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“Los precios son una locura. Los precios de jugadores como Ronaldo o Messi se han disparado hasta niveles absurdos y totalmente ridículos”. No es el desafecto firmante de estas líneas el autor de las palabras que preceden. De hecho, se deben a uno de los mayores devotos que en el mundo son de la embriagadora fe en el once contra once. Alguien que cree tanto en ello como para haberse gastado cientos de millones de euros (y no estoy exagerando) en convertir al equipo de sus amores infantiles y juveniles, en tiempos una especie de Pupas de allende los Alpes, en heptacampeón de Europa y uno de los equipos más laureados de la Historia. Nos referimos al dueño del AC Milan, y uno de los hombres más ricos de Italia y de Europa: Silvio Berlusconi.

La confesión, junto a otras muy jugosas acerca de los varios mundos en los que Il Cavaliere (en realidad ex Cavaliere, porque fue despojado de esa dignidad a raíz de una condena penal) ha probado su talento y sus dotes de seductor (como la promoción inmobiliaria, la comunicación, la política y la canción ligera), se contiene en la biografía de Alan Friedman recién publicada entre nosotros por Península con el título de A su manera, Berlusconi se confiesa como nunca antes.

Al fútbol se dedica en este libro abundante espacio. En primer término, para dar cuenta de los impresionantes éxitos que el magnate consiguió con el Milan bajo la dirección de Arrigo Sacchi; unos éxitos que allanaron, dicho sea de paso, su carrera política, desarrollada al calor de una marca, Forza Italia, de inconfundible sabor futbolístico.

Pero quizá sea más interesante la segunda parte, en la que Berlusconi confiesa sus dificultades para mantener a flote y a nivel competitivo su franquicia balompédica familiar, pese a la inmensidad de su fortuna y a los cuantiosos recursos que le ha destinado a lo largo de varias décadas. De sus palabras se desprende que le ha desbordado el fenómeno del fútbol global, con su alucinada deriva inflacionista, materializada en esos precios irreales para los jugadores que en un momento dado pueden marcar la diferencia, hinchados hasta el infinito por un mercado en el que publicistas, comisionistas y financiadores sacan mayor tajada cuanto más fabulosas sean las cifras que se manejan y a las que aplican sus respectivos porcentajes. En resumen: la transmutación del deportista profesional de primera fila en un mega activo financiero-publicitario, que convierte al millonario Berlusconi en un indigente que ya no puede competir.

“La única forma de vencer en el fútbol es con dinero”, llega a decir. Y describe así a la competencia: “En los casos del Madrid y el Barcelona, se trata de clubes de tradición venerable y raíces profundas en sus respectivas ciudades. Son auténticas cooperativas en las que los seguidores son accionistas, y ambos tienen los bolsillos bien forrados. En cuanto a los inversores asiáticos y de Oriente Próximo, se está poniendo muy difícil competir con unos propietarios que tienen petróleo en el subsuelo”.

Imagino que habrá quien saque pecho al enterarse de que el hombre que levantó semejante imperio económico y mediático reconoce su impotencia ante el músculo financiero que exhiben, con esas “raíces profundas”, los dos grandes equipos de la Liga Santander. Otros, en cambio, nos preguntamos por qué ese músculo financiero, en otros sectores y empeños que mucho conciernen a la sociedad española, brilla por su ausencia.