá que responder con nuevas políticas a un buen número de nuevos problemas: comenzamos a constatar que el trabajo productivo dentro del sistema capitalista se va convirtiendo de modo creciente en innecesario, que las jornadas de trabajo van disminuyendo, que los precios de muchos productos se mantienen artificialmente debido a la existencia de monopolios u oligopolios tecnológicos, cuando en realidad, debido a la digitalización, los costes reales de producción están disminuyendo. Y comenzamos a ver, por último, que más y más ciudadanos optan por un nuevo tipo de actividad colaborativa de utilidad social indudable pero que se ofrece de modo libre y al margen del mercado capitalista al resto de la sociedad. Todo ello merece nuevas respuestas en el terreno de la educación, el empleo, la limitación del poder de los oligopolios o la promoción de la nueva economía colaborativa.
Los partidos políticos socialdemócratas deberán asumir estructuras mucho más horizontales, descentralizadas, transparentes y que rindan cuentas a la ciudadanía
4.- Y finalmente, para estos nuevos desafíos ya no basta con la tarea reformista desde las instituciones democráticas sino que se precisa una conexión mucho más profunda y extensa con una realidad social en plena transformación. Los partidos políticos socialdemócratas deberán en el futuro combinar su tarea tradicional de preparación de cuadros políticos con un cambio de naturaleza, asumiendo el carácter de movimientos sociales con estructuras mucho más horizontales, descentralizadas, transparentes y que rinden cuentas a la ciudadanía.
La disyuntiva, por lo tanto, es: o la socialdemocracia supera dificultades como las que se han sugerido, o sencillamente no tendrá futuro. Ahora toca elegir.
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Manuel Escudero. Economista
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