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Doce años recopilando y documentando, una por una, las inscripciones de la Alhambra. Es el trabajo que ha realizado el investigador Juan Castilla Brazales junto a su equipo de colaboradores. El resultado, el Corpus Epigráfico de la Alhambra, ha tenido como colofón la concesión por parte de la Unión de Editoriales Universitarias Españolas del premio a la mejor edición en formato digital. Una colección de ocho libros-DVD que brindan a cualquier persona la posibilidad de hacer un recorrido hasta ahora inédito. “La pregunta del turista moderno, la de ¿qué pone ahí?, ya se la hacían a finales del siglo XV, tras la entrada de los cristianos en Granada”, anota este linarense, que cuenta cómo ya en el siglo XVI los Reyes Católicos encargaron a un equipo de funcionarios del Cabildo granadino, conocedores de la lengua árabe, la tarea de traducir aquellas escrituras.
Es el caso de Alonso del Castillo, morisco granadino al que se le encomendó también recopilar y traducir las leyendas epigráficas de la Alhambra. Sin embargo, realizó un trabajo fragmentario. Le siguieron otros intentos en el XVIII y en el XIX con la llegada del movimiento romántico. “Gracias a los viajeros románticos, muchos de ellos de origen anglosajón, que recorrieron España, Granada, y en particular la Alhambra, atraídos por su encanto, nos han llegado muchos de sus testimonios, que dejan traslucir la evocación orientalista que hicieron del Monumento”, explica Juan Castilla. No obstante, "su interés no radicaba tanto en las inscripciones en sí mismas como en su carácter artístico", añade el investigador.
Una tarea que hasta ahora nunca se había hecho: recopilar con exhaustividad todas y cada una de las inscripciones
Juan Castilla se propuso desde un principio realizar una tarea que hasta ahora nunca se había hecho: recopilar con exhaustividad todas y cada una de las inscripciones. Independientemente de la relevancia que pudieran suscitar unas con respecto a otras —uno de los problemas de los anteriores intentos fue el carácter parcial de la recopilación, basado en intereses concretos—, el proyecto pretendía dejar constancia del número y el estado de conservación de los epígrafes en el siglo XXI. "Imaginemos que en el futuro sufre deterioros una pared y se pierden algunas yeserías. En ese supuesto, siempre contaremos con este trabajo, que dará cuenta detallada de cómo estaba todo en esa época", comenta Juan Castilla.
Llegar hasta aquí no ha sido fácil. De hecho, al principio le trasladaron todo tipo de malos augurios, que hablaban de la imposibilidad de llegar a completar el proyecto. Algunos agoreros incluso le transmitieron vaticinios esotéricos, defendiendo que la Alhambra debía de tener algún tipo de maleficio, pues nadie había llegado a hacer una recopilación completa de la epigrafía del monumento. Pero parece que, al final, todo era cuestión de trabajo y empeño. Véase la muestra: un total de seis volúmenes que ya están a la venta, y dos restantes, que saldrán a la luz a principios del año próximo.
“La bondad del trabajo es que cualquier persona en la intimidad, sin dar paseos físicos por la Alhambra, pueda hacer recorridos por los palacios, seleccionando y examinando las inscripciones que le interesen”, dice Juan Castilla. La colección recoge cerca de diez mil leyendas epigráficas, con fichas que informan, por ejemplo, del tipo de inscripción atendiendo a su tipo de escritura, de la fotografía, de un dibujo que distingue las palabras árabes de la ornamentación, del texto escrito con grafía moderna, de su traducción al castellano, de datos bibliográficos, etc. Quizás una de las grandes aportaciones de este trabajo sea la labor de reconstrucción: incluso en partes de paredes desnudas de decoración, gracias a pequeños trozos de yesería conservados, Juan Castilla y su equipo han incluido una reconstrucción hipotética de las inscripciones que debieron de existir allí, por comparación con otras de zonas diferentes.
De los resultados del proyecto se extrae una conclusión principal que lleva a desmitificar, en cierto modo, esa creencia extendida y equívoca que ha trascendido a lo largo de los años. “Estamos en disposición de corregir un malentendido que siempre ha existido, según el cual en la Alhambra solo hay poesía y frases de tipo religioso. En la escala de clasificación, las inscripciones poéticas y coránicas son las menos”, apunta Juan Castilla. ¿Por qué existe ese malentendido entre la gente, entonces? “Porque, aun siendo las que escasean más, son las más hermosas, las más llamativas”, responde el investigador.
Estableciendo un orden, el letrero epigráfico que más se repite corresponde al lema dinástico de los nazaríes, repetido cientos de veces en todos los rincones de la Alhambra. Le siguen otras inscripciones como las votivas, que contienen normalmente una palabra acompañada de adjetivo calificativo, y en las que "hay un supuesto deseo de la Providencia, que recae en unos casos sobre la estancia en la que está el cartel epigráfico y, en otros, sobre el sultán que está gobernando en ese momento". Nos referimos a inscripciones del tipo "felicidad", "bendición", etc. Las jaculatorias contienen el nombre de Alá, en tanto que las regias incluyen el nombre de algún sultán.
La Alhambra escondía incluso inscripciones funerarias, grabadas en las lápidas de algunos sultanes nazaríes
Cabe mencionar también las fundacionales, dedicadas a hechos de cierta importancia, como los correspondientes a la construcción de un elemento arquitectónico digno de legar a la posteridad —una nueva puerta de acceso a la Alhambra, por ejemplo— y las conmemorativas, creadas para destacar hechos tales como una batalla en la que las tropas del sultán musulmán habían vencido a las tropas cristianas. La Alhambra escondía incluso inscripciones funerarias, grabadas en las lápidas de algunos sultanes nazaríes. Tras todas ellas, estarían las coránicas —pequeños extractos del libro sagrado de los musulmanes— y las poéticas, compuestas en muchos casos por poetas que trabajaban al servicio de la corte.
Todos estas leyendas aparecen inscritas conforme a tres tipos de letras: la cúfica, la nasji o cursiva, y la mixta, que combina las dos anteriores. Aunque la escritura árabe contempla otros tipos, en la Alhambra solo se dan estos tres. “La primera nació en Kufa —de ahí su nombre—, población de la actual Irak, donde un grupo de población empezó a utilizarla, empleándola sobre todo en la confección de los primeros coranes. Los trazos tan esbeltos, pero al mismo tiempo tan enrevesados para ser entendidos, dieron paso con el tiempo a otro tipo de escritura, la nasji o cursiva", explica Juan Castilla. Esta última se compone de unos trazos más suaves, de menor angulosidad y, por tanto, más fáciles de leer.
Un trabajo, en definitiva, sin precedentes, que aporta un valor añadido a la Alhambra y su historia. Una oportunidad para ir más allá de la visita tradicional al complejo monumental y adentrarse en cada uno de sus rincones y sus memorias, esas que una vez quedaron inmortalizadas en paredes y todo tipo de estructuras, y que hoy, nos desvelan sus secretos.
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Autor >
Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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