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Zekine Türkeri nació en 1967 en Malatya, una localidad del Kurdistán turco. Aunque creció allí, fue en Ankara, ciudad a la que se trasladó para estudiar Ciencias Políticas, donde descubrió que pertenecía a un pueblo que traspasaba las fronteras de Turquía y que estaba dividido por otros tres Estados: Irán, Iraq y Siria. Descubrió que era kurda. Mujer kurda.
Desde que se topara con semejante hallazgo identitario, nunca ha abandonado el interés por la resistencia de su pueblo. Ni en los trágicos años noventa, ni en la actualidad. Una época, no menos desoladora, marcada por la inestabilidad de la región, con protagonistas como la guerra en Siria, la incipiente amenaza del ISIS y la dura represión de Erdogan en Turquía. Tanto es así que, en 2014, decidió emprender un viaje por diferentes rincones del Kurdistán para realizar una serie de reportajes para el canal de televisión IMC TV para el que trabaja en Estambul. De aquel periplo, nace su libro Un verano kurdo. Historias de resistencia al ISIS, a la ocupación y al exilio (Editorial Descontrol), que estos días presenta en España, donde vivió durante más de diez años.
En su conversación, Türkeri encandila por su fuerza al expresarse, incluso cuando lo hace en un idioma que no es el suyo, pero que no supone excusa alguna para derribar los tabúes. Equipada con una taza de café en una mano y un cigarrillo en la otra, en casa de una amiga en el madrileño barrio de Lavapiés, responde a cada pregunta, entre calada y calada, devolviendo respuestas sinceras, sobre la lucha de las mujeres kurdas, combatientes contra toda opresión, incluido el machismo de sus compañeros, o sobre la situación actual de Turquía y el Medio Oriente.
En las primeras páginas de su libro usted explica que “en los 90 un kurdo tenía prohibido recorrer las distintas partes del Kurdistán”.
Ahora también.
¿Qué ha cambiado en este tiempo?
El Kurdistán (lo explico así para simplificarlo) fue dividido después de la caída del Imperio Otomano, después de la Primera Guerra Mundial. Estas fronteras actuales vienen de ahí, y fueron los kurdos los que se quedaron sin Estado. Ahora viven divididos entre cuatro Estados, rodeados de fronteras llenas de minas, vallas… En los años 90 yo vi con mis propios ojos imágenes terribles de familias separadas del lado de Turquía y Siria, que se acercaban a la frontera en las fiestas, para tirarse regalos por encima de las vallas. Sí hubo una época más suave, entre 2004 y 2009, esto hay que reconocerlo, en la que el Gobierno de Erdogan llegó a un acuerdo con Damasco, cuando tenían buenas relaciones, y permitieron visitas de una hora durante las fiestas religiosas. Ahora, evidentemente, no se puede pasar.
En los años 90 yo vi con mis propios ojos imágenes terribles de familias separadas del lado de Turquía y Siria, que se acercaban a la frontera en las fiestas, para tirarse regalos por encima de las vallas.
¿Qué supone para una persona kurda vivir en Iraq, Irán, Siria o Turquía?
Cada uno tiene sus peligros y sus vidas corren peligro ahora mismo. Aunque en Siria las fuerzas kurdas están controlando su territorio, y esto sí que es algo histórico; están bajo la amenaza de Damasco, de Turquía, del ISIS. Es un estatuto que en cualquier momento puede cambiar, se trata de una situación de guerra caliente.
En Iraq atraviesan una situación económica muy difícil. Teóricamente tienen una autonomía reconocida por el Gobierno de Bagdad, pero también tienen muchas dificultades porque están al lado del ISIS en Mosul y están rodeados de enemigos. Tienen petróleo, pero no pueden venderlo. Hay mucha gente pasando hambre. Además, es una población de cinco millones, que ha recibido en los últimos años a dos millones y medio de refugiados. En Rojava [territorio situado al norte y noreste de Siria, controlado por los kurdos] también hay muchos refugiados.
En Turquía, los kurdos están muy machacados, ahora con el Gobierno de Erdogan, no pueden salir a la calle ni a manifestarse, las autoridades detienen cada día a centenares de kurdos…
En Turquía, los kurdos están muy machacados, ahora con el Gobierno de Erdogan, no pueden salir a la calle ni a manifestarse
¿Por el hecho de ser kurdos?
No es así de simple. Hablo de kurdos que reclaman sus derechos.
Ahora se habla mucho de las mujeres del PKK, pero en su libro cuenta que llevaba mucho tiempo pensando en hacer un reportaje sobre su lucha, ¿Qué visión tiene sobre ellas?
Son mujeres feministas, son mujeres que no sólo fueron al monte [al lugar de combate] por ser nacionalistas, muchas de ellas quieren cambiar su destino, porque están en una sociedad machista. Entre ellas hay universitarias, pero también hay analfabetas, hay de todo, el perfil es muy amplio. Solo el hecho de estar en las montañas con los hombres ya es una revolución porque no estamos hablando de los Pirineos, estamos hablando de una zona hostil llamada Oriente Medio.
Me afectó mucho ver a las mujeres de las montañas de Qandil, en el Kurdistán iraquí, a las de PKK, y a las de PYG en Rojava… Cada una tiene dificultades en su vida, pero he visto a unas tías brillantes. A lo mejor es porque hoy pueden vivir y mañana no. A lo mejor, cuando estás cada día en frente de la muerte, tienes menos interés por esconderte.
¿Qué opina de titulares como “Muere la Angelina Jolie kurda”?
Tengo amigas aquí que son muy críticas con esto. Naturalmente es una visión muy machista, pero, aunque con lo que voy a decir se van a enfadar amigas feministas, mejor que salgan a que no salgan. Es mejor que sea una moda, antes que invisibles.
Y estas mujeres kurdas de las que hablamos, ¿conocen la imagen que están teniendo a este lado del mundo?
Ellas no leen la prensa de fuera, están en el frente luchando. Yo creo que estas mujeres que salen en portadas de revistas no llegarán nunca a verlas, viven en otras circunstancias. Eso sí, ellas también son muy críticas y son las primeras que luchan en contra de todo este machismo.
Quienes dicen que vivimos en una sociedad avanzada son hombres, y de una condición económica elevada. Ellos dicen que “la mujer kurda siempre fue más abierta que la mujer árabe”, pero ésta es una visión muy europea que no me gusta
En el libro relata situaciones en las que la mujer queda relegada, ¿cuál es su análisis sobre la situación actual de la mujer kurda?
Quienes dicen que vivimos en una sociedad avanzada son hombres, y de una condición económica elevada. Ellos dicen que “la mujer kurda siempre fue más abierta que la mujer árabe”, pero ésta es una visión muy europea que no me gusta. Es cierto que, por ejemplo, hay elementos positivos como que el Gobierno del Kurdistán iraquí sea laico, porque esto permite avances, pero no lo es todo. Una mujer kurda en Iraq tiene más oportunidades que una de Bagdad, pero eso no quiere decir que sea libre y que pueda desarrollarse como mujer. Sigue siendo una sociedad machista, aunque en la teoría ella pueda alquilar una casa sola, en la práctica no.
¿Qué está suponiendo toda esta amenaza del ISIS para el pueblo kurdo?
Es una amenaza real y muy gorda. No se puede retrasar la solución, hay que hacer algo, yo no sé qué, pero allí hay un peligro muy grave, que puede llegar y ha llegado a Europa.
Discrepo con la mayoría de la izquierda europea que cree que, si Estados Unidos quisiese, se acabaría en dos días con el ISIS porque es algo ficticio. Pero no es así, es una amenaza real y los únicos que están luchando e intentando parar esta amenaza son hombres y mujeres kurdas. Y es muy triste, porque están solas. Están intentando impedir una amenaza de la Edad Media a solas, sin ayuda, sin nada y con pocos medios.
¿Tiene la sensación de que, en este contexto convulso en la región, se está hablando más del pueblo kurdo que en otras ocasiones de la Historia?
Sí, bastante. En la Unión Europea, desde la izquierda a la derecha, todos quieren que los kurdos resistan contra toda barbarie: contra el ISIS, Assad, Erdogan…, pero quieren que lo hagan solos, es más, quieren que sean ellos los que paguen todo el precio. Estamos hablando de un pueblo no reconocido, con pocos medios, y son los únicos que están dispuestos a dar la vida para parar esto. Y aplaudir no es suficiente, hay que hacer algo más, hay que presionar a los gobiernos.
Vuelvo al caso de Turquía. Ahora mismo, toda la Unión Europea cierra los ojos ante Erdogan porque él chantajea: ‘En cuanto me critiqueis, yo monto a los sirios en autobuses y os los mando’. En Turquía hay un fascismo brutal y los únicos que resisten son los kurdos, y si no reciben ninguna ayuda, si no se para a Erdogan, esto cualquier día se puede convertir en una guerra civil, y si así ocurre, a los que temen a los tres millones de sirios que están en Turquía, les esperan unos 70 millones de turcos y kurdos en la frontera.
En Turquía hay un fascismo brutal y los únicos que resisten son los kurdos, y si no reciben ninguna ayuda, si no se para a Erdogan, esto cualquier día se puede convertir en una guerra civil
Como periodista kurda, ¿cómo es trabajar en Turquía?
Trabajo en una cadena de televisión progresista y está siendo muy reprimida. Desde la primavera pasada nos han sacado del satélite turco y estamos emitiendo prácticamente por Internet. Todas las mañanas cuando me levanto, lo primero que hago es meterme en Internet para ver si sigue existiendo mi cadena. Ahora puede existir, en cinco minutos puede no existir.
¿Sería capaz de augurar un futuro del pueblo kurdo?
No. Ni un futuro de Oriente Medio. Yo creo que nadie puede saber qué va a pasar de aquí a mañana, porque no solo depende de la resistencia kurda, allí todo el territorio se está moviendo.
No lo puede saber pero, ¿lo puede soñar?
Ya ni puedo soñar. En el libro, una chica del campo de refugiados en Mahmur, decía que ella ‘no sueña con algo que no sea realista’.
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Autor >
Fabiola Barranco
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