Bhaskar Sunkara / Editor de ‘Jacobin’
“La izquierda debería poner el foco en la libertad”
Álvaro Guzmán Bastida Nueva York , 30/11/-1
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En marzo de 2016, la web liberal Vox.com declaraba a Jacobin “vencedor de la batalla de las ideas en la izquierda” en Estados Unidos. Habían pasado apenas cinco años desde que Bhaskar Sunkara, un joven universitario, llevara a cabo lo que a muchos les pareció una temeridad, pero terminó resultando una suerte de milagro pagano: fundar, en pleno siglo XXI, una revista de teoría y estrategia socialista, a todo color, en papel, producida por y para la generación millennial. Con una mezcla de rigor académico, diseño elegante y decisión revolucionaria, Jacobin ha cultivado una legión de 15.000 suscriptores, 700.000 lectores mensuales en Internet y casi 200.000 seguidores en Facebook.
Cada mes, cientos de grupos de lectura por todo Estados Unidos se reúnen para debatir una selección de artículos de la revista sobre política, economía y cultura desde una perspectiva decididamente socialista. Por si fuera poco, Sunkara y la editora de The Nation, Sarah Leonard, coeditan ahora The Future We Want (MacMillan, 2016), una colección de ensayos de jóvenes escritores de Jacobin y otras publicaciones que forman un manifiesto cargado de análisis crítico y propuestas concretas para atajar las crisis de empleo, desigualdad, discriminación racial, representación política y medio ambiente. Cuando llegó a su cita con CTXT, en una azotea de Brooklyn el pasado mes de junio para hablar sobre esos asuntos, Sunkara (White Plains, Nueva York 1989) acababa de conceder una entrevista a The New Yorker sobre las virtudes de la renta básica universal. “Parece que incluso la prensa burguesa se interesa por el asunto”, bromeó, con una mezcla de sorpresa y satisfacción.
A lo largo de esta entrevista, Sunkara presenta algunos de los elementos básicos del programa planteado en el libro, así como su escepticismo respecto de los proyectos ‘municipalistas’ y su preferencia por una socialdemocracia fortalecida que se fije como objetivo el poder a nivel estatal.
La palabra ‘libertad’ aparece una y otra vez en el libro, en particular en la introducción y el capítulo concluyente. Resulta algo sorprendente, ya que la libertad está en el imaginario colectivo como parte integral del ethos y el modo de vida de los Estados Unidos, o hasta de Occidente. Incluso desde una perspectiva progresista, uno puede tener la sensación de que hay suficiente libertad en nuestras sociedades, pero quizá exista un déficit de igualdad. ¿Hace falta más libertad en EEUU?
Sí, eso creo. Deberíamos pensar que el principal objetivo de la izquierda no es tanto la igualdad como la libertad. En cierta medida, deberíamos rechazar el discurso que ha logrado separar el concepto de libertad del de igualdad, y los presenta como alternativas. La izquierda ha comprado ese discurso con demasiada frecuencia. Es un grave error. La distinción clásica de la izquierda tiene que ver con la libertad para explotar contrapuesta a la de quien es libre de explotación. La izquierda debería poner el foco en la libertad.
Deberíamos pensar que el principal objetivo de la izquierda no es tanto la igualdad como la libertad
Cuando pensamos en propuestas incluso moderadas, como las que hacía Bernie Sanders sobre el Estado del bienestar, eso representa, para mucha gente, la libertad de la explotación extrema y la libertad de no necesitar tres trabajos, y una jornada de 70 horas semanales, para sobrevivir. Eso significa más libertad, tiempo libre del que disfrutar con la familia, o libertad de la tiranía de tus jefes en la fábrica o la oficina.
Si se proporciona esa libertad, si el trabajador medio dispone de más opciones entre las que elegir y más oportunidades, eso a su vez le dará más posibilidades de pelear por sus derechos y agruparse en organizaciones sociales. Eso se traducirá en una sociedad más igualitaria. El principal problema tiene que ver con la libertad; no tanto la igualdad.
Acaba de mencionar a Sanders. Ha sostenido en algunos foros que el universo de movimientos sociales en EEUU no se merecía un candidato como él. ¿Por qué lo dice?
Lo que trato de explicar es que es un error interpretar a Sanders como algo que nos merecíamos, dado el nivel de organización que teníamos. Debemos verlo como una chispa, la señal de una nueva mayoría, algo que sugiere que los próximos 10 o 15 años de la política estadounidense serán más favorables para la izquierda.
Y, sin embargo, parece haber un resurgir de movimientos sociales en EEUU…
No creo que debamos sobreestimar la medida en que los movimientos sociales han vuelto a EEUU. Algunos de estos movimientos recientes han sido, en parte, eventos mediáticos. Cuando hablamos de la movilización de decenas de miles de activistas, muchos de ellos jóvenes, deberíamos verlo con sorpresa e ilusión. Pero es algo muy diferente de la conexión masiva entre activistas y grupos de clase trabajadora. En ciertos movimientos, como en Ferguson, se ha visto eso. Pero no es bueno exagerarlo.
Además, muchos de estos movimientos han sido más anticapitalistas en sus formas que en su sustancia. Creo que hace falta un análisis más profundo, que explique qué es el capitalismo, en qué consiste la opresión estructural de las razas, y cómo podemos organizarnos para hacerle frente. Claro que, en EEUU, venimos de un vacío en el que no había nada de eso.
Sanders jugó un papel importante, al crear esta política de oposición que exige soluciones colectivas a los problemas sociales
¿Es ese el motivo por el que presentan un ‘blueprint’ –una especie de programa— en el libro?
En parte, como mucho de lo que hacemos en Jacobin, es para conectar con un público diferente. Pretendemos dirigirnos a gente que se autodefine ‘liberal’, pero no está muy politizada. Se trata de tomar a gente del centro y centro-izquierda –donde el discurso suele tener que ver con la gestión y políticas concretas— y presentarles una visión política de izquierdas, que a menudo necesita enfrentarse a asuntos de gestión y políticas concretas. Nuestro objetivo es articular una política, y desde ahí convencer a gente a nuestra derecha. Creo que Sanders jugó un papel importante, al crear esta política de oposición que exige soluciones colectivas a los problemas sociales. Eso nos da un espacio con el que trabajar en el futuro.
Uno de los ensayos en el libro, de Chris Maisano, habla del pleno empleo. ¿Cuáles son sus virtudes en comparación con la renta básica?
La Renta Básica Universal (RBU) y un programa estatal de garantía del empleo funcionan como lo que André Gorz llamaba ‘reformas no reformistas’. Son buenas, no solo porque ayuden a la gente a corto plazo, sino porque crean las condiciones para que los trabajadores peleen por sus derechos. En contra de lo que los leninistas habían predicho, el fortalecimiento del Estado del bienestar sirvió para hacer a los trabajadores militantes, o por lo menos para darles la posibilidad de arriesgarse a la hora de pelear, porque en condiciones cercanas al pleno empleo, uno puede arriesgarse con una huelga, sabiendo que, si lo echan, podrá encontrar otro trabajo.
El empleo garantizado funcionaría de una manera similar, pero también lo harían diez mil dólares más en el bolsillo de todo el mundo. También se traducirían en una mayor seguridad, y permitirían a cierta gente la opción de abandonar el mercado laboral. Así que estoy a favor de ambas propuestas, pero siempre que sean del todo universales. No vamos a cambiar la renta básica por derechos sociales existentes, sino que queremos que sea un añadido. Sí que creo que, desde el punto de vista del debate y discurso político, el empleo garantizado resulta más fácil de explicar y de lograr, al menos en EEUU, donde hay menos paro estructural.
También abogan por la centralización. ¿No es más fácil gobernar para la gente cuando las instituciones están más cerca de ellos?
En los EEUU, seguimos teniendo un sistema muy fragmentado, que divide todo en unidades locales y estatales. Eso hace que sea muy difícil propulsar el cambio. Hay un argumento de izquierdas que propone que esta situación permite que se desarrollen ‘laboratorios para la democracia’, pero creo que, en general, la derecha se beneficia cuando se dividen las mayorías, sean los trabajadores o simplemente los distritos electorales.
Ha mencionado el argumento de los ‘laboratorios democráticos’, pero también parece existir una crisis de representación, tanto en Europa como en EEUU, y quizá a nivel global. ¿Qué opinión le merecen los proyectos ‘municipalistas’, y la idea de que el cambio tiene que empezar en las ciudades?
Soy muy escéptico respecto del nuevo ‘municipalismo’ en Europa. Creo que hay una tradición en la que el ‘municipalismo’ ha sido muy poderoso y útil –pienso en la Viena Roja de los años 20 y otros momentos en los que ha estado conectado a un movimiento nacional más amplio--. Simplemente, no creo que ganar a nivel local sea suficiente, y también creo que existe un deseo de evitar el poder estatal en muchos casos. Luego resulta que a nivel local uno termina obligado a administrar la austeridad, como Die Linke en Berlín.
Austeridad que viene impuesta desde las autoridades superiores…
Los ejemplos de Madrid y Barcelona son mucho más positivos, porque están conectados con proyectos que quieren el poder estatal
Sí, pero también por presupuestos fijos, la imposibilidad de recurrir al déficit para financiar ciertas políticas, como hacen los Estados… En España, es diferente, y los ejemplos de Madrid y Barcelona son mucho más positivos, porque están conectados con proyectos que quieren el poder estatal. Pero si lo que se pretende es la vía de John Holloway, de lograr el cambio sin alcanzar el poder, prefiero mucho antes una socialdemocracia renovada, ‘recargada’, situarnos a la izquierda de eso y tratar de construir algo más sustancial, que asistir al renacer de todas estas idas que florecieron en torno al movimiento antiglobalización, basadas en el ‘localismo’ y la ‘política de resistencia’, que parten de la premisa de que la izquierda siempre estará en una posición de debilidad.
Otro de los ensayos del libro aboga por una ‘agenda económica’ para el movimiento Black Lives Matter. ¿Cuáles son algunas de sus claves? ¿Y no existe una tensión –sea real o percibida— entre las luchas por la igualdad racial y las que pretenden avanzar en igualdad económica?
En la medida en la que la hay, esa tensión es nueva, y ha sido fabricada en los últimos diez o veinte años. Tradicionalmente, la izquierda radical ha puesto un énfasis desproporcionado en la liberación negra, y no debiéramos olvidar la tradición socialdemócrata negra, encarnada por Martin Luther King y otra mucha gente que vio que ambas luchas tenían que ir de la mano. Por supuesto que es así, porque, si uno se propone atajar el racismo de verdad, ¿cómo es posible hacerlo sin recurrir a la redistribución?
¿Y eso cómo se traduce políticamente hoy, en un contexto en el que la violencia policial ocupa el centro del debate?
Es importante poner por delante asuntos económicos y ligarlos a estos otros porque, al menos en parte, ¿por qué suceden la violencia y el abuso de la policía a los negros? Por supuesto, el racismo clásico fundamentado en la intolerancia juega un papel a nivel ideológico, pero por encima de eso, sucede por las líneas racializadas en las que se desarrolló el capitalismo en EEUU. La gente negra vive desproporcionadamente en poblaciones pobres y marginales. La policía les ignora cuando llaman por una emergencia, con la misma frecuencia con la que abusa de alguien en el barrio. La ‘agenda negra’ no está limitada a los asuntos que preocupan a los negros, sino que incluye todo lo que preocupa a los blancos, y algunos otros asuntos.
Creo que algunos de los miembros de Black Lives Matter han sabido conectar su lucha con las demandas económicas. Otros, sobre todo en la élite del movimiento, están a favor de la privatización del servicio de correos, al tiempo que pretenden terminar con la violencia policial. Pero correos es la principal fuente de empleo de la clase trabajadora negra en este país.
También existe una oposición, al menos retórica, entre los intereses del movimiento ecologista y los del movimiento obrero, ya que muchas de las políticas que se han promovido para plantar cara al cambio climático terminan con los trabajos de mucha gente. ¿Es esa oposición –empleo o medio ambiente— inevitable?
Necesitamos un movimiento obrero que sea sensible al medio ambiente, que se preocupe por atajar el cambio climático
No, no. Creo que el conflicto se debe en parte a que el ecologista ha sido principalmente un movimiento de clase media, pequeñoburgués. Necesitamos un movimiento obrero que sea sensible al medio ambiente, que se preocupe por atajar el cambio climático. En otras palabras, debería darse una fusión, pero en todo caso los activistas medioambientales tienen que pensar en las preocupaciones de los trabajadores y asegurarse de que lo que dicen no suena a ‘austeridad verde’ para la gente, porque es moralmente indefendible exigir más penitencia a quienes llevan décadas al final de la fila. Si eres un trabajador, no eres dueño de una central eléctrica de carbón.
Viene proponiendo una vía socialdemócrata, al menos de momento. ¿Pero no está en crisis la socialdemocracia? ¿No es precisamente ese el motivo del ascenso de partidos a la izquierda de la socialdemocracia por toda Europa?
Bueno, es que los partidos a la izquierda de la socialdemocracia en Europa no están en realidad a su izquierda en lo programático. Lo están porque la coyuntura ha cambiado. Hay una gran diferencia con las socialdemocracias que emergieron del centro derecha del movimiento obrero, que surgieron del agotamiento de las luchas o el fracaso a la hora de lograr la hegemonía. Esta socialdemocracia emerge como una rebelión contra la tercera vía en Europa y EEUU.
Lo cierto es que no disponemos de un programa socialista que pudiéramos implementar inmediatamente, de modo que proponemos demandas que, de lograrse, mejorarían la vida diaria de la gente, pero también les pondrían en una situación mejor a la hora de articular nuevas demandas en el futuro. Por eso prefiero concebirlo como un ‘programa socialdemócrata de izquierdas’. Si no logramos una mayoría para esto, nunca alcanzaremos una mayoría para algo más radical.
Dada la estrategia gradual que propone, ¿en qué medida deberían los progresistas tratar de lograr avances desde dentro de grandes partidos ya existentes, como el Demócrata en EEUU?
Asistimos a la fractura del Partido Demócrata en diferentes partes, una de las cuales responde a un grupo más activista, de la militancia. El futuro de la izquierda pasa por esa fractura del sistema bipartidista. No por un realineamiento, ni por empujar al Partido Demócrata a la izquierda, sino por su fractura y la construcción de una nueva mayoría. Después, desde la izquierda de esa nueva mayoría, podremos impulsar demandas de las que convencer a la mayoría de los trabajadores algún día. Porque esa es la única manera de dar sentido a nuestra política: construir un apoyo mayoritario.
En marzo de 2016, la web liberal Vox.com declaraba a Jacobin “vencedor de la batalla de las ideas en la izquierda” en Estados Unidos. Habían pasado apenas cinco años desde que
Autor >
Álvaro Guzmán Bastida
Nacido en Pamplona en plenos Sanfermines, ha vivido en Barcelona, Londres, Misuri, Carolina del Norte, Macondo, Buenos Aires y, ahora, Nueva York. Dicen que estudió dos másteres, de Periodismo y Política, en Columbia, que trabajó en Al Jazeera, y que tiene los pies planos. Escribe sobre política, economía, cultura y movimientos sociales, pero en realidad, solo le importa el resultado de Osasuna el domingo.
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