Tribuna
Reiniciando la socialdemocracia: de las musas al teatro
Manuel Escudero 19/10/2016
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En una reflexión anterior, El reinicio de la socialdemocracia, se defendía que el declive de la socialdemocracia no es imparable, pero tiene sus dificultades. Y concluía que la disyuntiva es clara: o se enfrentan esas dificultades o, efectivamente, la socialdemocracia no tendrá futuro. En esta reflexión de continuación se proponen seis ejes generales (aplicables a cualquier país desarrollado) para “aterrizar” el reinicio socialdemócrata. Son apuntes brevemente hilvanados para un debate político de nuevos polos de referencia como los que estamos discutiendo en el Foro de Economía Progresista y, muy próximamente, en sus I Jornadas que se celebran en Madrid el 20 y 21 de Octubre: temas de reflexión conjunta de la izquierda y búsqueda de un nuevo paradigma, que sin interferir con la coyuntura política (más bien borrascosa en el momento actual), aspiran a co-crear un modo de pensar nuevo que dé a luz mimbres para la acción política de la izquierda en fechas no muy lejanas.
Comencemos: hay tres grandes sacudidas sociales que van a alcanzar su plenitud en las próximas décadas y cuya solución no permite ni un gran abanico de opciones ni un compás laxo de espera. Ante ellas, es imperativo que una socialdemocracia “reseteada” comience a pensar en nuevas políticas respecto al cambio climático, el envejecimiento de la población y los flujos migratorios.
1.- Detener efectivamente el cambio climático
Si el mundo no comienza a reducir sus emisiones de CO2 a partir de 2020 y no llega a 2050 con una reducción del 50% de sus emisiones, el cambio climático causará destrozos inimaginables para la humanidad. En este terreno sorprende que los programas de los partidos políticos de izquierda no han profundizado en las políticas concretas para hacer posible que el cambio climático se detenga.
Propondría, para empezar, una afirmación de base: la transición a fuentes renovables desde el modo de producción de energía basado en los combustibles fósiles, no será posible con mecanismos que se apoyen en las fuerzas del mercado (incentivos negativos, quien poluciona paga, etc.). Varios ejemplos ilustran las resistencias que van a existir: las subvenciones a combustibles fósiles, impulsada por sus lobbies, siguen creciendo (22% entre 2009 y 2014 según datos de la IEA, International Energy Agency). Las grandes empresas petroleras y gasísticas continúan sus prospecciones, desde el “fracking” hasta la apertura de nuevos campos petrolíferos: pero para alcanzar objetivos como los propuestos, aproximadamente un 70% de las reservas existentes de combustibles fósiles deberían no ser utilizadas jamás, y deberían irse acercando a un valor cero, por mucho que se nieguen a aceptarlo los grandes oligopolios energéticos. En la situación de excepcionalidad actual, ante la necesidad de detener el cambio climático, será necesario un nuevo tipo de intervención pública que ponga bajo control público aspectos críticos del modo de producción de la energía.
2.- Nuevas políticas ante el envejecimiento de la población
Entre 2015 y 2050, la proporción de la población mundial con más de 60 años de edad pasará de 900 a 2.000 millones de personas, y en España, se pasará del 16,6% en 2008 a un pavoroso 40% en 2056.
Los fondos de pensiones que capitalizan y posibilitan las pensiones en los países de la OCDE asciende a 50 billones $ en la actualidad, - equivalente al 70% del PIB mundial. Con un horizonte económico a largo plazo (hasta 2060) de bajo crecimiento económicos y con tipos de interés cercanos a cero, el sistema es cada día menos solvente para asegurar el mantenimiento de las pensiones que se han disfrutado en el pasado.
En los países, como es el caso de España, cuyas pensiones están basadas en sistemas de reparto o de caja, el futuro de las pensiones será sin duda mucho más inmune a esos avatares financieros. Pero se necesitará que el sistema mantenga un número de trabajadores en activo suficiente para asegurar las pensiones de un número creciente de jubilados. Según estudios del INE, los efectos de envejecimiento de la población en el sistema de pensiones lo torna insostenible en un escenario 2050, con una disminución constante del ratio de activos cotizantes frente a pasivos pensionistas que irá descendiendo desde 2 hasta 1 o incluso por debajo. Esto solamente podrá ser corregido en nuestro país con una inmigración de 200.000-400.000 personas al año.
Una opción básica en ambos casos es ir despegando gradualmente los sistemas de pensiones tanto de las incertidumbres del sistema financiero como de las derivadas del decrecimiento de la población, dando entrada a un nuevo sistema por el que una parte creciente de las pensiones sea sufragada a través del sistema fiscal y de nuevos impuestos.
3.- La gran batalla de las migraciones
La mayor parte del crecimiento demográfico global entre 2015 y 2050 se dará a las puertas de Europa. Países como Nigeria, Costa de Marfil, RD del Congo, Mali o Angola crecerán en proporciones escalofriantes, más que doblando su población actual. Y algo parecido ocurrirá en países como Afganistán, Siria o Iraq. En agudo contraste, países europeos como Alemania, Italia o España verán disminuir su población, y este suicidio colectivo se agudizará en diversos países del este Europeo, como Polonia o Rumania. Pese a la vociferante ultraderecha europea, una política de murallas sin más no es una solución sostenible. Europa, y cada uno de sus países, debe replantearse su política migratoria: debe detener su decrecimiento demográfico y su envejecimiento, estableciendo un plan de inmigración claro, en el que se proceda a admitir cohortes de inmigrantes, absolutamente necesarias para el futuro crecimiento de cada país.
En paralelo es necesario asegurar que el desarrollo económico se hace realidad en los países de alto crecimiento demográfico, pues es el único modo de detener el éxodo de millones de jóvenes en busca de una vida decente, y sus elevadas tasas de fecundidad actuales. El mejor modo de hacer realidad este segundo objetivo es estableciendo con África y desde Europa una reedición histórica del Plan Marshall. Sencillamente, no hay otra solución.
4.- Quebrar el modelo económico del capitalismo neoliberal
En la anterior reflexión ya se señalaba que el modelo económico neoliberal ha dado de sí todo lo que podía y nos trae ahora un futuro no muy halagüeño de desigualdades crecientes, muy pobre crecimiento económico hasta 2060, y episodios de burbujas y sus estallidos. No sabemos cuándo y dónde, pero sí sabemos que en el futuro nos aguardan nuevos grandes episodios de recesión. ¿Cómo conjurar estos peligros? El foco estratégico debería estar en tres frentes:
a.- Hay que detener y revertir el crecimiento de la deuda.
Un nuevo shock externo (como ocurrió con el derrumbe de los precios del petróleo hace unos meses) es lo puede desencadenar una tercera gran recesión. En un mundo en el que Estados y empresas están endeudados hasta las cejas, un nuevo shock puede ocasionar un “default” de empresas o países que se transmita a velocidad de vértigo por toda la economía global.
b.- Hay que enterrar la política de expansión monetaria (QE).
La expansión monetaria ha sido inefectiva porque no ha llegado ni a la gente ni a las pequeñas empresas. Lo que es igual de malo, ha sido, al mismo tiempo, causa y consecuencia de los tres grandes estallidos económicos que ha soportado la economía global en lo que llevamos de siglo, y, por supuesto, alimenta la monstruosa espiral de deuda. Es necesario sustituirla por un nuevo tipo de intervención, en el que una expansión monetaria mucho más limitada se dirija, efectivamente, a la inversión productiva.
c.- Hay que romper el horizonte de crecimiento económico bajo.
La explicación de fondo del estancamiento económico que se experimenta en todo el mundo desarrollado es la pérdida de rentas del trabajo desde los años 90 del pasado siglo. El antídoto es que el trabajo productivo vuelva a recibir remuneraciones apropiadas. Por ello son elementos centrales para quebrar el sistema, soluciones como 1) las subidas significativas del Salario Mínimo Interprofesional, como señal para toda la economía, 2) el acortamiento gradual de las horas de trabajo sin disminución de salarios, comenzando con la jornada semanal de 30 horas y 3) las medidas destinadas a la democratización de las empresas.
5.- Renta Básica Universal
El efecto más hiriente de todo lo que está pasando son las desigualdades crecientes en los países desarrollados. Y si durante los últimos 20 años las desigualdades en los países en vías de desarrollo y emergentes han disminuido enormemente, la evolución del capitalismo neoliberal lleva hacia el estancamiento de esas economías (Brasil, Rusia, Suráfrica, Latinoamérica) y su reversión hacia sociedades más desiguales similares a las desarrolladas. Por otra parte la digitalización de la economía está llevando hacia sociedades donde el desempleo irá creciendo por un efecto de sustitución de trabajadores por máquinas inteligentes.
Todo ello lleva a pensar que alguna solución relacionada con una renta básica universal debe ser considerada. Pero no toda solución sirve: las reformas socialdemócratas, como se señalaba en la reflexión anterior, han de ser sostenibles en el tiempo. Por ello se precisa una fórmula que siendo hoy viable, vaya creciendo a lo largo del tiempo, - o más específicamente, que sirva ahora para luchar eficazmente contra la desigualdad y la pobreza, y se desarrolle mañana para dar cobertura a una sociedad ya inmersa en la economía digital. Por ello defiendo un sistema de “Impuesto Negativo de la Renta”. El Impuesto Negativo sobre la Renta se basa en la idea de fijar, de acuerdo con la riqueza del país y el nivel de pobreza existente en este momento, un objetivo de renta mínima (por ejemplo, en la actualidad, en torno a 11.000 euros anuales) y otorgar el derecho a percibir del Estado un pago por un porcentaje (por ejemplo, hoy un 20%) de la diferencia entre los ingresos anuales menores y ese mínimo. A este mínimo, que sería un nuevo derecho universal, se le podría y debería introducir multiplicadores adicionales para personas con derecho al Impuesto Negativo y que tienen dependientes a su cargo. Mi estimación es que este sistema beneficiaría a 12,2 millones de personas en España y su coste se situaría en € 12,3 mil millones: un coste importante, pero asumible.
Las ventajas del Impuesto Negativo como fórmula que puede ir creciendo hacia una renta básica universal son muchas. En primer lugar, permite hoy combatir la desigualdad sin desincentivar la búsqueda de empleo, y puede afinarse como medida de choque contra la pobreza. En segundo lugar, no es una medida de “quita y pon” y se puede incorporar estructuralmente como parte del sistema fiscal del país. Y por último, puede irse elevando en su cuantía en la medida en que una parte creciente de la población es expulsada del mercado de trabajo “productivo” y se incorpora a la economía colaborativa.
6.- Poner bridas a los monopolios y apoyar desde el Estado la economía colaborativa
El poder desproporcionado que han ido logrando tener las grandes empresas dentro del Estado actúa como un acelerador de la formación de oligopolios en el campo de los grandes servicios: la energía, las infraestructuras, la banca o los seguros. Por otra parte, con la economía digital, la resistencia por parte de las nuevas empresas tecnológicas a trasladar a los precios sus costes decrecientes, configuran una nueva generación de empresas monopolísticas. No se trata de abolir los oligopolios por decreto, sino de ir sistemáticamente eliminando su intromisión opaca en las regulaciones públicas, su elusión a paraísos fiscales, los privilegios fiscales y de subvenciones de los que se benefician, o sus conductas colusivas y rentistas, al tiempo que se busca su alianza, cuando esto sea posible, alineándola con los intereses de la mayoría. En una palabra, una socialdemocracia reiniciada no está en contra del mercado capitalista, pero no hace ninguna concesión a los poderes abusivos que operan hoy en él, y tiene como objetivo erradicarlos.
Esa línea estratégica respecto a los mercados debería combinarse con otra línea estratégica: la supresión de trabas y el apoyo al crecimiento para que las nuevas actividades que operan con un pie fuera del mercado, -la economía colaborativa, social y solidaria,- siga floreciendo. No se trata de ayudarla creando empleo público, sino facilitando la apertura de nichos socialmente necesarios que puedan ser cubiertos por empresas colaborativas, cooperativas y sociedades laborales. En breve: todo lo dicho en este apartado merece nuevas respuestas en el terreno de la educación, el empleo, la limitación del poder de los oligopolios o la promoción de la nueva economía colaborativa.
7. Concluyendo
Lo que se avance en España en estos terrenos será, en buena medida, un ensayo para lo que hay que reformar en Europa. La clave fundamental de lo que no funciona en Europa es la coalición política en la que se sustenta: conservadores y Partido Popular Europeo, en alianza con los demócratas liberales y el apoyo en muchas ocasiones del reformismo gradualista de los socialdemócratas europeos. Su legado más nefasto es la emergencia de una ultraderecha eurófoba que tiene motivos para felicitarse porque progresa sin parar y a la que la coalición dominante va cediendo terreno. Pero solamente una socialdemocracia refundada, en alianza con una izquierda radical que haya también madurado en sus planteamientos logrará cambiar los destinos de Europa y detener a una ultraderecha que, por el momento, se está apropiando del descontento popular.
Esa alianza no va a ser fácil, y no va a estar exenta de tensiones, miserias e incluso luchas cainitas. Pero la clave de una socialdemocracia reiniciada es, mejor que ninguna otra, practicar la idea de que los enemigos están ahí, están progresando, y en esa batalla, que se libra en España y en Europa, todos los que puedan ser alineados para hacer retroceder a la ultraderecha xenófoba, ir arrinconando al capitalismo neoliberal y saltar olímpicamente por encima de sus designios, son imprescindibles.
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Manuel Escudero es economista y promotor del Foro de Economía Progresista
@escuderomanu
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