MANUEL CRUZ / Filósofo y diputado del PSC
“No creo que un socialista andaluz pueda decir que le trae sin cuidado el PSC”
Gorka Castillo 15/11/2016
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Tiene la mirada viva y la sonrisa apacible de un maestro de escuela. Pero Manuel Cruz (Barcelona, 1951) es bastante más que un filósofo minucioso con una treintena de ensayos en la biblioteca. También ocupa un escaño como diputado independiente del PSC en el Congreso y eso, en estos tiempos convulsos, aporta emoción al pensamiento aunque a veces obligue a lidiar con accidentes políticos que nadie sabe cómo acabarán. Por ejemplo, el conflicto entre Cataluña y el Estado. Pero Cruz parece infinitamente más cómodo hablando del funcionamiento de la lógica que de la crisis en España. En su primera legislatura como parlamentario ha tenido que afrontar el cisma más grave en los 137 años de historia de su partido, el que provocó la investidura de Mariano Rajoy. Y él fue uno de los 15 díscolos aunque no sea algo que ya le preocupe. “Todos los partidos tenemos graves contradicciones internas, excepto el PP”, dice con una seguridad rotunda. La misma que le empujó a cambiar el congreso del PSC por el Foro de la Cultura que el pasado fin de semana reunió en Burgos a casi un centenar de filósofos, politólogos, artistas e investigadores sociales con la intención de ponerles a pensar en voz alta. “Nuestra sociedad no es la misma. Los jóvenes ya no saben si van a tener un futuro, ese territorio donde materializar sus sueños”, añade el autor de libros como Travesía de la nada, donde sitúa el Procés como telón de fondo.
¿Confía en la capacidad de Soraya Sáenz de Santamaría para desbloquear la situación de Cataluña?
Me gustaría pensar que sí pero me temo que es un guiño insuficiente. Sin duda, tiene una serie de virtudes como abogada del Estado, lo que le proporciona un amplio conocimiento de la legislación vigente, pero no deja de formar parte de lo que Enric Juliana denomina la “Brigada Aranzadi”, es decir, técnicos muy competentes en sus funciones pero con perfiles políticos bajos, que es lo que se necesita para abordar un tema como el catalán. Y en este sentido, Sáenz de Santamaría siempre ha aparecido como una fiel escudera de Mariano Rajoy que no ha dado muestras de tener una iniciativa política propia. Por eso creo que aunque su nombramiento pueda parecer una disposición del nuevo Gobierno para iniciar un diálogo en Cataluña, yo sigo siendo un poco escéptico. Ojalá me equivoque.
Las divergencias respecto al modo de abordar el conflicto de Cataluña y el voto negativo a la investidura de Rajoy han roto casi todos los puentes entre el PSC y el PSOE.
Siempre he estado convencido de que la sangre nunca llegaría al río porque ambas partes se necesitan aunque ese no sea el único motivo. La realidad es que no hay facciones irreconciliables dentro del socialismo en España. Es innegable que hay personas que simpatizan más con Susana Díaz, con el PSOE-A y con la abstención, pero no he visto ni una sola postura de incomprensión o enfrentamiento con el PSC. Y lo mismo digo a la inversa. Algunos dirán que formo parte del grupo parlamentario socialista como independiente y que, por lo tanto, muchos aspectos orgánicos se me escapan pero toda esa cascada de declaraciones tenía como destinatario el consumo interno del partido y no una manera de entender la organización. Yo no me creo que un dirigente de Extremadura o Andalucía pueda decir sin pestañear que le trae sin cuidado lo que suceda en el PS de Cataluña o en el PS de Euskadi. Es imposible. Cualquiera que se coloque en una perspectiva conjunta impediría la voladura de esos puentes como sea.
¿No existe un cierto temor en el PSOE a abrir un debate profundo sobre la plurinacionalidad de España?
Es una discusión que para los que vivimos en “Las Galias” resulta agotadora. El asunto es bien sencillo. Aceptar que Cataluña o Euskadi son dos naciones no debería plantear ningún problema siempre que, a continuación, se especificaran las consecuencias que tiene ese reconocimiento nacional. Eso es de lo que hay que hablar porque lo otro es hacer trampas al solitario. Que Cataluña es una nación sin estado es perfectamente aceptable pero si eso significa que tiene derecho a estado es cuando comienza el conflicto. La ubicación del sujeto político se utiliza con demasiada alegría, se ha generalizado en el debate como si fuera un sujeto neutro que pueda tomar decisiones de gran trascendencia.
Un parlamento federado como el de Valonia tiene competencias para bloquear la firma de todo un tratado comercial de la UE como el CETA. ¿Puede servir de referente para negociar un encaje de Cataluña en España?
En Cataluña nunca se ha planteado un modelo federal como el belga probablemente porque su desarticulación como estado indica hacia dónde podría desembocar la aplicación de determinadas políticas en una comunidad. Para mí es el antimodelo. De todas formas, el problema en Cataluña es otro. Si se planteara ahora un esquema federal, el horizonte que se ha impuesto en el espacio público es que ya no hay más alternativa que el statu quo o la independencia.
Algunos dirigentes y exdirigentes aseguran que entenderían una ruptura del PSOE con el PSC porque no sólo bajan de votos en Cataluña, sino que también hacen perderlos en España. Lo dijo Juan Carlos Rodríguez Ibarra
No se puede defender un punto de vista respecto a la totalidad de España y luego mantener relaciones problemáticas con sus partes, en concreto, con sus partes más sensibles. Me parece razonable que cada cual exprese su idea de lo que es España, su pluralidad y su diversidad, pero, a partir de ahí, debemos ajustarnos sin exclusiones. Hacer lo contrario sería como decirle a quien no le guste una determinada concepción de la unidad que se vaya de España. Me parece un poco fuerte que alguien diga esto.
Pero, ¿es posible la convivencia bajo las mismas siglas de dos modelos territoriales tan confrontados como el que ahora reclaman el PSC y el PSOE-A e, incluso, entre dos concepciones políticas tan opuestas como la de Felipe González y Miquel Iceta?
Es evidente que el PSOE tiene problemas graves pero, de vez en cuando, deberíamos hacer algún esfuerzo por tomar una mínima distancia. Al menos lograríamos que el “tironeo”, que dicen en Argentina, de los medios de comunicación no nos perturbe. Quiero decir con esto que exceptuando el PP, ¿hay otro partido que no tenga serios problemas internos? En mi opinión, no, pero, sin embargo, la responsabilidad de que hubiera o no terceras elecciones recayó por completo en el PSOE. Asumirlo me parece muy bien pero, entonces, ¿eso significa que Podemos, de verdad, quería terceras elecciones o ha jugado con el ventajismo de la inmolación ajena para quedarse con el papel limpio del no? Según los estudios que manejamos, Podemos corría el riesgo de quedar visiblemente afectado si llegan a celebrarse esas elecciones. Y lo mismo puede decirse de Ciudadanos, que se sacó de la manga una pirueta retórica un poco barata. Eso de que lo “hacemos por España”, en fin, qué quiere que diga, imagino que cuando pactaron con Pedro Sánchez no lo hicieron por los Países Bajos. Era evidente que tenían miedo de irse al despeñadero.
Pero los discursos retóricos son parte del juego político.
Sí, pero esas apelaciones que hacen algunos en Podemos sobre que el futuro les pertenece o que han venido para quedarse me parecen casi de metafísica histórica. Y no sólo por una cuestión electoral. Los que hablan de esa manera están incurriendo en una enorme contradicción porque si los viejos partidos que parecían tan arraigados cayeron, nada garantiza que una nueva opción, llámese independentista en Cataluña o como se quiera en Madrid, vaya a tener estabilidad. Vivimos sumergidos en una gran volatilidad de las ideas.
¿Se refiere a que los otros partidos también viven profundas contradicciones?
Pensar que el grupo que tratan de conformar IU, Podemos, En Marea, En Comú Podem y Compromís es estable me resulta complejo. Por ejemplo, Compromís ya se desmarcó en dos ocasiones de ese proyecto común que dijo que no pactaría con el PSOE. En Comú Podem tampoco va a aceptar que le conviertan en una marioneta controlada desde Madrid. Por lo tanto, también ellos tienen muchas sensibilidades como para concluir que todo lo que ha pasado se deba a una pelea entre Susana Díaz y Pedro Sánchez.
¿Por qué el PP es el único partido que no muestra fisuras?
Con la derecha hay un detalle nada banal: le votan 11 millones de españoles, un número muy importante de ciudadanos. Digo esto porque solemos hablar de la victoria del PP con desdén pero omitimos qué pasa para que 11 millones de personas depositen la papeleta a favor de ellos. ¿Acaso se trata de 11 millones de miedosos? El PP no es la caverna, como algunos dicen. Es la derecha. Puede haber algunos cavernícolas en sus filas pero son pocos. La izquierda debería de analizarlo con seriedad.
Pese a la corrupción que golpea al PP y la desigualdad social que ha impulsado, ¿ha conseguido reunir un consenso hegemónico en torno a su proyecto político?
El PP es una máquina de poder y siempre lo ha sido aunque también haya tenido conflictos internos por el poder. Sin embargo, no es menos cierto que Rajoy ha eliminado a todos sus enemigos. Por lo tanto, habría que ir aceptando que este hombre tiene habilidades para la política subterránea, para el “navajeo”, y que su sucesión será decidida por él mismo. Todo esto tampoco puede ser ignorado.
¿La izquierda menosprecia esta situación?
En mi opinión, sí. Y creo que es un grave error político. No entiendo el tono en el que habla del PP, como si ese partido estuviera contra las cuerdas y no tuviera margen de maniobra. La realidad es justo la contraria. El PP tiene prácticamente unificado a todo el centro derecha del país frente a una izquierda dividida y debilitada. Y en este escenario, se maneja muy bien. Por ejemplo, gestiona su relación con Ciudadanos infinitamente mejor que la que tiene el PSOE con Podemos.
¿De dónde procede esta incapacidad de la izquierda para entenderse?
Del viejo cainismo que se originó en la 3ª Internacional entre los socialdemócratas y los comunistas. Si se analiza el reproche fundamental que suele dirigir Podemos al PSOE es el de la traición, idéntico al que se pronunció entonces: volvemos a ser los “socialtraidores”
Una división ideal para la derecha
Y que el PP administra para mantener vivo el conflicto. El ejemplo más claro pudimos escucharlo durante el debate de investidura. Todas las complicidades que Rajoy envió al PSOE fueron la munición que necesitaba Pablo Iglesias para decir que PP y PSOE son lo mismo. Y ese juego es arbitrado por la derecha según le convenga.
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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